SALÓN
DE LECTURA __________________ José Antonio Santano
MECÁNICA
DE FLUIDOS
Ocurre,
no con la frecuencia que uno desearía, pero ocurre. Son muchos los
libros que llegan al buzón cada día y que recibo con la alegría
que el hecho en sí merece. Libros que van aumentando no solo la
biblioteca, que por importante que sea, no lo es tanto como conformar
un gran acervo literario-cultural, capaz de hacernos, ante todo, más
libres. Con esa necesidad de conocimiento y transmisión al resto de
lectores nace este espacio y por eso, como decía al principio,
agradezco sinceramente que algunos de los libros que me llegan sean,
además del bello objeto que es siempre un libro, una nueva lección
de vida. Y así es que un buen día, y en tierras salmantinas, llega
a mis manos “Mecánica de fluidos”, del poeta Santiago Redondo
Vega (Villalón de Campos, Valladolid, 1958). Con anterioridad a este
poemario ha publicado otros como “Laberintos de inercias” y
“Naturaleza viva”. El libro que nos ocupa viene a ser como un
soplo de aire fresco, de esas cosas que ocurren pocas veces y que
deberían suceder más. La palabra poética de Santiago Redondo es un
río que ha ido creciendo y creciendo poco a poco hasta desbordarse.
El amor es todo su significado es el elemento aglutinador de su
poesía. Para el poeta la esencia de la vida nos es otra que el amor,
en un doble significado o desdoblamiento, ese que nos sorprende un
día y del cual nace el fruto más jugoso para seguir viviendo, a la
esposa y los hijos, el carnal, por decirlo de una forma gráfica y el
metapoético, cuando precisamente la poesía es pura razón de ser,
el modus vivendi de quien siente en todo su esplendor que uno y otra
forma son inseparables, indivisas. Contumaz en su expresión: «Y sin
embargo -amor- / la vida es un enigma cuadrado y pedregoso, / un
aguafuerte intruso», un amor, y el otro. «Pósate en mí, / moja tu
boca en tinta de mi ser y emerge / del poema más íntimo y genial /
que mi desierto de abrasión te
inspire. // No temas tanto ardor / solo acaricio / tu nombre,
Poesía». El amor en cualquiera de sus formas que no da
descanso. Es un amor pasional, de una extraordinaria sensualidad, que
no nunca se conforma con poco, que no se rinde porque en todo él se
sabe hombre y poeta: «Camino junto al mundo de tu piel, / te llevo /
desde siempre en la palma de la voz; / casi es costumbre / sentir que
te avaricio la cintura / o que mi mano inventa hasta tu cuello / un
caos de luciérnagas». Amor Mujer y amor Poesía, indistintos en su
origen, grandiosos cuando crecen y ascienden a lo más ignoto y
mágico. Y el poeta medita y observa el mundo que le es cercano, y se
pregunta, porque quiere saber: «Si no es para feliz, ¿para qué
nace el hombre?» En cuerpo y alma el acto amoroso, mas el tiempo,
implacable, establece el territorio, el espacio donde se ha de librar
la batalla: «El tiempo es un gigante / que engulle cuanto ignora, /
auspicia lo que odia, reclama lo infinito / y acaba por velarnos el
sueño entre cipreses». Los días se suceden y para cada uno el
poeta vive. Día a día, “los lunes, sin carmín y sin memoria”,
“los martes se embosca la memoria”, “los miércoles transcriben
el diario / que la rutina van dictando en braile”, “en cada
jueves de vino y de abstinencia”, “las espigas morenas de los
viernes”, “...de los hombres-patera / que se escoran al fondo de
los sábados”, o “de un domingo cualquiera”; cada día de la
semana el poeta se alumbra de lo cotidiano, del tiempo que huye y se
escapa silencioso y en soledad absoluta: «La soledad, / la soledad
que muerde / -acre estela de bruma en la distancia- / nos escora a
estribor de cualquier puerto / y nos cita, nos goza, y nos despecha /
convertida en placebo de nuestro propio acíbar». Santiago Redondo
bucea en la palabra, a sabiendas que hallará en su su luz la luz de
la vida, esa que nos aviva los despertares y nos hace más humanos:
«Extenuado y maldito, / pero libre / torna el poeta al papel de la
palabra en alto, / demudad o intacta, como un áspide, / pero erguida
y en armas, nunca inerte». Su poesía bebe de la misma realidad que
distorsiona sutilmente de regreso al origen de los días. El amor,
el tiempo ocupan en esta “Mecánica de fluidos”, un lugar de
relevancia, al igual que la soledad y el miedo: «¿Con cuanta
oscuridad se alumbra el miedo, / en bulevares de silencio ilícito»,
y en última instancia, en la mejor tradición poética actual,
Santiago Redondo no puede sino ahondar en el sentido y concepción de
la muerte: «La muerte es un lugar, una inclemencia / vacía y
delatora / de filo embaucador negro y cortante. // La muerte es
impiedad, aunque no duela; / al fin y al cabo -amor- / la muerte es
muerte sólo». Se agradece y mucho que una voz tan personalísima
como la de Santiago Redondo devuelva a la poesía la razón de su
existencia, desde la alternancia de conocimiento y emoción,
ahondando en la cotidianidad de la existencia humana -la suya y la de
los otros-, perpetuada en el cálido abrazo. Amor y poesía, y
viceversa, son la esencia misma del hombre y del poeta que encarna la
singular voz de Santiago Redondo.
Título:
Mecánica de fluidos
Autor:
Santiago Redondo Vega
Editorial:
Vitruvio (2018)