Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta José Antonio Santano Serrano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta José Antonio Santano Serrano. Mostrar todas las entradas

TRES ANTOLOGÍAS DIFERENTES

 




 Escaparate de libros _____________________ José Antonio Santano


Si se hubieran puesto de acuerdo los tres poetas para publicar sus textos antológicos seguro que no habrían coincidido en el tiempo como ha sucedido realmente en estos días. A los tres vates que se citan en este Escaparate de libros les une una amistad larga y duradera, la pasión por la poesía de calidad y un movimiento o corriente poética de la que participaron activamente. Dos son granadinos y uno sevillano: Antonio Enrique, Fernando de Villena y Pedro Rodríguez Pacheco. Cada uno por separado y sin saber los unos de los otros han publicado recientemente sus antologías poéticas. Antonio Enrique (Granada, 1953) lo hace con El siglo transparente [Antología poética 1974-2020], un volumen que abre con una cita de Wallace Stevens: «La poesía es un faisán que se pierde en la espesura» y que contiene poemas de sus veinte libros publicados hasta ahora. Como novedad a esta edición cabe destacar el comentario del autor a cada uno de los libros signados en esta antología, desde el primero de ellos Poema de la Alhambra (1974) hasta el último Resplandor (2020), al indicar el proceso de creación o el tiempo empleado en cada uno de los poemarios y las referencias críticas del mismo, algo novedoso en este tipo de textos. Sobre la poesía contenida en esta antología, ya se ha dicho mucho, bien y variado, de tal manera que los lectores podrán encontrar en esta bella edición una de las voces más destacadas de la poesía española y andaluza, de múltiples registros y temáticas. Como muestra de esta antología sirvan los versos que se reproducen a continuación pertenecientes a su libro La palabra muda: «Llueve sobre la luna la carbonilla / de los calcinados. / Se posa sobre los hombros la ceniza / y se respira las almas que ya no vuelven. // El tren maldito / no para de resoplar / anclado en el andén. / Lo ves de lejos cada día, / brillando como un ataúd interminable». 


La segunda de las antologías viene de la mano de Baker Street Ediciones, titulada Las estaciones de la existencia. Antología poética (1980-2020), cuyo autor es el también poeta granadino Fernando de Villena (1956). La producción poética de Fernando de Villena es extraordinariamente fructífera. Ahora, con esta nueva antología de su larga andadura como poeta, nos ofrece lo mejor de su trayectoria, y esta es una invitación que no se puede rechazar en modo alguno. Desde 1980 y hasta 2020 es el periodo elegido para estas Estaciones de la existencia, en las que hallamos verdaderas joyas, versos inolvidables, la esencia de un pensamiento que trasciende la realidad para convertirse en conmoción. La poesía como catarsis o estado de gracia. La selección de poemas pertenecientes nada más y nada menos que a treinta y cuatro obras poéticas es aval suficiente para adentrarse y bucear en este relevante legado del poeta granadino. Paisaje y paisanaje que el poeta siempre supo elevar a la condición de arte, donde el lenguaje adquiere una nueva dimensión para llevar hasta el lector la esencialidad de su poesía. Enmarcado en la corriente llamada “Poesía de la Diferencia”, como también el poeta Antonio Enrique, esta es una excelente oportunidad para reafirmarse en la excepcionalidad de una poesía que bebe de la mejor tradición, pero que al mismo tiempo aporta elementos diferenciadores, pero de una calidad indiscutible. Sirvan como ejemplo estos versos de su libro Estampas de vejecía: «Al fin, después de tanto andar a ciegas, / descubres la grandeza del silencio, / la dicha de quedarse sólo en lo esencial / o la gran hermosura que el bien siempre conlleva». 



La tercera antología toma por título Memorial del Arte de la Seda. Antología apócrifa, del poeta y profesor Pedro Rodríguez Pacheco (Sanlúcar la Mayor, Sevilla, 1941), y al cuidado del maestro editor José Membrive (Ediciones Carena). En el prolegómeno del libro el autor expresa, aún estando en desacuerdo con opinar sobre el contenido de un libro y de forma excepcional, cómo se gestó el presente texto, del que dice que organizó como «una antología apócrifa”, en la que «hay muchas dedicatorias, es un libro de despedida y rindo, poema tras poema, culto a la amistad, al amor, a los recuerdos…». Con todo, Rodríguez Pacheco nos tiene acostumbrados a la disensión razonada tras honda reflexión, al considerar que el pensamiento libre nos enriquece y nos distancia de la mediocridad en la que vive la sociedad actual. Memorial del Arte de la Seda es, sin duda alguna, una antología que se aparta de los modos y modismos, que resurge de la necesidad de expresar poéticamente lo acontecido, lo vivido y sentido, siendo la emoción la clave sobre la que se sustenta su poética. Como parte también de la llamada “Poesía de la Diferencia” reclama la libertad como esencia misma de la expresión poética, lingüística y literaria frente a “la Experiencia” y, sin embargo, cuidado con los estudios oportunistas que solo han citado a la corriente “de la Diferencia”, por intereses espurios, por conveniencia o proyección académica. Pedro Rodríguez Pacheco es una voz imprescindible de la poesía española contemporánea, le pese a quien le pese, y muestra de ello es su impecable trayectoria no solo como poeta, sino también como profesor universitario, ensayista y conferenciante. Por todo ello, importa dejar claro en este breve comentario que este libro, Memorial del Arte de la Seda viene a corroborar lo dicho y a engrandecer el panorama poético español y andaluz con su siempre vibrante, lumínica y emocionada palabra. Para dar fe de ello, como en los dos casos anteriores, veamos una muestra de su poesía, con unos versos pertenecientes a Esquizofrenias galantes, concretamente del poema “La ruta de la seda” y dedicado a su Griselda: «… para vestir de espléndido brocado / las palabras que vierto en tus oídos / y que aceptas, sabiéndolas / las palabras más bellas con las que / tú te dejas vencer, / como yo soy vencido / susurrando los dos antiguas preces / de una logia masónica de pájaros / que cantan sin saber qué es la alegría». Tres asombrosas antologías de tres poetas diferentes pero unidos en el fervor por la palabra poética, por la vida.  


EL PASO DE LA LUZ




 Salón de Lectura,                    Por José Antonio Santano

 

El Paso de la Luz

         



La poesía es de lo poco verdadero que le queda al mundo; acercarse a ella desde la soledad y el silencio en este tiempo abominable de reyezuelos y tiranos, señores de la guerra, al menos te reconforta y serena. Es quizá, un escape necesario, luz entre tanta oscuridad. De la esencia de la luz trata este comentario, de la luz que nos salva de los túneles y precipicios, del frío de la noche; de la vuelta y regreso a los libros que la contienen. Si ya De la luz al olvido. Antología personal (1960-2013), que reúne la obra de Blas Muñoz Pizarro (Valencia, 1943), venía a ser para Sergio Arlandis “un libro que nos lleva a un debate mucho más hondo y que nos hace distinguir, lejos de toda polémica sobre tendencias y modas, la buena poesía de la mala. Y estoy muy de acuerdo, es reconfortante hallar a poetas como Blas Muñoz, alejado de modas y tendencias, porque en su propia conformación y concepción de la poesía solo la esencialidad de la palabra modela su capacidad creadora. Muñoz Pizarro es un poeta de una autenticidad e intensidad indiscutibles, como acierta a decir Arlandis. En ese proceso de creación desde la soledad y el silencio al que me refería al inicio, trasciende la voz del poeta, que vislumbra ya otros territorios, otros sueños. La mirada de Muñoz Pizarro es, sin duda alguna, abarcadora y así se muestra en esta antología personal y lumínica, en la quedó incluido esta que comentamos El paso de la luz, en esta ocasión editada por los sellos editoriales Isla Negra y Crátera y que añade unas extraordinarias ilustraciones del artista argentino Pablo Santin; un libro que muestra multiplicidad de registros, matizaciones o detalles, convirtiendo así a  la luz en un misterio por descubrir, y que necesitaba, de alguna manera, separarse de la edición antológica y transformarse en un ente independiente. Nace la luz de la necesidad del poeta de interiorizar todo lo que le rodea, de abismarse en lo desconocido para de esta forma crear un mundo nuevo, un lugar mágico, capaz de silenciar el dolor de las ausencias. Escribe Muñoz Pizarro desde adentro de sí, desentrañándose, dejándose llevar por sus propios miedos e incertidumbres, aferrado al latido de la vida. Es alentador comprobar que el poemario está dedicado al poeta fallecido recientemente Ricardo Bellveser, “avizor sagitario, en su luz permanente”. Y con esa luz permanente sueña aún el poeta con la Naturaleza que debemos celebrar cada día, con los aromas de las tardes de invierno o los amaneceres marinos; toda una cosmovisión en la cual la palabra distingue y se distingue como único instrumento de salvación:

 

«Porque decir la vida

 es más difícil que vivirla, y porque

 nada sé más allá de lo que olvido,

 enmudezco otra vez. Y aprendo. Y oigo.

 Aquí, al resguardo de la lluvia, en este

 ajeno patio de vecinos donde

 se oye el trajín de una cocina y vuelve

 el olor a manzanas de mi infancia».

 

 ¡Ay, la infancia siempre! El persistente rumor machadiano de la infancia, esa Arcadia a la que se regresa siempre para beber el néctar de la inocencia y la luz:

 

«De la unión de la luz con la inocencia,

 ¿no nace la verdad, esa certeza 

 que cada ser inventa en su destierro,

 con tanta confusión como esperanza,

 para darle calor a su novicio 

 corazón?»,

 

se pregunta el poeta, y encadena el final de cada poema al principio del siguiente —comunión de la palabra. Es la luz y su silencio un diálogo poético inconmensurable, pues tras la soledad del poeta,


«sólo queda 

 oír cómo respira, acompasada, 

 la fatiga del mundo, mientras llueve», y el regreso siempre a la luz primigenia.   

 

Título: El paso de la luz

Autor: Blas Muñoz Pizarro

Editorial: Isla Negra/Crátera, 2021

EL LUGAR DE LOS DIGNOS

 SALÓN DE LECTURA  

José Antonio Santano

 

     

 

 Sucede a veces que prestamos excesiva atención a todo aquello que es baladí, sea por su nombradía continua en los medios de comunicación o como recomendación de libro más leído por más promocionado, ambos aspectos rigurosamente irrelevantes. Si hablamos de poesía, en uno y otro caso, desgraciadamente, se agrava más esta cuestión. Los poetas y libros más interesantes, por su rigor y hondura, pasan desapercibidos en la mayoría de los casos, y sucede porque las editoriales son pequeñas e independientes y no pueden promocionar sus publicaciones o el poeta vive alejado de los círculos del poder mediático de quienes lo ostentan. Esta es una situación que se viene dando no de ahora sino desde hace muchos años. Sin embargo, ocurre que cuando llega a tus manos un libro de poesía como El lugar de los dignos, de Mario Lourtau, avalado, además, con el XVIII Premio de Poesía José de Espronceda, Ciudad de Almendralejo, uno se siente reconfortado y agradecido por su envío, como es el caso. No es la primera vez que la poesía de Mario Lourtau (Torrejoncillo, Cáceres, 1976) es reconocida, y premiada. Con anterioridad al libro objeto de este comentario, el poemario Donde gravita el hombre quedó finalista del XXII premio Gerardo Diego y Quince días de fuego obtuvo el accésit del premio Adonais 2009, pero además acompañan a estos premios otros dos libros publicados: Catálogo de deudores y La mirada del cóndor. Ya desde el poema que abre El lugar de los dignos hallamos una voz contenida y madura, en un homenaje al lenguaje, a las palabras como esencia de la expresión poética, y en ellas se abisma, y en ellas el fuego irresistible de la luz y sus silencios, amparados por el devenir de la experiencia vital, de la profunda reflexión donde todo muta y vive: “Por eso están ahí —desnudas, generosas—, / sobre un arca de espuma que recoge / las sílabas del tiempo, sus grietas, sus enigmas, / ese lenguaje anfibio donde reptan / las líneas de la vida con su elixir de asombros, / esa voz que redime y nos consuela, / esa azul celebración de lo nombrado”. Cuatro son las partes en las que divide Lourtau este poemario: Raíz de la memoria, donde pasado y paisaje se mezclan y complementan como elementos destacables; El reino escrito (Dimensión de la palabra), que ya anuncia el expreso pronunciamiento sobre la metapoesía; La estatura de un hombre, en la cual el imaginario del poeta se ensancha y amplifica de acuerdo con lo vivido y experimentado —clarividencia de recuerdos y vivencias— y El lugar de los dignos, que da título al libro y cierra de manera magistral este poemario de Mario Lourtau. Comienza el poeta con recuerdos de la infancia, ese paraíso machadiano al que siempre parecen regresar los poetas, y lo hace hacia la mar y de la mano del padre: “Me llevas de la mano a ver el mar, padre, / cuando aún siquiera he alcanzado / la edad de ser un niño…”; allí recibirá las palabras del padre como savia de vida y quedarán para siempre en la memoria: “Nunca olvides, hijo, / —aunque ahora no me entiendas— / que el dolor es otra forma de amar / lo que apreciamos. // Nunca olvides, hijo —al cabo de los días—, / quién te trajo a ver el mar / por vez primera”. El mar Mediterráneo, Marrakech, Zagora, Toubkal, Essaouira serán lugares, raíz de la memoria donde regresará una y otra vez, y en la contemplación vivirá plenamente los dones de la tierra, los dones del hombre y sus sueños: “Yo sé qué recoge mi mirada / después de tanto asombro, / después de acariciar, sin yo tocarlo, / el gesto de la vida, su regazo. / Tal vez aquí, en lo intangible, / resida la grandeza de las cosas. / Tal vez de aquí, de los sencillos dones, / derive lo sublime”. Mario Lourtau es un poeta que interioriza cuanto a sus ojos aparece, que bucea y ahonda en los significados, en la raíz misma de las palabras, que son luz de vida: “Residir en la luz, ser luz, beber su esencia, / fundar con las palabras / las estancias secretas de un idioma, / viajar todos los mapas, servir en otros cuerpos, / no ser miedo; / hacer que entre las páginas de un libro / la soledad no exista”. Las palabras son moradas del poeta, en ellas se adentra como si fuera un bosque sagrado, y con ellas se reencuentra en el dolor por la muerte del amigo poeta Miguel Ángel Velasco, que con tono elegíaco lo recuerda: “Tan puro y mineral yaces ahora, / tan hueco y tan distante de labios y licores, / del polvo de la vida y sus cortejos / que apenas veo horizonte si recuerdo / lo tanto que sufriste y lo temprana / que levantó en tu ser la muerte el vuelo”; y en ellas, las palabras, el verso vivo del poeta de Orihuela, Miguel Hernández. También otros poetas serán objeto de homenaje en este “Reino de lo escrito”: Claudio Rodríguez (“Pero tú, orfebre infatigable, / ensamblas los vocablos como quien canta el mundo, / aclaras los paisajes y moldeas  con palabras / el eco donde habitan los silencios”), Leopoldo María Panero (“Nunca más la demencia, ni la nieve, ni el féretro / sellado del olvido”) o José Hierro (“Aquella misma noche las noticias / hablaron de humildad, de sencillez, / de un hombre digno, / de aquel que supo por el dolor que el alma existe”). Pero si tuviéramos que resumir este libro pleno de luz y madurez, donde la palabra vuela hasta los orígenes de los asombros y el silencio, de la vida en suma, el poema que da título al libro, El lugar de los dignos, sería el más certero y adecuado. En él Lourtau nos descubre con detalle el acontecer de los días, la vida que se proclama única heredera en la palabra: “Si supiste interpretar en las palabras / el signo que nos nombra erróneos e imperfectos / y llegaste a descifrar que en el enigma late / la dimensión exacta de la vida, / su azul celebración, su esencia pura, / entonces, de algún modo, / tendrás la sensación de haber logrado algo, / de ser alguien, / de alcanzar en la mesura de tus actos / el lugar de los dignos”.

 

El lugar de los dignos


 

 

 

 

Título: El lugar de los dignos     

Autor: Mario Lourtau

Editorial: Algaida (2021)

Devoraluces

Diario de Almería



SALÓN DE LECTURA    ______         José Antonio Santano


Devoraluces



Devoraluces
Confieso que cada vez que me dispongo a realizar una lectura de un libro, o lo que es lo mismo, abismarme en sus páginas impresas, siento un temblor inexplicable, como si fuera un enamorado que declara su amor por vez primera. Entonces, como el enamorado, miro atentamente, me adentro en el bosque de letras o grafías y me dejo llevar por el aroma de la tinta y el poder de encantamiento de la escritura para conformar mundos y paisajes, personajes de variada índole, sentimientos y afectos. Es este siempre el inicio de un libro un momento especial por cuanto desconoce el lector qué hallará en sus páginas, hacia qué lugares viajará o quienes serán los personajes que guíen sus pasos hasta su conclusión. En realidad todo libro es un viaje, una exploración, un vuelo hacia no se sabe dónde. Por ello que esa incertidumbre primera, en las primeras páginas y el mejor de los casos puede satisfacer las expectativas del lector, o en el peor, que la propuesta carezca de interés y se abandone su lectura. 

El caso que nos ocupa pertenece al primer enunciado, es decir, que satisface con creces al lector, de tal manera que ya desde sus primeras páginas el lector queda atrapado. Así es el último libro de relatos, “Devoraluces”, de Ángel Olgoso (Granada, 1961), en bella edición de “Reino de Cordelia. Anuncia la faja del volumen: “El esperado regreso de un gran maestro del relato fantástico”, y cierto es que Olgoso representa lo mejor de la producción del relato en España, como se puede comprobar si hemos tenido ocasión de seguir su trayectoria escritural. En este libro, desde el principio, hallamos al trascendente, riguroso y paciente Olgoso desmenuzar las historias, contener gramática y sintaxis hasta crear un universo propio que engrandece su discurso narrativo. Y si bien es cierto todo lo dicho, también añadiría que en este extraordinario libro encontramos al Olgoso lírico, que es capaz de esculpir un bello monumento al lenguaje haciéndose valer tanto de una adecuada sustantivación, como de una lumínica adjetivación, elementos indispensables para ensamblar un relato capaz de conmocionar al lector, como todo buen arte ha de originar. La gran valía de Olgoso consiste en trascender la realidad con su poderosísima imaginación, con su capacidad de fabular construyendo desde un detalle, un objeto o un paisaje una historia sorprendente y enriquecedora por su continuo discurrir por territorios desconocidos, exponiendo situaciones o momentos jamás pensados o imaginados. 

Esa es la gran virtud de Olgoso, hecho que desde su primer cuento “Las luciérnagas” (“el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el fresco misterio de aquellas luminarias en las remotas noches de verano”), pasando por “Hajdú”, el soñador de sueños; “Fulgor”, el regreso heroico de Ulises en “La Rosa de los Vientos”, los avatares del abuelo marcado con el Azul del número del campo de concentración nazi en “Pelikan”; el reencuentro con los poetas en “Villa Diodati”; la historia del carretero japonés “Okitsu”, “La arena de las historias”, “El calendario quimérico de lo que podía haber sido”, “Medio real”, “Émula de la llama”, hasta el último “Odres nuevos”, Ángel Olgoso, una vez más, quizá más distanciado de lo fantástico, que no del enorme magisterio de la fabulación, compone historias que dejan perplejo al lector, precisamente por ese aluvión de palabras y palabras, que no cesan de florecer en cada página como verdaderas luciérnagas, como frutos imperecederos de un lenguaje depurado, sutil, sugerente y capaz de emocionarnos hasta extremos impensados. Porque da igual que Olgoso se adentre en el microrrelato, narre hechos extraños y turbadores, como que simplemente escriba de una Villa, para mostrarnos su gran virtud, que como hemos dicho, no es otra que fabular, trascender la realidad para crear otros espacios literarios capaces de conmover al lector. Y esto es lo que ocurre con “Devoraluces”, un título que ya en sí mismo podríamos considerar su credo.


Ángel Olgoso


Título: Devoraluces
Autor: Ángel Olgoso
Editorial: Reino de Cordelia (2020)

Estanterías Vacías

Ricardo Bellveser

SALÓN DE LECTURA. JOSÉ ANTONIO SANTANO, IDEAL 07/12/2020

  




Estanterías vacías




   Nunca el verbo se hizo tan carne, carne herida y sangrante. Carne de otra carne dolorida, carne hermana, carne gemela, esa que solo la palabra puede explicar en sí misma, porque grande y generosa son las huellas dejada en ella, la carne, señales y cicatrices que solo el verbo es capaz de mostrar en su rotundo esplendor de cenizas o de luz. Horadada la carne se halla el verso más limpio y puro, como si te hubieran abierto las entrañas y notaras fluir toda su esencia, desnuda y libre, cuando el tiempo cae sobre el mundo como una gigantesca losa que acalla todos sonidos del silencio. La carne y el verbo, la palabra renacida una vez y otra, hasta la extenuación. Nunca el verbo se hizo tan carne como ahora, nunca. Y digo esto por aquello de que la “literatura es artificio”, que queda bien para la abstracción teórica, pero no para el poeta, sobre todo, que es un ser ungido por la revelación, el conocimiento y la emoción. El poeta, desde su experiencia no puede ni debe dejar de expresar lo que adentro lleva, lo que es carne y alma al mismo tiempo. No puede abstraerse de lo que es, de su humanidad como tal, de su lugar en el mundo, de la emoción que contiene todo lo creado y sobrevenido a su mirada, a su verdadera concepción vital. Porque la poesía es vida, y la vida, todos lo sabemos, nos sitúa en realidades que no se pueden abordar exclusivamente desde el artificio, sino también y acompañándose de la emoción al sentirlas, al vivirlas. Esta es la cuestión de fondo. La poesía que se escribe desde el mestizaje de lo uno y lo otro, es decir, desde el conocimiento y la emoción, trasciende, llega al lector con una gran dosis de humanidad, que no puede ser talada de un hachazo por la simpleza de una modernidad falsa y una mirada corta, sin horizonte alguno. El poeta verdadero bebe de una y otra fuente, y esa es la diferencia entre una poesía clónica, plana, amorfa y otra, personalísima, clara, culta y viva. Y en esta estamos cuando hablamos de un libro, una obra singular, diría que maestra, de la poesía española actual, cual es Estanterías vacías, del gran poeta valenciano Ricardo Bellveser, y publicada por la destacada editorial OléLibros. No es Estanterías vacías un libro más que viene a engrosar la lista del gran número de títulos que se vienen publicando en nuestro país, todo lo contrario es “el libro” que uno querría haber escrito o el que siempre se deseó leer. Es un libro, que si se me permite, diría que tensa, que identifica, que marca un camino y una esperanza, a pesar de su dramatismo argumental, que no deja indiferente al lector que se acerca a sus páginas, que desde la primera lo mantiene imantado a ellas. Los anteriores libros de Bellveser cumplieron sobradamente su propósito, y en su buen hacer nadie duda, pero estas Estanterías vacías son, por decirlo de una manera gráfica, la guinda del pastel. Sabiduría y emoción son su esencia, y ambas, al unísono, se reparten el protagonismo, sin duda, pero si tuviéramos que delimitar alguna, diría que la emoción potencia a la otra. El yo lírico de Bellveser en este libro es de tal calibre que deja al lector perplejo, por serlo en su grandeza y generosidad poética. Es el mejor, que ya lo era, de todos los Bellveser anteriores, el Bellveser definitivo, el más puro poéticamente hablando, el poeta de raza, que ha sabido, nunca mejor dicho, trascender lo aprehendido al verso, a la palabra, que fue siempre el más sobresaliente de sus dones, y Estanterías vacías, lo contiene: 

Desde su alto, 
ya no llueven palabras 
 ni se enredan los espesos nubarrones 
entre mis libros. 
 Mi biblioteca viva,
 tenía su voz y sus truenos, ahora
 el silencio se ha ido adueñando 
 de los estantes, y apenas percibo
 su jadeo, como el de quien retrepa 
 el empinado barranco de la melancolía.
 En ellas no hay susurros como antes
 los había, ni eco de voces que retruenen
 por las paredes del desfiladero 
 que se inventaban las portadas alineadas 
 como abedules en los rusos bosques, 
 cuyas hojas el otoño ha enrojecido. 
 No existe lugar donde protegerme 
 de los vendavales de las ideas. 
 Aquel griterío, se ha transformado
  en silencio y ausencia de las cosas.

 La decisión de donar sus libros determina el hecho poético de este libro. Esa vaciedad de las estanterías, para el hombre que siempre anduvo pegado a ellos, viviendo en ellos, provoca una terrible  tormenta interior, pero aún así, se sabe recompensado. Es esa soledad contemplativa del vacío la que conduce a la revelación, al origen de lo creado para vivirla en primera persona, y crear él un mundo nuevo donde el dolor de esa soledad y la esperanza de lo por venir adquieran el valor de la emoción, que traslada magistralmente al verso:

 Con ello me voy despidiendo 
 de los amigos que han viajado 
 conmigo tantos años y recuerdos
 tras la colosal ruido que allí había, 
 los ensayos, las epopeyas, las historias 
 inventadas contadas como verdades,
 mis libros amados, compañeros, reos.
 El tiempo ha podido con todo, 
 y podrá hacerme olvidar 
 aquel que fui cuando no sea. 

Esta es la poesía tonificadora, expresión máxima de un sentir que deviene en magisterio y en creación intachable. Es el verbo hecho carne que decía al inicio del texto. La carne y el alma consumidas. Esta es la verdad poética de Ricardo Bellveser, indiscutible, trascendente, sin artificio, pero con el magisterio que los libros y la cotidianidad de lo vivido han hecho de él un gran ser humano y un gran poeta. En su poética se advierte lo diferente, que no es sino lo íntimo, el yo poético llevado hasta sus últimas consecuencias, y en esa diferencia estriba la riqueza respecto al otro, y respecto a sí mismo. La pluralidad de lo diferente es la grandeza de lo particular, de lo individual frente a una misma realidad externa. Esa es, quizá, la principal enseñanza de estas Estanterías vacías, el hallazgo más sobrecogedor de este libro que nace para perpetuarse en quienes aman la poesía y la vida. No hay más magia que la de la propia palabra, la inspiración sustentada en lo vivido y sentido, como el río que nunca se detiene y en su soledad desemboca en una otra más inmensa tal es la mar: 

 

Las estanterías vacías. 
 El péndulo del reloj, detenido.
 El viento en calma chicha. 
 El sol abrasador, la brisa muda.  
 Un alacrán camina mi conciencia, 
 mientras una mosca se ha enredado
 en la tela de araña, y sus alas se ha pegado
 a la viscosa red casi transparente, 
 en la que la agonía va tomando forma.

 Todo anuncia el fin y el fin adviene.


 He aquí la esencia poética de Ricardo Bellveser, en un solo poema, el primero de la serie que compone este libro, y en el que solo he querido detenerme expresamente por entender que en él confluye todo en un tiempo único. El resto de poemas lo complementan y lo engrandecen también, pero he querido, conscientemente, dejarlo para los lectores que se acerquen a él, con la convicción que seguirán deleitándose con su lectura, pero a veces, un solo poema condensa y perpetua toda una obra. Resumo este comentario, que no ha sido sino un aleccionador viaje a la médula de la poesía,  en este caso a la esencialidad de una de las voces más sobresalientes del panorama actual de la poesía española, la del valenciano Ricardo Bellveser, con los versos que cierran esta apasionada aventura poética:

 No es necesario coincidir en el tiempo, 
 basta con hacerlo en la emoción 
 y el tiempo desaparece al abreviarse. 
 Yo ya no estaré cuando leas esto, 
 mas mi voz pensada, en ti se preserva.

 Poesía a borbotones, diferente, en la que el verbo se hace carne, pura emoción y esencia.


Ricardo Bellveser



Título: Estanterías vacías     

Autor: Ricardo Bellveser

Editorial: OléLibros (Valencia, 2020)



SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986