En cada obra nos descubre su propia complicidad con la vida, con las cosas pequeñas, con los detalles nimios pero impactantes. Nos sugiere nuevas formas de mirar y aprender. Su mirada es la nuestra, pero desde el otro lado. Él está en la otra orilla viviendo y desviviéndose por todo lo que le rodea. Componiendo, a partir de las miles o millones de partículas que conforman el cosmos, un nuevo cosmos, un planeta distinto, más humano.
Las texturas, el color o la luz, los diferentes matices que encierran cada una de sus fotografías sacuden al espectador con una fuerza indescriptible. Quien haya tenido la oportunidad de acercarse a la obra de Ángel F. Saura podrá comprobar y constatar el creciente aleteo de las formas y de sus elementos cromáticos. Nadie queda impasible. Es como mirar al mar que sutilmente ondula sus aguas hasta devolvernos la calma deseada.