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Antes que el tiempo fuera. Juana Castro, por José Antonio Santano


ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA


En este tiempo que nos ha tocado vivir, tan de soslayo, se agradece que de vez en cuando alguien nos llame la atención de manera que sintamos ese escalofrío de la palabra que vuela como un pájaro, libre hacia todos los silencios del mundo. La Naturaleza al desnudo, en su absoluto sequedal de desierto, en las azules aguas de la mar o el deslumbrante agujero del espacio sideral. Descender al más profundo de los silencios o escalar a los altos altares de la vigilia. Mirar al infinito horizonte y comprender los límites de la vida, del alma toda. ¿No hay ya futuro? ¿Hacia dónde el sendero, la nave, el vuelo? ¿Quién nos guiará, qué luz o viento señalará la dirección correcta? ¿Dónde el tiempo para la esperanza? La vida misma en su exacta incertidumbre: agua y fuego, tiniebla y luz. Regresar a los orígenes del cosmos y descubrir la grandeza de tanta oscuridad y silencio, la cruel realidad de la herida que sangra, el dolor de la ausencia. A todo esto y más responde el libro “Antes que el tiempo fuera”, de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945), merecidísimo XXV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”. Se agradece, y mucho, que un premio como este se distinga por la indiscutible calidad de la obras, en este caso ya patente por la larga trayectoria de la poeta galardonada. Y, ciertamente, el libro en cuestión es tan complejo como sublime, tan hondo como bello. Se aúnan en él todo el poder de la Naturaleza y la emoción extrema de lo vivido. Juana Castro ha compuesto una obra poético-sinfónica, de gran calado, determinante en su expresión y concepción del mundo. 
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
Con “Antes que el tiempo fuera”, Castro regresa a la verdad poética -su verdad-, como símbolo de lo eterno, poesía de la celebración de la vida en su más amplio sentido, indagadora de lo desconocido y por venir: «Mamá Amaltheus, en su nube de encaje,/ canta y mece al pequeño pinzón recién nacido […] y mamá Amaltheus, la fósil, / la más vieja, / renqueando en la noche primera de los mundos». Principio y fin de lo creado, la herida abierta de la vida crece en cada verso, en cada palabra como un sol que irradia luz y despertares cálidos. La emoción de lo vivo, que se transforma, se metamorfosea en infancia, ese lugar que nunca es olvido: «Hay un lugar de la memoria / una niña / de trenzas y sombrero / que abre los ojos grandes / a un mayo de posguerra». Un grito que se abisma en el silencio de los campos y dehesas, los encinares, un terrible lamento que el viento lleva de un lado al otro del mundo, como un triste presagio, una tragedia. Pura esencia en soledad de la mujer campesina, dibujada en el luto de la noche casi siempre y la navaja todo ajuar en la dureza del verso de la poeta, que resiste al igual que sus ancestros, que no renuncia al agridulce sabor de la vida: «Una navaja siempre a mano, / colgada al delantal o en el bolsillo. / Igual corta las setas, los cardillos, las fieras / tan verdes del arroyo / que el pan en rebanadas al almuerzo. // Al casar una moza, su regalo primero la navaja». La mirada fija en la Naturaleza, como única madre que nos cobija y protege, nos enseña y castiga. Amaltheus no es sino esa Madre luz, todas las Madres en una, savia y alimento, soledad: «Quien no haya sido náufraga no sabe / la desnudez de cada hora / ni el silencio flotando a la deriva / ni el dormir vigilante como cuando / se amamanta a un hijo en la tormenta». Pero la vida es un tren de ida y vuelta, una estación cualquiera, un destello de luz, amorosa entrega: «Fue en un baile / al terminar la guerra. Ellos / regresaban gallardos, todavía en los ojos / la apostura real del uniforme. / Ellas / estrenaban primores y sonrisa / después de tantas lágrimas. Y juntos / festejaban el fin de los cadáveres». 
Juana Castro ha construido un sabio discurso, complejo e innovador, de enorme simbología, en un intento de recuperar, en plena madurez, todas las ausencias (dolorosa resistencia por la ausencia de su nieta Sara): 
«Madre / de la Unción y las Eras, sálvala. /
 Llénale los alveólos /
 de luz, moja /
 sus neuronas prensadas, 
/ su intacta calavera, /
 la calima /
 de sus peces sin flor». 

Es la voz de la experiencia, de la emoción extrema, que no deja duda alguna sobre la fuerza de la palabra, el temblor del verso: 
«¿Tú sabes, niña, amiga, palabra? 
/ ¿Sabes tú, madre mía, este titán 
/ de bogar río arriba /
 a la contra del tiempo?».

 El paso del tiempo como una losa que poco a poco ocultará la vida, la espera en soledad: 
«La soledad del mundo, madre mía […]
–Dame la mano, aguarda, /
 es el aullido /
 del ciclón y la niebla, /
 más allá /
 más allá 
/ del silencio», 
escribirá Castro. La soledad que los años proclaman en el rosto y los labios de la fósil madre hija y abuela ahora, en un grito que recorre la tierra: 
«A la abuela ammonites no le caben /
 ya más pesares ni congojas / 
y ahora el sol escupe llamaradas, 
/ la era de los fuegos cabrillea, 
/ canta para espantar a los oráculos, 
/ sabe que morirá / con la última gruta»; 
es el miedo que alumbra el camino, perseverante, ¡tan frío, tan humano!: «¿Tienes miedo, Amaltheus? […] Sí, tienes miedo del tiempo, ese gigante / con forma de muchacha / que ya no reconoces. […] Descasa ya, Amaltheus, en la valva vacía. / Era tan sólo el tiempo». “Antes que el tiempo fuera” es uno de esos libros en los que hallamos la poesía en toda su esencia, el conocimiento, la emoción, la vida misma, la sabia escritura de una grandísima y universal poeta española: Juana Castro.

JUANA CASTRO

Título: Antes que el tiempo fuera
Autor: Juana Castro
Editorial: Hiperión (Madrid, 2018)

Antes que el tiempo fuera. Juana Castro, por José Antonio Santano


ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA


En este tiempo que nos ha tocado vivir, tan de soslayo, se agradece que de vez en cuando alguien nos llame la atención de manera que sintamos ese escalofrío de la palabra que vuela como un pájaro, libre hacia todos los silencios del mundo. La Naturaleza al desnudo, en su absoluto sequedal de desierto, en las azules aguas de la mar o el deslumbrante agujero del espacio sideral. Descender al más profundo de los silencios o escalar a los altos altares de la vigilia. Mirar al infinito horizonte y comprender los límites de la vida, del alma toda. ¿No hay ya futuro? ¿Hacia dónde el sendero, la nave, el vuelo? ¿Quién nos guiará, qué luz o viento señalará la dirección correcta? ¿Dónde el tiempo para la esperanza? La vida misma en su exacta incertidumbre: agua y fuego, tiniebla y luz. Regresar a los orígenes del cosmos y descubrir la grandeza de tanta oscuridad y silencio, la cruel realidad de la herida que sangra, el dolor de la ausencia. A todo esto y más responde el libro “Antes que el tiempo fuera”, de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945), merecidísimo XXV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”. Se agradece, y mucho, que un premio como este se distinga por la indiscutible calidad de la obras, en este caso ya patente por la larga trayectoria de la poeta galardonada. Y, ciertamente, el libro en cuestión es tan complejo como sublime, tan hondo como bello. Se aúnan en él todo el poder de la Naturaleza y la emoción extrema de lo vivido. Juana Castro ha compuesto una obra poético-sinfónica, de gran calado, determinante en su expresión y concepción del mundo. 
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
Con “Antes que el tiempo fuera”, Castro regresa a la verdad poética -su verdad-, como símbolo de lo eterno, poesía de la celebración de la vida en su más amplio sentido, indagadora de lo desconocido y por venir: «Mamá Amaltheus, en su nube de encaje,/ canta y mece al pequeño pinzón recién nacido […] y mamá Amaltheus, la fósil, / la más vieja, / renqueando en la noche primera de los mundos». Principio y fin de lo creado, la herida abierta de la vida crece en cada verso, en cada palabra como un sol que irradia luz y despertares cálidos. La emoción de lo vivo, que se transforma, se metamorfosea en infancia, ese lugar que nunca es olvido: «Hay un lugar de la memoria / una niña / de trenzas y sombrero / que abre los ojos grandes / a un mayo de posguerra». Un grito que se abisma en el silencio de los campos y dehesas, los encinares, un terrible lamento que el viento lleva de un lado al otro del mundo, como un triste presagio, una tragedia. Pura esencia en soledad de la mujer campesina, dibujada en el luto de la noche casi siempre y la navaja todo ajuar en la dureza del verso de la poeta, que resiste al igual que sus ancestros, que no renuncia al agridulce sabor de la vida: «Una navaja siempre a mano, / colgada al delantal o en el bolsillo. / Igual corta las setas, los cardillos, las fieras / tan verdes del arroyo / que el pan en rebanadas al almuerzo. // Al casar una moza, su regalo primero la navaja». La mirada fija en la Naturaleza, como única madre que nos cobija y protege, nos enseña y castiga. Amaltheus no es sino esa Madre luz, todas las Madres en una, savia y alimento, soledad: «Quien no haya sido náufraga no sabe / la desnudez de cada hora / ni el silencio flotando a la deriva / ni el dormir vigilante como cuando / se amamanta a un hijo en la tormenta». Pero la vida es un tren de ida y vuelta, una estación cualquiera, un destello de luz, amorosa entrega: «Fue en un baile / al terminar la guerra. Ellos / regresaban gallardos, todavía en los ojos / la apostura real del uniforme. / Ellas / estrenaban primores y sonrisa / después de tantas lágrimas. Y juntos / festejaban el fin de los cadáveres». 
Juana Castro ha construido un sabio discurso, complejo e innovador, de enorme simbología, en un intento de recuperar, en plena madurez, todas las ausencias (dolorosa resistencia por la ausencia de su nieta Sara): 
«Madre / de la Unción y las Eras, sálvala. /
 Llénale los alveólos /
 de luz, moja /
 sus neuronas prensadas, 
/ su intacta calavera, /
 la calima /
 de sus peces sin flor». 

Es la voz de la experiencia, de la emoción extrema, que no deja duda alguna sobre la fuerza de la palabra, el temblor del verso: 
«¿Tú sabes, niña, amiga, palabra? 
/ ¿Sabes tú, madre mía, este titán 
/ de bogar río arriba /
 a la contra del tiempo?».

 El paso del tiempo como una losa que poco a poco ocultará la vida, la espera en soledad: 
«La soledad del mundo, madre mía […]
–Dame la mano, aguarda, /
 es el aullido /
 del ciclón y la niebla, /
 más allá /
 más allá 
/ del silencio», 
escribirá Castro. La soledad que los años proclaman en el rosto y los labios de la fósil madre hija y abuela ahora, en un grito que recorre la tierra: 
«A la abuela ammonites no le caben /
 ya más pesares ni congojas / 
y ahora el sol escupe llamaradas, 
/ la era de los fuegos cabrillea, 
/ canta para espantar a los oráculos, 
/ sabe que morirá / con la última gruta»; 
es el miedo que alumbra el camino, perseverante, ¡tan frío, tan humano!: «¿Tienes miedo, Amaltheus? […] Sí, tienes miedo del tiempo, ese gigante / con forma de muchacha / que ya no reconoces. […] Descasa ya, Amaltheus, en la valva vacía. / Era tan sólo el tiempo». “Antes que el tiempo fuera” es uno de esos libros en los que hallamos la poesía en toda su esencia, el conocimiento, la emoción, la vida misma, la sabia escritura de una grandísima y universal poeta española: Juana Castro.

JUANA CASTRO

Título: Antes que el tiempo fuera
Autor: Juana Castro
Editorial: Hiperión (Madrid, 2018)

LUNAS DE ORIENTE



El poeta cordobés-almeriense José Antonio Santano publica su último libro, “Lunas de oriente” en una cuidada edición de la editorial granadina Dauro. Los poemas vienen acompañados por su correspondiente traducción al árabe hecha por Meimouna Hached Khabon. Ver el poema en su grafía árabe junto al texto original da una belleza añadida al original, aparte de su finalidad primera.

LUNAS DE ORIENTE
LUNAS DE ORIENTE
 DE JOSÉ ANTONIO SANTANO
“Lunas de oriente” no es un poemario de recreación de los grandes motivos de la poesía árabe, aunque algunos de ellos permanezcan, claro está. Los títulos de algunos de los poemas remiten a ese universo, “En tu nombre Bagdad”, “El jardín del granado”, “Desde el Eufrates al Guadalquivir”. En la dedicatoria aparecen poetas y artistas iraquíes, sirios, turcos, tunecinos, palestinos. Pero lo que el lector va a encontrar en “Lunas de oriente”, además de poesía, es una denuncia, 

“cuando abre la noche 
/ el misterio en las rosas /
 y es la mar un relámpago 
/ de dolor la mirada /
 que yace en la niebla 
/ de la muerte en arenas /
 de una playa cualquiera /
 y a una hora maldita”

 Los versos de “El jardín del granado” son una crónica concisa y desgarrada de la realidad de esos pueblos que llamamos oriente: 

“desde entonces
 la voz fue acallada 
cortadas las manos
 destruidas ciudades 
bibliotecas ardiendo
 en la noche más larga 
 los hogares vacíos
 por huir del desastre 
de la guerra continua
 en infierno de vida
 de exiliados que andan
 con pesadas maletas
por el mar asesino”.

LUNAS DE ORIENTE 
 
Suelen los poemas empezar con una descripción sensorial y emotiva de la realidad para volver los ojos luego a los tiempos de hoy. El poema “Últimos versos” evoca la belleza de Estambul “verso a verso desnudo / en la sangre los verbos / que amamantan los valles / y en la mar los silencios” para volver, compasivo, “al dolor del exilio / en los montes hermanos / clausuradas fronteras / que disparan sus balas / al hermano que huye / de la guerra que duele / como única lágrima”.

Belleza y denuncia, tradición y actualidad encontrará el lector en esta “Lunas de oriente”; no sólo la referencia a un universo común, sino en también, y sobre todo, el dedo en la llaga de un presente de exilio, desarraigo y muerte del que todos somos responsables.


Tomás Hernández

LUNAS DE ORIENTE



El poeta cordobés-almeriense José Antonio Santano publica su último libro, “Lunas de oriente” en una cuidada edición de la editorial granadina Dauro. Los poemas vienen acompañados por su correspondiente traducción al árabe hecha por Meimouna Hached Khabon. Ver el poema en su grafía árabe junto al texto original da una belleza añadida al original, aparte de su finalidad primera.

LUNAS DE ORIENTE
LUNAS DE ORIENTE
 DE JOSÉ ANTONIO SANTANO
“Lunas de oriente” no es un poemario de recreación de los grandes motivos de la poesía árabe, aunque algunos de ellos permanezcan, claro está. Los títulos de algunos de los poemas remiten a ese universo, “En tu nombre Bagdad”, “El jardín del granado”, “Desde el Eufrates al Guadalquivir”. En la dedicatoria aparecen poetas y artistas iraquíes, sirios, turcos, tunecinos, palestinos. Pero lo que el lector va a encontrar en “Lunas de oriente”, además de poesía, es una denuncia, 

“cuando abre la noche 
/ el misterio en las rosas /
 y es la mar un relámpago 
/ de dolor la mirada /
 que yace en la niebla 
/ de la muerte en arenas /
 de una playa cualquiera /
 y a una hora maldita”

 Los versos de “El jardín del granado” son una crónica concisa y desgarrada de la realidad de esos pueblos que llamamos oriente: 

“desde entonces
 la voz fue acallada 
cortadas las manos
 destruidas ciudades 
bibliotecas ardiendo
 en la noche más larga 
 los hogares vacíos
 por huir del desastre 
de la guerra continua
 en infierno de vida
 de exiliados que andan
 con pesadas maletas
por el mar asesino”.

LUNAS DE ORIENTE 
 
Suelen los poemas empezar con una descripción sensorial y emotiva de la realidad para volver los ojos luego a los tiempos de hoy. El poema “Últimos versos” evoca la belleza de Estambul “verso a verso desnudo / en la sangre los verbos / que amamantan los valles / y en la mar los silencios” para volver, compasivo, “al dolor del exilio / en los montes hermanos / clausuradas fronteras / que disparan sus balas / al hermano que huye / de la guerra que duele / como única lágrima”.

Belleza y denuncia, tradición y actualidad encontrará el lector en esta “Lunas de oriente”; no sólo la referencia a un universo común, sino en también, y sobre todo, el dedo en la llaga de un presente de exilio, desarraigo y muerte del que todos somos responsables.


Tomás Hernández

JAQUE


Fernando Martínez López

LITERATURA Y AJEDREZ, COMO LE GUSTABA A STEFAN ZWEIG

 

autor: 


Fernando Martínez López





-¿Eres Baruch Eisenstein?
Respondió que sí, apenas un hilo de voz. Luego, el silencio. Helmut Völler lo observaba con descaro, cartografiando las arrugas, líneas y ángulos de su cara, comparándolos con los de la fotografía que sostenía en la mano. En la otra, un cigarrillo emitía cabriolas de humo. Intermitentemente le daba una calada y un velo nicotínico apantallaba su rostro. El parecido con la fotografía era difuso, pero sí, era Eisenstein, mantenía la inteligencia en sus ojos. El resto era pellejo descarnado y pestilencia.
-Que le den una ducha y ropa limpia –ordenó-. Traédmelo cuando esté listo.
Baruch Eisenstein se percató del tablero de ajedrez antes de abandonar la habitación, las piezas colocadas con precisión milimétrica. Cuando regresó con la dignidad física recuperada, se lo encontró sentado junto al tablero. Enfrente, una silla vacía que le ofreció con un gesto.
-¿Sabes quién soy? –Negó con la cabeza-. Helmut Völler, campeón alemán. ¿Qué te parece un duelo entre el mejor ajedrecista alemán y el polaco?
-Me agradaría enormemente jugar una partida.
Jaque. Fernando Martínez López

Esa voz, cascada, partida, como si el sufrimiento se hubiera hecho lepra en las cuerdas vocales. Völler encendió con parsimonia otro cigarrillo, arrendijó los ojos.
-Pero no una partida cualquiera, sino a vida o muerte. Ganas: vives. Pierdes: mueres. Quiero que estrujes hasta la última neurona de tu cerebro.
Baruch lo miró horrorizado. En las sienes se le marcaba el ritmo alocado de su corazón. Difícil pensar en esas condiciones, difícil pensar con el cuerpo desnutrido y maltratado, difícil todo, pero la vida le pendía de un hilo muy frágil y sólo restaba un invisible fleco para que no terminara de romperse. Se convertiría en araña para no desprenderse de él.
El sorteo le ofreció salir con blancas. Vamos, Baruch, aún eres capaz, tienes miles de jugadas memorizadas en los mapas de tu cerebro. Se decidió por una apertura vienesa que favorecía un juego pasivo, más acorde con su velocidad de pensamiento después de varios meses como inquilino del infierno. Völler no se inmutó, y cada movimiento lo acompañaba de una bocanada de humo, conforme las fichas iban ocupando posiciones en el campo de batalla donde ya se hacía sangre con alguna de las piezas. Iban cayendo como las vidas de tantos otros en aquel lugar, y Baruch Eisenstein con la mirada afilada, sudoroso, exprimiendo su capacidad intelectual como nunca lo había hecho, jugándose la propia existencia ante un rival poderoso. En el movimiento veintitrés, sin embargo, el alemán tomó una decisión inesperada con la dama. No, no podía ser, ¿sería acaso una celada, una trampa para que picara el anzuelo? Revisó las fichas con ojos sorprendidos, atentamente. Esa disposición... Era prácticamente la misma que con la que había logrado hacerse con el campeonato polaco, no había trampa posible y sabía lo que tenía que hacer. Levantó la mirada. Völler ya no fumaba. Por el contrario, una leve contracción de labios denotaba la consciencia de su error. Baruch jugó. En siete movimientos supo que tenía la partida ganada, que era araña que había conseguido reforzar el hilo para no despeñarse, ya sólo quedaba el paso definitivo para el jaque, para salvar su vida, volver al barracón, a los trabajos forzados, a la comida insuficiente y asquerosa, a los golpes e insultos, a la tabla donde dormía encogido por el frío, a las picaduras de piojos y chinches, a la desesperanza que vitrifica los ojos... Cambió de idea y desplazó la pieza indebida, la que precipitó brevemente el cataclismo de su derrota.
-Has perdido, Eisenstein.
-Sí.
Contestó con el sonido de un cristal fragmentado. Helmut Völler sacó su pistola, apuntó a la cabeza de Baruch, tembloroso, los ojos fuertemente apretados, los segundos que se alargaban sin que se produjera la detonación... El oficial guardó el arma ante su extrañeza.
-Vete.
Baruch comenzó a levantarse lentamente de la silla. Sus piernas apenas lo sostenían. Antes de abandonar la habitación, se giró.
-¿Por qué me perdona?
El oficial de las SS mostró una sonrisa sucia.
-Porque sé que me has dejado ganar, judío. Pero no te equivoques: en este campo de concentración tú ya estás muerto.

JAQUE


Fernando Martínez López

LITERATURA Y AJEDREZ, COMO LE GUSTABA A STEFAN ZWEIG

 

autor: 


Fernando Martínez López





-¿Eres Baruch Eisenstein?
Respondió que sí, apenas un hilo de voz. Luego, el silencio. Helmut Völler lo observaba con descaro, cartografiando las arrugas, líneas y ángulos de su cara, comparándolos con los de la fotografía que sostenía en la mano. En la otra, un cigarrillo emitía cabriolas de humo. Intermitentemente le daba una calada y un velo nicotínico apantallaba su rostro. El parecido con la fotografía era difuso, pero sí, era Eisenstein, mantenía la inteligencia en sus ojos. El resto era pellejo descarnado y pestilencia.
-Que le den una ducha y ropa limpia –ordenó-. Traédmelo cuando esté listo.
Baruch Eisenstein se percató del tablero de ajedrez antes de abandonar la habitación, las piezas colocadas con precisión milimétrica. Cuando regresó con la dignidad física recuperada, se lo encontró sentado junto al tablero. Enfrente, una silla vacía que le ofreció con un gesto.
-¿Sabes quién soy? –Negó con la cabeza-. Helmut Völler, campeón alemán. ¿Qué te parece un duelo entre el mejor ajedrecista alemán y el polaco?
-Me agradaría enormemente jugar una partida.
Jaque. Fernando Martínez López

Esa voz, cascada, partida, como si el sufrimiento se hubiera hecho lepra en las cuerdas vocales. Völler encendió con parsimonia otro cigarrillo, arrendijó los ojos.
-Pero no una partida cualquiera, sino a vida o muerte. Ganas: vives. Pierdes: mueres. Quiero que estrujes hasta la última neurona de tu cerebro.
Baruch lo miró horrorizado. En las sienes se le marcaba el ritmo alocado de su corazón. Difícil pensar en esas condiciones, difícil pensar con el cuerpo desnutrido y maltratado, difícil todo, pero la vida le pendía de un hilo muy frágil y sólo restaba un invisible fleco para que no terminara de romperse. Se convertiría en araña para no desprenderse de él.
El sorteo le ofreció salir con blancas. Vamos, Baruch, aún eres capaz, tienes miles de jugadas memorizadas en los mapas de tu cerebro. Se decidió por una apertura vienesa que favorecía un juego pasivo, más acorde con su velocidad de pensamiento después de varios meses como inquilino del infierno. Völler no se inmutó, y cada movimiento lo acompañaba de una bocanada de humo, conforme las fichas iban ocupando posiciones en el campo de batalla donde ya se hacía sangre con alguna de las piezas. Iban cayendo como las vidas de tantos otros en aquel lugar, y Baruch Eisenstein con la mirada afilada, sudoroso, exprimiendo su capacidad intelectual como nunca lo había hecho, jugándose la propia existencia ante un rival poderoso. En el movimiento veintitrés, sin embargo, el alemán tomó una decisión inesperada con la dama. No, no podía ser, ¿sería acaso una celada, una trampa para que picara el anzuelo? Revisó las fichas con ojos sorprendidos, atentamente. Esa disposición... Era prácticamente la misma que con la que había logrado hacerse con el campeonato polaco, no había trampa posible y sabía lo que tenía que hacer. Levantó la mirada. Völler ya no fumaba. Por el contrario, una leve contracción de labios denotaba la consciencia de su error. Baruch jugó. En siete movimientos supo que tenía la partida ganada, que era araña que había conseguido reforzar el hilo para no despeñarse, ya sólo quedaba el paso definitivo para el jaque, para salvar su vida, volver al barracón, a los trabajos forzados, a la comida insuficiente y asquerosa, a los golpes e insultos, a la tabla donde dormía encogido por el frío, a las picaduras de piojos y chinches, a la desesperanza que vitrifica los ojos... Cambió de idea y desplazó la pieza indebida, la que precipitó brevemente el cataclismo de su derrota.
-Has perdido, Eisenstein.
-Sí.
Contestó con el sonido de un cristal fragmentado. Helmut Völler sacó su pistola, apuntó a la cabeza de Baruch, tembloroso, los ojos fuertemente apretados, los segundos que se alargaban sin que se produjera la detonación... El oficial guardó el arma ante su extrañeza.
-Vete.
Baruch comenzó a levantarse lentamente de la silla. Sus piernas apenas lo sostenían. Antes de abandonar la habitación, se giró.
-¿Por qué me perdona?
El oficial de las SS mostró una sonrisa sucia.
-Porque sé que me has dejado ganar, judío. Pero no te equivoques: en este campo de concentración tú ya estás muerto.

Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ de Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ
TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ


El silencio colma la estancia. En esa soledad de lo por crear el abismo es infinito y el poeta sabe que no hay otra forma que abandonarse en el vacío para alcanzar el cielo. Pues no otra cosa que abismo es la verdadera poesía. En ese tránsito hacia no se sabe dónde la palabra germina como la única voz del universo. El poeta se abstrae en la contemplación de las cosas, que las mira pero abismándose en ellas, adentrándose hasta el fondo para beber de la emoción de haber vivido en ellas toda la soledad y el silencio de su existencia. Es un instante solo, tal vez una décima de segundo, un estallido de luz y color, una llama que prende y se propaga vertiginosa, la palabra. Solo con ella el poeta es capaz de transformar el mundo, imaginar otros tan desconocidos como apasionantes, y así, una tras otra, las palabras van de un lado a otro, suben y bajan, se adentran en la caverna y nacen a la luz de la alborada y el sueño. En esa tradición de lo oculto y desconocido aparece un lenguaje sublime, intenso y bello. Desde tiempos inmemoriales la palabra esculpida en los silencios de la noche, la que nos habla, por fortuna de lo humano y lo divino, que vuela libre por el aire, de Oriente a Occidente, y viceversa. 

 Todos escriben sobre el amor menos tú.


Llega hasta nosotros hoy la palabra poética de Abdul Hadi Sadoun (Iraq, Babdad, 1968), una voz serena, que comparte tanto en lengua española como árabe, uno de sus valores principales, y que en esta ocasión decidió que fuera en español, dando así al poemario una dimensión distinta. Abdul Hadi ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Escribir en cuneiforme (2006),Plagios familiares (2008), Pájaro en la boca y otros poemas (2009), Siempre todavía (2010, Campos del extraño (2011) y Memorias de un perro iraquí (2016). Un poemario y una novela son las dos últimas entregas de Sadoun: en Campos del extraño (selección de su poesía) el paisaje de Castilla y la influencia de Machado es una constante («En el mismo tren de cercanías / o de tercera / que te llevó hace ya un siglo / voy / pero con el equipaje repleto de recuerdos / dejando Madrid atrás / y más aún Babdad»; en Memorias de un perro iraquí, nos encontramos con la entrañable pero triste historia de una familia de galgos, en la que Líder será el único superviviente tras el devastador conflicto bélicon que acontece en Iraq, en un claro homenaje a Cervantes, no olvidemos que Sadoun es también un hispanista. Esta circunstancia viene avalada por su poemario más reciente: Todos escriben sobre el amor menos tú, del sello editorial “Bala Perdida”. El tema principal de este libro no es otro que el amor, que ya deducimos de su título. El amor como centro y periferia, razón primera y última de la existencia humana. En este poemario Sadoun ha buceado en la tradición literaria árabe y española, y en ese abismarse del que se hablaba al principio de este comentario ha surgido la luz de nuevo, la esperanza en el futuro, pero solo si de la mano del amor procede, como así nos dice Ben Jafacha, de Alcira: «La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica / de abrazos que rasgó la mano de la aurora», o el propio Abdul, en ese juego de imágenes y espejos: «No hay vencedor más que el beso / -me comunican- / beso de vino inocente / en el que bebemos hasta la embriaguez / y comemos sin cesar, su maná», versos pertenecientes a la primera parte del libro, de título “El desorden de los días”. El poeta, incansable, busca en la oscuridad y la luz, se adentra en su propio interior, en su alma («Aquí el alma no se derrite, / se regala»), sin importarle el tiempo, porque solo le basta el deseo de hallar esa palabra mágica, ese temblor que lo devasta todo y todo lo deslumbra: el amor. Por eso no hay cansancio, tampoco dolor, nada que se interponga, y así, contundente, escribe Sadoun: «Hacia ti, / apenas hay camino». El tiempo no existe en esa búsqueda del yo y el tú para ser uno, un cuerpo y un alma, una palabra que defina el mundo, una sola razón: «Dame una razón para saltar / las vallas del querer / para intentarlo en contra del límite / y para amar profundamente». En la segunda parte del libro: “El rincón de las fechas impares”, Sadoun cambia de registro, optando por la reflexión profunda y la brevedad en todos los poemas que la conforman. El verso en su esencia, la palabra como temblor en ese abismarse hacia dentro para hallar la luz, como así se muestra en el poema 17/3: «En los libros / inventamos la historia, / en la palabra, la vida. / ¿En qué rincón de la memoria / -oh Hacedor de los huecos- / sembramos el olvido?». La influencia de la obra machadiana en Abdul Hadi es constante, como así nos llega en estos versos: «Leer, escribir, comer / o como se dice / hacerse la vida. / Pero el sabio Machado / lo dijo hace mucho: «Un corazón solitario / no es un corazón». La soledad, el paso del tiempo, el amor en todas sus formas posibles sustentan este interesante poemario. Porque, como dice el también poeta Juan Carlos Mestre en su prólogo: «Pasión y memoria del amor vivido , amor y nostalgia de lo pasionalmente imaginado, la ancestral invocación a cuanto aún anima la resplandeciente belleza de quien no está solo en el coro humano, sino rodeado espiritualmente de presencias benéficas…» 
Así es, sin duda, la extraordinaria voz poética de Abdul Hadi Sadoun. 

Abdul Hadi Sadoun
Abdul Hadi Sadoun


Título: Todos escriben sobre el amor menos tú
Autor: Abdul Hadi Sadoun
Editorial: Bala Perdida (Madrid, 2018)

Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ de Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ
TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ


El silencio colma la estancia. En esa soledad de lo por crear el abismo es infinito y el poeta sabe que no hay otra forma que abandonarse en el vacío para alcanzar el cielo. Pues no otra cosa que abismo es la verdadera poesía. En ese tránsito hacia no se sabe dónde la palabra germina como la única voz del universo. El poeta se abstrae en la contemplación de las cosas, que las mira pero abismándose en ellas, adentrándose hasta el fondo para beber de la emoción de haber vivido en ellas toda la soledad y el silencio de su existencia. Es un instante solo, tal vez una décima de segundo, un estallido de luz y color, una llama que prende y se propaga vertiginosa, la palabra. Solo con ella el poeta es capaz de transformar el mundo, imaginar otros tan desconocidos como apasionantes, y así, una tras otra, las palabras van de un lado a otro, suben y bajan, se adentran en la caverna y nacen a la luz de la alborada y el sueño. En esa tradición de lo oculto y desconocido aparece un lenguaje sublime, intenso y bello. Desde tiempos inmemoriales la palabra esculpida en los silencios de la noche, la que nos habla, por fortuna de lo humano y lo divino, que vuela libre por el aire, de Oriente a Occidente, y viceversa. 

 Todos escriben sobre el amor menos tú.


Llega hasta nosotros hoy la palabra poética de Abdul Hadi Sadoun (Iraq, Babdad, 1968), una voz serena, que comparte tanto en lengua española como árabe, uno de sus valores principales, y que en esta ocasión decidió que fuera en español, dando así al poemario una dimensión distinta. Abdul Hadi ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Escribir en cuneiforme (2006),Plagios familiares (2008), Pájaro en la boca y otros poemas (2009), Siempre todavía (2010, Campos del extraño (2011) y Memorias de un perro iraquí (2016). Un poemario y una novela son las dos últimas entregas de Sadoun: en Campos del extraño (selección de su poesía) el paisaje de Castilla y la influencia de Machado es una constante («En el mismo tren de cercanías / o de tercera / que te llevó hace ya un siglo / voy / pero con el equipaje repleto de recuerdos / dejando Madrid atrás / y más aún Babdad»; en Memorias de un perro iraquí, nos encontramos con la entrañable pero triste historia de una familia de galgos, en la que Líder será el único superviviente tras el devastador conflicto bélicon que acontece en Iraq, en un claro homenaje a Cervantes, no olvidemos que Sadoun es también un hispanista. Esta circunstancia viene avalada por su poemario más reciente: Todos escriben sobre el amor menos tú, del sello editorial “Bala Perdida”. El tema principal de este libro no es otro que el amor, que ya deducimos de su título. El amor como centro y periferia, razón primera y última de la existencia humana. En este poemario Sadoun ha buceado en la tradición literaria árabe y española, y en ese abismarse del que se hablaba al principio de este comentario ha surgido la luz de nuevo, la esperanza en el futuro, pero solo si de la mano del amor procede, como así nos dice Ben Jafacha, de Alcira: «La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica / de abrazos que rasgó la mano de la aurora», o el propio Abdul, en ese juego de imágenes y espejos: «No hay vencedor más que el beso / -me comunican- / beso de vino inocente / en el que bebemos hasta la embriaguez / y comemos sin cesar, su maná», versos pertenecientes a la primera parte del libro, de título “El desorden de los días”. El poeta, incansable, busca en la oscuridad y la luz, se adentra en su propio interior, en su alma («Aquí el alma no se derrite, / se regala»), sin importarle el tiempo, porque solo le basta el deseo de hallar esa palabra mágica, ese temblor que lo devasta todo y todo lo deslumbra: el amor. Por eso no hay cansancio, tampoco dolor, nada que se interponga, y así, contundente, escribe Sadoun: «Hacia ti, / apenas hay camino». El tiempo no existe en esa búsqueda del yo y el tú para ser uno, un cuerpo y un alma, una palabra que defina el mundo, una sola razón: «Dame una razón para saltar / las vallas del querer / para intentarlo en contra del límite / y para amar profundamente». En la segunda parte del libro: “El rincón de las fechas impares”, Sadoun cambia de registro, optando por la reflexión profunda y la brevedad en todos los poemas que la conforman. El verso en su esencia, la palabra como temblor en ese abismarse hacia dentro para hallar la luz, como así se muestra en el poema 17/3: «En los libros / inventamos la historia, / en la palabra, la vida. / ¿En qué rincón de la memoria / -oh Hacedor de los huecos- / sembramos el olvido?». La influencia de la obra machadiana en Abdul Hadi es constante, como así nos llega en estos versos: «Leer, escribir, comer / o como se dice / hacerse la vida. / Pero el sabio Machado / lo dijo hace mucho: «Un corazón solitario / no es un corazón». La soledad, el paso del tiempo, el amor en todas sus formas posibles sustentan este interesante poemario. Porque, como dice el también poeta Juan Carlos Mestre en su prólogo: «Pasión y memoria del amor vivido , amor y nostalgia de lo pasionalmente imaginado, la ancestral invocación a cuanto aún anima la resplandeciente belleza de quien no está solo en el coro humano, sino rodeado espiritualmente de presencias benéficas…» 
Así es, sin duda, la extraordinaria voz poética de Abdul Hadi Sadoun. 

Abdul Hadi Sadoun
Abdul Hadi Sadoun


Título: Todos escriben sobre el amor menos tú
Autor: Abdul Hadi Sadoun
Editorial: Bala Perdida (Madrid, 2018)

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986