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PILAR QUIROSA O LA CELEBRACIÓN DE LA VIDA

 




Pilar Quirosa o la celebración de la vida 

(¡Nunca el olvido!)

(IV)





Nada como la poesía para reconciliarse con el mundo y consigo mismo. La poesía no es sino un misterioso fulgor, un temblor continuado, un refugio necesario para un tiempo -este tiempo- prosaico y espurio. Hoy, día 28 de marzo, la poeta Pilar Quirosa-Cheyrouze habría cumplido 66 años. Quizá el recuerdo sea de lo poco que nos queda a quienes vivimos junto a ella días especiales alrededor de los libros, de la literatura en general o la poesía en particular. El de hoy es, agridulce. Por una parte porque sentimos su ausencia, por la otra porque tendremos siempre la oportunidad de regresar a sus poemarios, a su lumínica escritura, como lo hago ahora, al traer a este espacio su libro Valle de Lanz. En este poemario se encuentran muchos sueños, la vida misma. Un apreciado y justo prólogo del también poeta cordobés Manuel Gahete precede a este poemario que, dividido en tres partes: “18 de febrero”, “La torre de los vientos” y “Las mismas estrellas”, toma por título Valle de Lanz, publicado en la colección Ánfora Nova, que dirige el editor y poeta José Mª Molina Caballero.  Ya desde los primeros versos hallamos la clave temática y formal de este poemario que Pilar Quirosa nos legó y que confirma, una vez más, que su voz, su singular voz poética merece estar entre las más importantes de la poesía andaluza contemporánea. Me refiero a la presencia de su voz a través de la memoria: “Escuchar la voz de la memoria, / y, en silencio, cerrar los ojos / y hacernos noche / dibujando un rostro”; de lo vivido como experiencia esencial para conformar la expresión del ser, su ser poético trascendido en vital humanismo, en otredad. Pilar Quirosa, en continua alianza con la Naturaleza, mantiene el tono y el pulso poético aprehendido de la tradición clásica, conjuga sentimiento y conocimiento para acercarnos a su mundo, a su íntimo universo para compartirlo y vivirlo junto a todos: “En este valle de todos”. En su desasosiego, en su búsqueda por la verdad —su verdad—, Quirosa-Cheyrouze recorre todos los caminos posibles, porque sabe que sólo de esta manera se hallará a sí misma y al otro, los otros. En el prólogo citado, el poeta Manuel Gahete nos aproxima a la figura de Pilar Quirosa de esta forma: «Cada creador escoge modos de aproximación singulares, forjados sobre los modelos culturales heredados que dan noticia del acervo intelectual, más estimable cuanto más prolífico, sobre los que erigir un espacio propio, habitado por la experiencia y la ciencia, cincelados por la sensibilidad». Valle de Lanz es un viaje que necesitará de las alas del tiempo para ascender a las más altas cumbres o descender al más oscuro de los abismos, siempre en la esperanza de hallar un nuevo horizonte. De ahí que la poeta se exprese con la rotundidad que ejercen los versos de arte menor, también de las estrofas. Todo es esencia en este poemario, luz o llama, encendida palabra. Nada, ni la tristeza ni la soledad que golpea a veces con violencia la apartarán del sendero-amor: “Sí, la noche lo sabe / y conoce infinitas estancias, / la fiebre del amor y la tristeza, / las estela futura, reconocible / en la eternidad del aire”. La fuerza de la naturaleza en los vientos poéticos que surcan este Valle de Lanz, de norte a sur, de oeste a este, congregados en “La torre de los vientos”: “Y dame el agua, mientras / nos cobija el notos”. Y así, con la mirada en la vida que surge a su alrededor, acontece el asombro de los recuerdos convertidos en música o en voces que hallan en la voz de la poeta, un cálido refugio, un sueño irrenunciable: “Yo también te esperé / en este valle de Lanz, / al mismo tiempo / que las sombras oscurecían / un debate sin certezas. Las voces y la luz, / volver atrás en el tiempo…”.  La poesía por íntima vitalista o viceversa de Pilar Quirosa encuentra en las cosas sencillas su razón primera, y a través de ellas, construye una obra sólida, a veces hermética, abierta y luminosa otras, pero siempre coherente. Escribe Quirosa-Cheyrouze:


“Te adeudo

la memoria de la luz,

un lugar donde el mar es. El regalo de las palabras,

el nuevo sol y la nueva lluvia.

Te adeudo la vida,

antes de que anochezca”.


Vuelve el paso del tiempo a la memoria, a la esencialidad de su poesía para describirnos y descubrirnos otros mundos posibles que nos devuelvan la palabra luz-vida: “Fue antes de ayer y aún persiste / el legado fiel de la palabra / la respiración de la vida / arañando cada verso”. Han transcurrido ya tres años de su ausencia, pero nunca el olvido, para quien nos acogió en su regazo lírico para mostrarnos el camino de la luz y los silencios más bellos conocidos. Como conclusión me quedo con las palabras de Jiménez Álvarez, recogidos por Manuel Gahete en el prólogo de este Valle de Lanz: «Pilar franquea siempre el riesgo de una poesía nada cómoda, hermética a veces (…) y en constante evolución hacia una forma singular de expresar y sentir un mundo subjetivo, y también real, repleto de matices. Y esto sin olvidar que se debe a la vida, a un contexto concreto, a un tiempo que le presiona y le libera del mismo modo, a unos personajes, a una realidad, en definitiva, de la que obtiene motivos con los que   recrea la vida y de la que da testimonio. Pilar es libre y libre su palabra, tierna y dulce, meditada y coherente. Siempre alerta al hondo sentir de lo humano». Hoy, mi querida Pilar, sigues viva en mi recuerdo, y libre, como las aves que surcan el cielo de esta tierra almeriense y que tanto amaste.  Y en la palabra escrita, en el fulgor de tu palabra, eterna.  



 


Pilar Quirosa o la celebración de la vida (III)

 



Retomo la lectura de la obra poética de Pilar Quirosa con el libro “Et signa erunt”, que en su traducción viene a decir algo así como “Y las señales son”, publicado por el Ayuntamiento de Málaga en su, desgraciadamente desaparecida, colección “Ancha del Carmen”, título tomado en recuerdo de uno de los lugares más castizos o emblemáticos de dicha ciudad. El poemario vio la luz en el año 2008, siendo director de la colección el también poeta y presidente, por aquellos días, de la Asociación Colegial de Escritores, Sección Autónoma de Andalucía José García Pérez. En este poemario la poeta atiende o interioriza, podríamos decir, desde la continua observación de todo cuanto a su derredor existe y se manifiesta, las señales, las huellas o signos que se muestran en su desnudez absoluta y en el marco de lo cotidiano. Pilar Quirosa bebe de la tradición lírica española más sustanciosa para crear su propio universo poético, por ello, ahonda en la nada para alcanzar lo absoluto. Su capacidad para la creación es relevante, de ahí que el legado que nos ha dejado sea extraordinariamente valioso. Nada ni nadie podrá impedir que después de su inesperada muerte, su obra sea divulgada como se merece, por derecho propio, por haber conquistado con su verso limpio y cristalino un lugar destacado en el panorama de la poesía española contemporánea, como también andaluza. Sabía bien Pilar de los muchos obstáculos que se cruzan en el camino, tanto por ser poeta como mujer, pero todos los salvó con la serenidad que la caracterizaba. En “Et signa erunt” nuestra poeta se nos muestra así. La madurez adquirida a través de los años va calando hondo y permite a Pilar trascender la realidad que vive para transformarla en otra bien distinta, o, cuando menos, más acorde con su mirada. Es esa mirada abarcadora de todo cuanto vive y se desvive en el interior del sujeto poético lo que muta o varía, lo que le hace proceder de un modo u otro, con el convencimiento de que el resultado final será una nueva forma, un nuevo ser, un nuevo espacio o un nuevo universo, y que podría resumirse en este verso: “En la mística del silencio”.

En la presente obra, “Et signa erunt”, son muchos los silencios sugeridos, aquellos que mantienen firme sus convicciones de mujer y de poeta, tanto por su manera de amar y sentir, como por su ética y estética, de quien actúa sin limitaciones, enteramente libre. De ahí que la simbología y sus incursiones a las diferentes realidades existentes en su mundo interior nos guíen por lugares misteriosos y mágicos, segura de que solo así, los lectores hallarán matices y sensaciones nunca antes vividas. Es como un viaje sin destino preciso, pero a sabiendas que será un viaje apasionante.

“Et signa erunt” es una prueba más del buen hacer de Pilar Quirosa-Cheyrouze. El libro está constituido por tres partes que ya en sí mismas definen o aproximan al lector a la verdad poética de su autora. Precede a dichas partes constitutivas del contenido una dedicatoria expresa a Estela Carles, amiga de la infancia en Tetuán, hecho que nos aporta la consideración que para la poeta tiene la amistad y la infancia, ese inolvidable tiempo vivido en su ciudad natal: primeras relaciones y juegos, sentires y miradas junto al mar Mediterráneo y su inabarcable azul. Por ello, y en este sentido, la primera parte del libro llevará por título “Alfa” (Los días oscuros), que iniciará con una cita de nuestro olvidado Nobel Vicente Aleixandre:




“He nacido una noche de verano 
entre dos pausas. Háblame: te escucho”.


Lo que mueve el mundo
viene dado mucho antes
de la cuenta atrás,
en juego último y necesario.
No lo dudes, amor:
lo que mueve el mundo
es el amplio espacio de tu nombre.

Las miradas marcan
el territorio de la noche
y atraviesa el cielo de agosto
una lluvia de Perseidas.


Amanece hoy
y tanta vida
se diluye ante mis ojos.
Este sol que no se apaga,
la marea oculta
y tus brazos en equilibrio.
Tanta soledad impresa.

Nacer a la vida, que no es sino celebración, como siempre lo fue para Pilar Quirosa. Vivir desde principio a fin, sin importar el tiempo, sino en la armonía del cosmos; mirar a las estrellas, en todo lo creado allí a lo lejos, en la oscuridad del firmamento o una noche de verano; y escuchar lo que se habla, lo que se cuenta a la luz de esas noches estrelladas y de luna. Todo en un único universo, creado y recreado una vez y otra en la fantasía infantil, en la serena paz del silencio que brama tras la hora del sueño. Navegar por del mundo a la búsqueda siempre del amor, que nos contiene y es ofrenda siempre, porque su verdad es una. Porque para Pilar Quirosa el amor es lo que mueve el mundo:



El mundo está en todos y cada uno de nosotros, en aquellos árboles del camino, en las aguas verdosas de un río, en las formas misteriosas de las montañas, en la mirada que descubre el horizonte al límite, en el vuelo de las aves. La noche y el silencio que habita al silencio permite a la poeta contener los asombros en la mirada siempre limpia del universo, del cielo que nunca decepciona, el juego de los gestos y los signos que descubre a medida que vive, que siente el agradable temblor de la palabra anidando la memoria. Mirar para dejar la justa señal de lo vivido, la luz del cuerpo amado ofreciéndose en su esencia:


El tiempo fluye por el solar de la memoria, es un tiempo necesario por soñado y vivido en aquellas noches de verano, y conformación luego de los años en esa especie de limbo que nos avisa y nos reclama la vida en soledad que la lejanía impone:



Quirosa se recrea en la noche y el amor que la soledad recuerda si miras al instante el estrellado cielo del estío que nos deslumbra y ciega, como si solo existiera la luciérnaga viva del amor en todas las cosas del mundo. No se puede vivir de espaldas a la vida, a lo que nos alegra como a lo que nos entristece, porque lo uno y lo otro forma parte de ella, y Pilar Quirosa, la poeta y la mujer bien lo sabe, por conocimiento y por vivido. En esa diatriba el tiempo se rebela y actúa como señal de destino:




En estas horas, hoy,
sólo quería el roce de tu mano
y olvidar la perenne amenaza
del destino.


¿Es una amenaza, realmente, el destino? Piensa la poeta que en ese laberinto que se supone es el mundo, corre peligro, porque el tiempo es pura soledad, el vacío que muestra sus fauces cada noche. ¿Y el sueño, el deseo de ser y conquistar otros espacios, otro tiempo de luz y armonía, dónde encontrarlo? La respuesta no puede ser sino el amor, y hasta ese amor vuela en las alas del verso, en la ardentía de la palabra creando mundos distintos y armoniosos. Es el amor la única salida en la oscura y calma noche, cercana a los lugares que ama, a la mar de su infancia, de su vida:




Abrazas, amor,
pequeñas estelas de tiempo.
La noche en Aguadulce
y este espacio de noviembre,
despertando a la mirada.


Aquellas luces primeras
—relájate y confía en la sabiduría
del mar— allá a lo lejos,
hoy tan cerca, hora breve,
largos días,
intuyendo el horizonte.



El mar de Aguadulce, tan cercana a su ciudad de Almería, su Avda. Madrid donde los días transcurren en candente soledad, amasando sueños en su salón de siempre, allí donde recibe a los amigos o enseña a los adolescentes, allí, tan cerca y tan lejos de las pasiones; observadora tras la cristalera de cuanto acontece y sueña. En su cotidiana existencia se aferra a los símbolos, a las señales o signos que la vida pone en su camino, esperando hallar la luz en cada esquina, en calles y plazas, en la mar que aroma de algas y salitre la vida:




Somete la sinrazón a la duda.
Y regresa luego, despacio,
sin detenerte.


Es el juego de la existencia.

Et signa erunt.



Las señales que son, todas en una misma voz. Voz del tiempo y la memoria en la luminosa palabra, amorosa, solidaria y humana, por no ser ajena al dolor y las penurias del mundo. Una voz alarmada por los acontecimientos:




Ahí van los Señores de la Guerra.
Van bebiendo de sus acres sabores
en chamuscadas derrotas.

Y se lavan el honor y la honra
desde su condición ofídica.
tu abrazo inesperado.

Acontecimientos que pueden concretarse en uno, tal fue el 11-M, cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, con el resultado terrible de cientos y cientos de muertos, unos presos del fuego y otros de la desesperación al saltar desde las ventanas de los rascacielos al vacío. De nuevo la sangre y los cipreses como símbolos de la muerte, como verdaderos Jinetes del Apocalipsis. Todo parecía sucumbir, el mundo entero estaba en inminente peligro a causa de los fundamentalismos existentes, del terror sin más. Por ello la poeta se siente perdida en su soledad cotidiana, e impotente, no puede sino dolerse de todo cuanto sucede en el mundo, al pueblo americano, que es ahora también su pueblo y sus moradores sus hermanos. Ese amor fraternal anida en su corazón y en su pensamiento, no es ajena al dolor del “otro”, y de ahí que quiera reflejarlo en versos tales como:




Me está doliendo la herida
abierta del corazón
de la tierra,

la memoria brutalmente
detenida, el dolor
del silencio.



Me duele la sinrazón
de este tiempo inclemente,
las horas amputadas a la vida,
la angustia, el desamparo.

Y sentencia la poeta:




“Me duele este once de marzo, /
nacido desde el temblor de la Historia,
en los andenes de la cercana primavera”.

Así su mirada que es un abrazo fraterno al “otro”, al que muere y al que sufre, al que nunca más volverá a ser el mismo. Es la emoción trascendida, el corazón abierto para refugio del dolor lo que cuenta, por muchos que sean los cuerpos sepultados entre los escombros para mirar los cuerpos fantasmales, bañados de ceniza, alquitranados…Es esa mirada de poeta sabedor de su lugar en el mundo, de su canto y los silencios. En ese estar también acoge el verdadero significado de la amistad, tan enriquecedora, como legado del saber en el otro, aun distinto pero cercano en la propia concepción de un mundo afable. Por ello recuerda al poeta cordobés Vicente Núñez, seguramente asido a una copa de vino en su taberna de siempre, “El Tuta”, en la plaza Octogonal de la cordobesa Aguilar de la Frontera, y así lo cita como “voz alada en sentimiento”, y escribe estos versos correspondientes a “Poema último”:




Y al contacto
del lenguaje y de sus signos
navegamos —fieles, siempre—
por nuestra intensa memoria.


Acercados al misterio,
prolongamos el discurso
definitivo del ser último
que se atrevió a redimirnos,
inundado de atardeceres,
más allá de la partida.


No pierde ocasión Pilar Quirosa para mostrar su mediterraneidad como incansable navegante, sea por los múltiples vericuetos de la vida (“Navegábamos / por el sendero de la Historia”), porque en ese trance la Historia siempre “plena de signos y de infinitas sombras”, vislumbra el solar de la memoria y todo lo pretérito es trascendido a una realidad presente, y, a veces, también futura.

La segunda parte del libro se acoge al título Épsilon (Los ritos olvidados), precedida por una cita del poeta Jorge Guillén:





“Noche mucho más noche:
el amor ya es un hecho”.


De nuevo la noche como íntimo paisaje para el amor, en el que los silencios y las sombras, señalan la dirección del misterio y los asombros. Amor y Naturaleza en perfecta simbiosis (hojarasca de otoño, acantilado, altas copas de pinos, monte Athos…):




“Sólo las aguas, amor,
tratando de borrar el espejismo”.

 

El paisaje de lo vivido en amorosa entrega, desde la altura de una torre tal es el poema dedicado a Neus Bonet y titulado “Tour Eiffel”:




“En este espacio
último, París, en clave /
de hierro y de nostalgia. //


París es una urgencia
que nos convoca al deseo”.


Justamente épsilon es la quinta letra de las 24 que componen el alfabeto griego, y si nos atenemos a la numerología el 5 simboliza la libertad, siendo en la estructura del libro la parte central. En ella la melancolía o la nostalgia de la ausencia del padre:



Padre, sé que no estás,
pero te presiento,
en cada contraluz,
en el vuelo de los pájaros.


Y sé que vendrás
una noche, para siempre.



Quizá ahora, en no se sabe qué lugar, pero seguro la poeta se halle junto a él, liberada en ese espacio cósmico que tanto amaba. Los lugares amados están muy presentes, de ahí su rescate como en los poemas “En Formentor”, “Camino de Aurillac”, “Zona Cero”, “Amanecer en Valldemossa, pero también y como parte del paisaje las sombras, el ocaso, el horizonte que no es sino la palabra, esa luz que nos acoge y nos alimenta los días, como recoge el poema “Horizonte”, dedicado a su amiga bibliotecaria María José Rufete:




Jamás perece la luz
si navega la esperanza.


Nos llueve el silencio
y nos colma, voz de vida,
cuando nos abraza la palabra.


Ya en la tercera y última parte del libro, correspondiente a “Omega (Tempus fugit)”, representada por la última palabra del alfabeto griego, nos alumbra con en lo que pudiera ser su significado con una cita de Virgilio “Caelum hoc et conscia sidera testor”. La poeta viene a querer decirnos que el cielo y las estrellas son los testigos cómplices de un tiempo que nos pasará, de ahí su preocupación por el tiempo, la conciencia de su fugacidad, como lo es la propia vida. Por ello vuelve al viaje, a navegar por todos los mares posibles, a sabiendas que en ellos hallará naufragios y derrotas, pero en la esperanza que alcanzará el horizonte, y con ello, la tierra prometida, su propio universo. Ahonda en los significados y signos de la tradición clásica del mundo antiguo y es una guerrera más, una Ulises dispuesta a conquistar sus sueños:




Llueve intensamente,
y soy testigo
de una estirpe por llegar,
una leyenda negra
de mortandad y de oprobios,
cerca de los pueblos del mar.


El enemigo, su enemigo ahora es el tiempo:




“Enemigo mío, cruel tiempo,
pesadilla inmensa
generada por los lustros.
Jabalina letal
atravesando músculos y arena”.


Y piensa en regresar, pero ¿a qué mágico lugar, a qué ciudad, a qué playa o mar?; sí, el horizonte soñado todavía refulge en su memoria:



Amante y seductor de las estrellas
que todavía brillan en el horizonte,
cálido regreso a Medina Habu,
posible paraíso iluminado.

Más allá de la última playa,
más allá del Egeo,
la única salida posible.



El viaje, la partida hacia lugares desconocidos, no es sino sinónimo de sueño, de quimeras en la poesía de Pilar Quirosa, de tal manera que esa vital necesidad hace que piense y reflexione sobre la fugacidad del tiempo, por más que la esperanza de amar y ser amada sea el deseo que silencia ese tiempo de espera, ese cruel tiempo que se nos escapa presuroso. Alfa y omega, principio y fin, y un “Postrer gesto” que define la verdad poética de Pilar Quirosa cuando escribe, como colofón a este poemario los siguientes versos:


                                                      

Beso mi única bandera:
las sábanas que ocultan tu cuerpo.



Pilar Quirosa

Pilar Quirosa o la celebración de la vida (II)

 





José Antonio Santano

Pilar Quirosa o la celebración de la vida
(II)



Concluía mi primera aproximación a la mujer y poeta Pilar Quirosa con los versos finales del poema “Moonligt”, perteneciente a su libro “Estela sur”, que en su día tuviera a bien dedicarme del literal siguiente: “A vosotros, José Antonio y María Isabel, mis amigos en este Sur, a vuestros hijos, Macarena y Javier y, especialmente a vuestro nieto, Juan, con las ramas abiertas hacia lo mejor del futuro, lleno de sensibilidad y esperanza. Un abrazo grande. Firma y fecha: Almería, 14/9/10”. De esto hace ahora once años. Pero la luz de su palabra sigue guiando a quien esto escribe, desde el amor por la poesía y la literatura como forma de vida y compromiso con la otredad, que siempre vivió en Pilar, en carne y alma, porque ella siempre me acompaña, nos acompaña en humano y solidario sentir. Cada día y cada noche que su recuerdo fluye por la estancia donde sigo componiendo versos y sueño, es más dolorosa su ausencia. Saber que ya no está entre nosotros es un duelo permanente que solo logro calmar con la lectura de sus libros, con la presencia de su palabra que ahora reposa sobre mi mesa en forma de tratados de verdadera amistad y compañerismo, por mucho que en ocasiones hubiera las discrepancias propias de seres diferentes, pero respetuosos con el pensamiento individual de cada uno.



Pilar Quirosa


Ya en el prólogo de este libro, “Estela sur”, realizado por el gran poeta y escritor granadino Fernando de Villena, se reivindica la personalidad poética de Pilar Quirosa, su estética y su estilística, al escribirse: “Estremece la lectura de estos poemas tan llenos de dolor y tan sinceros que son como quejas susurradas al aire o como tímidos alegatos contra el olvido. Para Pilar Quirosa el amor lo llena todo de sentido y su ausencia le hace andar vacilante como desterrada de las delicias de este mundo”. Fernando de Villena dice bien porque mucho es su conocimiento sobre la realidad poética española, sabe de lo bueno y lo malo, como pueden ser ciertas conductas reprochables en los saraos poéticos, pero también de la autenticidad y calidad de la poesía que se escribe no sólo en Andalucía, sino en toda España. De ahí que escriba, con toda sinceridad e imparcialidad que en “Estela sur” existe “un vitalismo, una captación sensorial de la realidad y una profunda emoción de la naturaleza: del mar y de los campos, pero todo ello siempre puesto en relación con el amor y la nostalgia”. Es evidente que conoce bien la poesía de Pilar Quirosa, los elementos esenciales que la constituyen y que hacen de ella una poeta cabal, de un humanismo cierto y una manera de entender el universo con tal clarividencia, que acercarse a sus textos poéticos nos depara una extraordinaria sensación de plenitud, de goce absoluto. Esta es la diferencia que marca a unos poetas de otros. La esencialidad estriba en la comprensión del mundo que te rodea y la expresión de ese mundo con la herramienta precisa que es el lenguaje, y ambas cosas, por fortuna, pertenecían al campo creativo de nuestra poeta Pilar Quirosa.

Hay quienes piensan y así lo han demostrado que con una simple compilación de sus poemas la deuda queda zanjada. Pero esto no es así. Hay que adentrarse en cada uno de sus libros con tal pasión que todos, sin exclusión, se han de reproducir en los volúmenes que sean necesarios, y con el estudio crítico o preliminar de todos y cada uno de ellos y de los géneros literarios tratados, para general conocimiento no solo de la sociedad almeriense, sino de la andaluza y española. Es un deber y una responsabilidad ineludible conquistar el espacio de la esencialidad de su universo literario desde todas las perspectivas posibles. Esta, lógicamente es una tarea ardua, y quizá por ese mismo hecho, se haya rechazado haber hecho realidad la edición de toda su obra literaria, pero solo estaremos parcheando si no somos capaces de concentrar todo el esfuerzo y trabajo necesario en pro de este proyecto, a todas luces, abarcador. En parte, este es mi propósito con estas reseñas puntuales, por entender que toda su vida Pilar Quirosa se consagró a la difusión de la cultura en general y de la literatura en particular. No podemos dejar que su excelente legado quede compensado con unas breves notas biobibliográficas, ajenas a la reflexión profunda sobre su extensa y magnífica obra literaria, interrumpida por su temprana muerte. Pilar Quirosa, como persona y como escritora versátil nos dio mucho más de lo que posiblemente le dimos, y aún hoy, tras su repentina muerte todavía nos ofrece el legado de su obra. Entiendo, pues, que es de justicia propagar y difundir su literatura, que es como decir, su manera de entender la vida. La cita de Plutarco que abre el poemario “Estela sur”, podría definir todo su contenido: “Tienes que vivir y no sólo existir”. Y así lo demostró nuestra poeta a cuantos tuvimos la suerte de conocerla. Para Pilar Quirosa escribir lo era todo: “Escribo de nuevo, / a golpe de lluvia / y de silencios”, de tal manera que en estos versos los símbolos que representan “la lluvia” y “los silencios” son pura esencia existencial que nos permiten conocer no solo a la poeta sino al ser humano que la alienta.



Pilar Quirosa



Celebremos, pues, la vida 

al abrigo de la piel,

con el temblor de una hoja.


son versos que ya desde el título de estas reseñas por entregas se justifican: “Pilar Quirosa o la celebración de la vida”. Y es que en nuestra poeta no había mayor ni mejor celebración que “vivir” (carpe diem) a tope cada segundo, con la esperanza puesta en el siguiente, y así sucesivamente hasta el fin de los días.

La poesía de Pilar Quirosa goza de una mediterraneidad absoluta. Nacida en Tetuán y residente en Almería hasta su fallecimiento, el mar es su casa y su refugio, en sus olas se adormece y transporta hasta alcanzar la cima de la luz y la palabra, y en ella encontramos por momentos:


La misma calle, 

el mismo mar,

y, a dos pasos,

nuestra intensa geografía,

azul llanto

en el lenguaje de los sueños.


Los sueños que desde su Avenida de Madrid alcanza a ver en el firmamento cubierto de estrellas esplendentes. Así la vida se impone a todo y en esa realidad su voz se alza y se aposenta en los misterios del cosmos, porque siempre una luz delata el horizonte al que nunca puede renunciar quien tanto ama, aún gritando por el dolor que acrece en su mirada hacia el pasado, sea “Auschwitz”:


Caen las hojas de un calendario cruel,

sonidos de besos marchitados, sombras

de tantas noches de insomnio, tantos

ecos desatados en la Historia, abrazados

a la vergüenza humana.

¡Madre!, aún escucho tu llanto. ¡Madre!


o sea “Guernica”:


Duele el corazón al acecho

de las sombras inclementes. Duele

la ausencia de cordura en la piel

de los hombres.

Duele el recuerdo de ese árbol

imposible, de sabia abierta a la luz.


El lamento, sí, el grito picassiano

y el llanto.


Y la sangre derramada.

Y el coraje, todavía,

de sentirse vivo”.


Es el dolor humano después de haber sentido la desolación y el miedo a la oscuridad, al odio acrecentado en los corazones, la tiranía y el oprobio como formas indignas de vivir, y por ello, la poeta se rebela y se duele, porque el dolor también es una manera de saberse vivo, lo suficientemente vivo como para censurarlo en un único y aterrador grito, que no es sino la palabra poética en todo su esplendor.



Pilar Quirosa



Claro que sí, la vida, su celebración sin condiciones. Y de eso sabía mucho Pilar Quirosa. Y el amor como pilar fundamental de la existencia. Nada más emocionante y bello que sentir el corazón abrirse de par en par a la otredad, a la entrega libre y desnuda de cuanto adentro se ha cultivado para ser compartido. Y sin embargo, qué poco ha recibido por su creciente y generosa renuncia del “yo” en pro del “nosotros”, si acaso un librito conformado por las prisas y el oportunismo incomprensible de una institución, de la que, para más inri, llegó a ser Jefa de Departamento de Literatura. Toda una vida dedicada a los demás pagada con unas migajas si nos atenemos a su amplia obra. Pero tal vez, no convenga detenerse en cuestión tan baladí, y sí, continuar con lo verdaderamente importante: su legado poético, objeto de estas líneas.

Podríamos preguntarnos por qué este aparente comienzo anacrónico, y la verdad es que no sabría decir su verdadero motivo. Tampoco considero que sea ilustrativo dilucidar en este momento los por qués de esta aventura literaria respecto a la obra poética, en principio, de una de las voces femeninas más interesantes de la poesía contemporánea española, porque, y de eso estoy convencido, de no haber sido por muerte tan repentina, Pilar Quirosa-Cheyrouze hubiese ocupado un lugar destacado en el panorama de la poesía del nuevo siglo.

Su libro “Estela sur” es un ejemplo de lo dicho. En él confluyen los elementos esenciales y los recursos estilísticos propios de una voz que, a medida que crecía y creaba su propio universo, más brillaba por su lenguaje y su permanente dedicación a expresar lingüística y semánticamente la autenticidad poética de sus textos: “Esta noche, de nuevo / se abren las puertas del mar”. El mar como paraíso existencial, el paisaje por excelencia de su poesía y la soledad como cómplice de una rutina que no impide, todo lo contrario, agrandar el acto mismo de la creación:


De su mano, el mar

—¿recuerdas— era sonido y paz,

lecho de algas y aliento.

El mar y el oleaje,

intenso atisbo de luz

para los ojos del niño

que contaba las estrellas.

(…)

Azul intenso, en el nombre

de la vida, pequeñas manos

agarradas al mayor de los universos.


Y en la arena, aquellas huellas,

aquellos primeros pasos,

recorridos junto al vuelo de su falda,

abriendo ventanas al mundo.


La poesía como esencia misma de la cotidianidad, el júbilo de la existencia en los detalles más nimios, en las cosas sencillas, en la descarnada realidad de la materia y la secreta luminosidad de lo invisible, de lo espiritual o de la mística de los días que nos conforman, en perfecta comunión con la naturaleza, con amorosa pasión y ternura, donde de nuevo el corazón abre sus ventanas de par en par:


Hay horas que parecen las últimas,

llenas de momentos insomnes,

donde se intuye el azul de las riberas

y el verde ardiente de los pinos

que descienden, plácidamente,

hasta la orilla.


Y hay muros insondables,

montes de cristal que injertan

parcelas de cielo aristadas,

que moldean la mañana

con tempestades de besos,

que peinan la distancia

varando una caricia.


Y, sin descanso, costea mi frente el mar.



Pilar Quirosa


Es la mar vértigo y temblor de la mirada que observa el horizonte siempre en la esperanza de alcanzar la otra orilla, sus arenas y sus gentes, como un continuo eco que se adentra en las entrañas y la carne, en el alma y el sueño de la poeta, que no deja de bregar con la palabra y su último sentido y configurar así una verdad —su verdad—, que siempre cuidó con sabio y denodado esmero. En la luz mediterránea se conformó toda su poética y a ese mar de azules infinitos se debe y se entrega sin ningún tipo de condiciones, desnuda y libre, ligera de equipaje, como diría Machado. Todo en él, el Mediterráneo, los colores, la luz, los sonidos, los aromas y, sobre todo, sus silencios marcan la aventura creativa de Pilar Quirosa, y con ella, una nueva forma de expresión poética, una manera de ser, en la diferencia y la pluralidad, más poeta si cabe, más humana:


Conservo el recuerdo de un mar antiguo

que desciende hasta la orilla

y es clamor de algas y de arena.

(…)

Desde tiempos ancestrales,

donde caben los días

y se aposentan todos los instantes

que nos hablan de otras noches

henchidas de juegos y plenilunios.


De siluetas y de olor a salitre

en aquellos muelles que acompañaban

al fulgor de las estrellas.

(…)

Tras la ventana, hay constancia,

esta noche se precipitan las cenizas del tiempo.


El tiempo fluye por doquier y apresa los instantes para luego recordarlo en su fiera intensidad, esa que la palabra provoca a la luz de la estrellada noche o en el silencio que tras el ventanal recorre la alcoba y el alma de la poeta. Ahí está, siempre atenta a las señales, a los símbolos y a la historia humana que proclama en sus versos de arte mayor unas veces y de menor otras, a la gramática o la sintaxis según considere el tono o el matiz a resaltar en su escritura, en un juego de espejos metapoéticos que nos acercan al verdadero valor de su poética:


Cómo escribir un poema

que se deslinde de la nostalgia,

que desconvoque, para siempre,

la plasmación de la herida

y se haga fuerte, y raudo y vital

para la supervivencia.


Cómo gritar a los imperativos

que se desglose en pretéritos

imperfectos pero humanos,

que no tiemblen ante la mansa caída

de las hojas del castaño,

que sean lava y, al mismo tiempo,

compás de espera, página abierta,

ternura y remanso.


Cómo barajar el efímero tiempo,

el reloj derrotado por el paso de las horas,

el dolor que crece y se retuerce

en meandros, cómo escribir un poema.

(…)

Cómo escribir un poema

esperando el regreso de la luz,

la única estancia habitada.


Así en su estancia, paisaje interior y en los otros donde la vida se reactiva con cada primavera, Pilar Quirosa supo ser luz y perfume del día a pesar de tanta oscuridad, de tanto infierno enmascarado y tanto agravio consentido por la mediocridad reinante. Pero su mayor virtud fue siempre su amorosa entrega a la vida, que no es sino decir a la literatura, y a su entorno tanto familiar como amical. Nada se interpuso en ese camino elegido libremente y libremente frecuentado a lo largo de los años:


No he conocido

más instantes

que el placer de la palabra,

ese puente levadizo

tendido hacia el abrazo.


Es el tiempo y la memoria en la poesía de Pilar Quirosa inseparable de la realidad. En ella siempre el aliento de un renacer constante y permanente, capaz de eternizarse en el rumor del mar que vive tan cercano.


Por razones obvias

hoy renazco al ritmo de las olas,

donde se balancean los días,

y la tarde es un vuelo

de infinitos signos, reclamados

por la inercia del mar,

donde la soledad

es espejo y es quietud,

y, también, lo es,

poso de nostalgia.


Hibernar la noche


La vida es tránsito, soledad abarcadora de silencios y emociones, espíritu y latido. Por eso la poeta quería “Hibernar otra noche / para rescatar los sueños”. Y mi deseo no es otro que Pilar Quirosa viva para siempre en la luz de la palabra, nunca en el olvido.

Pilar Quirosa o la celebración de la vida (I)

 

Pilar Quirosa



Pilar Quirosa o la celebración de la vida

(I)


Hoy, veintiocho de marzo de 2021, la poeta oriunda de Tetuán y almeriense de adopción Pilar Quirosa-Cheyrouze, cumpliría sesenta y cinco años. Hace ya dos de su muerte y hasta ahora no he podido escribir una sola línea sobre su vida y obra, aunque fueron muchos los días en los que algún detalle, un verso, un libro o un proyecto literario me la recordara. Después del tiempo transcurrido, una vez en calma y desde la quietud del duelo que siempre estará presente para quien la consideró una buena amiga y magnífica poeta, escribo este artículo. Con anterioridad hubo demasiados elementos extraños, circunstancias y conductas oportunistas que me alejaron del foco mismo de su temprana y sorpresiva muerte. Mi relación amistosa y literaria perduró más de veinte años, desde el mismo día y hora que decidí que mi residencia se estableciera en estas tierras, concretamente en Aguadulce (Roquetas de Mar) y compartiera mis libros de poesía con el público almeriense que así lo quiso y entre el que se halló siempre Pilar Quirosa-Cheyrouze, interesada y vigilante en todo cuanto sucedía culturalmente en su ciudad. No descubro nada si digo que Pilar Quirosa amaba la literatura en general y la poesía en particular, pero también cuidaba con esmero sus relaciones personales de amistad. Con ella el camino se hacía más llevadero, porque aunque sea difícil de aceptar, y siendo Almería una ciudad de provincias pequeña, los contubernios poéticos existían en aquellos años que le tocó vivir como presidenta del Ateneo, Jefa del Departamento de Literatura del Instituto de Estudios Almerienses (IEA) o como alma mater del Aula de Literatura del Ayuntamiento de Roquetas de Mar más tarde y que ahora, muy merecidamente, lleva su nombre a petición de las Asociaciones Andaluzas de Críticos Literarios y Colegial de Escritores. Se ha dicho hasta la saciedad que el principal pecado del español es la envidia, y mucho de ella hubo y hay todavía alrededor de los círculos literarios de la ciudad, cada uno por su lado y lejos de aunar esfuerzos, prevaleciendo así un egocentrismo incomprensible, decadente y empobrecedor a todas luces. Sin embargo, nunca vi en Pilar Quirosa atisbo de él, al contrario. A su personalidad y conocimientos literarios se acercaban tirios y troyanos, jóvenes y menos jóvenes, con la intención de medrar muchos y aprender pocos, aunque siempre estuvo predispuesta a ayudar a todos. Su abarcadora manera de entender el mundo fue parte de su excelencia personal y literaria, aunque algunos, casi siempre los mediocres, intentaran beneficiarse de su gran corazón, de su generosidad a raudales.

Pilar Quirosa

Por aquellos primeros años de residencia en Almería destaco el hallazgo de un grupo de poetas que me acogió como si fuera uno más de ellos. Fue aquella una etapa literaria que nunca podré olvidar. Cómo podría hacerlo de Diego Granados, que visitaba en su casa de Albox y con quien conversé tanto de poesía; el más grande poeta almeriense que fuera y es pues nos legó su extensa y excelente obra, Julio Alfredo Egea, con quién tanto quise; Ana María Romero Yebra, por su cercanía y siempre ardiente ternura que tantas alegrías nos ha procurado con sus poemarios y cuentos infantiles; la poeta Pura López, quizá la más injustamente olvidada, con una obra de notoria calidad; mi buen amigo albojense José Antonio Sáez, al que siempre me unió su extraordinaria obra poética y del que siempre recordaré su prólogo a mi primer libro netamente almeriense Exilio en Caridemo y a la propia Pilar Quirosa con quien desde entonces y hasta el fatídico día de su muerte mantuve una sincera amistad y una complicidad literaria sin precedentes. Cómo olvidar tantos encuentros, conversaciones telefónicas sobre este o aquel proyecto, tal su inclusión en los Cuadernos de Caridemo que tuve el honor de dirigir y en los que participó con un estupendo trabajo titulado Palabras para Elisa y otros poemas, los viajes a la ciudad de Málaga durante siete años consecutivos como miembros del jurado del Premio Andalucía de la Crítica de novela y relato, las lecturas de su Aula de Literatura en Roquetas, las presentaciones de libros, sus magníficas reseñas críticas y tantos momentos vividos desde la más irreductible amistad.

Pilar Quirosa


Es imposible olvidar lo que el corazón siente en cada latido, más aún cuando la meta es la misma a compartir desde la más generosa de las actitudes humanas: la amistad. Nunca hubo lugar para la desconfianza, para el desencuentro sino en nimias cuestiones siempre salvables. Pilar Quirosa ha dejado en la sociedad almeriense y en todos aquellos que tuvimos el placer de conocerla un gran vacío, una huella imborrable, que solo puede allanarse con la lectura de su obra, porque en ella está y estará siempre con nosotros lo mejor de la amiga, la poeta, la novelista, ensayista, cuentista y crítica Pilar Quirosa.

Pilar Quirosa

Pilar Quirosa


Hoy, 28 de marzo, nuestra querida amiga y excelsa escritora Pilar Quirosa cumpliría sesenta y cinco años, y aunque persista este duelo, no puedo sino recordar su limpia mirada, su voz enredándose a la vida en cada verso, en casa sílaba o palabra, como si en ellas una luz indescriptible se apoderara del mundo, su mundo que aún hoy late en cada ser, en cada paisaje, en todas los objetos, en cada sueño. Su voz en las aguas del mar en Tetuán, su amado Mediterráneo, en el desierto de Tabernas, en la Puerta de Purchena, en las calles y plazas de la ciudad de Almería, en la Avenida de Madrid, en el Castillo de Santa Ana en Roquetas, en las noches lluviosas de otoño, en la Biblioteca Villaespesa, en el silencio de cada aurora, como si todo siguiera igual y nunca hubiese muerto, porque nunca fallece quien con tanta intensidad amó y vivió la vida:


Pilar Quirosa





Cuando decida el alba

prender la llama,

la noche se habrá colado

por esa abertura

que permanece intacta.


Por ese pasadizo inagotable

que frecuenta latidos de sal,

de bosques y templados horizontes

de mares y otros sueños.


Por esta única ventana, huésped

y desafío que la tarde te regala,

la tarde que se libera y te acompaña,

anuncio de otros días

que ya es cercana noche,

tacto y presencia,

el deseo de estar vivo.


Pilar Quirosa

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986