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AHORA QUE ES TARDE

 SALÓN DE LECTURA ______________________________José Antonio Santano



Ahora que es tarde


AHORA QUE ES TARDE
Ahora que es tarde
de 
JOSÉ LUIS MORANTE

Es este un tiempo extraño en el que parece campar con virulencia un excesivo egocentrismo. Las distintas situaciones que vivimos desde hace más de un año a causa de esta terrible pandemia nos está desequilibrando de tal manera que no atendemos a razones. Ahora, más que nunca, cada uno está solo ante sí mismo. Y por ese mismo motivo el ego se amplifica ostensiblemente. La situación nos ha llevado en otros casos a padecer una creciente ansiedad, una desesperada angustia que nos abisma en el vacío. La oscuridad se ha presentado sin previo aviso y el túnel no tiene fin. Es éste, digo, un tiempo gris, y de él somos todos prisioneros. La sensación de cárcel, o lo que es lo mismo, de privaciones se ha acrecentado tanto que no hay reacción, tampoco revolución posible, por citar los extremos. Tal vez, como he dicho en otras tantas ocasiones, sea la poesía la única salvación posible, el único refugio o la única verdad capaz de mantenernos vivos. La poesía venció a ese estado de abandono y ansiedad continua. Y así pude comprobarlo tras finalizar la lectura de uno de esos libros que quedan siempre en la memoria: Ahora que es tarde, un texto antológico, autoría del poeta abulense y también extraordinario aforista José Luis Morante (El Bohodón, Avila, 1956). Ahora que es tarde (espero que no lo sea mucho para tanto por hacer) recoge poemas de sus libros Rotonda con estatuas, Enemigo leal, Población activa, Causa y efectos, Un país lejano, Largo recorrido, La noche en blanco, Ninguna parte y el inédito Nadar en seco. Del prólogo es autor el profesor y poeta Antonio Jiménez Millán, quien en sus primeras líneas establece un análisis con base en tres cuestiones centrales: “la evolución del sujeto poético y la presencia de la otredad, los enlaces con la tradición literaria (y cultural, se podría decir) y, finalmente, la importancia de la metáfora del viaje”. José Luis Morante es un poeta de amplia y abarcadora mirada hacia el mundo que le rodea, pero también al interior, al que vive en él y se muestra en todos y cada uno de sus silencios. Por ello su poesía está marcada por la sutileza e ironía, la nada y lo absoluto complementándose en un juego conceptual riguroso, tal vez consecuencia de esa otra variante de la visión honda y profunda de la realidad que transforma con maestría en extraordinarios aforismos, caso de los compilados en otros textos, pero que marcan su impronta poética muy sustancialmente. El paisaje urbano, los objetos, las cosas sencillas y la cotidianidad también confluyen en este estar y ser del poeta que observa desde su atalaya cuanto acontece a su alrededor para luego transformarlo, mutarlo o metamorfosearlo en otra bien distinta realidad, abstracción o imaginario propios. El silencio interior se hace luz y regresa cada día en la mirada del poeta que no descansa en sus continuos viajes por la geografía de la realidad, como cuando enmudece en una cualquiera rotonda: 


“Cuando no supe de qué hablar con los hombres,
/ descubrí una rotonda y me dispuse
/ a enmudecer, sin más, entre sus piedras”.


 Morante señala en las cosas aparentemente sin importancia toda una variedad de significados y símbolos que proporcionan al lector las claves que caracterizan su poética, la fuerza de la sobriedad castellana de la mano de su honda expresión aun tratándose de un paisaje urbano. Esa lucha interior en la búsqueda de una identidad y la cruel realidad, nutre a veces una desazón, una manera de entender el mundo que vaga por la abstracción nacida de la experiencia y define un determinado modo ver las cosas desde una lejanía cercana. Es la palabra un fuego nutricio que no cesa y el poeta se sabe suyo, poseso de él:




“Desde mi soledad /
a ti camino, /
con la certeza intacta /
de que tú mientras tanto /
inventas el andén que ha de acogerme”.


en ese devenir de la vida, de las relaciones humanas, la ciudad se conforma nítida en la memoria:




“Una vez más regreso a la ciudad de siempre,
descifro con premura /
un largo itinerario de recuerdos,
mientras sube, con ardor renovado, /
la hiedra de otros días /
desde un lejano sueño hasta la boca. (…)

 La llegada del alba desvanece / una ciudad cuyo enclave es el olvido”. El paisaje urbano tan presente en la obra de Morante revela su particular percepción del mundo, pero también abarca una tradición literaria que abastece y enriquece su poesía, como cuando escribe, en alusión al gran Juan de Yepes: 




“Porque bajo el techado más sombrío
/ el pensamiento se conforma libre, /
siento el mínimo roce de unos versos.
/ Cada noche se afirman sin desmayo,
/ como si los forjara la impaciencia”.


Pero también el poeta se mira hacia adentro, a sí mismo, a lo que quiere o no ser, bucea en su propia carne hasta descarnarse, en su propia voz hasta enmudecer, así la vida, su vida en manos del destino, su alma entera en unos versos: 


“Crece el silencio en mí,
/ la nada vuelve. El tiempo es la frontera
/ en mi mapa menguante. /
A la luz del ocaso /
ya no quedan tareas perentorias. El futuro es de otros.”


 Sin duda alguna, Ahora es tarde es un libro necesario para aquellos que quieran acercarse a la obra poética de José Luis Morante, en esa búsqueda continua de la palabra y de todos sus silencios, donde su intensa luz ilumina el cosmos para reconocerse en el amor y la otredad como razón de ser: “Cerca o lejos, mientras existas, soy”.


AHORA QUE ES TARDE

Título: Ahora que es tarde

Autor: José Luis Morante

Editorial: La Garúa (2020)






Ninguna parte. José Luis Morante por José Antonio Santano

SALÓN DE LECTURA _ José Antonio Santano



Cómo explicar lo que se siente cuando te adentras en las entrañas de un libro. Ese acto primero de asirlo entre las manos, acariciar la cubierta y leer la palabra escrita que sobre ella se muestra, embriagarse con el aroma de su piel y dejarse llevar, sin más. Sentir que los dedos se precipitan y buscan trémulos el vuelo de la voz contenida en cada letra, en cada sílaba, hasta vivir en la palabra la vida misma, otras vidas. Sucede que ese es un momento único y mágico, del que nada ni nadie puede sustraerte. Placer de dioses hallar entre las páginas de un libro la palabra capaz de hacerte vibrar, de conmoverte desde el mismo instante y hora que inicias su lectura. Cuando esa palabra se reviste del oro de la poesía, algo más intenso e inexplicable acontece.

El rumor del silencio que habita todo acto de creación se hace grandioso, único, porque en él la existencia del misterio lo amplifica en su esencia misma. En el poemario “Ninguna parte”, de José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) hallaremos todo eso y más. Al cuidado del sello editorial “La Isla de Siltolá”, capitaneado por el también poeta Javier Sánchez Menéndez, “Ningua parte” es el resultado de más de un lustro de trabajo (2006-2013). Será la presencia del tiempo una constante en su poesía, su influencia sobre lo cotidiano y la necesaria reflexión de la realidad, algunas de las claves para comprender su obra poética, este ir y venir, tal vez, hacia “Ninguna parte”. El poemario contiene cuatro capítulos bien diferenciados: “Patologías”, “Deshielo”, “Piedra caliza” y “Y todo lo demás”. Para el poeta la experiencia de lo vivido es esencia en la herida, en el dolor o la enfermedad, como así lo refleja desde el primer poema de “Patologías”, cuando recuerda al padre: «A veces su mirada resucita. / Posiciona en un mapa / imágenes dispersas. / Su voluntad es tacto / que gira el picaporte / para abrir desde dentro / la puerta infranqueable»; el transcurrir de los años, la muerte de los ahogados o la desmemoria: «Sobrecoge que no sepas quién eres, / que olvides quiénes somos, / o que mires las cosas / con los ojos / de una memoria estéril. / Cruzas sola / el dormido país de los lotófagos. / Estás lejos de ti, / pero nos perteneces»; también el desaliento, la incertidumbre, el vacío: «Se ha instalado en mis días / una oquedad que absorbe.[…] Salgo fuera; / respiro el aire seco del vacío». La segunda parte, “Deshielo”, abre con una cita de César Vallejo (“Quisiera hoy ser feliz de buena gana…”), que Morante asume como anhelo también de presente, del hoy, en esa búsqueda incesante del amor, del yo en ti: «En este andén fugaz / desando el día / para buscarte al fondo de la noche». Y en ese continuo devenir, de estar y no estar que nos consume, el poeta ahonda en su interior hasta hallar su propia voz: «Todos estamos / bajo la tormenta[…] Nadie enciende la lámpara / porque en casa una luz / alumbra firme. / Vivo solo. Contigo». 

El poeta sabe que vivir es desentrañar el misterio, descender al infierno mismo y alzar el vuelo hacia el espacio sideral sin mirar atrás, reafirmándose en el eco de la palabra escrita sobre el albo papel; sentirse “náufrago”, verse en los “rostros de Jano” hasta alcanzar y compartir los sueños; convertir el yo en tú y el tú en nosotros al tiempo que se intenta elegir un camino, cierto o no: «No sé qué itinerario me conviene, / si el que deja constancia de huellas conocidas / o el que la traza por primera vez», porque consciente o inconscientemente sucede que «la historia se repite. / Somos polvo; la primavera pasa», en alusión al tiempo y a la vida. Morante interioriza lo vivido, hasta el punto de convertir lo sencillo en trascendental, en algo vivo, luciente, necesario. Once epitafios contienen la tercera parte, titulada “Piedra caliza”, que abre con citas de Stanislaw J. Lec y de Epicuro. La muerte y sus silencios se incrustan en el ser del poeta hasta componer una melodía armónica de esa única y absoluta verdad: «En su artesana construcción del silencio, / la muerte no reconoce / ninguna otra verdad». 


El mundo que le rodea, la rutina de los días, a veces asfixiante, deja en el poeta una sensación continua de desazón, de desamparo en este tiempo de extrañamiento: «No hay respuestas; / la pureza del aire / habita el desamparo»; la vida es un continuo abismarse en el vacío hasta formar parte de ese nada: «Ahora vivo debajo, / con vocación de sima. […] Nada sucede aquí; / nada sucede», si bien un hilo de esperanza nace siempre para reanudar de nuevo el camino: «En un reloj sin tiempo, / ensordecido / busco un lugar / para empezar de nuevo». La última y cuarta parte, de título “Y todo lo demás”, habría que añadirle “es literatura”, como reza la cita de Verlaine. La literatura es el refugio del poeta, su vida, que repasa en el poema “Balance”: «Hoy asalgo a respirar. No pido mucho: / convivir entre libros y objetos familiares…[…] con la escueta esperanza / de un porvenir que llegue / cualquier día». José Luis Morante, poeta de honda mirada y palabra diamantina.

Título: Ninguna parte
Autor: José Luis Morante
Editorial: La Isla de Siltolá (Sevilla, 2013)

Ninguna parte. José Luis Morante

SALÓN DE LECTURA _ José Antonio Santano



Cómo explicar lo que se siente cuando te adentras en las entrañas de un libro. Ese acto primero de asirlo entre las manos, acariciar la cubierta y leer la palabra escrita que sobre ella se muestra, embriagarse con el aroma de su piel y dejarse llevar, sin más. Sentir que los dedos se precipitan y buscan trémulos el vuelo de la voz contenida en cada letra, en cada sílaba, hasta vivir en la palabra la vida misma, otras vidas. Sucede que ese es un momento único y mágico, del que nada ni nadie puede sustraerte. Placer de dioses hallar entre las páginas de un libro la palabra capaz de hacerte vibrar, de conmoverte desde el mismo instante y hora que inicias su lectura. Cuando esa palabra se reviste del oro de la poesía, algo más intenso e inexplicable acontece.

El rumor del silencio que habita todo acto de creación se hace grandioso, único, porque en él la existencia del misterio lo amplifica en su esencia misma. En el poemario “Ninguna parte”, de José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) hallaremos todo eso y más. Al cuidado del sello editorial “La Isla de Siltolá”, capitaneado por el también poeta Javier Sánchez Menéndez, “Ningua parte” es el resultado de más de un lustro de trabajo (2006-2013). Será la presencia del tiempo una constante en su poesía, su influencia sobre lo cotidiano y la necesaria reflexión de la realidad, algunas de las claves para comprender su obra poética, este ir y venir, tal vez, hacia “Ninguna parte”. El poemario contiene cuatro capítulos bien diferenciados: “Patologías”, “Deshielo”, “Piedra caliza” y “Y todo lo demás”. Para el poeta la experiencia de lo vivido es esencia en la herida, en el dolor o la enfermedad, como así lo refleja desde el primer poema de “Patologías”, cuando recuerda al padre: «A veces su mirada resucita. / Posiciona en un mapa / imágenes dispersas. / Su voluntad es tacto / que gira el picaporte / para abrir desde dentro / la puerta infranqueable»; el transcurrir de los años, la muerte de los ahogados o la desmemoria: «Sobrecoge que no sepas quién eres, / que olvides quiénes somos, / o que mires las cosas / con los ojos / de una memoria estéril. / Cruzas sola / el dormido país de los lotófagos. / Estás lejos de ti, / pero nos perteneces»; también el desaliento, la incertidumbre, el vacío: «Se ha instalado en mis días / una oquedad que absorbe.[…] Salgo fuera; / respiro el aire seco del vacío». La segunda parte, “Deshielo”, abre con una cita de César Vallejo (“Quisiera hoy ser feliz de buena gana…”), que Morante asume como anhelo también de presente, del hoy, en esa búsqueda incesante del amor, del yo en ti: «En este andén fugaz / desando el día / para buscarte al fondo de la noche». Y en ese continuo devenir, de estar y no estar que nos consume, el poeta ahonda en su interior hasta hallar su propia voz: «Todos estamos / bajo la tormenta[…] Nadie enciende la lámpara / porque en casa una luz / alumbra firme. / Vivo solo. Contigo». 

El poeta sabe que vivir es desentrañar el misterio, descender al infierno mismo y alzar el vuelo hacia el espacio sideral sin mirar atrás, reafirmándose en el eco de la palabra escrita sobre el albo papel; sentirse “náufrago”, verse en los “rostros de Jano” hasta alcanzar y compartir los sueños; convertir el yo en tú y el tú en nosotros al tiempo que se intenta elegir un camino, cierto o no: «No sé qué itinerario me conviene, / si el que deja constancia de huellas conocidas / o el que la traza por primera vez», porque consciente o inconscientemente sucede que «la historia se repite. / Somos polvo; la primavera pasa», en alusión al tiempo y a la vida. Morante interioriza lo vivido, hasta el punto de convertir lo sencillo en trascendental, en algo vivo, luciente, necesario. Once epitafios contienen la tercera parte, titulada “Piedra caliza”, que abre con citas de Stanislaw J. Lec y de Epicuro. La muerte y sus silencios se incrustan en el ser del poeta hasta componer una melodía armónica de esa única y absoluta verdad: «En su artesana construcción del silencio, / la muerte no reconoce / ninguna otra verdad». 


El mundo que le rodea, la rutina de los días, a veces asfixiante, deja en el poeta una sensación continua de desazón, de desamparo en este tiempo de extrañamiento: «No hay respuestas; / la pureza del aire / habita el desamparo»; la vida es un continuo abismarse en el vacío hasta formar parte de ese nada: «Ahora vivo debajo, / con vocación de sima. […] Nada sucede aquí; / nada sucede», si bien un hilo de esperanza nace siempre para reanudar de nuevo el camino: «En un reloj sin tiempo, / ensordecido / busco un lugar / para empezar de nuevo». La última y cuarta parte, de título “Y todo lo demás”, habría que añadirle “es literatura”, como reza la cita de Verlaine. La literatura es el refugio del poeta, su vida, que repasa en el poema “Balance”: «Hoy asalgo a respirar. No pido mucho: / convivir entre libros y objetos familiares…[…] con la escueta esperanza / de un porvenir que llegue / cualquier día». José Luis Morante, poeta de honda mirada y palabra diamantina.


Título: Ninguna parte
Autor: José Luis Morante
Editorial: La Isla de Siltolá (Sevilla, 2013)

Ninguna parte. José Luis Morante

SALÓN DE LECTURA _ José Antonio Santano



Cómo explicar lo que se siente cuando te adentras en las entrañas de un libro. Ese acto primero de asirlo entre las manos, acariciar la cubierta y leer la palabra escrita que sobre ella se muestra, embriagarse con el aroma de su piel y dejarse llevar, sin más. Sentir que los dedos se precipitan y buscan trémulos el vuelo de la voz contenida en cada letra, en cada sílaba, hasta vivir en la palabra la vida misma, otras vidas. Sucede que ese es un momento único y mágico, del que nada ni nadie puede sustraerte. Placer de dioses hallar entre las páginas de un libro la palabra capaz de hacerte vibrar, de conmoverte desde el mismo instante y hora que inicias su lectura. Cuando esa palabra se reviste del oro de la poesía, algo más intenso e inexplicable acontece.

El rumor del silencio que habita todo acto de creación se hace grandioso, único, porque en él la existencia del misterio lo amplifica en su esencia misma. En el poemario “Ninguna parte”, de José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) hallaremos todo eso y más. Al cuidado del sello editorial “La Isla de Siltolá”, capitaneado por el también poeta Javier Sánchez Menéndez, “Ningua parte” es el resultado de más de un lustro de trabajo (2006-2013). Será la presencia del tiempo una constante en su poesía, su influencia sobre lo cotidiano y la necesaria reflexión de la realidad, algunas de las claves para comprender su obra poética, este ir y venir, tal vez, hacia “Ninguna parte”. El poemario contiene cuatro capítulos bien diferenciados: “Patologías”, “Deshielo”, “Piedra caliza” y “Y todo lo demás”. Para el poeta la experiencia de lo vivido es esencia en la herida, en el dolor o la enfermedad, como así lo refleja desde el primer poema de “Patologías”, cuando recuerda al padre: «A veces su mirada resucita. / Posiciona en un mapa / imágenes dispersas. / Su voluntad es tacto / que gira el picaporte / para abrir desde dentro / la puerta infranqueable»; el transcurrir de los años, la muerte de los ahogados o la desmemoria: «Sobrecoge que no sepas quién eres, / que olvides quiénes somos, / o que mires las cosas / con los ojos / de una memoria estéril. / Cruzas sola / el dormido país de los lotófagos. / Estás lejos de ti, / pero nos perteneces»; también el desaliento, la incertidumbre, el vacío: «Se ha instalado en mis días / una oquedad que absorbe.[…] Salgo fuera; / respiro el aire seco del vacío». La segunda parte, “Deshielo”, abre con una cita de César Vallejo (“Quisiera hoy ser feliz de buena gana…”), que Morante asume como anhelo también de presente, del hoy, en esa búsqueda incesante del amor, del yo en ti: «En este andén fugaz / desando el día / para buscarte al fondo de la noche». Y en ese continuo devenir, de estar y no estar que nos consume, el poeta ahonda en su interior hasta hallar su propia voz: «Todos estamos / bajo la tormenta[…] Nadie enciende la lámpara / porque en casa una luz / alumbra firme. / Vivo solo. Contigo». 

El poeta sabe que vivir es desentrañar el misterio, descender al infierno mismo y alzar el vuelo hacia el espacio sideral sin mirar atrás, reafirmándose en el eco de la palabra escrita sobre el albo papel; sentirse “náufrago”, verse en los “rostros de Jano” hasta alcanzar y compartir los sueños; convertir el yo en tú y el tú en nosotros al tiempo que se intenta elegir un camino, cierto o no: «No sé qué itinerario me conviene, / si el que deja constancia de huellas conocidas / o el que la traza por primera vez», porque consciente o inconscientemente sucede que «la historia se repite. / Somos polvo; la primavera pasa», en alusión al tiempo y a la vida. Morante interioriza lo vivido, hasta el punto de convertir lo sencillo en trascendental, en algo vivo, luciente, necesario. Once epitafios contienen la tercera parte, titulada “Piedra caliza”, que abre con citas de Stanislaw J. Lec y de Epicuro. La muerte y sus silencios se incrustan en el ser del poeta hasta componer una melodía armónica de esa única y absoluta verdad: «En su artesana construcción del silencio, / la muerte no reconoce / ninguna otra verdad». 


El mundo que le rodea, la rutina de los días, a veces asfixiante, deja en el poeta una sensación continua de desazón, de desamparo en este tiempo de extrañamiento: «No hay respuestas; / la pureza del aire / habita el desamparo»; la vida es un continuo abismarse en el vacío hasta formar parte de ese nada: «Ahora vivo debajo, / con vocación de sima. […] Nada sucede aquí; / nada sucede», si bien un hilo de esperanza nace siempre para reanudar de nuevo el camino: «En un reloj sin tiempo, / ensordecido / busco un lugar / para empezar de nuevo». La última y cuarta parte, de título “Y todo lo demás”, habría que añadirle “es literatura”, como reza la cita de Verlaine. La literatura es el refugio del poeta, su vida, que repasa en el poema “Balance”: «Hoy asalgo a respirar. No pido mucho: / convivir entre libros y objetos familiares…[…] con la escueta esperanza / de un porvenir que llegue / cualquier día». José Luis Morante, poeta de honda mirada y palabra diamantina.


Título: Ninguna parte
Autor: José Luis Morante
Editorial: La Isla de Siltolá (Sevilla, 2013)

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986