1.- Juan
Secaira Velástegui (Quito,
Ecuador, 1971).
Ha
publicado Obsesiones urbanas, ensayo, editorial El Tábano,
2007. El poemario Construcción del vacío, editorial
Sarasvati, Nueva York, 2009, mención especial del premio de poesía
Ángel Miguel Pozanco (España). El libro de poesía No es dicha
(Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade), editorial El
Tábano, 2012. La plaqueta de poesía Geografía de la edad,
2013. El libro de poesía Sujeto de ida, Casa de la Cultura
Ecuatoriana, 2014. Y el poemario Ribera de cristal, Ediciones
de Pandora, Tampa-Florida, 2015. Ha sido uno de los ganadores del
Concurso Nacional de Poesía El Retorno, 2009 y 2011. En el 2008
se adjudicó un accésit en el concurso de poesía de la
revista española Katharsis. Su poesía se encuentra en
antologías nacionales e internacionales.
Oído de mar
El
tiempo en el que
las
olas se apaciguan
y
el desprevenido no escucha
la
réplica constante de los días.
Mi
madre tiene un mundo en su oído izquierdo
permanece
cada
tarde en mareos y penumbras.
Mi
padre tiene a mi madre.
Nada
es comprensible entre orillas y escombros
mientras
el
agua silente
también
se
deja ir.
(Inédito)
La
función del espectro
Se
aguarda el placer de la siguiente dosis
en
aquel cuerpo impaciente y necio
como
un animal que
encerrado
en la bóveda del juicio o en la
maquinaria
de un tejido angosto
olvida
bajo
cada línea
detenerse
a
tiempo.
(Inédito)
Garúa
y la noción de la naturaleza predomina como una unidad etérea.
Olor
a añoranza
como
si el tiempo se detuviera en los gritos campesinos
en
la fuerza y la sabiduría de su labranza.
La
farragosa presencia de la ley
el
frenesí del tren sobre rieles rotas.
Lluvia
y una desesperanza continua y solitaria
como
el ceceo de un dios menor a la distancia.
No
es paisaje: en la única parada de bus esperamos por un ser
que
no llega cancelado en su Babel de miedo y lejanía
la
piel de nuestra suerte
y
el obelisco creciendo en un cielo negro y callado.
A
esa edad la impunidad se restriega en los días: no se entiende ni se
detiene
el
pensamiento es una carrera para llegar a algún lugar
flores
arbustos y los cuentos de la abuela.
Veinte
años después recorro la ciudad enfermo
porque
de los enfermos será el reino de la poesía
de
los desposeídos realmente
de
los que flameamos la fe como única pregunta.
Sin
abuelas ya
sin
arbustos
una
ciudad deshabitada
una
foto en la mesa
materia
de la furia.
(Inédito)
De
película
Vemos
una película
Relatos
Salvajes
y dices
que
somos idénticos a la pareja de la última historia.
La
última que no es de ningún modo la última.
Hay
resplandor también en el olvido
en
la prosperidad del capricho
la
disciplina del cuerpo inmóvil radica en caer
con
suficiencia.
No
se distinguen el gusto ni las plantas que crecen en el
extremo
de nuestro jardín.
Han
desaparecido como tantas cosas y personas
las
emociones compartidas en ningún baúl
donde
guardarse por un tiempo inexistente y breve
como
el sol que creíamos eterno
en
noches de frío
su
espera.
Sanarse
lentamente aprendiendo a escuchar y decir
los
latidos de los otros de los que se han quedado hasta el final
del
viaje
para
formar el reparto
de
esta película B
que
es la vida.
(Inédito)
Responde
Infinitamente
infiel es la memoria
depende
y al depender muere en sus múltiples versiones.
Preguntarse
es como poner los restos debajo de la alfombra del comedor.
¿Dónde
estarán los amigos de juegos de siempres y jamases?
¿El
verbo suspendido en la inconciencia?
La
distancia del sentido abarca el tiempo.
El
dolor del dolor promete volar.
Tres
meses sin tratamiento
concentrarse
para hacerlo invisible.
Iremos
mañana a la farmacia
si
el cuerpo responde le diremos gracias.
Nadie
es completamente sano solo se esconde.
Mi
amiga más querida me enseñó a cerrar los ojos
para
abrirlos de verdad.
Alguno
que otro afán
florece
cuando siento las manos
las
re-siento
en
campo abierto
naciente
brioso
pulso.
(Inédito)