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Munira. Estación Sur

 Fuente de la luz . Algo así vendría a ser el significado de la palabra «munira», de origen árabe. ¡Musicalidad y belleza plena! Acaeció en el restaurante y tetería Aljaima, convocados en torno a la luz de la palabra, el verso y la música, el colectivo Munira llevó a cabo otro de esos encuentros poéticos inolvidables. Hay que reconocer que no es fácil -en esta y en casi todas las ciudades de España sucede lo mismo-reunir a un grupo considerable de personas y dejar que la magia de la poesía penetre en cada uno hasta los huesos, y si a esto añadimos, la palabra musicada y envolvente en la voz de Sensi Falán, el resultado no puede ser sino sencillamente exquisito. En estos tiempos de creciente crisis intelectual viene que ni anillo al dedo hallar un lugar y unas gentes para quienes la palabra escrita, en verso o prosa, sea como la vida misma. Ya todo está dispuesto. Alrededor de la mesa los asientos se han ido ocupando hasta completar el aforo de la casa de Mustafa (el elegido), que nos recibe con el abrazo fraternal y la sonrisa en los labios.



El poeta queda en el centro de la mesa. Lo flanquean Mar, que hace de presentadora y Sensi, la voz más hermosa de La Chanca. El poeta, agradecido por la acogida, se abisma en la poesía, entona su canto desesperado, y nos conduce hacia el poniente, allá donde un mar de plástico se extiende al infinito:





un mar de plástico y de espejos

sobre esta tierra de poniente

donde viven y resisten, heroicos,

los apátridas del mundo y sus confines

a la espera de un verbo o una sílaba

que los haga más hombres y más libres





la humana voz que anhela los silencios, se pregunta una y otra vez:





Para qué me preguntas qué pienso

como si no fuese contigo esta historia

que ocultas y niegas cada día

ante los cientos y miles de vencidos

que obedecen las órdenes precisas

de los amos del mundo en esta hora





y el poeta, incansable, responderá al fin:





Y yo, aferrándome a los colores del día

proclamo en sus colores la vida,

y oigo los rumores del beso en la brisa

que se clava hasta sus huesos,

pues ya solo me importan sus pesares

y en ellos reconozco la dignidad

de ser hombres cabales aun siendo

la piel de mil colores o el habla

tan compleja y tan distinta,

que a su lado la huella de la vida

se asemeja a una luz intensa y única

que alumbra los caminos de poniente

entre mares de plástico y de soledades.


ESTACIÓN SUR____06/12/2013____José Antonio Santano

DIARIO DE ALMERÍA




Munira. Estación Sur

 Fuente de la luz . Algo así vendría a ser el significado de la palabra «munira», de origen árabe. ¡Musicalidad y belleza plena! Acaeció en el restaurante y tetería Aljaima, convocados en torno a la luz de la palabra, el verso y la música, el colectivo Munira llevó a cabo otro de esos encuentros poéticos inolvidables. Hay que reconocer que no es fácil -en esta y en casi todas las ciudades de España sucede lo mismo-reunir a un grupo considerable de personas y dejar que la magia de la poesía penetre en cada uno hasta los huesos, y si a esto añadimos, la palabra musicada y envolvente en la voz de Sensi Falán, el resultado no puede ser sino sencillamente exquisito. En estos tiempos de creciente crisis intelectual viene que ni anillo al dedo hallar un lugar y unas gentes para quienes la palabra escrita, en verso o prosa, sea como la vida misma. Ya todo está dispuesto. Alrededor de la mesa los asientos se han ido ocupando hasta completar el aforo de la casa de Mustafa (el elegido), que nos recibe con el abrazo fraternal y la sonrisa en los labios.



El poeta queda en el centro de la mesa. Lo flanquean Mar, que hace de presentadora y Sensi, la voz más hermosa de La Chanca. El poeta, agradecido por la acogida, se abisma en la poesía, entona su canto desesperado, y nos conduce hacia el poniente, allá donde un mar de plástico se extiende al infinito:





un mar de plástico y de espejos

sobre esta tierra de poniente

donde viven y resisten, heroicos,

los apátridas del mundo y sus confines

a la espera de un verbo o una sílaba

que los haga más hombres y más libres





la humana voz que anhela los silencios, se pregunta una y otra vez:





Para qué me preguntas qué pienso

como si no fuese contigo esta historia

que ocultas y niegas cada día

ante los cientos y miles de vencidos

que obedecen las órdenes precisas

de los amos del mundo en esta hora





y el poeta, incansable, responderá al fin:





Y yo, aferrándome a los colores del día

proclamo en sus colores la vida,

y oigo los rumores del beso en la brisa

que se clava hasta sus huesos,

pues ya solo me importan sus pesares

y en ellos reconozco la dignidad

de ser hombres cabales aun siendo

la piel de mil colores o el habla

tan compleja y tan distinta,

que a su lado la huella de la vida

se asemeja a una luz intensa y única

que alumbra los caminos de poniente

entre mares de plástico y de soledades.


ESTACIÓN SUR____06/12/2013____José Antonio Santano

DIARIO DE ALMERÍA




Bajo el signo de los dioses. Francisco Morales Lomas



BAJO EL SIGNO DE LOS DIOSES


La novela objeto de comentario en esta ocasión toma el título «Bajo el signo de los dioses» y su autor es Francisco Morales Lomas, quien nos propone un viaje en el tiempo, justo a la esencialidad de una época que sigue suscitando nuestra atención e interés a pesar de los años transcurridos: los siglos XVI y XVII, cuyo conocimiento es fundamental para comprender mejor nuestro devenir en el conjunto de la historia posterior de España. Morales Lomas nos muestra en esta novela aspectos imprescindibles tanto de la historia social y política de la España áurea (reinado de Felipe III, intrigas y corrupción en el caso del duque de Lerma o Rodrigo Calderón), como de la literaria, que protagonizarán Cervantes, Lope, Quevedo o Góngora. Siempre se ha dicho que profundizar en el conocimiento de nuestro pasado no es sino un aval seguro para construir el futuro. Ambientada, pues, esta novela en ese momento histórico, Morales Lomas construye una narración que bien pudiera, obviando la ambientación propia de la época, ser de una actualidad rabiosa. Y así lo es, al menos, en lo que toca al tema principal de la obra: las intrigas, venganzas y la corrupción política. Los personajes que afloran en «Bajo el signo de los dioses» son, como ya se ha dicho, en unos casos reales, y en otros, pertenecientes a la ficción (Leopoldo del Prado). El discurso narrativo no pertenece a un solo narrador sino que se amplifica o multiplica en voces distintas, en narradores varios, quizá pensada así para contrastar los diferentes pensamientos o ideas.

El protagonista de esta narración «in extrema res» es Rodrigo Calderón, quien llegó a ser un hombre muy poderoso en la Corte de Felipe III, pero que concluiría su vida siendo degollado en la Plaza Mayor de Madrid. Junto a él, el más poderoso de los hombres, el duque de Lerma. Realidad y ficción se entremezclan con algún guiño a escritores coetáneos, como es el caso de Ricardo Bellveser, a quien el autor de esta novela cita como miembro de la Academia literaria de los Nocturnos en la Valencia del XVI. La narración se estructura en diecinueve capítulos, cada uno de ellos, y a manera de puzzle, cuenta los hechos que se suceden en el tiempo y que conforman la novela en sí misma. Muchas de las situaciones que se narran en esta novela son coincidentes con los acaecidos en la España actual, como es el caso que motiva el traslado de la Corte a Valladolid: «Señora, después que ha faltado el rey viejo y han cambiado los ministros y consejeros, y han aparecido estos otros que no entienden ni saben de negocios sino de su propio oficio, aquí no hay orden ni concierto y se ha trabucado todo de pies a cabeza. Debe saber V.E. que la hacienda real amenaza ser llevada al naufragio total y a la ruina. Pero el rey el incapaz de dejar de hacer mercedes a Lerma y a sus paniaguados. […] Y debe saber aún más, que debido a ello, a la influencia que S.E. ejerce en su nieto advirtiéndole de los excesivos juegos, jornadas, gastos y despilfarro de los ministros… ha ordenado el duque que la Corte se mude a Valladolid, aunque haya disgusto universal. El teatrillo lo ha cambiado de sitio el autor-Lerma y con ello se ha llevado a todos los actores del retablo». La especulación inmobiliaria y el resultado desorbitado de las ganancias derivadas de tan magno negocio estaba servido. El control de Lerma sobre el rey era total, «hasta el punto de que controla también el dinero de bolsillo que tiene el monarca y del que no necesita dar cuenta a nadie».

Otro aspecto a resaltar de esta novela es la presencia en sus páginas de los grandes hombres de las letras: Cervantes, Lope de Vega, el joven Quevedo, Luis Vélez de Guevara o Góngora, al hilar un discurso en el que la literatura se presenta como el más grande patrimonio espiritual de la humanidad, aun incluyendo las desavenencias con otros escritores, como en el caso de Cervantes, que no gusta del teatro de Lope ni de su vanidad, y añade como «tampoco me gustaban su enajenación con el poder y con el valido de Lerma, al que halagaba siempre que podía, como había sucedido hace unos meses con la obra que estrenó en Lerma, El premio de la hermosura, un absoluto dislate pagado por el duque, atlante del peso de esta monarquía». Morales Lomas nos presenta la sociedad de la época: «Las cosas que suceden en esta nación de pícaros solo tienen sentido en ella», algo que también pensamos en estos principios del siglo XXI; el retrato pretende ser lo más ajustado a aquella realidad –coincidente con la actual-: «El ser humano se mueve por el beneficio y solo por él es capaz de actuar. Es un principio básico que si no se conoce, mejor es no andar metido en política». Tales extremos se evidencian más aún cuando en uno de los diálogos que componen la novela se llega a decir: «A mí no me preocupan estos (refiriéndose a los ladrones) de poca monta sino los que están arriba. Todos se enriquecen mientras el pueblo paga». Pero también Morales Lomas ha querido retratar el espectáculo de la muerte en aquellos días, mediante la ejecución pública del conde de la Oliva y marqués de Siete Iglesias, Rodrigo Calderón, protagonista de esta novela. La muerte de un noble como castigo ejemplarizante: «No todos los días de su vida contemplarían morir (acaso ninguno) a un grande como al más humilde de los mortales. Y ese espejismo, ese pasatiempo pedestre, encendía lo mórbido y pasional». Este es el acabamiento definitivo, el último silencio y la rotunda oscuridad, la única verdad que nos iguala a todos: la muerte.

Es, pues, «Bajo el signo de los dioses» una novela amena, donde el lenguaje, la palabra, fulge en cada página, como es propio en Morales Lomas, dado su oficio de poeta, narrador, ensayista, crítico y profesor universitario, con conocimiento exhaustivo del Siglo de Oro español.



Título: Bajo el signo de los dioses
Autor: Francisco Morales Lomas
Edita: Alcalá
14 €


DIARIO DE ALMERÍA. 01 Diciembre 2013

Bajo el signo de los dioses. Francisco Morales Lomas



BAJO EL SIGNO DE LOS DIOSES


La novela objeto de comentario en esta ocasión toma el título «Bajo el signo de los dioses» y su autor es Francisco Morales Lomas, quien nos propone un viaje en el tiempo, justo a la esencialidad de una época que sigue suscitando nuestra atención e interés a pesar de los años transcurridos: los siglos XVI y XVII, cuyo conocimiento es fundamental para comprender mejor nuestro devenir en el conjunto de la historia posterior de España. Morales Lomas nos muestra en esta novela aspectos imprescindibles tanto de la historia social y política de la España áurea (reinado de Felipe III, intrigas y corrupción en el caso del duque de Lerma o Rodrigo Calderón), como de la literaria, que protagonizarán Cervantes, Lope, Quevedo o Góngora. Siempre se ha dicho que profundizar en el conocimiento de nuestro pasado no es sino un aval seguro para construir el futuro. Ambientada, pues, esta novela en ese momento histórico, Morales Lomas construye una narración que bien pudiera, obviando la ambientación propia de la época, ser de una actualidad rabiosa. Y así lo es, al menos, en lo que toca al tema principal de la obra: las intrigas, venganzas y la corrupción política. Los personajes que afloran en «Bajo el signo de los dioses» son, como ya se ha dicho, en unos casos reales, y en otros, pertenecientes a la ficción (Leopoldo del Prado). El discurso narrativo no pertenece a un solo narrador sino que se amplifica o multiplica en voces distintas, en narradores varios, quizá pensada así para contrastar los diferentes pensamientos o ideas.

El protagonista de esta narración «in extrema res» es Rodrigo Calderón, quien llegó a ser un hombre muy poderoso en la Corte de Felipe III, pero que concluiría su vida siendo degollado en la Plaza Mayor de Madrid. Junto a él, el más poderoso de los hombres, el duque de Lerma. Realidad y ficción se entremezclan con algún guiño a escritores coetáneos, como es el caso de Ricardo Bellveser, a quien el autor de esta novela cita como miembro de la Academia literaria de los Nocturnos en la Valencia del XVI. La narración se estructura en diecinueve capítulos, cada uno de ellos, y a manera de puzzle, cuenta los hechos que se suceden en el tiempo y que conforman la novela en sí misma. Muchas de las situaciones que se narran en esta novela son coincidentes con los acaecidos en la España actual, como es el caso que motiva el traslado de la Corte a Valladolid: «Señora, después que ha faltado el rey viejo y han cambiado los ministros y consejeros, y han aparecido estos otros que no entienden ni saben de negocios sino de su propio oficio, aquí no hay orden ni concierto y se ha trabucado todo de pies a cabeza. Debe saber V.E. que la hacienda real amenaza ser llevada al naufragio total y a la ruina. Pero el rey el incapaz de dejar de hacer mercedes a Lerma y a sus paniaguados. […] Y debe saber aún más, que debido a ello, a la influencia que S.E. ejerce en su nieto advirtiéndole de los excesivos juegos, jornadas, gastos y despilfarro de los ministros… ha ordenado el duque que la Corte se mude a Valladolid, aunque haya disgusto universal. El teatrillo lo ha cambiado de sitio el autor-Lerma y con ello se ha llevado a todos los actores del retablo». La especulación inmobiliaria y el resultado desorbitado de las ganancias derivadas de tan magno negocio estaba servido. El control de Lerma sobre el rey era total, «hasta el punto de que controla también el dinero de bolsillo que tiene el monarca y del que no necesita dar cuenta a nadie».

Otro aspecto a resaltar de esta novela es la presencia en sus páginas de los grandes hombres de las letras: Cervantes, Lope de Vega, el joven Quevedo, Luis Vélez de Guevara o Góngora, al hilar un discurso en el que la literatura se presenta como el más grande patrimonio espiritual de la humanidad, aun incluyendo las desavenencias con otros escritores, como en el caso de Cervantes, que no gusta del teatro de Lope ni de su vanidad, y añade como «tampoco me gustaban su enajenación con el poder y con el valido de Lerma, al que halagaba siempre que podía, como había sucedido hace unos meses con la obra que estrenó en Lerma, El premio de la hermosura, un absoluto dislate pagado por el duque, atlante del peso de esta monarquía». Morales Lomas nos presenta la sociedad de la época: «Las cosas que suceden en esta nación de pícaros solo tienen sentido en ella», algo que también pensamos en estos principios del siglo XXI; el retrato pretende ser lo más ajustado a aquella realidad –coincidente con la actual-: «El ser humano se mueve por el beneficio y solo por él es capaz de actuar. Es un principio básico que si no se conoce, mejor es no andar metido en política». Tales extremos se evidencian más aún cuando en uno de los diálogos que componen la novela se llega a decir: «A mí no me preocupan estos (refiriéndose a los ladrones) de poca monta sino los que están arriba. Todos se enriquecen mientras el pueblo paga». Pero también Morales Lomas ha querido retratar el espectáculo de la muerte en aquellos días, mediante la ejecución pública del conde de la Oliva y marqués de Siete Iglesias, Rodrigo Calderón, protagonista de esta novela. La muerte de un noble como castigo ejemplarizante: «No todos los días de su vida contemplarían morir (acaso ninguno) a un grande como al más humilde de los mortales. Y ese espejismo, ese pasatiempo pedestre, encendía lo mórbido y pasional». Este es el acabamiento definitivo, el último silencio y la rotunda oscuridad, la única verdad que nos iguala a todos: la muerte.

Es, pues, «Bajo el signo de los dioses» una novela amena, donde el lenguaje, la palabra, fulge en cada página, como es propio en Morales Lomas, dado su oficio de poeta, narrador, ensayista, crítico y profesor universitario, con conocimiento exhaustivo del Siglo de Oro español.



Título: Bajo el signo de los dioses
Autor: Francisco Morales Lomas
Edita: Alcalá
14 €


DIARIO DE ALMERÍA. 01 Diciembre 2013

El traductor. Estación Sur



Su vida eran los libros. Daba igual el género, su mundo comenzaba y concluía en las páginas de un libro, inevitablemente. En los últimos días le habían enviado decenas de libros, unas veces amigos y otras las editoriales directamente. Entre ellos, dos libros cuyo traductor era la misma persona. Se trataba de «Erasmo, Tomás Moro. Melancthon», de Desiré Nisard y «La muerte de las catedrales y otros textos», de Marcel Proust, ambos traducidos por Máximo Higuera. Habitualmente no le damos importancia a la figura del traductor, pero sí que la tiene, ya lo creo. El texto original está escrito tal y como lo concibió su autor, pero el traductor viene a ser otro autor, un creador también, aunque lo sea de una obra ya creada. El traductor crea y recrea cuanto halla en el texto original, le da vida, otra vida tal vez, pero vida al fin y al cabo. Esta y no otra es la grandeza de la traducción, pues no hay que situar al traductor en el ámbito simple de la reproducción. El traductor, el buen traductor literario profundiza en los textos hasta conseguir de ellos la calidad que los lectores merecen. Es un trabajo arduo y constante, en el cual el traductor deja lo mejor de sí mismo para difundir con garantías la obra traducida.


Podríamos decir que los libros que traemos hoy a este espacio son muy oportunos. Los tiempos que corren, desgraciadamente, no son buenos. De tal manera que, ante la escasez de ideas y pensamiento con el que somos azotados diariamente, hallar la fuerza de tres grandes humanistas, como lo fueron Erasmo, Moro y Melancthon, a través del estudio de sus vidas por quien fuera Decano de la Universidad Católica de París y miembro de la Academia Francesa, Desiré Nisard (1806-1888) es un hecho relevante, de la misma manera que lo es adentrarse en la sugerente prosa de Proust. En ambos casos la traducción requiere una mirada distinta, capaz de viajar a los más recónditos espacios de la palabra. Lo habitual en ese bello universo de la edición de libros es el reconocimiento al autor del texto, al diseñador, al editor, pero casi siempre se soslaya la ardua y extraordinaria labor del traductor. La grandeza del libro toma otro cariz, adquiere más valor, por así decirlo, cuando se trata de una traducción, pues el traductor a fin de cuentas es como un artesano, un orfebre que engarza una pieza tras otra hasta concluir en una verdadera obra de arte.




El traductor. Estación Sur



Su vida eran los libros. Daba igual el género, su mundo comenzaba y concluía en las páginas de un libro, inevitablemente. En los últimos días le habían enviado decenas de libros, unas veces amigos y otras las editoriales directamente. Entre ellos, dos libros cuyo traductor era la misma persona. Se trataba de «Erasmo, Tomás Moro. Melancthon», de Desiré Nisard y «La muerte de las catedrales y otros textos», de Marcel Proust, ambos traducidos por Máximo Higuera. Habitualmente no le damos importancia a la figura del traductor, pero sí que la tiene, ya lo creo. El texto original está escrito tal y como lo concibió su autor, pero el traductor viene a ser otro autor, un creador también, aunque lo sea de una obra ya creada. El traductor crea y recrea cuanto halla en el texto original, le da vida, otra vida tal vez, pero vida al fin y al cabo. Esta y no otra es la grandeza de la traducción, pues no hay que situar al traductor en el ámbito simple de la reproducción. El traductor, el buen traductor literario profundiza en los textos hasta conseguir de ellos la calidad que los lectores merecen. Es un trabajo arduo y constante, en el cual el traductor deja lo mejor de sí mismo para difundir con garantías la obra traducida.


Podríamos decir que los libros que traemos hoy a este espacio son muy oportunos. Los tiempos que corren, desgraciadamente, no son buenos. De tal manera que, ante la escasez de ideas y pensamiento con el que somos azotados diariamente, hallar la fuerza de tres grandes humanistas, como lo fueron Erasmo, Moro y Melancthon, a través del estudio de sus vidas por quien fuera Decano de la Universidad Católica de París y miembro de la Academia Francesa, Desiré Nisard (1806-1888) es un hecho relevante, de la misma manera que lo es adentrarse en la sugerente prosa de Proust. En ambos casos la traducción requiere una mirada distinta, capaz de viajar a los más recónditos espacios de la palabra. Lo habitual en ese bello universo de la edición de libros es el reconocimiento al autor del texto, al diseñador, al editor, pero casi siempre se soslaya la ardua y extraordinaria labor del traductor. La grandeza del libro toma otro cariz, adquiere más valor, por así decirlo, cuando se trata de una traducción, pues el traductor a fin de cuentas es como un artesano, un orfebre que engarza una pieza tras otra hasta concluir en una verdadera obra de arte.




Las ventanas del invierno. FRANCISCO ONIEVA


LAS VENTANAS DE INVIERNO


Francisco Onieva es el autor de «Las ventanas de invierno», poemario con el que obtuvo el Premio de Poesía Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, en su vigésimo primera edición, correspondiente al año 2008, y que por razones que no llegamos a entender ve la luz ahora, en 2013, cuestión esta baladí si nos atenemos a lo que verdaderamente interesa, que no es otra que el poemario en sí, la construcción de sus versos, la arquitectura de la voz poética que lo contiene, alienta y alimenta. Francisco Onieva deja su impronta de poeta sureño, cordobés para más señas, en este lúcido poemario, y aunque con voz propia no podemos ignorar la influencia, natural y lógica por otra parte, de otras voces cercanas. Hallamos en «Las ventanas de invierno», la mirada del poeta, que no es poco, un poeta que no deja de asombrarse ante las cosas que le rodean, capaz de transformar la oscuridad en luces fulgentes, solo con la sencillez de sus versos, de la palabra que germina en su interior, en la raíz del todo y la nada: la naturaleza. Onieva conoce bien el temblor que produce la observación de la naturaleza, de la tierra en la que vive y trabaja, y se sabe poseedor de su magia y su misterio, y ahonda hasta encontrar la respuesta, aunque la búsqueda sea dolorosa algunas veces; no detiene su paso, camina con la mirada fija en el horizonte; persevera y halla la luz y sus silencios.



Mucho tiene que ver este poemario con el tiempo, mejor sería decir con su fugacidad (fugit tempos), y con la realidad que sobreviene de tal hecho. La concreción del pasado por vivido, la vejez, en suma. De ahí el título de este poemario «Las ventanas de invierno», en alusión a esa estación última y fría, en la cual la soledad, el dolor o la enfermedad van conformando una acelerada decrepitud. En todo el texto Francisco Onieva está presente la lluvia, la nieve, el silencio, esa sensación de abatimiento producido por el tiempo vivido, por la nostalgia o la melancolía de su reflejo; el tiempo simbolizado por el reloj o los relojes que muestran su propia crueldad. Es siempre esa mirada profunda y demoledora del poeta la que cuenta, la que trasciende y provoca la emoción, el sentimiento perturbador. Vivaces las imágenes poéticas se repiten una y otra vez, los aromas penetran y traspasan el papel: «Huele a madera mojada en la umbría, / como en tus ojos. […] Estar callada. Sostener la lluvia en la retina». La naturaleza vive en el poeta, la siente y la canta: «Mira como despliega la noche con el vuelo, / mientras comprende el orden / de la nieve que cae / y se hace encina, / piedra, retama, / casa, hombre, río, / luz y aire, / de ventanas afuera». El poeta escucha la voz de los ríos y los manantiales, contempla los árboles y los pájaros que se posan en sus ramas y compone una sinfonía de versos precisos y sabios. Es la armonía del paisaje que germina en el poeta y hace que sus ojos vean distinto, de una manera singular, enriquecedora. Así el poeta vuelve a los orígenes, regresa a la raíz del ser para proclamar la verdad, su verdad: «En las ventanas ya es invierno. / También lo es en tus ojos, que atardecen, / y en tus manos, que tiemblan / cuando intentan reconocer el mundo. / Una ventana es todo el horizonte, / donde la vida / se deshilacha como una nube de polvo. […] Ahora que la vida es un regreso, / en el que los bolsillos pesan más / aunque estén más vacíos, / a las palabras ancestrales / y a las miradas infantiles». Así es la poesía de Francisco Onieva, como una luz permanente en lontananza.

 
Título: Las ventanas de invierno
Autor: Francisco Onieva
Edita: La Oficina

DIARIO DE ALMERÍA. 17/11/2013. José Antonio Santano                         

Las ventanas del invierno. FRANCISCO ONIEVA


LAS VENTANAS DE INVIERNO


Francisco Onieva es el autor de «Las ventanas de invierno», poemario con el que obtuvo el Premio de Poesía Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, en su vigésimo primera edición, correspondiente al año 2008, y que por razones que no llegamos a entender ve la luz ahora, en 2013, cuestión esta baladí si nos atenemos a lo que verdaderamente interesa, que no es otra que el poemario en sí, la construcción de sus versos, la arquitectura de la voz poética que lo contiene, alienta y alimenta. Francisco Onieva deja su impronta de poeta sureño, cordobés para más señas, en este lúcido poemario, y aunque con voz propia no podemos ignorar la influencia, natural y lógica por otra parte, de otras voces cercanas. Hallamos en «Las ventanas de invierno», la mirada del poeta, que no es poco, un poeta que no deja de asombrarse ante las cosas que le rodean, capaz de transformar la oscuridad en luces fulgentes, solo con la sencillez de sus versos, de la palabra que germina en su interior, en la raíz del todo y la nada: la naturaleza. Onieva conoce bien el temblor que produce la observación de la naturaleza, de la tierra en la que vive y trabaja, y se sabe poseedor de su magia y su misterio, y ahonda hasta encontrar la respuesta, aunque la búsqueda sea dolorosa algunas veces; no detiene su paso, camina con la mirada fija en el horizonte; persevera y halla la luz y sus silencios.



Mucho tiene que ver este poemario con el tiempo, mejor sería decir con su fugacidad (fugit tempos), y con la realidad que sobreviene de tal hecho. La concreción del pasado por vivido, la vejez, en suma. De ahí el título de este poemario «Las ventanas de invierno», en alusión a esa estación última y fría, en la cual la soledad, el dolor o la enfermedad van conformando una acelerada decrepitud. En todo el texto Francisco Onieva está presente la lluvia, la nieve, el silencio, esa sensación de abatimiento producido por el tiempo vivido, por la nostalgia o la melancolía de su reflejo; el tiempo simbolizado por el reloj o los relojes que muestran su propia crueldad. Es siempre esa mirada profunda y demoledora del poeta la que cuenta, la que trasciende y provoca la emoción, el sentimiento perturbador. Vivaces las imágenes poéticas se repiten una y otra vez, los aromas penetran y traspasan el papel: «Huele a madera mojada en la umbría, / como en tus ojos. […] Estar callada. Sostener la lluvia en la retina». La naturaleza vive en el poeta, la siente y la canta: «Mira como despliega la noche con el vuelo, / mientras comprende el orden / de la nieve que cae / y se hace encina, / piedra, retama, / casa, hombre, río, / luz y aire, / de ventanas afuera». El poeta escucha la voz de los ríos y los manantiales, contempla los árboles y los pájaros que se posan en sus ramas y compone una sinfonía de versos precisos y sabios. Es la armonía del paisaje que germina en el poeta y hace que sus ojos vean distinto, de una manera singular, enriquecedora. Así el poeta vuelve a los orígenes, regresa a la raíz del ser para proclamar la verdad, su verdad: «En las ventanas ya es invierno. / También lo es en tus ojos, que atardecen, / y en tus manos, que tiemblan / cuando intentan reconocer el mundo. / Una ventana es todo el horizonte, / donde la vida / se deshilacha como una nube de polvo. […] Ahora que la vida es un regreso, / en el que los bolsillos pesan más / aunque estén más vacíos, / a las palabras ancestrales / y a las miradas infantiles». Así es la poesía de Francisco Onieva, como una luz permanente en lontananza.

 
Título: Las ventanas de invierno
Autor: Francisco Onieva
Edita: La Oficina

DIARIO DE ALMERÍA. 17/11/2013. José Antonio Santano                         

Los intocables. Estación Sur

      No sé si se acordarán, amigos lectores, de una serie de televisión denominada así: «Los intocables», producción norteamericana emitida por TVE allá por los años 60, y protagonizada por Robert Snack, en el papel de Eliot Ness, agente incorruptible, al igual que sus compañeros. En este caso de «Los intocables» eran los policías quienes luchaban incansablemente contra la mafia y el crimen organizado. Ahora, en estos tiempos de tremenda crisis, se han cambiado las tornas, y quienes realmente deberían protegernos de los actos delictivos son los que propician estos actos.
«Los intocables» son, después de más de treinta años de democracia, una sola y única casta: la política. Todos los que viven de la política, sin exclusión de ningún tipo. Ellos, los políticos, por desgracia, son nuestro verdadero problema, nuestro más grande tormento, la primera y única causa de esta crisis que amenaza con la destrucción total de los derechos fundamentales de los ciudadanos. La política española se ha instalado en la mentira y el pensamiento único para arruinarnos la vida. No se puede entender, bajo ningún concepto, que se atente contra la libertad de expresión de forma tan reiterada, contra las leyes y el sentido común, y sigan siendo «intocables» quienes así actúan.
La lista de acciones llevadas a cabo por estos políticos irresponsables, prepotentes e insolidarios sería interminable. Las más altas instituciones, la Constitución como norma de normas y el Estado no sirven ya, no son referentes de nada, pero al mismo tiempo nada se quiere cambiar, y ellos, los políticos, en su afortunada realidad, quieren seguir siendo «Los intocables»: aforados, para ralentizar o eludir la ley, benefactores de privilegios (pensiones, seguridad social, etc.), pluriempleados (consejeros de empresas, registros de la propiedad, organizaciones políticas, conferenciantes, etc.); ¿qué les diferencia del resto de los españoles?, ¿acaso están hechos de otro material distinto? Ellos legislan y ejecutan las leyes y detentan el poder absoluto, pero para beneficio propio, mientras exigen sacrificio a sus conciudadanos para salir de esta crisis.
Ninguno propone equidad y justicia, la aniquilación definitiva de las diferencias y los desequilibrios, de los privilegios y, sobre todo, de la corrupción. Pues, si no, amigos lectores, ¿de qué iban a vivir ellos?, ¿cómo iban a hacerlo con sus profesiones de antaño, en el caso de tenerlas, ellos, «Los intocables»?
  Para DIARIO DE ALMERÍA.

Los intocables. Estación Sur

      No sé si se acordarán, amigos lectores, de una serie de televisión denominada así: «Los intocables», producción norteamericana emitida por TVE allá por los años 60, y protagonizada por Robert Snack, en el papel de Eliot Ness, agente incorruptible, al igual que sus compañeros. En este caso de «Los intocables» eran los policías quienes luchaban incansablemente contra la mafia y el crimen organizado. Ahora, en estos tiempos de tremenda crisis, se han cambiado las tornas, y quienes realmente deberían protegernos de los actos delictivos son los que propician estos actos.
«Los intocables» son, después de más de treinta años de democracia, una sola y única casta: la política. Todos los que viven de la política, sin exclusión de ningún tipo. Ellos, los políticos, por desgracia, son nuestro verdadero problema, nuestro más grande tormento, la primera y única causa de esta crisis que amenaza con la destrucción total de los derechos fundamentales de los ciudadanos. La política española se ha instalado en la mentira y el pensamiento único para arruinarnos la vida. No se puede entender, bajo ningún concepto, que se atente contra la libertad de expresión de forma tan reiterada, contra las leyes y el sentido común, y sigan siendo «intocables» quienes así actúan.
La lista de acciones llevadas a cabo por estos políticos irresponsables, prepotentes e insolidarios sería interminable. Las más altas instituciones, la Constitución como norma de normas y el Estado no sirven ya, no son referentes de nada, pero al mismo tiempo nada se quiere cambiar, y ellos, los políticos, en su afortunada realidad, quieren seguir siendo «Los intocables»: aforados, para ralentizar o eludir la ley, benefactores de privilegios (pensiones, seguridad social, etc.), pluriempleados (consejeros de empresas, registros de la propiedad, organizaciones políticas, conferenciantes, etc.); ¿qué les diferencia del resto de los españoles?, ¿acaso están hechos de otro material distinto? Ellos legislan y ejecutan las leyes y detentan el poder absoluto, pero para beneficio propio, mientras exigen sacrificio a sus conciudadanos para salir de esta crisis.
Ninguno propone equidad y justicia, la aniquilación definitiva de las diferencias y los desequilibrios, de los privilegios y, sobre todo, de la corrupción. Pues, si no, amigos lectores, ¿de qué iban a vivir ellos?, ¿cómo iban a hacerlo con sus profesiones de antaño, en el caso de tenerlas, ellos, «Los intocables»?
  Para DIARIO DE ALMERÍA.

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986