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Siete caminos para Beatriz




SIETE CAMINOS PARA BEATRIZ


 El poeta aspira a construir su propio universo. Es un viaje necesario, imprescindible si se quiere alcanzar el objetivo final. La palabra es el instrumento más valioso, la piedra filosofal, el núcleo, la esencia del viaje. A veces, el poeta prefiere recorrerlo solo, y otras, se hace preciso de un acompañamiento real o ficticio, porque a fin de cuentas lo importante es la creación en sí misma, el proceso por el cual se deja ser y se es en otro, ayudado por la soledad y el silencio que impera en el propio proceso creativo. A “Siete caminos para Beatriz”, de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) le sucede algo así. Bebe de la tradición clásica enteramente, “La divina comedia”, de Dante y por ende, la figura de Beatriz es el origen, y en su intertextualidad, los versos contenidos en ”Siente camino para Beatriz”, un texto complejo, que precisa de una lectura muy atenta para comprender el universo al que nos traslada, en pleno siglo XXI, su autor. Pérez Zúñiga se vale de la obra de Dante, y en la figura de la amada, Beatriz, fantasía o realidad no importa, para sugerirnos el latido del mundo real, el de hoy, el de la globalización. Y por eso mismo el poeta se abisma hasta el Infierno de Dante, toma prestado el primer verso del Canto I: “Nel mezzo del cammin di nostra vita” (A mitad del camino de la vida), para iniciar este viaje al mundo de los sueños, y lo hará en compañía de Beatriz , guía de esos “Siete caminos” (como siete son los pecados capitales), reflejo del viaje de Dante y Virgilio por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero escrito desde la modernidad y la viveza del lenguaje.

En “Beatriz”, primera parte del libro, leemos: “Yo te escribo Beatriz cartas oscuras / en el visor de mis prismáticos / mientras desciendo círculos del valle / en el cráter de la Isla de los muertos / allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio / donde dicen que aludes de nieve te sepultan…”. La brevedad de los versos unas veces y su generosa extensión otras se alternan en los poemas que muestra el poeta “La Isla de los muertos”, “Parque de atracciones”, “La noche” y “Paraíso”. Pérez Zúñiga se deja llevar por el eco de la palabra, por su el sonido metálico de los nombres y adjetivos que fluyen sin parar, como así también la noche en sus sombras o la luz contenida en los sonetos finales del “Paraíso”, y de los que extraemos los dos tercetos del poema “Las manos de Beatriz”: “Recogieron las piedras de mi vida / y las sembraron por el bosque oscuro. / Cuando llegué de mí, fuiste la casa. // Déjalas pues conmigo, que las pida, / y déjame a tu lado el tiempo puro, / el tiempo que nos quiere y que nos pasa”. El poeta en su hondura. 

Siete caminos para Beatriz




SIETE CAMINOS PARA BEATRIZ


 El poeta aspira a construir su propio universo. Es un viaje necesario, imprescindible si se quiere alcanzar el objetivo final. La palabra es el instrumento más valioso, la piedra filosofal, el núcleo, la esencia del viaje. A veces, el poeta prefiere recorrerlo solo, y otras, se hace preciso de un acompañamiento real o ficticio, porque a fin de cuentas lo importante es la creación en sí misma, el proceso por el cual se deja ser y se es en otro, ayudado por la soledad y el silencio que impera en el propio proceso creativo. A “Siete caminos para Beatriz”, de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) le sucede algo así. Bebe de la tradición clásica enteramente, “La divina comedia”, de Dante y por ende, la figura de Beatriz es el origen, y en su intertextualidad, los versos contenidos en ”Siente camino para Beatriz”, un texto complejo, que precisa de una lectura muy atenta para comprender el universo al que nos traslada, en pleno siglo XXI, su autor. Pérez Zúñiga se vale de la obra de Dante, y en la figura de la amada, Beatriz, fantasía o realidad no importa, para sugerirnos el latido del mundo real, el de hoy, el de la globalización. Y por eso mismo el poeta se abisma hasta el Infierno de Dante, toma prestado el primer verso del Canto I: “Nel mezzo del cammin di nostra vita” (A mitad del camino de la vida), para iniciar este viaje al mundo de los sueños, y lo hará en compañía de Beatriz , guía de esos “Siete caminos” (como siete son los pecados capitales), reflejo del viaje de Dante y Virgilio por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero escrito desde la modernidad y la viveza del lenguaje.

En “Beatriz”, primera parte del libro, leemos: “Yo te escribo Beatriz cartas oscuras / en el visor de mis prismáticos / mientras desciendo círculos del valle / en el cráter de la Isla de los muertos / allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio / donde dicen que aludes de nieve te sepultan…”. La brevedad de los versos unas veces y su generosa extensión otras se alternan en los poemas que muestra el poeta “La Isla de los muertos”, “Parque de atracciones”, “La noche” y “Paraíso”. Pérez Zúñiga se deja llevar por el eco de la palabra, por su el sonido metálico de los nombres y adjetivos que fluyen sin parar, como así también la noche en sus sombras o la luz contenida en los sonetos finales del “Paraíso”, y de los que extraemos los dos tercetos del poema “Las manos de Beatriz”: “Recogieron las piedras de mi vida / y las sembraron por el bosque oscuro. / Cuando llegué de mí, fuiste la casa. // Déjalas pues conmigo, que las pida, / y déjame a tu lado el tiempo puro, / el tiempo que nos quiere y que nos pasa”. El poeta en su hondura. 

La fuga del maestro Tartini. José Antonio Santano





      No es fácil hallar, en los tiempos que corren, una obra literaria tan cargada de sabiduría y oficio, de tan extraordinaria creatividad como la concebida por el escritor madrileño Ernesto Pérez Zúñiga con “La fuga del maestro Tartini”. En esta novela, tan bien documentada como escrita, Pérez Zúñiga ha sabido reunir todos los elementos necesarios para plasmar no solo una historia y una trama admirable, sino algo a mi parecer mucho más importante, cual es el hecho de aguijonear, provocar e incitar al lector a entregarse al texto en cuerpo y alma desde la primera página, como si en ello le fuera la vida. En ella hallamos multiplicidad de matices que uniéndolos o interrelacionándolos –historia, aventura, voces narrativas, lenguaje, conocimiento, humanismo, etc- consiguen mantener la curiosidad y la intensidad lectora hasta el final del texto. Pérez Zúñiga, por tanto, no solo nos brinda la oportunidad de conocer la vida del excelente y desconocido músico del siglo XVIII Giuseppe Tartini, a través de una estructura narrativa sólida y fluida en su construcción lingüística, con la alternancia de dos voces narrativas y una exquisita prosa, sino que además nos adentra en la sociedad de la época, en sus vicios y virtudes y nos hace cómplices de los sentimientos y la pasión creadora de Tartini, de su sentido de la libertad o la amistad, del bien y del mal en ese vital encuentro con el diablo en un sueño de eternidad y que servirá para seguir sus dictados hasta componer la célebre Sonata del Diablo, conocida también como “El trino del Diablo”. Estética y ética se dan la mano en esta magnífica novela, y recorren los caminos y las ciudades (Venecia, Ancona, Pirano, Capodistria, Venecia, Praga y Padua), y nos muestran las miserias del hombre y la pasión creadora como razón de ser primera y última. Todo se entrelaza y funde en este inolvidable texto, en el que no podemos olvidar el latido feroz en la búsqueda siempre de la belleza a través de los sonidos, de la música en su estado puro. Ni el dolor insoportable de su brazo  le restará fuerza a Tartini para escribir, en sus últimos días, su biografía: «Será porque después de varias décadas suena nítida la sonata que compuse en Ancona, también después de un sueño. Serán estas causas las que me determinan a dejar por escrito los hechos de mi vida antes de que se nublen definitivamente y los arrastre una última tormenta». También hallamos al Tartini inconformista, que se enfrenta al poder: «Repugna ver tanta felicidad humillada ante el poder. Siempre lo he detestado, lo prueban cuantas invitaciones he rechazado para ser músico de corte. Si tenía que tocar ante alguien, he preferido hacerlo ante el Dios de la Basílica». Tartini no solo es un genio, un virtuoso del violín, un creador nato, sino un hombre, un ser humano que siente y, sobre todo, ama la libertad: «La estancia, situada en lo más alto del edificio, apenas tendría diez metros cuadrados […]. En esas dimensiones sentía la dicha de la libertad por primera vez en mi vida. Por primera vez, atesoraba el tiempo, el tiempo azul del ventanuco». La música será, después de haber empuñado la espada y conocer la vida monacal, su salvación, gracias a su amigo Vandini, su única pasión, su vida entera: «Antes de Praga, amaba la música en mí; después, aprendí a amar la música en los demás. 




Esto influyó en mi admiración por la voz humana, que hoy considero el fenómeno musical por excelencia y al que he dedicado mis últimas composiciones». Tartini –el músico y el hombre- es ya otredad, vive en los demás de tal manera que llega a afirmar: «La música más hermosa está en el ser humano, no necesitas mirar a otra parte, Giuseppe Tartini, infierno o cielo, ningún lugar eterno; nada es tan poderoso como nuestra fragilidad; en ningún lugar hay mayor intensidad concentrada; y se hace mucho más grandiosa cuando somos generosos que cuando tratamos de desahogar nuestra desesperación». Ocupa un lugar destacado en Tartini, el sentido de la amistad: «Aquel Vandini de treinta años ya nunca dejó de acompañarme. Él es el mejor violonchelista que haya conocido el mundo», incluso aquella nacida del desencuentro y la rivalidad, caso de Veracini:«Hablamos como antiguos compañeros de las orquestas de Praga y ambos nos reímos de aquella rivalidades a las que hoy no encontrábamos sentido. Brindamos por la serenidad de la madurez y por la autenticidad de la música, el único estandarte que vale la pena levantar». No menos importante es para el personaje principal de esta novela la naturaleza: «En la naturaleza encontré la medida de mi renuncia y una profunda libertad». Tartini camina por la plaza San Marcos, en esa búsqueda por la belleza de sus atardeceres.

Ernesto Pérez Zuñiga

Título: La fuga del maestro Tartini
Autor: Ernesto Pérez Zúñiga 
Edita: Alianza (Madrid, 2013)
En su cabeza remolinean las palabras: «Los intervalos musicales se corresponden con las pasiones humanas. El modo mayor, ya se sabe, transmite fuerza, alegría, ardor; el menor, dulzura, languidez, melancolía. La semilla de las pasiones está en todos los hombres. Las diferencias las establecen la educación y las costumbres». Pero sobre todo, Tartini es hombre solidario y generoso con los desfavorecidos, y por esta y muchas razones más se pregunta: ¿Hay mayor dicha que poder compartir día a día los pequeños naufragios de la vida, la conversación, el vino, los amores, los conflictos, los rencores, la risa, la música, con alguien con quien uno tiene extrema confianza, una lealtad que dura más que el amor, un amor que suena en un tono menor pero alcanza las costas más lejanas, no se queda en el camino? Estoy seguro de ello, aunque sea este un tiempo de adoración al dios dinero. Mas nuestro personaje es hombre, y como hombre, mortal: «La pluma de Burney vuelve al tintero y después escribe, suena sobre el papel: La belleza de la música nos salva de la muerte. Se detiene sobre la línea que ha escrito. Tacha: salva. Sobrescribe: alivia». Y, ciertamente a Tartini nadie pudo librarlo de la muerte, y por eso, aún después de su muerte, nos hacemos eco de sus palabras: «Solamente un poquito más de música, por favor, su vuelo desde el aire al oído, desde el oído hacia la alegría interna, hacia el agradecido asombro, solamente un poco más de música». A lo que cabría añadir, respecto a la creación literaria: un poco más de buena literatura, la de esta novela sin fin y de las que están por venir de la pluma de Ernesto Pérez Zúñiga, sin duda una voz sobresaliente en el panorama de las letras españolas.

La fuga del maestro Tartini. Salón de lectura.



LA FUGA DEL MAESTRO TARTINI


                        No es fácil hallar, en los tiempos que corren, una obra literaria tan cargada de sabiduría y oficio, de tan extraordinaria creatividad como la concebida por el escritor madrileño Ernesto Pérez Zúñiga con “La fuga del maestro Tartini”. En esta novela, tan bien documentada como escrita, Pérez Zúñiga ha sabido reunir todos los elementos necesarios para plasmar no solo una historia y una trama admirable, sino algo a mi parecer mucho más importante, cual es el hecho de aguijonear, provocar e incitar al lector a entregarse al texto en cuerpo y alma desde la primera página, como si en ello le fuera la vida. En ella hallamos multiplicidad de matices que uniéndolos o interrelacionándolos –historia, aventura, voces narrativas, lenguaje, conocimiento, humanismo, etc- consiguen mantener la curiosidad y la intensidad lectora hasta el final del texto. Pérez Zúñiga, por tanto, no solo nos brinda la oportunidad de conocer la vida del excelente y desconocido músico del siglo XVIII Giuseppe Tartini, a través de una estructura narrativa sólida y fluida en su construcción lingüística, con la alternancia de dos voces narrativas y una exquisita prosa, sino que además nos adentra en la sociedad de la época, en sus vicios y virtudes y nos hace cómplices de los sentimientos y la pasión creadora de Tartini, de su sentido de la libertad o la amistad, del bien y del mal en ese vital encuentro con el diablo en un sueño de eternidad y que servirá para seguir sus dictados hasta componer la célebre Sonata del Diablo, conocida también como “El trino del Diablo”. Estética y ética se dan la mano en esta magnífica novela, y recorren los caminos y las ciudades (Venecia, Ancona, Pirano, Capodistria, Venecia, Praga y Padua), y nos muestran las miserias del hombre y la pasión creadora como razón de ser primera y última. Todo se entrelaza y funde en este inolvidable texto, en el que no podemos olvidar el latido feroz en la búsqueda siempre de la belleza a través de los sonidos, de la música en su estado puro. Ni el dolor insoportable de su brazo  le restará fuerza a Tartini para escribir, en sus últimos días, su biografía: «Será porque después de varias décadas suena nítida la sonata que compuse en Ancona, también después de un sueño. Serán estas causas las que me determinan a dejar por escrito los hechos de mi vida antes de que se nublen definitivamente y los arrastre una última tormenta». También hallamos al Tartini inconformista, que se enfrenta al poder: «Repugna ver tanta felicidad humillada ante el poder. Siempre lo he detestado, lo prueban cuantas invitaciones he rechazado para ser músico de corte. Si tenía que tocar ante alguien, he preferido hacerlo ante el Dios de la Basílica». Tartini no solo es un genio, un virtuoso del violín, un creador nato, sino un hombre, un ser humano que siente y, sobre todo, ama la libertad: «La estancia, situada en lo más alto del edificio, apenas tendría diez metros cuadrados […]. En esas dimensiones sentía la dicha de la libertad por primera vez en mi vida. Por primera vez, atesoraba el tiempo, el tiempo azul del ventanuco». La música será, después de haber empuñado la espada y conocer la vida monacal, su salvación, gracias a su amigo Vandini, su única pasión, su vida entera: «Antes de Praga, amaba la música en mí; después, aprendí a amar la música en los demás. Esto influyó en mi admiración por la voz humana, que hoy considero el fenómeno musical por excelencia y al que he dedicado mis últimas composiciones». Tartini –el músico y el hombre- es ya otredad, vive en los demás de tal manera que llega a afirmar: «La música más hermosa está en el ser humano, no necesitas mirar a otra parte, Giuseppe Tartini, infierno o cielo, ningún lugar eterno; nada es tan poderoso como nuestra fragilidad; en ningún lugar hay mayor intensidad concentrada; y se hace mucho más grandiosa cuando somos generosos que cuando tratamos de desahogar nuestra desesperación». Ocupa un lugar destacado en Tartini, el sentido de la amistad: «Aquel Vandini de treinta años ya nunca dejó de acompañarme. Él es el mejor violonchelista que haya conocido el mundo», incluso aquella nacida del desencuentro y la rivalidad, caso de Veracini:«Hablamos como antiguos compañeros de las orquestas de Praga y ambos nos reímos de aquella rivalidades a las que hoy no encontrábamos sentido. Brindamos por la serenidad de la madurez y por la autenticidad de la música, el único estandarte que vale la pena levantar». No menos importante es para el personaje principal de esta novela la naturaleza: «En la naturaleza encontré la medida de mi renuncia y una profunda libertad». Tartini camina por la plaza San Marcos, en esa búsqueda por la belleza de sus atardeceres.
En su cabeza remolinean las palabras:«Los intervalos musicales se corresponden con las pasiones humanas. El modo mayor, ya se sabe, transmite fuerza, alegría, ardor; el menor, dulzura, languidez, melancolía. La semilla de las pasiones está en todos los hombres. Las diferencias las establecen la educación y las costumbres». Pero sobre todo, Tartini es hombre solidario y generoso con los desfavorecidos, y por esta y muchas razones más se pregunta: ¿Hay mayor dicha que poder compartir día a día los pequeños naufragios de la vida, la conversación, el vino, los amores, los conflictos, los rencores, la risa, la música, con alguien con quien uno tiene extrema confianza, una lealtad que dura más que el amor, un amor que suena en un tono menor pero alcanza las costas más lejanas, no se queda en el camino? Estoy seguro de ello, aunque sea este un tiempo de adoración al dios dinero. Mas nuestro personaje es hombre, y como hombre, mortal: «La pluma de Burney vuelve al tintero y después escribe, suena sobre el papel: La belleza de la música nos salva de la muerte. Se detiene sobre la línea que ha escrito. Tacha: salva. Sobrescribe: alivia». Y, ciertamente a Tartini nadie pudo librarlo de la muerte, y por eso, aún después de su muerte, nos hacemos eco de sus palabras: «Solamente un poquito más de música, por favor, su vuelo desde el aire al oído, desde el oído hacia la alegría interna, hacia el agradecido asombro, solamente un poco más de música». A lo que cabría añadir, respecto a la creación literaria: un poco más de buena literatura, la de esta novela sin fin y de las que están por venir de la pluma de Ernesto Pérez Zúñiga, sin duda una voz sobresaliente en el panorama de las letras españolas.

Título: La fuga del maestro Tartini
            Autor:Ernesto Pérez Zúñiga 
            Edita: Alianza (Madrid, 2013)

La fuga del maestro Tartini. Salón de lectura.



LA FUGA DEL MAESTRO TARTINI


                        No es fácil hallar, en los tiempos que corren, una obra literaria tan cargada de sabiduría y oficio, de tan extraordinaria creatividad como la concebida por el escritor madrileño Ernesto Pérez Zúñiga con “La fuga del maestro Tartini”. En esta novela, tan bien documentada como escrita, Pérez Zúñiga ha sabido reunir todos los elementos necesarios para plasmar no solo una historia y una trama admirable, sino algo a mi parecer mucho más importante, cual es el hecho de aguijonear, provocar e incitar al lector a entregarse al texto en cuerpo y alma desde la primera página, como si en ello le fuera la vida. En ella hallamos multiplicidad de matices que uniéndolos o interrelacionándolos –historia, aventura, voces narrativas, lenguaje, conocimiento, humanismo, etc- consiguen mantener la curiosidad y la intensidad lectora hasta el final del texto. Pérez Zúñiga, por tanto, no solo nos brinda la oportunidad de conocer la vida del excelente y desconocido músico del siglo XVIII Giuseppe Tartini, a través de una estructura narrativa sólida y fluida en su construcción lingüística, con la alternancia de dos voces narrativas y una exquisita prosa, sino que además nos adentra en la sociedad de la época, en sus vicios y virtudes y nos hace cómplices de los sentimientos y la pasión creadora de Tartini, de su sentido de la libertad o la amistad, del bien y del mal en ese vital encuentro con el diablo en un sueño de eternidad y que servirá para seguir sus dictados hasta componer la célebre Sonata del Diablo, conocida también como “El trino del Diablo”. Estética y ética se dan la mano en esta magnífica novela, y recorren los caminos y las ciudades (Venecia, Ancona, Pirano, Capodistria, Venecia, Praga y Padua), y nos muestran las miserias del hombre y la pasión creadora como razón de ser primera y última. Todo se entrelaza y funde en este inolvidable texto, en el que no podemos olvidar el latido feroz en la búsqueda siempre de la belleza a través de los sonidos, de la música en su estado puro. Ni el dolor insoportable de su brazo  le restará fuerza a Tartini para escribir, en sus últimos días, su biografía: «Será porque después de varias décadas suena nítida la sonata que compuse en Ancona, también después de un sueño. Serán estas causas las que me determinan a dejar por escrito los hechos de mi vida antes de que se nublen definitivamente y los arrastre una última tormenta». También hallamos al Tartini inconformista, que se enfrenta al poder: «Repugna ver tanta felicidad humillada ante el poder. Siempre lo he detestado, lo prueban cuantas invitaciones he rechazado para ser músico de corte. Si tenía que tocar ante alguien, he preferido hacerlo ante el Dios de la Basílica». Tartini no solo es un genio, un virtuoso del violín, un creador nato, sino un hombre, un ser humano que siente y, sobre todo, ama la libertad: «La estancia, situada en lo más alto del edificio, apenas tendría diez metros cuadrados […]. En esas dimensiones sentía la dicha de la libertad por primera vez en mi vida. Por primera vez, atesoraba el tiempo, el tiempo azul del ventanuco». La música será, después de haber empuñado la espada y conocer la vida monacal, su salvación, gracias a su amigo Vandini, su única pasión, su vida entera: «Antes de Praga, amaba la música en mí; después, aprendí a amar la música en los demás. Esto influyó en mi admiración por la voz humana, que hoy considero el fenómeno musical por excelencia y al que he dedicado mis últimas composiciones». Tartini –el músico y el hombre- es ya otredad, vive en los demás de tal manera que llega a afirmar: «La música más hermosa está en el ser humano, no necesitas mirar a otra parte, Giuseppe Tartini, infierno o cielo, ningún lugar eterno; nada es tan poderoso como nuestra fragilidad; en ningún lugar hay mayor intensidad concentrada; y se hace mucho más grandiosa cuando somos generosos que cuando tratamos de desahogar nuestra desesperación». Ocupa un lugar destacado en Tartini, el sentido de la amistad: «Aquel Vandini de treinta años ya nunca dejó de acompañarme. Él es el mejor violonchelista que haya conocido el mundo», incluso aquella nacida del desencuentro y la rivalidad, caso de Veracini:«Hablamos como antiguos compañeros de las orquestas de Praga y ambos nos reímos de aquella rivalidades a las que hoy no encontrábamos sentido. Brindamos por la serenidad de la madurez y por la autenticidad de la música, el único estandarte que vale la pena levantar». No menos importante es para el personaje principal de esta novela la naturaleza: «En la naturaleza encontré la medida de mi renuncia y una profunda libertad». Tartini camina por la plaza San Marcos, en esa búsqueda por la belleza de sus atardeceres.
En su cabeza remolinean las palabras:«Los intervalos musicales se corresponden con las pasiones humanas. El modo mayor, ya se sabe, transmite fuerza, alegría, ardor; el menor, dulzura, languidez, melancolía. La semilla de las pasiones está en todos los hombres. Las diferencias las establecen la educación y las costumbres». Pero sobre todo, Tartini es hombre solidario y generoso con los desfavorecidos, y por esta y muchas razones más se pregunta: ¿Hay mayor dicha que poder compartir día a día los pequeños naufragios de la vida, la conversación, el vino, los amores, los conflictos, los rencores, la risa, la música, con alguien con quien uno tiene extrema confianza, una lealtad que dura más que el amor, un amor que suena en un tono menor pero alcanza las costas más lejanas, no se queda en el camino? Estoy seguro de ello, aunque sea este un tiempo de adoración al dios dinero. Mas nuestro personaje es hombre, y como hombre, mortal: «La pluma de Burney vuelve al tintero y después escribe, suena sobre el papel: La belleza de la música nos salva de la muerte. Se detiene sobre la línea que ha escrito. Tacha: salva. Sobrescribe: alivia». Y, ciertamente a Tartini nadie pudo librarlo de la muerte, y por eso, aún después de su muerte, nos hacemos eco de sus palabras: «Solamente un poquito más de música, por favor, su vuelo desde el aire al oído, desde el oído hacia la alegría interna, hacia el agradecido asombro, solamente un poco más de música». A lo que cabría añadir, respecto a la creación literaria: un poco más de buena literatura, la de esta novela sin fin y de las que están por venir de la pluma de Ernesto Pérez Zúñiga, sin duda una voz sobresaliente en el panorama de las letras españolas.

Título: La fuga del maestro Tartini
            Autor: Ernesto Pérez Zúñiga 
            Edita: Alianza (Madrid, 2013)

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986