SALÓN DE LECTURA
_________________________________ José Antonio Santano
OSCÚRAME
Cada año el reencuentro con
la poesía iberoamericana está asegurado en la ciudad dorada, en la
bella, sabia y lumínica Salamanca. En esta incomparable ciudad,
poesía en sí misma, los versos nacen de cada piedra, se elevan
hasta alcanzar las nubes, huele a lluvia en sus calles y los
silencios fluyen por doquier hasta ensordecer al visitante. Dos
libros de poemas nacieron consecuencia del fallo del III Premio
Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”: “La
metáfora del corazón”, del jiennense afincado en Ávila José
Pulido (reseñado en esta misma sección hace unos meses) y
“Oscúrame”, de Ingrid Valencia (Ciudad de México, 1983), de tal
manera que, madurez y juventud, quedaban ensambladas, unidas en la
auténtica y eterna voz de la poesía. Ingrid Velencia sabe bien que
a la luz se llega desde la oscuridad, que los silencios no son sino
latidos del corazón y que la palabra es la única verdad capaz de
transformar el mundo. “Oscúrame” es, por su frescura y
modernidad, un libro que sitúa a la poesía latinoamericana actual
en un lugar de excelencia. Su variada temática y registros son
garantía suficiente para adentrarse en sus páginas y dejarse llevar
por la corriente de sus sonidos, con su lenguaje preciso. La poeta
bebe de la más culta tradición poética mejicana, pero también de
una realidad que se le muestra en toda su pureza, y no caben medias
tintas, tan dura como frágil, a la que tiene que enfrentarse cada
día desde la soledad que la palabra abriga. Escribe certeramente la
profesora de la Universidad de Salamanca y prologuista de este libro
Carmen Ruiz Barrionuevo: «La palabra, por tanto, es el instrumento
indispensable en la poesía de Ingrid Valencia, útil y sólida
herramienta arraiga en la responsabilidad frente a la escritura
constituyéndola como poeta de la palabra». Y así es, la palabra en
su desnudez y su caleidoscópica forma, armonizadora, clara y
precisa, rompedora y magnánima, intensa y lumínica, toda alma
nacida de la oscuridad y los silencios. Ingrid Valencia nos habla
desde la verdad –su verdad poemática- que resplandece en cada
verso, allá en los orígenes: «Comienzo, sí, a mirarme, / a
recordar la danza, el aleteo, / el frágil desequilibrio / de abrirse
paso / por dentro de la piel, / incluso en la multitud / de aves que
mueren / cada noche mientras respiro». La vida es el aliento que
alimenta y fluye como agua cristalina de un manantial inagotable, que
se adentra a lo más hondo del pensamiento y reclama su luz, toda la
luz del mundo, como así Ingrid Valencia lo muestra en estos versos
pertenecientes al poema Iztaccíhuatl: «Esta es la vida, una tarde /
que se pliega y recorre / el temor, / la súplica / de volver, un día
más, / a los callejones del asombro». Esa capacidad de
sorprendernos aún por las más bellas y pequeñas cosas es
intrínseca al universo poético de Valencia, la fuerza que mana de
su palabra toma el vuelo hacia el espacio celeste y permanece en él
la certeza de haber construido e interiorizado un don especial que
devuelve la esperanza en la poesía, en este caso, que nos llega de
la hermana latinoamericana como un fulgor inagotable. La poesía
mexicana que nos ocupa en esta ocasión bien merece, de la mano de
Ingrid Valencia, una parada, una reflexión profunda sobre forma y
fondo, de tal manera que en su reflejo podamos atisbar otros mundos
desconocidos, otras vidas que esperan desde antaño que volvamos a
los orígenes para conocer mejor nuestro futuro destino: «Los ecos
se mezclan / con las voces, con la piedra / derrumbada. // Ya en el
polvo, / las luces se abren / y me abandono al origen». Sin duda
alguna “Oscúrame” es un libro distinto y singular, que se aparta
de las modas y los estereotipos actuales de la poesía española, y
por esa misma razón, y habiendo sido escrito desde una mirada joven
pero serena es necesario su lectura, sin prisas, con lento deleite,
abismándose en la palabra que ilumina cada verso, donde el yo
poético crece y crece al unísono con los paisajes naturales, la
soledad y todos los silencios que inundan la oscuridad lumínica del
ser humano, en ese devenir de un presente cada vez más incierto y
alarmante. La poeta no puede abstraerse de la realidad –su
realidad- y parecer ajena al mundo que la rodea. De ahí que su voz
suene a verbos que fluyen como el agua de los ríos, que los regresos
sean el camino sondeado y que todo lo vivido, lo humanamente vivido,
sea la razón y la esencia de los asombros que comienzan desde
adentro, desde la oscuridad y los silencios que iluminan cada día la
existencia. Ingrid Valencia lo sabe y por eso escribe desde el “yo”
para el “otro”, compartiendo su experiencias a través de la
única forma que conoce: la palabra. Poeta intimista y rebelde, de
mirada escrutadora nos deja en “Oscúrame” la grandeza de su
palabra poética: «Soy yo en la maleza, / en el rostro humano / que
se ciega y rompe / las ciudades, las orillas, / el atardecer de los
ojos / cuando estallan». “Oscúrame”: poesía en estado puro.
Título:
Oscúrame
Autor:
Ingrid Velencia
Edita:
Diputación de Salamanca (2016)