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LA VOZ AUSENTE de José Antonio Santano por MANUEL GAHETE en Cuadernos del Sur.

La voz ausente de Jose Antonio Santano.

Santano publica sus nuevos versos marcados por una reflexión profunda Manuel Gahete
 poesía
La voz ausente es un texto elegíaco que pasa a integrar el magnífico elenco de obras que nos ha legado la literatura española. Alfonso Berlanga nos recuerda que el libro se inscribe en la mejor tradición de la literatura mortuoria española, desde Jorge Manrique y el ramillete épico lírico de las Coplas a la muerte de su padre, la Elegía a Ramón Sijé de Hernández o el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de García Lorca, hasta los ecos de Unamuno, Juan Ramón, Antonio Machado, Alberti, Prados o Leopoldo de Luis. Pero la obra de Santano es mucho más que una mera elegía, supone una reflexión íntima y profunda, que marca, con sincero cuño, la confrontación entre lo antiguo y lo moderno, la lucha de generaciones, un tema intemporal que sigue acuciándonos con singular virulencia. José Antonio convierte el tópico clásico en un argumento proactivo que inocula a la temática del siglo XXI este elemento básico en la conformación de la personalidad, trasladando la sensibilidad subjetiva a una visión palpitante en la que todos nos identificamos con más o menos intensidad. Como afirma José Luis Morante, «la poesía de José Antonio (...) está hecha con el lenguaje sobrio de la madurez».


Santano combina las formas estrictamente versales con la prosa poética que, desde Rubén Darío, pasando por Juan Ramón, Aleixandre o Cernuda, han seguido un gran número de poetas contemporáneos. Morante explica este ascenso por la capacidad discursiva de la prosa que la emparenta con el ensayo permitiendo una mayor carga conceptual «en detrimento del
sustrato emocional de las palabras».
El género epistolar, muy empleado en la prosa, adquiere singular protagonismo, imbricando lo público con lo privado. La carta constituye un proceso de revisión biográfica pero finalmente resulta una herramienta privilegiada de expansión sociocultural, convirtiendo la experiencia personal en  comunicación participada. La epístola deviene de una larga y sólida tradición en la cultura occidental: desde su origen en la antigüedad clásica griega y, fundamentalmente, romana con Cicerón, a la preceptiva epistolar medieval y la evolución del género con Erasmo de Rotterdam en los inicios del humanismo, movimiento del que bebe el de humanismo solidario, componente básico de la poesía de José Antonio, unido al otoño y el silencio, temas sobre los que se entiba, junto al amoroso, la creación poética del poeta cordobés. Desde la perspectiva del análisis del discurso, el género epistolar nos permite leer y reconstruir parcelas del pasado, más allá de la letra impresa, para descubrir un sistema ideológico que se manifiesta en el diálogo de ausencia pero vivamente fértil por su capacidad de revisarse y complejo en cuanto a su virtualidad de pensamiento. Santano vierte emociones reprimidas durante años para satisfacer el ansia rota de amar a un padre con el que cuesta respirar. No hay reglas fijas y, a veces, ni siquiera se ejercitan sobre situaciones reales, pero prima el silencio, o tal vez el orgullo y el temor de abrir nuevos abismos en un desolado yermo que no somos capaces de franquear.

No hay más que evocar ese breve y sentencioso poema que podría haber rubricado como un epígrafe el sello cerrado de un libro que golpea, de una verdad que hiere, de una emoción que traspasa el lenguaje para convertirse en piedra, en decálogo, en legado vívido de una realidad que nos conculca pero a la vez nos salva, de un extraño sortilegio que nos convierte en verdugos y en víctimas, de una vida que subvertimos porque somos incapaces de entender y perdonar, o llegamos a esta capitulación gozosa cuando ya es demasiado tarde para cambiarlo todo:«¡Éramos tan iguales y distintos/a
la vez! Nunca el tacto de tus de-dos/en los míos, tu voz de seda en los tímpanos (...) Confieso que te amé con amargura,/con miedo en la mirada y en los labios/con el dolor creciente de la ausencia
(...) Confieso que te odié luego de amarte». Y en la garganta cruje un grumo de angustia que ya no sabemos cómo desgranar, porque siempre es confuso y arriesgado enfrentarse al miedo de lo que pudo ser sin haber sido: «¡Sabes, Padre, podríamos haber/sido endiabladamente tan felices!». No sé si la poesía servirá para algo, como advertía Jean Cocteau, pero sin duda este libro nos enseñará a conocernos y reconocernos en la desnudez oscura de nuestra desolada humanidad.


LA VOZ AUSENTE de José Antonio Santano por MANUEL GAHETE en Cuadernos del Sur.

La voz ausente de Jose Antonio Santano.

Santano publica sus nuevos versos marcados por una reflexión profunda Manuel Gahete
 poesía
La voz ausente es un texto elegíaco que pasa a integrar el magnífico elenco de obras que nos ha legado la literatura española. Alfonso Berlanga nos recuerda que el libro se inscribe en la mejor tradición de la literatura mortuoria española, desde Jorge Manrique y el ramillete épico lírico de las Coplas a la muerte de su padre, la Elegía a Ramón Sijé de Hernández o el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de García Lorca, hasta los ecos de Unamuno, Juan Ramón, Antonio Machado, Alberti, Prados o Leopoldo de Luis. Pero la obra de Santano es mucho más que una mera elegía, supone una reflexión íntima y profunda, que marca, con sincero cuño, la confrontación entre lo antiguo y lo moderno, la lucha de generaciones, un tema intemporal que sigue acuciándonos con singular virulencia. José Antonio convierte el tópico clásico en un argumento proactivo que inocula a la temática del siglo XXI este elemento básico en la conformación de la personalidad, trasladando la sensibilidad subjetiva a una visión palpitante en la que todos nos identificamos con más o menos intensidad. Como afirma José Luis Morante, «la poesía de José Antonio (...) está hecha con el lenguaje sobrio de la madurez».


Santano combina las formas estrictamente versales con la prosa poética que, desde Rubén Darío, pasando por Juan Ramón, Aleixandre o Cernuda, han seguido un gran número de poetas contemporáneos. Morante explica este ascenso por la capacidad discursiva de la prosa que la emparenta con el ensayo permitiendo una mayor carga conceptual «en detrimento del
sustrato emocional de las palabras».
El género epistolar, muy empleado en la prosa, adquiere singular protagonismo, imbricando lo público con lo privado. La carta constituye un proceso de revisión biográfica pero finalmente resulta una herramienta privilegiada de expansión sociocultural, convirtiendo la experiencia personal en  comunicación participada. La epístola deviene de una larga y sólida tradición en la cultura occidental: desde su origen en la antigüedad clásica griega y, fundamentalmente, romana con Cicerón, a la preceptiva epistolar medieval y la evolución del género con Erasmo de Rotterdam en los inicios del humanismo, movimiento del que bebe el de humanismo solidario, componente básico de la poesía de José Antonio, unido al otoño y el silencio, temas sobre los que se entiba, junto al amoroso, la creación poética del poeta cordobés. Desde la perspectiva del análisis del discurso, el género epistolar nos permite leer y reconstruir parcelas del pasado, más allá de la letra impresa, para descubrir un sistema ideológico que se manifiesta en el diálogo de ausencia pero vivamente fértil por su capacidad de revisarse y complejo en cuanto a su virtualidad de pensamiento. Santano vierte emociones reprimidas durante años para satisfacer el ansia rota de amar a un padre con el que cuesta respirar. No hay reglas fijas y, a veces, ni siquiera se ejercitan sobre situaciones reales, pero prima el silencio, o tal vez el orgullo y el temor de abrir nuevos abismos en un desolado yermo que no somos capaces de franquear.

No hay más que evocar ese breve y sentencioso poema que podría haber rubricado como un epígrafe el sello cerrado de un libro que golpea, de una verdad que hiere, de una emoción que traspasa el lenguaje para convertirse en piedra, en decálogo, en legado vívido de una realidad que nos conculca pero a la vez nos salva, de un extraño sortilegio que nos convierte en verdugos y en víctimas, de una vida que subvertimos porque somos incapaces de entender y perdonar, o llegamos a esta capitulación gozosa cuando ya es demasiado tarde para cambiarlo todo:«¡Éramos tan iguales y distintos/a
la vez! Nunca el tacto de tus de-dos/en los míos, tu voz de seda en los tímpanos (...) Confieso que te amé con amargura,/con miedo en la mirada y en los labios/con el dolor creciente de la ausencia
(...) Confieso que te odié luego de amarte». Y en la garganta cruje un grumo de angustia que ya no sabemos cómo desgranar, porque siempre es confuso y arriesgado enfrentarse al miedo de lo que pudo ser sin haber sido: «¡Sabes, Padre, podríamos haber/sido endiabladamente tan felices!». No sé si la poesía servirá para algo, como advertía Jean Cocteau, pero sin duda este libro nos enseñará a conocernos y reconocernos en la desnudez oscura de nuestra desolada humanidad.


LA VOZ AUSENTE DE JOSÉ ANTONIO SANTANO POR MANUEL GAHETE.

La voz ausente de Jose Antonio Santano.

Santano publica sus nuevos versos marcados por una reflexión profunda Manuel Gahete
 poesía
La voz ausente es un texto elegíaco que pasa a integrar el magnífico elenco de obras que nos ha legado la literatura española. Alfonso Berlanga nos recuerda que el libro se inscribe en la mejor tradición de la literatura mortuoria española, desde Jorge Manrique y el ramillete épico lírico de las Coplas a la muerte de su padre, la Elegía a Ramón Sijé de Hernández o el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de García Lorca, hasta los ecos de Unamuno, Juan Ramón, Antonio Machado, Alberti, Prados o Leopoldo de Luis. Pero la obra de Santano es mucho más que una mera elegía, supone una reflexión íntima y profunda, que marca, con sincero cuño, la confrontación entre lo antiguo y lo moderno, la lucha de generaciones, un tema intemporal que sigue acuciándonos con singular virulencia. José Antonio convierte el tópico clásico en un argumento proactivo que inocula a la temática del siglo XXI este elemento básico en la conformación de la personalidad, trasladando la sensibilidad subjetiva a una visión palpitante en la que todos nos identificamos con más o menos intensidad. Como afirma José Luis Morante, «la poesía de José Antonio (...) está hecha con el lenguaje sobrio de la madurez».


Santano combina las formas estrictamente versales con la prosa poética que, desde Rubén Darío, pasando por Juan Ramón, Aleixandre o Cernuda, han seguido un gran número de poetas contemporáneos. Morante explica este ascenso por la capacidad discursiva de la prosa que la emparenta con el ensayo permitiendo una mayor carga conceptual «en detrimento del
sustrato emocional de las palabras».
El género epistolar, muy empleado en la prosa, adquiere singular protagonismo, imbricando lo público con lo privado. La carta constituye un proceso de revisión biográfica pero finalmente resulta una herramienta privilegiada de expansión sociocultural, convirtiendo la experiencia personal en  comunicación participada. La epístola deviene de una larga y sólida tradición en la cultura occidental: desde su origen en la antigüedad clásica griega y, fundamentalmente, romana con Cicerón, a la preceptiva epistolar medieval y la evolución del género con Erasmo de Rotterdam en los inicios del humanismo, movimiento del que bebe el de humanismo solidario, componente básico de la poesía de José Antonio, unido al otoño y el silencio, temas sobre los que se entiba, junto al amoroso, la creación poética del poeta cordobés. Desde la perspectiva del análisis del discurso, el género epistolar nos permite leer y reconstruir parcelas del pasado, más allá de la letra impresa, para descubrir un sistema ideológico que se manifiesta en el diálogo de ausencia pero vivamente fértil por su capacidad de revisarse y complejo en cuanto a su virtualidad de pensamiento. Santano vierte emociones reprimidas durante años para satisfacer el ansia rota de amar a un padre con el que cuesta respirar. No hay reglas fijas y, a veces, ni siquiera se ejercitan sobre situaciones reales, pero prima el silencio, o tal vez el orgullo y el temor de abrir nuevos abismos en un desolado yermo que no somos capaces de franquear.

No hay más que evocar ese breve y sentencioso poema que podría haber rubricado como un epígrafe el sello cerrado de un libro que golpea, de una verdad que hiere, de una emoción que traspasa el lenguaje para convertirse en piedra, en decálogo, en legado vívido de una realidad que nos conculca pero a la vez nos salva, de un extraño sortilegio que nos convierte en verdugos y en víctimas, de una vida que subvertimos porque somos incapaces de entender y perdonar, o llegamos a esta capitulación gozosa cuando ya es demasiado tarde para cambiarlo todo:«¡Éramos tan iguales y distintos/a
la vez! Nunca el tacto de tus de-dos/en los míos, tu voz de seda en los tímpanos (...) Confieso que te amé con amargura,/con miedo en la mirada y en los labios/con el dolor creciente de la ausencia

(...) Confieso que te odié luego de amarte». Y en la garganta cruje un grumo de angustia que ya no sabemos cómo desgranar, porque siempre es confuso y arriesgado enfrentarse al miedo de lo que pudo ser sin haber sido: «¡Sabes, Padre, podríamos haber/sido endiabladamente tan felices!». No sé si la poesía servirá para algo, como advertía Jean Cocteau, pero sin duda este libro nos enseñará a conocernos y reconocernos en la desnudez oscura de nuestra desolada humanidad.

José Antonio Santano. Los reinos solares de Manuel Gahete


LOS REINOS SOLARES





Es un hecho incontestable que la poesía andaluza goza de una excelente salud. Y ateniéndonos a este premisa hay que reconocer que algunos nombres de poetas andaluces son ya imprescindibles en el panorama de la literatura española, por su calidad y su extraordinaria obra. Una de esas voces poéticas es la del cordobés de Fuente Obejuna Manuel Gahete. Su extensa obra así lo certifica. En el último año Gahete ha publicado cinco poemarios “El fuego en la ceniza”, “Motivos personales”, “La tierra prometida”, “Códice andalusí” y “Los reinos solares”. Ocupará nuestra atención este último, con el cual el poeta cordobés obtuvo el XXII Premio de poesía Ayuntamiento de Rincón de la Victoria “In memoriam Salvador Rueda”. La palabra es una luz cegadora, un vuelo a la más altas cumbres del sueño y sus abismos; una aventura hacia lugares ancestrales, mágicos y secretos que solo el poeta es capaz de alcanzar tras un largo camino. Gahete dedica este poemario a quienes sufren cualquier forma de violencia. El poeta concibe el poemario en tres apartados bien diferenciados: “el mármol y la sangre”, “la nieve y el fuego” y “el acero y el oro”. Desde siempre Gahete ha buscado en la palabra la belleza, de ahí su lenguaje cultista, por el cual cada vocablo está en el lugar exacto, medido, cuidado y mimado hasta el límite, deslumbrador como un diamante. Sin embargo, en este poemario Gahete ahonda en el verdadero significado de la poesía y busca, apasionadamente, otros caminos, otras formas con las cuales expresar la verdadera emoción y razón de existir, esa que nace en el corazón del hombre y permite –nos permite- sabernos seres humanos capaces de llorar o de reír, de sentir la herida ajena como propia. En “Los reinos solares” la mirada del poeta trasciende lo vivido en otro tiempo, justo donde el sol es el único reino existente.
Así en la primera parte (“el mármol y la sangre”) Gahete encarna todo el dolor humano hallado en las ruinas de la antigua ciudad ibero-romana de Ituci Virtus Iulia (hoy yacimiento de Torreparedones), también la misteriosa y sacra soledad de la cella colmada de exvotos y sueños:

 «Ituci Virtus Iuli se complace, 
/ deja granar el semen y la savia 
/ dispersas sobre el lomo de la bruma. 
/ Un ventalle de sol cruza su sombra […]
 Regreso de la cella donde Dea Caelesttis,
 / velando los misterios bajo lascas de arena,
 / pervive en el hechizo de su luz anicónica».

 Mas el poeta, dolorido, recorrerá aún Sagunto, Numancia, y será testigo en Farsalia de nuevas y numerosas muertes. En la segunda parte (“la nieve y el fuego”) el poeta, alarmado por la cruel realidad que le rodea nos alerta de la indolente actitud del hombre:

 «¡Será que respirando tan inhumano aliento, 
/ tanto tósigo amargo, tan podrecido polvo /
 nunca será posible que nazca el hombre nuevo!».

 Gahete deja para el final “el acero y el oro”, el temblor de la palabra que aviva el corazón y late apasionada en la búsqueda de la otra tierra, hermana siempre, de América:


 «Aquella fe imposible no se llamaba España
 / aunque España elanzara espíritus de cuerda 
/ colgados de la noche.
 / No se llamaba lluvia ni mar ni tempestades, 
/ no estaba construida sobre un nido de sueños. 
/ Aquella fe imposible de rojos gamellones 
/ era un grito implorante con el nombre de América». 

Gahete es voz y grito que recorre la tierra entera, lenta y profusamente, hasta alcanzar el más grande de los sueños: la fraternidad universal. De esta manera, “Los reinos solares”, viene a ser un poemario distinto, una obra de arte más, donde la palabra ocupa un lugar principal, conformando así un universo multicultural, en el que el mestizaje de creencias y dioses confraternizan hasta alcanzar la esencia misma de la existencia humana:

 «Hermano de tu hermano de sangre americana,
 / el máncer del olvido, delfín de una locura, 
/ despierta ya del sueño de ayer que hoy es mañana».

 Poesía auténtica en la voz del gran poeta andaluz Manuel Gahete.





Título: Los reinos solares

Autor: Manuel Gahete

Edita: Ayuntamiento Rincón de la Victoria, 2014.




José Antonio Santano. Los reinos solares de Manuel Gahete


LOS REINOS SOLARES





Es un hecho incontestable que la poesía andaluza goza de una excelente salud. Y ateniéndonos a este premisa hay que reconocer que algunos nombres de poetas andaluces son ya imprescindibles en el panorama de la literatura española, por su calidad y su extraordinaria obra. Una de esas voces poéticas es la del cordobés de Fuente Obejuna Manuel Gahete. Su extensa obra así lo certifica. En el último año Gahete ha publicado cinco poemarios “El fuego en la ceniza”, “Motivos personales”, “La tierra prometida”, “Códice andalusí” y “Los reinos solares”. Ocupará nuestra atención este último, con el cual el poeta cordobés obtuvo el XXII Premio de poesía Ayuntamiento de Rincón de la Victoria “In memoriam Salvador Rueda”. La palabra es una luz cegadora, un vuelo a la más altas cumbres del sueño y sus abismos; una aventura hacia lugares ancestrales, mágicos y secretos que solo el poeta es capaz de alcanzar tras un largo camino. Gahete dedica este poemario a quienes sufren cualquier forma de violencia. El poeta concibe el poemario en tres apartados bien diferenciados: “el mármol y la sangre”, “la nieve y el fuego” y “el acero y el oro”. Desde siempre Gahete ha buscado en la palabra la belleza, de ahí su lenguaje cultista, por el cual cada vocablo está en el lugar exacto, medido, cuidado y mimado hasta el límite, deslumbrador como un diamante. Sin embargo, en este poemario Gahete ahonda en el verdadero significado de la poesía y busca, apasionadamente, otros caminos, otras formas con las cuales expresar la verdadera emoción y razón de existir, esa que nace en el corazón del hombre y permite –nos permite- sabernos seres humanos capaces de llorar o de reír, de sentir la herida ajena como propia. En “Los reinos solares” la mirada del poeta trasciende lo vivido en otro tiempo, justo donde el sol es el único reino existente.
Así en la primera parte (“el mármol y la sangre”) Gahete encarna todo el dolor humano hallado en las ruinas de la antigua ciudad ibero-romana de Ituci Virtus Iulia (hoy yacimiento de Torreparedones), también la misteriosa y sacra soledad de la cella colmada de exvotos y sueños:

 «Ituci Virtus Iuli se complace, 
/ deja granar el semen y la savia 
/ dispersas sobre el lomo de la bruma. 
/ Un ventalle de sol cruza su sombra […]
 Regreso de la cella donde Dea Caelesttis,
 / velando los misterios bajo lascas de arena,
 / pervive en el hechizo de su luz anicónica».

 Mas el poeta, dolorido, recorrerá aún Sagunto, Numancia, y será testigo en Farsalia de nuevas y numerosas muertes. En la segunda parte (“la nieve y el fuego”) el poeta, alarmado por la cruel realidad que le rodea nos alerta de la indolente actitud del hombre:

 «¡Será que respirando tan inhumano aliento, 
/ tanto tósigo amargo, tan podrecido polvo /
 nunca será posible que nazca el hombre nuevo!».

 Gahete deja para el final “el acero y el oro”, el temblor de la palabra que aviva el corazón y late apasionada en la búsqueda de la otra tierra, hermana siempre, de América:


 «Aquella fe imposible no se llamaba España
 / aunque España elanzara espíritus de cuerda 
/ colgados de la noche.
 / No se llamaba lluvia ni mar ni tempestades, 
/ no estaba construida sobre un nido de sueños. 
/ Aquella fe imposible de rojos gamellones 
/ era un grito implorante con el nombre de América». 

Gahete es voz y grito que recorre la tierra entera, lenta y profusamente, hasta alcanzar el más grande de los sueños: la fraternidad universal. De esta manera, “Los reinos solares”, viene a ser un poemario distinto, una obra de arte más, donde la palabra ocupa un lugar principal, conformando así un universo multicultural, en el que el mestizaje de creencias y dioses confraternizan hasta alcanzar la esencia misma de la existencia humana:

 «Hermano de tu hermano de sangre americana,
 / el máncer del olvido, delfín de una locura, 
/ despierta ya del sueño de ayer que hoy es mañana».

 Poesía auténtica en la voz del gran poeta andaluz Manuel Gahete.





Título: Los reinos solares

Autor: Manuel Gahete

Edita: Ayuntamiento Rincón de la Victoria, 2014.




Por José Antonio Santano. Los reinos solares de Manuel Gahete




LOS REINOS SOLARES




Es un hecho incontestable que la poesía andaluza goza de una excelente salud. Y ateniéndonos a este premisa hay que reconocer que algunos nombres de poetas andaluces son ya imprescindibles en el panorama de la literatura española, por su calidad y su extraordinaria obra. Una de esas voces poéticas es la del cordobés de Fuente Obejuna Manuel Gahete. Su extensa obra así lo certifica. En el último año Gahete ha publicado cinco poemarios “El fuego en la ceniza”, “Motivos personales”, “La tierra prometida”, “Códice andalusí” y “Los reinos solares”. Ocupará nuestra atención este último, con el cual el poeta cordobés obtuvo el XXII Premio de poesía Ayuntamiento de Rincón de la Victoria “In memoriam Salvador Rueda”. La palabra es una luz cegadora, un vuelo a la más altas cumbres del sueño y sus abismos; una aventura hacia lugares ancestrales, mágicos y secretos que solo el poeta es capaz de alcanzar tras un largo camino. Gahete dedica este poemario a quienes sufren cualquier forma de violencia. El poeta concibe el poemario en tres apartados bien diferenciados: “el mármol y la sangre”, “la nieve y el fuego” y “el acero y el oro”. Desde siempre Gahete ha buscado en la palabra la belleza, de ahí su lenguaje cultista, por el cual cada vocablo está en el lugar exacto, medido, cuidado y mimado hasta el límite, deslumbrador como un diamante.
Sin embargo, en este poemario Gahete ahonda en el verdadero significado de la poesía y busca, apasionadamente, otros caminos, otras formas con las cuales expresar la verdadera emoción y razón de existir, esa que nace en el corazón del hombre y permite –nos permite- sabernos seres humanos capaces de llorar o de reír, de sentir la herida ajena como propia. En “Los reinos solares” la mirada del poeta trasciende lo vivido en otro tiempo, justo donde el sol es el único reino existente. Así en la primera parte (“el mármol y la sangre”) Gahete encarna todo el dolor humano hallado en las ruinas de la antigua ciudad ibero-romana de Ituci Virtus Iulia (hoy yacimiento de Torreparedones), también la misteriosa y sacra soledad de la cella colmada de exvotos y sueños:

 «Ituci Virtus Iuli se complace, 
/ deja granar el semen y la savia 
/ dispersas sobre el lomo de la bruma. 
/ Un ventalle de sol cruza su sombra […]
 Regreso de la cella donde Dea Caelesttis,
 / velando los misterios bajo lascas de arena,
 / pervive en el hechizo de su luz anicónica».

 Mas el poeta, dolorido, recorrerá aún Sagunto, Numancia, y será testigo en Farsalia de nuevas y numerosas muertes. En la segunda parte (“la nieve y el fuego”) el poeta, alarmado por la cruel realidad que le rodea nos alerta de la indolente actitud del hombre:

 «¡Será que respirando tan inhumano aliento, 
/ tanto tósigo amargo, tan podrecido polvo /
 nunca será posible que nazca el hombre nuevo!».

 Gahete deja para el final “el acero y el oro”, el temblor de la palabra que aviva el corazón y late apasionada en la búsqueda de la otra tierra, hermana siempre, de América:


 «Aquella fe imposible no se llamaba España
 / aunque España elanzara espíritus de cuerda 
/ colgados de la noche.
 / No se llamaba lluvia ni mar ni tempestades, 
/ no estaba construida sobre un nido de sueños. 
/ Aquella fe imposible de rojos gamellones 
/ era un grito implorante con el nombre de América». 

Gahete es voz y grito que recorre la tierra entera, lenta y profusamente, hasta alcanzar el más grande de los sueños: la fraternidad universal. De esta manera, “Los reinos solares”, viene a ser un poemario distinto, una obra de arte más, donde la palabra ocupa un lugar principal, conformando así un universo multicultural, en el que el mestizaje de creencias y dioses confraternizan hasta alcanzar la esencia misma de la existencia humana:

 «Hermano de tu hermano de sangre americana,
 / el máncer del olvido, delfín de una locura, 
/ despierta ya del sueño de ayer que hoy es mañana».

 Poesía auténtica en la voz del gran poeta andaluz Manuel Gahete.





Título: Los reinos solares

Autor: Manuel Gahete

Edita: Ayuntamiento Rincón de la Victoria, 2014.




Por José Antonio Santano. Los reinos solares de Manuel Gahete




LOS REINOS SOLARES




Es un hecho incontestable que la poesía andaluza goza de una excelente salud. Y ateniéndonos a este premisa hay que reconocer que algunos nombres de poetas andaluces son ya imprescindibles en el panorama de la literatura española, por su calidad y su extraordinaria obra. Una de esas voces poéticas es la del cordobés de Fuente Obejuna Manuel Gahete. Su extensa obra así lo certifica. En el último año Gahete ha publicado cinco poemarios “El fuego en la ceniza”, “Motivos personales”, “La tierra prometida”, “Códice andalusí” y “Los reinos solares”. Ocupará nuestra atención este último, con el cual el poeta cordobés obtuvo el XXII Premio de poesía Ayuntamiento de Rincón de la Victoria “In memoriam Salvador Rueda”. La palabra es una luz cegadora, un vuelo a la más altas cumbres del sueño y sus abismos; una aventura hacia lugares ancestrales, mágicos y secretos que solo el poeta es capaz de alcanzar tras un largo camino. Gahete dedica este poemario a quienes sufren cualquier forma de violencia. El poeta concibe el poemario en tres apartados bien diferenciados: “el mármol y la sangre”, “la nieve y el fuego” y “el acero y el oro”. Desde siempre Gahete ha buscado en la palabra la belleza, de ahí su lenguaje cultista, por el cual cada vocablo está en el lugar exacto, medido, cuidado y mimado hasta el límite, deslumbrador como un diamante.
Sin embargo, en este poemario Gahete ahonda en el verdadero significado de la poesía y busca, apasionadamente, otros caminos, otras formas con las cuales expresar la verdadera emoción y razón de existir, esa que nace en el corazón del hombre y permite –nos permite- sabernos seres humanos capaces de llorar o de reír, de sentir la herida ajena como propia. En “Los reinos solares” la mirada del poeta trasciende lo vivido en otro tiempo, justo donde el sol es el único reino existente. Así en la primera parte (“el mármol y la sangre”) Gahete encarna todo el dolor humano hallado en las ruinas de la antigua ciudad ibero-romana de Ituci Virtus Iulia (hoy yacimiento de Torreparedones), también la misteriosa y sacra soledad de la cella colmada de exvotos y sueños:

 «Ituci Virtus Iuli se complace, 
/ deja granar el semen y la savia 
/ dispersas sobre el lomo de la bruma. 
/ Un ventalle de sol cruza su sombra […]
 Regreso de la cella donde Dea Caelesttis,
 / velando los misterios bajo lascas de arena,
 / pervive en el hechizo de su luz anicónica».

 Mas el poeta, dolorido, recorrerá aún Sagunto, Numancia, y será testigo en Farsalia de nuevas y numerosas muertes. En la segunda parte (“la nieve y el fuego”) el poeta, alarmado por la cruel realidad que le rodea nos alerta de la indolente actitud del hombre:

 «¡Será que respirando tan inhumano aliento, 
/ tanto tósigo amargo, tan podrecido polvo /
 nunca será posible que nazca el hombre nuevo!».

 Gahete deja para el final “el acero y el oro”, el temblor de la palabra que aviva el corazón y late apasionada en la búsqueda de la otra tierra, hermana siempre, de América:


 «Aquella fe imposible no se llamaba España
 / aunque España elanzara espíritus de cuerda 
/ colgados de la noche.
 / No se llamaba lluvia ni mar ni tempestades, 
/ no estaba construida sobre un nido de sueños. 
/ Aquella fe imposible de rojos gamellones 
/ era un grito implorante con el nombre de América». 

Gahete es voz y grito que recorre la tierra entera, lenta y profusamente, hasta alcanzar el más grande de los sueños: la fraternidad universal. De esta manera, “Los reinos solares”, viene a ser un poemario distinto, una obra de arte más, donde la palabra ocupa un lugar principal, conformando así un universo multicultural, en el que el mestizaje de creencias y dioses confraternizan hasta alcanzar la esencia misma de la existencia humana:

 «Hermano de tu hermano de sangre americana,
 / el máncer del olvido, delfín de una locura, 
/ despierta ya del sueño de ayer que hoy es mañana».

 Poesía auténtica en la voz del gran poeta andaluz Manuel Gahete.





Título: Los reinos solares

Autor: Manuel Gahete

Edita: Ayuntamiento Rincón de la Victoria, 2014.




SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986