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UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO. SALÓN DE LECTURA.



UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO

Si se hiciera un estudio riguroso de la poesía en lengua española de las últimas décadas hasta hoy, casi seguro que nos daríamos de frente con una realidad difícil de admitir: no es oro todo lo que reluce. Ocurre que suenan más los nombres que las obras. La poesía ha quedado fragmentada, dividida entre los que están y los que son pero no están. Este es el quid de la cuestión. Lo mismo que en la sociedad ha calado el discurso de la mediocridad y el pensamiento único, en la poesía ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Si leemos con detenimiento las obras poéticas más recientes comprenderemos mejor esta circunstancia. La bonanza de la poesía y de la joven en particular no es tanta como se nos quiere hacer creer. No toda innovación o todo lo nuevo es bueno. El hecho experimental es importante, pero no lo es menos el de la diferencia, esa búsqueda del poeta por encontrar su propia voz, que es de lo que adolece la poesía a la que me he referido con anterioridad. El poeta no puede ser un amanuense, un copista que repite sin cesar la misma escritura que sus coetáneos. Hay que arriesgar, huir de lo fácil y adentrarse en el silencio y la oscuridad, bucear en la palabra para hallar la palabra misma, esa que es capaz de sacudirnos, de electrizarnos por el resplandor de su propia luz. Habría que revisar con detenimiento el devenir de los últimos años, siempre desde el respeto a la diferencia y la justa valoración de las obras escritas en ese período, y he dicho obras y no nombres. Consecuencia de una reflexión profunda y ese continuo deseo de búsqueda del “yo” poético, determinado por la experiencia vivencial del poeta, sorprende el poemario “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo”, de joséagustín hayadelatorre (Perú, Lima, 1981), actualmente doctorando en literatura por la Universidad de Salamanca. Un experimento poético que parte del propio desarraigo del poeta, de la necesidad de comunicar con los demás para encontrarse a sí mismo, recorriendo para ello un camino de obstáculos salvables, pero a veces muy complejos. 

El poeta ahonda e interpreta todo lo que se muestra ante sus ojos, y en un ejercicio de latente curiosidad indaga y bucea en la condición humana a través de la realidad más cercana. Hayadelatorre contempla el diálogo permanente entre los opuestos como si fuese una necesidad imperiosa. Así, “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo” se convierte en un libro complejo en su estructura, en la forma y el fondo, donde cohabita la poesía y el poema en prosa. Para el poeta el desprendimiento de lo aprehendido alcanza un valor relevante, le apremia recorrer múltiples caminos para después desandarlos, hasta construir su verdad poética, su voz: «las virtudes de un poeta son / las de un asesino: a galope so- / bre un caballo ciego intenta / lacerar una selva pétrea hasta / encontrar su arteria. escucha / su sí mismo, el que no es él / donde es todos, y embellece / la destrucción y sueña lo que / destruye dándole a los muros / la forma de su rostro». Pero en esa búsqueda constante del “yo” poético no existe la exclusión del “otro”, todo lo contrario, porque su concepción del mundo no puede sino reivindicar lo humano: «…Yo recito / las lágrimas en las lápidas irradiadas del alba, las estampas / de la clarividencia en los entierros: soy centro y éxodo, / persisto ante el parpadeo. / He aquí el signo de la creación. Sólo existo / en el otro. Me determinan mi calidez nómada / y mi circunstancia sedentaria (La unida de la luz / es fragmentaria). Así, el tamaño de mi ausencia». La poesía de Hayadelatorre es reflexiva y profunda, no atiende lo superfluo, no le interesa lo banal, de ahí que siempre esté en continuo movimiento que suba y descienda, que frecuente el límite: «…Y sigo, / hacia el final de toda posesión…Resuelvo / hacia la dislocación: la mudez del grito. Y continúo / el descenso hacia la luz…». En este continuo divagar del poeta y su particular manera de interpretar el mundo destacan poemas clave como “Itinerario” («Preguntar por las últimas palabras de los libros y morir con el susurro en los labios»), “Desinencias”, “Virtud de la ceniza”, “Querella del doble”, “Lenguaje de los bosques” (la Naturaleza es una constante en su escritura) o “Nefelibata”, del que extraemos estos versos que cierran el poema: «Así, contempla desde las honduras los senderos / de la vida y la muerte. / Imagina tu hábitat en el desierto. Y habla / enumerando la nada, / tu existencia». Toda la tensión poética contenida en este libro podría resumirse con esta afirmación del poeta: «Priman las palabras para dar forma a las ideas, no al revés”.
Título: Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo
Autor: joséagustín hayadelatorre
Edita: Amargord (Madrid, 2016)



UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO. SALÓN DE LECTURA.



UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO

Si se hiciera un estudio riguroso de la poesía en lengua española de las últimas décadas hasta hoy, casi seguro que nos daríamos de frente con una realidad difícil de admitir: no es oro todo lo que reluce. Ocurre que suenan más los nombres que las obras. La poesía ha quedado fragmentada, dividida entre los que están y los que son pero no están. Este es el quid de la cuestión. Lo mismo que en la sociedad ha calado el discurso de la mediocridad y el pensamiento único, en la poesía ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Si leemos con detenimiento las obras poéticas más recientes comprenderemos mejor esta circunstancia. La bonanza de la poesía y de la joven en particular no es tanta como se nos quiere hacer creer. No toda innovación o todo lo nuevo es bueno. El hecho experimental es importante, pero no lo es menos el de la diferencia, esa búsqueda del poeta por encontrar su propia voz, que es de lo que adolece la poesía a la que me he referido con anterioridad. El poeta no puede ser un amanuense, un copista que repite sin cesar la misma escritura que sus coetáneos. Hay que arriesgar, huir de lo fácil y adentrarse en el silencio y la oscuridad, bucear en la palabra para hallar la palabra misma, esa que es capaz de sacudirnos, de electrizarnos por el resplandor de su propia luz. Habría que revisar con detenimiento el devenir de los últimos años, siempre desde el respeto a la diferencia y la justa valoración de las obras escritas en ese período, y he dicho obras y no nombres. Consecuencia de una reflexión profunda y ese continuo deseo de búsqueda del “yo” poético, determinado por la experiencia vivencial del poeta, sorprende el poemario “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo”, de joséagustín hayadelatorre (Perú, Lima, 1981), actualmente doctorando en literatura por la Universidad de Salamanca. Un experimento poético que parte del propio desarraigo del poeta, de la necesidad de comunicar con los demás para encontrarse a sí mismo, recorriendo para ello un camino de obstáculos salvables, pero a veces muy complejos. 

El poeta ahonda e interpreta todo lo que se muestra ante sus ojos, y en un ejercicio de latente curiosidad indaga y bucea en la condición humana a través de la realidad más cercana. Hayadelatorre contempla el diálogo permanente entre los opuestos como si fuese una necesidad imperiosa. Así, “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo” se convierte en un libro complejo en su estructura, en la forma y el fondo, donde cohabita la poesía y el poema en prosa. Para el poeta el desprendimiento de lo aprehendido alcanza un valor relevante, le apremia recorrer múltiples caminos para después desandarlos, hasta construir su verdad poética, su voz: «las virtudes de un poeta son / las de un asesino: a galope so- / bre un caballo ciego intenta / lacerar una selva pétrea hasta / encontrar su arteria. escucha / su sí mismo, el que no es él / donde es todos, y embellece / la destrucción y sueña lo que / destruye dándole a los muros / la forma de su rostro». Pero en esa búsqueda constante del “yo” poético no existe la exclusión del “otro”, todo lo contrario, porque su concepción del mundo no puede sino reivindicar lo humano: «…Yo recito / las lágrimas en las lápidas irradiadas del alba, las estampas / de la clarividencia en los entierros: soy centro y éxodo, / persisto ante el parpadeo. / He aquí el signo de la creación. Sólo existo / en el otro. Me determinan mi calidez nómada / y mi circunstancia sedentaria (La unida de la luz / es fragmentaria). Así, el tamaño de mi ausencia». La poesía de Hayadelatorre es reflexiva y profunda, no atiende lo superfluo, no le interesa lo banal, de ahí que siempre esté en continuo movimiento que suba y descienda, que frecuente el límite: «…Y sigo, / hacia el final de toda posesión…Resuelvo / hacia la dislocación: la mudez del grito. Y continúo / el descenso hacia la luz…». En este continuo divagar del poeta y su particular manera de interpretar el mundo destacan poemas clave como “Itinerario” («Preguntar por las últimas palabras de los libros y morir con el susurro en los labios»), “Desinencias”, “Virtud de la ceniza”, “Querella del doble”, “Lenguaje de los bosques” (la Naturaleza es una constante en su escritura) o “Nefelibata”, del que extraemos estos versos que cierran el poema: «Así, contempla desde las honduras los senderos / de la vida y la muerte. / Imagina tu hábitat en el desierto. Y habla / enumerando la nada, / tu existencia». Toda la tensión poética contenida en este libro podría resumirse con esta afirmación del poeta: «Priman las palabras para dar forma a las ideas, no al revés”.
Título: Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo
Autor: joséagustín hayadelatorre
Edita: Amargord (Madrid, 2016)



UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO.



UN BOSQUE ARDIENDO BAJO UN MAR DESNUDO

Si se hiciera un estudio riguroso de la poesía en lengua española de las últimas décadas hasta hoy, casi seguro que nos daríamos de frente con una realidad difícil de admitir: no es oro todo lo que reluce. Ocurre que suenan más los nombres que las obras. La poesía ha quedado fragmentada, dividida entre los que están y los que son pero no están. Este es el quid de la cuestión. Lo mismo que en la sociedad ha calado el discurso de la mediocridad y el pensamiento único, en la poesía ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Si leemos con detenimiento las obras poéticas más recientes comprenderemos mejor esta circunstancia. La bonanza de la poesía y de la joven en particular no es tanta como se nos quiere hacer creer. No toda innovación o todo lo nuevo es bueno. El hecho experimental es importante, pero no lo es menos el de la diferencia, esa búsqueda del poeta por encontrar su propia voz, que es de lo que adolece la poesía a la que me he referido con anterioridad. El poeta no puede ser un amanuense, un copista que repite sin cesar la misma escritura que sus coetáneos. Hay que arriesgar, huir de lo fácil y adentrarse en el silencio y la oscuridad, bucear en la palabra para hallar la palabra misma, esa que es capaz de sacudirnos, de electrizarnos por el resplandor de su propia luz. Habría que revisar con detenimiento el devenir de los últimos años, siempre desde el respeto a la diferencia y la justa valoración de las obras escritas en ese período, y he dicho obras y no nombres. Consecuencia de una reflexión profunda y ese continuo deseo de búsqueda del “yo” poético, determinado por la experiencia vivencial del poeta, sorprende el poemario “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo”, de joséagustín hayadelatorre (Perú, Lima, 1981), actualmente doctorando en literatura por la Universidad de Salamanca. Un experimento poético que parte del propio desarraigo del poeta, de la necesidad de comunicar con los demás para encontrarse a sí mismo, recorriendo para ello un camino de obstáculos salvables, pero a veces muy complejos. 

El poeta ahonda e interpreta todo lo que se muestra ante sus ojos, y en un ejercicio de latente curiosidad indaga y bucea en la condición humana a través de la realidad más cercana. Hayadelatorre contempla el diálogo permanente entre los opuestos como si fuese una necesidad imperiosa. Así, “Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo” se convierte en un libro complejo en su estructura, en la forma y el fondo, donde cohabita la poesía y el poema en prosa. Para el poeta el desprendimiento de lo aprehendido alcanza un valor relevante, le apremia recorrer múltiples caminos para después desandarlos, hasta construir su verdad poética, su voz: «las virtudes de un poeta son / las de un asesino: a galope so- / bre un caballo ciego intenta / lacerar una selva pétrea hasta / encontrar su arteria. escucha / su sí mismo, el que no es él / donde es todos, y embellece / la destrucción y sueña lo que / destruye dándole a los muros / la forma de su rostro». Pero en esa búsqueda constante del “yo” poético no existe la exclusión del “otro”, todo lo contrario, porque su concepción del mundo no puede sino reivindicar lo humano: «…Yo recito / las lágrimas en las lápidas irradiadas del alba, las estampas / de la clarividencia en los entierros: soy centro y éxodo, / persisto ante el parpadeo. / He aquí el signo de la creación. Sólo existo / en el otro. Me determinan mi calidez nómada / y mi circunstancia sedentaria (La unida de la luz / es fragmentaria). Así, el tamaño de mi ausencia». La poesía de Hayadelatorre es reflexiva y profunda, no atiende lo superfluo, no le interesa lo banal, de ahí que siempre esté en continuo movimiento que suba y descienda, que frecuente el límite: «…Y sigo, / hacia el final de toda posesión…Resuelvo / hacia la dislocación: la mudez del grito. Y continúo / el descenso hacia la luz…». En este continuo divagar del poeta y su particular manera de interpretar el mundo destacan poemas clave como “Itinerario” («Preguntar por las últimas palabras de los libros y morir con el susurro en los labios»), “Desinencias”, “Virtud de la ceniza”, “Querella del doble”, “Lenguaje de los bosques” (la Naturaleza es una constante en su escritura) o “Nefelibata”, del que extraemos estos versos que cierran el poema: «Así, contempla desde las honduras los senderos / de la vida y la muerte. / Imagina tu hábitat en el desierto. Y habla / enumerando la nada, / tu existencia». Toda la tensión poética contenida en este libro podría resumirse con esta afirmación del poeta: «Priman las palabras para dar forma a las ideas, no al revés”.
Título: Un bosque ardiendo bajo un mar desnudo
Autor: joséagustín hayadelatorre
Edita: Amargord (Madrid, 2016)


SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986