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Andrés Rubia. La banda sonora original de un político Tal.

(Metáfora fotográfica de Andrés Rubia )
LA BANDA SONORA ORIGINAL DE UN 
POLÍTICO TAL

(Por Andrés Rubia)



Pongamos que se llama Fernando…
Fernando Gurtrín Pascual es licenciado en derecho con postgrado en administración pública y un master en relaciones internacionales. Está esperando tumbado a que seque el suelo recién fregado, con los pies apoyados en el brazo del sofá. Hace poco menos de dos minutos, la señora de la limpieza ha pasado por allí para hacerle la vida más aséptica.
Las notas musicales de una canción del Sabina se filtran desde la casa de su vecina cincuentona, quien también debe estar en tareas domésticas: El blues de lo que pasa en mi escalera:
El más capullo de mi clase (¡que elemento!)
Llegó hasta el parlamento
Y a sus cuarenta y tantos años,
un escaño
decora con su terno
azul de diputado del gobierno.
Da fe de que ha triunfado
su tripa, que ha engordado
desde el día
que un ujier le llamó su señoría
ycambió a su mujer por una arpía
de pechos operados.
Y sin dejar de ser el mismo bruto
aquel que no sabía
ni dibujar la o con un canuto (…)
Se ha levantado del diván como un resorte. Lo tiene claro. Debe cambiar el mundo pero primero, ha de comenzar por su país.
La canción continúa filtrándose desde la radio de la vecina:
El superclase de mi clase (¡que pardillo!)
se pudre en el banquillo
Y, a sus cuarenta y cinco abriles,
Matarile,
y a la cola del paro
por no haber pasado por el aro.
Vencido, calvo y tieso
se quedó en los huesos
aquel día
que pilló a su mujer en plena orgía
con el miembro del miembro (¡qué ironía!)
más tonto del congreso.
Y sin dejar de ser el mismo sabio
que para hacer poesía,
sólo tenía que mover los labios (…)
Se acerca a la mesa de su despacho, se sienta. Click, on, oummmmmm… Impaciente escucha el zumbido sordo del ordenador mientras arranca. Espera. En apenas un minuto, en la pantalla obtiene el Word con el cursor parpadeándole. No debe escapársele la idea. Se pone a escribir como si fuera una cuestión de ahora o nunca, como si la inspiración no fuera a durarle mucho más de lo que ese orgasmo mental:
El problema no es la ambición, el problema es dónde ensordecer, cercanos a esa frontera entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando al individuo.
El problema no es la tentación del poder patrañero, de su propósito acabado en éxito o en ladronicio. La cuestión, la perniciosa enfermedad es que, impiadosa como una pandemia, la sociedad es capaz de lo más rapaz y fagocita a profesiones y profesionales honestos; entonces, las leyes voraces de los poderosos y corruptos, delimitan el número de románticos llamándoles revolucionarios.
Son pocos los poetas de verdad sublimando verdades con modales ancestrales, loables, adolecidos. Son muchos los políticos, por contra, promulgando mentiras con maneras eficaces. Luego está el dinero, pero ya se sabe, ahí está la historia del mundo que regresa una y otra vez a contarnos que… (Vuelta a empezar)…
El problema no es la ambición, el problema es dónde quedarse sin audición, en ese límite entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando (…)


Fernando Gurtrín funda una plataforma política de talante liberal progresista. Tras cinco años, logra ser líder de la oposición con ese partido. Veintisiete meses después gana las elecciones generales y sube a la presidencia del gobierno.
Hoy es el día. Sorprendentemente no vendió su despacho en el barrio Salamanca pese a sus periplos por Moncloa. Mi opinión es que disfrutaba con la música que ponía su vecina choni. Sí, hoy es el día. Aquí aguarda a que venga a recogerle el coche oficial. Entretanto, sobre el brazo del sofá, posa los pies respirando el olor a lejía perfumada. El fregasuelos huele bien, a lavanda. Escucha cantar al chico gay de la limpieza que dos semanas antes contrató para compensar un favor de silencio que debía a su padre, el tesorero del partido:
Ná te debo, ná te pido
me voy de tu vera
olvídame ya,
que he pagado con oro
tus carnes morenas
¡no maldigas, paya!
Que estamos en paz.
No te quiero, no me quieras,
si tó me lo diste
yo ná te pedí.
No me eches en cara
que tó lo perdiste,
también a tu vera
yo tó lo perdí (…)
Será llamado a declarar por varios delitos de malversación de fondos y prevaricación, tráfico de influencias, filtración de documentos, financiación irregular y apropiación indebida. Está tranquilo. Dos jueces entraron en el supremo gracias a él y a poco de Gurtrín sentarse en la presidencia de estado.
Yo ya he cumplido. He contado la historia de Fernando Gurtrín Pascual. ¡La leche! ¡Un tío que es la leche!.
No me esperéis en ningún mitin en estos próximos meses aplaudiendo a nadie, insisto, a nadie, a ningún político bien entrenado para timar en el nombre o no del capitalismo. Han esquilmado por completo mi confianza. La biblia de la nueva democracia ya me la leí y no soy creyente, gracias a dios. En su lugar supongo que tomaré mi coche, pondré a mi amigo Fumangie en el cedé y escucharé esa canción, manual de buena fe, aquella que dice:
Marcar la equidistancia
entre dos puntos sin nada en común.
Descubrir las veredas
que a un lado, no se dejan ver.
Deletrear las palabras
letra a letra, suelen doler más.
Piedad, una de ellas,
y estar atentos por si hay que correr.
Seguimos aferrados al manual de buena fe.
Seguimos aferrados al manual de buena fe (…)


Entonces llegará el momento de seguir siendo estafado por el ayuntamiento y la O.R.A. Aparcaré. Monedas al cajón. Cooperaré con los sueldos y nóminas de alcalde, concejales y gualdrapas varios… demasiados. Me dirigiré al karaoke. Una vez allí, cuando me dejen, “tó” castizo y muy digno, pediré cantar esa coplilla de Quintero-León y Quiroga:
¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!
Cuando salga, ya habrá oscurecido y será hora de volver al lugar donde hago culto a mi bohemia desapercibida. Permaneceré un minuto reflexivo en la puerta y regresará a mi mente esa frase:
El problema no es la ambición, el problema es dónde ensordecer, cercanos a esa frontera entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando al individuo.
¡Bah! ¡Que les den! –
Y me marcharé a casa en silencio, queriendo ser un ignorante, un niño de cinco años, sin música, quizá algo abatido, escuchando el ruido del motor, el cliqueo de la intermitencia bajo el salpicadero, el rumor de las calles mientras los semáforos en rojo, el murmullo frío de la ciudad disipándose con la noche mientras arruga sus pulsaciones por minuto. Siempre pensaré que la vida puede devolvernos la ilusión con el siguiente día, a menos que sea la última vez, el último día que la existencia te permita pensar.

Andrés Rubia. La banda sonora original de un político Tal.

(Metáfora fotográfica de Andrés Rubia )
LA BANDA SONORA ORIGINAL DE UN 
POLÍTICO TAL

(Por Andrés Rubia)



Pongamos que se llama Fernando…
Fernando Gurtrín Pascual es licenciado en derecho con postgrado en administración pública y un master en relaciones internacionales. Está esperando tumbado a que seque el suelo recién fregado, con los pies apoyados en el brazo del sofá. Hace poco menos de dos minutos, la señora de la limpieza ha pasado por allí para hacerle la vida más aséptica.
Las notas musicales de una canción del Sabina se filtran desde la casa de su vecina cincuentona, quien también debe estar en tareas domésticas: El blues de lo que pasa en mi escalera:
El más capullo de mi clase (¡que elemento!)
Llegó hasta el parlamento
Y a sus cuarenta y tantos años,
un escaño
decora con su terno
azul de diputado del gobierno.
Da fe de que ha triunfado
su tripa, que ha engordado
desde el día
que un ujier le llamó su señoría
ycambió a su mujer por una arpía
de pechos operados.
Y sin dejar de ser el mismo bruto
aquel que no sabía
ni dibujar la o con un canuto (…)
Se ha levantado del diván como un resorte. Lo tiene claro. Debe cambiar el mundo pero primero, ha de comenzar por su país.
La canción continúa filtrándose desde la radio de la vecina:
El superclase de mi clase (¡que pardillo!)
se pudre en el banquillo
Y, a sus cuarenta y cinco abriles,
Matarile,
y a la cola del paro
por no haber pasado por el aro.
Vencido, calvo y tieso
se quedó en los huesos
aquel día
que pilló a su mujer en plena orgía
con el miembro del miembro (¡qué ironía!)
más tonto del congreso.
Y sin dejar de ser el mismo sabio
que para hacer poesía,
sólo tenía que mover los labios (…)
Se acerca a la mesa de su despacho, se sienta. Click, on, oummmmmm… Impaciente escucha el zumbido sordo del ordenador mientras arranca. Espera. En apenas un minuto, en la pantalla obtiene el Word con el cursor parpadeándole. No debe escapársele la idea. Se pone a escribir como si fuera una cuestión de ahora o nunca, como si la inspiración no fuera a durarle mucho más de lo que ese orgasmo mental:
El problema no es la ambición, el problema es dónde ensordecer, cercanos a esa frontera entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando al individuo.
El problema no es la tentación del poder patrañero, de su propósito acabado en éxito o en ladronicio. La cuestión, la perniciosa enfermedad es que, impiadosa como una pandemia, la sociedad es capaz de lo más rapaz y fagocita a profesiones y profesionales honestos; entonces, las leyes voraces de los poderosos y corruptos, delimitan el número de románticos llamándoles revolucionarios.
Son pocos los poetas de verdad sublimando verdades con modales ancestrales, loables, adolecidos. Son muchos los políticos, por contra, promulgando mentiras con maneras eficaces. Luego está el dinero, pero ya se sabe, ahí está la historia del mundo que regresa una y otra vez a contarnos que… (Vuelta a empezar)…
El problema no es la ambición, el problema es dónde quedarse sin audición, en ese límite entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando (…)


Fernando Gurtrín funda una plataforma política de talante liberal progresista. Tras cinco años, logra ser líder de la oposición con ese partido. Veintisiete meses después gana las elecciones generales y sube a la presidencia del gobierno.
Hoy es el día. Sorprendentemente no vendió su despacho en el barrio Salamanca pese a sus periplos por Moncloa. Mi opinión es que disfrutaba con la música que ponía su vecina choni. Sí, hoy es el día. Aquí aguarda a que venga a recogerle el coche oficial. Entretanto, sobre el brazo del sofá, posa los pies respirando el olor a lejía perfumada. El fregasuelos huele bien, a lavanda. Escucha cantar al chico gay de la limpieza que dos semanas antes contrató para compensar un favor de silencio que debía a su padre, el tesorero del partido:
Ná te debo, ná te pido
me voy de tu vera
olvídame ya,
que he pagado con oro
tus carnes morenas
¡no maldigas, paya!
Que estamos en paz.
No te quiero, no me quieras,
si tó me lo diste
yo ná te pedí.
No me eches en cara
que tó lo perdiste,
también a tu vera
yo tó lo perdí (…)
Será llamado a declarar por varios delitos de malversación de fondos y prevaricación, tráfico de influencias, filtración de documentos, financiación irregular y apropiación indebida. Está tranquilo. Dos jueces entraron en el supremo gracias a él y a poco de Gurtrín sentarse en la presidencia de estado.
Yo ya he cumplido. He contado la historia de Fernando Gurtrín Pascual. ¡La leche! ¡Un tío que es la leche!.
No me esperéis en ningún mitin en estos próximos meses aplaudiendo a nadie, insisto, a nadie, a ningún político bien entrenado para timar en el nombre o no del capitalismo. Han esquilmado por completo mi confianza. La biblia de la nueva democracia ya me la leí y no soy creyente, gracias a dios. En su lugar supongo que tomaré mi coche, pondré a mi amigo Fumangie en el cedé y escucharé esa canción, manual de buena fe, aquella que dice:
Marcar la equidistancia
entre dos puntos sin nada en común.
Descubrir las veredas
que a un lado, no se dejan ver.
Deletrear las palabras
letra a letra, suelen doler más.
Piedad, una de ellas,
y estar atentos por si hay que correr.
Seguimos aferrados al manual de buena fe.
Seguimos aferrados al manual de buena fe (…)


Entonces llegará el momento de seguir siendo estafado por el ayuntamiento y la O.R.A. Aparcaré. Monedas al cajón. Cooperaré con los sueldos y nóminas de alcalde, concejales y gualdrapas varios… demasiados. Me dirigiré al karaoke. Una vez allí, cuando me dejen, “tó” castizo y muy digno, pediré cantar esa coplilla de Quintero-León y Quiroga:
¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!
Cuando salga, ya habrá oscurecido y será hora de volver al lugar donde hago culto a mi bohemia desapercibida. Permaneceré un minuto reflexivo en la puerta y regresará a mi mente esa frase:
El problema no es la ambición, el problema es dónde ensordecer, cercanos a esa frontera entre la honradez y la inmoralidad humana donde la codicia grita tentando al individuo.
¡Bah! ¡Que les den! –
Y me marcharé a casa en silencio, queriendo ser un ignorante, un niño de cinco años, sin música, quizá algo abatido, escuchando el ruido del motor, el cliqueo de la intermitencia bajo el salpicadero, el rumor de las calles mientras los semáforos en rojo, el murmullo frío de la ciudad disipándose con la noche mientras arruga sus pulsaciones por minuto. Siempre pensaré que la vida puede devolvernos la ilusión con el siguiente día, a menos que sea la última vez, el último día que la existencia te permita pensar.

Aquel dos de diciembre. Andrés Rubia

Aquel dos de Diciembre
Por Andrés Rubia


Aquel dos de Diciembre, con un ramo de flores robado en una mano, con las llaves en la otra, preferí llegar de nuevo a casa, rehusando tomar el ascensor por no ver mi cara de desolación durante el trayecto y contemplarme en el espejo como un miserable recién abandonado por su última musa… Metí la llave, abrí la puerta, me dirigí hacia el aparato, metí el cd, seleccioné el número, pulsé el play y, tras arrojarme a la cama como un suicida que lo hace al vacío, me quedé escuchando “el tiempo de la cerezas” de Bunbury.
¿Que si es posible unir suerte y fracaso desde el balcón de las incertidumbres?
DOS MESES ANTES:…Desde mi ventana sur, los había visto muchas tardes encontrarse en aquel banco del parque Céfiro.
Aquellas citas, apenas duraban más de veinte minutos.
Nada más verse, como si de un ceremonial protocolo se tratase, se besaban las mejillas, apagaban sus teléfonos móviles y hablaban circunspectos, intensos, respetuosos en cada turno de palabra. En ocasiones sonreían, o agachaban la vista, o se mantenían quedos con la mirada pensativa hacia el estanque, justo allí donde una sirena de basalto vertía desde su ánfora un chorro de agua malva sobre la fuente.
Alguno de esos días llovía y se cobijaban bajo un paraguas anaranjado. Sin embargo, durante otras tarde de primavera, comían garrapiñadas y echaban rosetas de maíz a las palomas. Ella recostaba la cabeza en su hombro mientras él le echaba el brazo por encima. Quedaban absortos, el uno al lado del otro. Luego ya no hablaban más hasta la hora de marchar. Ambos vestían juveniles, pero a ojo de confidente escritor, yo sabía que teñían canas.
Llegaba el momento. Unas veces, marchaban juntos cogidos de la mano, otras, se separaban con un abrazo, con las miradas clavadas, con los ojos rebosantes de trance y cariño, como si no tuviesen muy claro que hubiera una próxima vez. Una frase breve en los labios de ella, a continuación, el gesto profundo de silencio en él. Ignoro cómo lo intuí, pero aquello dolía por alguna razón que nunca supe ni sabré.
A consecuencia de un tour poético hispanoamericano por Canarias, debí ausentarme durante un mes y doce días de mi apartamento en el barrio de los Destinos. Sea verdad, que cuando el grupo de cantautores del Arrecife me lo propuso, elucidé una oportunidad para sacudir mi inspiración y tratar de lograr componer al menos una o dos canciones. Necesitaba aquello como un loco anhela un poco de cordura transitoria e intentar pisotear mi crisis creativa. No pude evitar imaginarme con mi guitarra sentado a la orilla volcánica de una playa vacía de Lanzarote. Siempre he creído que soñar es más de infelices que de hipócritas.
Me sentía pequeño, ladino y yermo durante esos días. Mi proceso artístico musical llevaba tres meses en coma profundo, tan desértico y blanco como el valor catastral de un kilómetro cuadrado de luna.
Durante ese periodo alejado de mi pequeño apartamento, sucedieron cinco accidentes aéreos en el mundo, habían salido a la luz siete nuevos casos de corrupción en Cataluña, Andalucía y Madrid.
Un monologuista valenciano y su amante, el batería de un conocido grupo de soul, habían sido vilmente asesinados en la habitación de un hotel de Capri.
Se confiscaron diez alijos entre cocaína y hachís en una humilde aldea de la costa gallega.
En Jerusalén, Netanyahu, el primer ministro israelí, es asesinado en circunstancias paranormales por un niño palestino, quien a continuación se inmoló. Realizada la autopsia y el análisis de ADN, la identidad coincidía inexplicablemente con la de uno de los seis menores fallecidos durante el bombardeo a una escuela refugio de la ONU en Gaza, dos semanas antes del insólito homicidio.
La hija menor de mi vecina, Guillermina la del quinto, de diecisiete años, había abortado por segunda vez.
David Bisbal, obtenía un grammy por su álbum dedicado a mi persona, “El poeta olvidado”.
El gobierno español había implantado cinco nuevos impuestos, uno de ellos para los pintores y artistas que hiciesen pública su obra. Había subido al veintitrés por cierto el iva, la gasolina en un ocho más, y el ministro de economía había salvado la vida por los pelos tras un atentado terrorista en la Moncloa, donde treinta personas habían perecido, entre ellas, Jorge Javier Vázquez, el presentador del programa con más audiencia en Telecinco.
Pero también se dieron buenas noticias: Estados Unidos acababa de levantar el bloqueo a Cuba. La Nasa había descubierto un planeta con similares características al nuestro donde, la vida humana era posible; y además, se había ratificado la global prohibición para la fabricación de armas nucleares en todo el mundo. Corea del Norte había sido el último país en firmar.
Regresé un 21 de Noviembre a la península, a mi barrio de Los Destinos, a mi casa de la calle Destierro con vistas al parque Céfiro.
He de confesarlo. Los echaba de menos.
Estuve asomándome casi todas las tardes, pero algo sucedía. Él comenzaba a no acudir a todas las citas. Ella siempre lo hacía. Se sentaba en el mismo banco, miraba su teléfono, lo apagaba y permanecía alrededor de media hora esperando a que ocurriese algo, con la mirada puesta en aquella sirena que ahora ya vertía el agua con menos intensidad, más clara sobre la fuente. La bombilla del foco malva debía haberse fundido, y el ayuntamiento, probablemente, carecía de presupuesto para cambiarlo.
Debo reconocer que durante una semana y tres días, un sentimiento de curiosidad, de nostalgia y angustia, anduvo pertrechando mi corazón.
Aquel dos de Diciembre hacía frío, y aunque ella, fiel a donde siempre, sí acudió, supe que sería la última vez que lo haría. Cuando se marchó bajé a ver qué era lo que había estado labrando con un pequeño punzón en ese banco, el cual, durante tantas tardes de Mayo, había sido testimonial escenario de una historia tanto bella como extraña.
No era excesivamente grande. El ramo llevaba petunias, claveles, una flor del paraíso y una rosa intensamente hermosa y roja. En la madera del asiento había dejado escrito algo:
Duró lo que duró. Dure lo que dure el dolor… Jamás pondré en duda que haberte conocido no haya merecido la pena. Yo bendigo este rincón del universo donde fuimos dos desconocidos por primera vez.”
Aquel dos de Diciembre, con el ramo de flores robado en una mano, con las llaves en la otra, preferí llegar de nuevo a casa, rehusando tomar el ascensor por no ver mi cara de desolación, por no contemplarme en el espejo como un miserable recién abandonado por su última musa… Metí la llave, abrí la puerta, me dirigí hacia el aparato, metí el cd, seleccioné el número, pulsé el play y, tras arrojarme a la cama como un suicida que lo hace al vacío, me quedé escuchando “el tiempo de la cerezas” de Bunbury. 
 
Por Andrés Rubia

Aquel dos de diciembre. Andrés Rubia

Aquel dos de Diciembre
Por Andrés Rubia


Aquel dos de Diciembre, con un ramo de flores robado en una mano, con las llaves en la otra, preferí llegar de nuevo a casa, rehusando tomar el ascensor por no ver mi cara de desolación durante el trayecto y contemplarme en el espejo como un miserable recién abandonado por su última musa… Metí la llave, abrí la puerta, me dirigí hacia el aparato, metí el cd, seleccioné el número, pulsé el play y, tras arrojarme a la cama como un suicida que lo hace al vacío, me quedé escuchando “el tiempo de la cerezas” de Bunbury.
¿Que si es posible unir suerte y fracaso desde el balcón de las incertidumbres?
DOS MESES ANTES:…Desde mi ventana sur, los había visto muchas tardes encontrarse en aquel banco del parque Céfiro.
Aquellas citas, apenas duraban más de veinte minutos.
Nada más verse, como si de un ceremonial protocolo se tratase, se besaban las mejillas, apagaban sus teléfonos móviles y hablaban circunspectos, intensos, respetuosos en cada turno de palabra. En ocasiones sonreían, o agachaban la vista, o se mantenían quedos con la mirada pensativa hacia el estanque, justo allí donde una sirena de basalto vertía desde su ánfora un chorro de agua malva sobre la fuente.
Alguno de esos días llovía y se cobijaban bajo un paraguas anaranjado. Sin embargo, durante otras tarde de primavera, comían garrapiñadas y echaban rosetas de maíz a las palomas. Ella recostaba la cabeza en su hombro mientras él le echaba el brazo por encima. Quedaban absortos, el uno al lado del otro. Luego ya no hablaban más hasta la hora de marchar. Ambos vestían juveniles, pero a ojo de confidente escritor, yo sabía que teñían canas.
Llegaba el momento. Unas veces, marchaban juntos cogidos de la mano, otras, se separaban con un abrazo, con las miradas clavadas, con los ojos rebosantes de trance y cariño, como si no tuviesen muy claro que hubiera una próxima vez. Una frase breve en los labios de ella, a continuación, el gesto profundo de silencio en él. Ignoro cómo lo intuí, pero aquello dolía por alguna razón que nunca supe ni sabré.
A consecuencia de un tour poético hispanoamericano por Canarias, debí ausentarme durante un mes y doce días de mi apartamento en el barrio de los Destinos. Sea verdad, que cuando el grupo de cantautores del Arrecife me lo propuso, elucidé una oportunidad para sacudir mi inspiración y tratar de lograr componer al menos una o dos canciones. Necesitaba aquello como un loco anhela un poco de cordura transitoria e intentar pisotear mi crisis creativa. No pude evitar imaginarme con mi guitarra sentado a la orilla volcánica de una playa vacía de Lanzarote. Siempre he creído que soñar es más de infelices que de hipócritas.
Me sentía pequeño, ladino y yermo durante esos días. Mi proceso artístico musical llevaba tres meses en coma profundo, tan desértico y blanco como el valor catastral de un kilómetro cuadrado de luna.
Durante ese periodo alejado de mi pequeño apartamento, sucedieron cinco accidentes aéreos en el mundo, habían salido a la luz siete nuevos casos de corrupción en Cataluña, Andalucía y Madrid.
Un monologuista valenciano y su amante, el batería de un conocido grupo de soul, habían sido vilmente asesinados en la habitación de un hotel de Capri.
Se confiscaron diez alijos entre cocaína y hachís en una humilde aldea de la costa gallega.
En Jerusalén, Netanyahu, el primer ministro israelí, es asesinado en circunstancias paranormales por un niño palestino, quien a continuación se inmoló. Realizada la autopsia y el análisis de ADN, la identidad coincidía inexplicablemente con la de uno de los seis menores fallecidos durante el bombardeo a una escuela refugio de la ONU en Gaza, dos semanas antes del insólito homicidio.
La hija menor de mi vecina, Guillermina la del quinto, de diecisiete años, había abortado por segunda vez.
David Bisbal, obtenía un grammy por su álbum dedicado a mi persona, “El poeta olvidado”.
El gobierno español había implantado cinco nuevos impuestos, uno de ellos para los pintores y artistas que hiciesen pública su obra. Había subido al veintitrés por cierto el iva, la gasolina en un ocho más, y el ministro de economía había salvado la vida por los pelos tras un atentado terrorista en la Moncloa, donde treinta personas habían perecido, entre ellas, Jorge Javier Vázquez, el presentador del programa con más audiencia en Telecinco.
Pero también se dieron buenas noticias: Estados Unidos acababa de levantar el bloqueo a Cuba. La Nasa había descubierto un planeta con similares características al nuestro donde, la vida humana era posible; y además, se había ratificado la global prohibición para la fabricación de armas nucleares en todo el mundo. Corea del Norte había sido el último país en firmar.
Regresé un 21 de Noviembre a la península, a mi barrio de Los Destinos, a mi casa de la calle Destierro con vistas al parque Céfiro.
He de confesarlo. Los echaba de menos.
Estuve asomándome casi todas las tardes, pero algo sucedía. Él comenzaba a no acudir a todas las citas. Ella siempre lo hacía. Se sentaba en el mismo banco, miraba su teléfono, lo apagaba y permanecía alrededor de media hora esperando a que ocurriese algo, con la mirada puesta en aquella sirena que ahora ya vertía el agua con menos intensidad, más clara sobre la fuente. La bombilla del foco malva debía haberse fundido, y el ayuntamiento, probablemente, carecía de presupuesto para cambiarlo.
Debo reconocer que durante una semana y tres días, un sentimiento de curiosidad, de nostalgia y angustia, anduvo pertrechando mi corazón.
Aquel dos de Diciembre hacía frío, y aunque ella, fiel a donde siempre, sí acudió, supe que sería la última vez que lo haría. Cuando se marchó bajé a ver qué era lo que había estado labrando con un pequeño punzón en ese banco, el cual, durante tantas tardes de Mayo, había sido testimonial escenario de una historia tanto bella como extraña.
No era excesivamente grande. El ramo llevaba petunias, claveles, una flor del paraíso y una rosa intensamente hermosa y roja. En la madera del asiento había dejado escrito algo:
Duró lo que duró. Dure lo que dure el dolor… Jamás pondré en duda que haberte conocido no haya merecido la pena. Yo bendigo este rincón del universo donde fuimos dos desconocidos por primera vez.”
Aquel dos de Diciembre, con el ramo de flores robado en una mano, con las llaves en la otra, preferí llegar de nuevo a casa, rehusando tomar el ascensor por no ver mi cara de desolación, por no contemplarme en el espejo como un miserable recién abandonado por su última musa… Metí la llave, abrí la puerta, me dirigí hacia el aparato, metí el cd, seleccioné el número, pulsé el play y, tras arrojarme a la cama como un suicida que lo hace al vacío, me quedé escuchando “el tiempo de la cerezas” de Bunbury. 
 
Por Andrés Rubia

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986