LA MESA ITALIANA
El poeta necesita del desdoblamiento, de la mutación para
enriquecerse con los otros yos, vivir cada uno de ellos con la misma
intensidad, esa que nos abrasa en la pérdida de lo cercano. Dice el
gran poeta Rafael Guillén que el buen escritor es aquel que anda por
el borde del abismo, y añado, el que se abisma en el vacío de la
nada, de la oscuridad o el fulgor de lo inexistente o desconocido
para crear una realidad distinta y quizá única, pero no menos
verdadera que la realidad misma. La prestigiosa editorial
Renacimiento nos propone una nueva aventura poética de Víctor
Jiménez (Sevilla, 1957): «La mesa italiana», que es, «en teatro y
por extensión en cine y televisión, una lectura conjunta con todo
el reparto de un guión», como así aclara al inicio del libro su
autor. Y, ciertamente, el poeta es uno y todos los actores del
reparto a la vez, y así lo manifiesta desde el primer poema, un
certero y magnífico soneto, del que reproducimos el último terceto:
«Sólo el reparto, apenas unos pocos, / para leer, sin cámaras ni
focos, / el guión inacabado de tu vida». No hay duda de que Víctor
Jiménez es un gran sonetista y que su dominio del endecasílabo es
extraordinario, hecho podrá comprobarse a lo largo de la lectura
este poemario. Su celo y cuidado en mantener a buen recaudo la mejor
tradición poética española es un garante de su particular modo de
entender la vida, esa vida inacabada a la que hace referencia en el
poema que da título al libro. El poeta es actor de actores, y esta
circunstancia nos llevará a comprender mejor el universo poético
–vital- que nos muestra. Lo hará en cuatro actos o secuencias
carentes de título o marbete, pero bien definidas y diferenciadas,
en las que la infancia, los trenes, las películas y el amor
conformarán la temática de este gran guión llamado vida. Se
adentrará el poeta en el territorio de la infancia en el poema
«Niebla en el pasado» y buceará en el recuerdo de los inviernos,
en esa niebla de la magia e ilusión de la epifanía: «Y mira y pasa
entre la niebla y va, / en esa tarde mágica de enero, / en busca de
Tres Magos que le traen, / desde Oriente, regalos, caramelos… / Más
vuelve el frío y sigo solo y sigue / el niño aquel perdiéndose a
lo lejos». El tiempo que nos aleja, que rememora la soledad en la
que vive , que siente el poeta en una estación de tren cualquiera, a
la espera de un tren que nunca llega: «Siempre nos clava el tiempo
sus agujas. / Y aquí te ves, te ves al fin tan solo / como el que
espera en el andén vacío / de otra vieja estación abandonada / el
tren aquel que nunca ha de llegar». El soneto como metro distintivo
de la personalidad poética de Víctor Jiménez, la contundencia del
endecasílabo en la pantalla del cine de la vida, un rosario de
imágenes que marcarán cada instante vivido, y el amor como fulgor
siempre: «La que conmigo va, viene a mi encuentro. / Contigo va
quien quiero, / quien por mi corazón quema sus naves. / La que
comprende lo que no le digo / y me lee en los labios que la espero. /
La que tú llevas dentro y en el fondo ya sabes / que una noche de
luz vendrá conmigo». En «Un grito en la oscuridad» el poeta vacía
todo el dolor por la ausencia del recuerdo que el Alzheimer provoca
en la madre: «Se ha perdido una niña, / desvalida y desnuda, / en
su mundo de niebla, / en las calles del tiempo, / como si llevara, /
arrasándolo todo, / un vendaval terrible / de regreso a la nada. /
Se ha perdido una niña / de más de ochenta años…» No ajeno a la
realidad de las redes sociales, se adentra en sus soledades, en su
incomunicación; recordará al amigo poeta en la figura del
tristemente desaparecido Rafael de Cózar, como reclamo de una
poética que ronda también la muerte: «Por distintas razones del
alma y los latidos, / andando llevo un tiempo a vueltas con la
muerte. […] Porque hay vidas que duran lo que quiere la muerte / y
muertes hay que duran lo que quiere la vida». Vida y pura poesía la
que hallamos en este poemario de Víctor Jiménez, que puede
resumirse en el último de los poemas, “Pregúntale al viento” y
estos versos: «Me preguntas, amigo, de quién hablo. / Si soy el
personaje que va y viene, / con más nubes que claros, y más dudas,
/ de poema en poema, por el libro…Y no sé qué decirte…porque, a
veces, / tampoco sé quién soy ni quién he sido». Lo dicho, pura
poesía.
Título:
La mesa italiana
Autor:
Víctor Jiménez
Editorial:
Renacimiento (Sevilla, 2015)