BAJO
EL SIGNO DE LOS DIOSES
La
novela objeto de comentario en esta ocasión toma el título «Bajo
el signo de los dioses» y su autor es Francisco Morales Lomas, quien
nos propone un viaje en el tiempo, justo a la esencialidad de una
época que sigue suscitando nuestra atención e interés a pesar de
los años transcurridos: los siglos XVI y XVII, cuyo conocimiento es
fundamental para comprender mejor nuestro devenir en el conjunto de
la historia posterior de España. Morales Lomas nos muestra en esta
novela aspectos imprescindibles tanto de la historia social y
política de la España áurea (reinado de Felipe III, intrigas y
corrupción en el caso del duque de Lerma o Rodrigo Calderón), como
de la literaria, que protagonizarán Cervantes, Lope, Quevedo o
Góngora. Siempre se ha dicho que profundizar en el conocimiento de
nuestro pasado no es sino un aval seguro para construir el futuro.
Ambientada, pues, esta novela en ese momento histórico, Morales
Lomas construye una narración que bien pudiera, obviando la
ambientación propia de la época, ser de una actualidad rabiosa. Y
así lo es, al menos, en lo que toca al tema principal de la obra:
las intrigas, venganzas y la corrupción política. Los personajes
que afloran en «Bajo el signo de los dioses» son, como ya se ha
dicho, en unos casos reales, y en otros, pertenecientes a la ficción
(Leopoldo del Prado). El discurso narrativo no pertenece a un solo
narrador sino que se amplifica o multiplica en voces distintas, en
narradores varios, quizá pensada así para contrastar los diferentes
pensamientos o ideas.
El
protagonista de esta narración «in extrema res» es Rodrigo
Calderón, quien llegó a ser un hombre muy poderoso en la Corte de
Felipe III, pero que concluiría su vida siendo degollado en la Plaza
Mayor de Madrid. Junto a él, el más poderoso de los hombres, el
duque de Lerma. Realidad y ficción se entremezclan con algún guiño
a escritores coetáneos, como es el caso de Ricardo Bellveser, a
quien el autor de esta novela cita como miembro de la Academia
literaria de los Nocturnos en la Valencia del XVI. La narración se
estructura en diecinueve capítulos, cada uno de ellos, y a manera de
puzzle, cuenta los hechos que se suceden en el tiempo y que conforman
la novela en sí misma. Muchas de las situaciones que se narran en
esta novela son coincidentes con los acaecidos en la España actual,
como es el caso que motiva el traslado de la Corte a Valladolid:
«Señora, después que ha faltado el rey viejo y han cambiado los
ministros y consejeros, y han aparecido estos otros que no entienden
ni saben de negocios sino de su propio oficio, aquí no hay orden ni
concierto y se ha trabucado todo de pies a cabeza. Debe saber V.E.
que la hacienda real amenaza ser llevada al naufragio total y a la
ruina. Pero el rey el incapaz de dejar de hacer mercedes a Lerma y a
sus paniaguados. […] Y debe saber aún más, que debido a ello, a
la influencia que S.E. ejerce en su nieto advirtiéndole de los
excesivos juegos, jornadas, gastos y despilfarro de los ministros…
ha ordenado el duque que la Corte se mude a Valladolid, aunque haya
disgusto universal. El teatrillo lo ha cambiado de sitio el
autor-Lerma y con ello se ha llevado a todos los actores del
retablo». La especulación inmobiliaria y el resultado desorbitado
de las ganancias derivadas de tan magno negocio estaba servido. El
control de Lerma sobre el rey era total, «hasta el punto de que
controla también el dinero de bolsillo que tiene el monarca y del
que no necesita dar cuenta a nadie».
Otro
aspecto a resaltar de esta novela es la presencia en sus páginas de
los grandes hombres de las letras: Cervantes, Lope de Vega, el joven
Quevedo, Luis Vélez de Guevara o Góngora, al hilar un discurso en
el que la literatura se presenta como el más grande patrimonio
espiritual de la humanidad, aun incluyendo las desavenencias con
otros escritores, como en el caso de Cervantes, que no gusta del
teatro de Lope ni de su vanidad, y añade como «tampoco me gustaban
su enajenación con el poder y con el valido de Lerma, al que
halagaba siempre que podía, como había sucedido hace unos meses con
la obra que estrenó en Lerma, El premio de la hermosura, un
absoluto dislate pagado por el duque, atlante del peso de esta
monarquía». Morales Lomas nos presenta la sociedad de la
época: «Las cosas que suceden en esta nación de pícaros solo
tienen sentido en ella», algo que también pensamos en estos
principios del siglo XXI; el retrato pretende ser lo más ajustado a
aquella realidad –coincidente con la actual-: «El ser humano se
mueve por el beneficio y solo por él es capaz de actuar. Es un
principio básico que si no se conoce, mejor es no andar metido en
política». Tales extremos se evidencian más aún cuando en uno de
los diálogos que componen la novela se llega a decir: «A mí no me
preocupan estos (refiriéndose a los ladrones) de poca monta sino los
que están arriba. Todos se enriquecen mientras el pueblo paga».
Pero también Morales Lomas ha querido retratar el espectáculo de la
muerte en aquellos días, mediante la ejecución pública del conde
de la Oliva y marqués de Siete Iglesias, Rodrigo Calderón,
protagonista de esta novela. La muerte de un noble como castigo
ejemplarizante: «No todos los días de su vida contemplarían morir
(acaso ninguno) a un grande como al más humilde de los mortales. Y
ese espejismo, ese pasatiempo pedestre, encendía lo mórbido y
pasional». Este es el acabamiento definitivo, el último silencio y
la rotunda oscuridad, la única verdad que nos iguala a todos: la
muerte.
Es,
pues, «Bajo el signo de los dioses» una novela amena, donde el
lenguaje, la palabra, fulge en cada página, como es propio en
Morales Lomas, dado su oficio de poeta, narrador, ensayista, crítico
y profesor universitario, con conocimiento exhaustivo del Siglo de
Oro español.
Título:
Bajo el signo de los dioses
Autor:
Francisco Morales Lomas
Edita:
Alcalá
14
€
DIARIO DE ALMERÍA. 01 Diciembre 2013