SALÓN DE
LECTURA
José Antonio Santano
Yolanda Izard
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SALÓN DE LECTURA por JOSÉ ANTONIO SANTANO EN EL PERIÓDICO IDEAL 24/06/2020 |
Cuántas
veces el hombre camina a la deriva, sin saber que en un instante todo
puede cambiar, que una palabra cualquiera, un gesto, una mirada
pueden eclosionar de tal manera que la vida, esa que nos mostraba su
cara más ruinosa y dramática, nos refugia en su seno y nos procura
un nuevo sentido, una nueva forma de contemplar lo que sucede delante
de nuestras propias narices y antes se ocultaba con rigurosa
severidad. La rutina nos desborda con tanta crueldad a veces que
somos incapaces enfrentarnos a ella, de sacudirnos de un golpe su
pesada carga, dejándonos llevar por la azarosa fortuna. Pasa que en
contadas ocasiones se tiene la certeza de haber hallado el camino
hacia alguna parte, por estar antes perdido y en ninguna. Pocas veces
sucede, pero cuando se produce el hecho que nos alumbra y nos
convierte en seres distintos, merece la pena recordarlo. En la vida,
como en la poesía, la búsqueda por hallar esa luz redentora que nos
sublima elevándonos a no se sabe qué planeta, es imperecedera. Cada
poeta es uno y diferente, la experiencia siempre marca el camino,
pero la voz siempre ha de ser propia, sin ambages de ningún tipo,
una y singular, capaz de emocionar y contagiar al lector, de evocar y
trascender la evocación misma, de hacernos temblar con el silencio
de la palabra desnuda y libre. Así es como la poesía entra en
connivencia con la vida, y viceversa, y una vez al compás de su
música toda luz y verbo. Algo de todo esto acontece cuando uno se
acerca al último poemario de Yolanda Izard (Béjar, Salamanca,
1959), titulado “Lumbre y ceniza”, galardonado con el Premio
Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana”
2019, también finalista del Premio de la Crítica de Castilla-León
2020. Yolanda Izard nos propone adentrarnos en su íntimo universo,
en la palaba que dibuja desde la experiencia vital y cotidiana otros
mundos, donde la honda reflexión va construyendo un edificio
singular por su lenguaje y trascendencia de lo elegíaco, de la
memoria que rastrea lo vivido y sentido. Nos depara Izard una
aventura a la raíz del ser en consonancia estrecha con lo aprendido
y la emoción que rige el corazón. Consigue la poeta contagiarnos de
su depurada sensibilidad en un tiempo tan ajeno a la belleza del
alma, en ella tan segura y fortalecida. La simbología, el uso de la
metáfora, dentro de la más honesta tradición poética española,
hacen que “Lumbre y ceniza” contenga verdaderas perlas poéticas.
Esa fuerza interna que empodera los versos, surge como un ciclón
lingüístico, metapoético unas veces: «La poesía debe ser otra
cosa. / Debe anidar en parajes destartalados / donde apenas habita la
sombra del lirio 7 Y despeñarse entre las arrugas del hombre /
cinceladas con la tristeza. / Debe decir palabras que no hayan sido
dichas / pues proceden de la imaginación de los ángeles / y de la
inspiración del loco, / y alertar sobre el estado del corazón, / de
su tendencia a recomponerse y naufragar / en cualquier sitio entre el
mundo y las almas», y otras, como una intensa luz que ilumina el
camino. No es casual que nuestra poeta persiga a la palabra y la
interiorice hasta ser otra y diferente, silenciosa y sonora a un
tiempo, a ese inoculado en las venas y que surge para reconciliarnos
con nosotros mismos. Así adopta ese tono elegíaco en su recuerdo
del padre: «Puso su mano sobre hombro. / Abajo, más allá de la
nieve, / sombras inquietantes envolvían mi casa, / pero alrededor de
mi padre / solo había destellos/ del color del ámbar silencioso».
Es la voz de Yolanda Izard en toda su esencialidad y autenticidad,
destacada y singular: «De la oscuridad vengo yo, una mujer oscura y
silenciosa / que siente la respiración del viento / y oye el llanto
de los álamos».
Título:
Lumbre y ceniza
Autor:
Yolanda Izard Anaya
Editorial: Devenir
(2019)