SALÓN DE LECTURA
José Antonio Santano
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SALÓN DE LECTURA
José Antonio Santano
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Salón de Lectura _______José Antonio
Santano
Leer como
adicción II
(Poesía)
Si en la anterior entrega me refería a libros de narrativa que su lectura podía resultar interesante y aportaban elementos merecedores de considerarlos con la calidad suficiente para su recomendación, ahora nos adentraremos en el mundo de la poesía, con textos que, al igual que las novelas y relatos comentados antes, son dignos de estar en este espacio. Se puede constatar, sin ningún género de duda que, en esta España nuestra, la edición de poesía es muy fecunda, tal es que esta circunstancia, a veces, procura insatisfacción, por un lado, porque en buena parte los textos son mediocres, cuando no rematadamente malos; de otro, porque no todo es publicable y las editoriales deberían cribar más en pro de una calidad aceptable, que no mirando los réditos exclusivamente económicos.
No obstante, y apartándonos de los muchos depredadores de esta clase de subterfugios mercantiles, recogemos aquí lo que particularmente me parece cumple con los requisitos mínimos de calidad que un libro de poesía debe poseer para su publicación. El orden con el que aparecen los poemarios no indica favoritismo o predilección alguna de los unos sobre los otros. No obstante, y aún reconociendo que tendría que haber atendido antes este libro, espero de la benevolencia de su autora y de los lectores a los que ahora me dirijo.
Con otros registros y variados
matices, en el cual el tiempo centra la reflexión poética, nos llega Hermosa
nada, de la poeta catalana Rosa Lentini (Barcelona, 1957),
publicado por Bartleby editores, colección que dirige el también escritor y
poeta Manuel Rico. Lentini, en esta ocasión desnuda la nada para hallar lo
absoluto o pleno. Para Antonio Méndez Rubio, autor del epílogo, “la poesía
actúa en Rosa Lentini nada
En una bella y cuidada edición llevada a cabo por el Grupo Editorial Olélibros se presenta, con traducción del inglés al español de Sanz Irles, The Waste Land / La tierra baldía, un clásico de la literatura universal, de T.S. Eliot. Sin duda un libro de referencia para todo aquel que quiera acercarse al hecho poético, que en Eliot se da de una manera sublime y que ennoblece y continúa ennobleciendo aún con este libro, convertido en ejemplo o modelo a seguir para todo poeta que se precie. En el prólogo, que Ernesto Hernández Busto titula Un río subterráneo, se establecen las claves de este archiconocido y extenso poema de Eliot, al que el propio Ezra Pound bautizó como il miglior fabbro.
En una edición especial que consta de 50 ejemplares para amigos -un honor contar con uno de ellos-, al cuidado del editor malagueño Rafael Inglada, me llega Resplandor, número 20 de la colección Arroyo de la Manía, del poeta Antonio Enrique (Granada, 1953). Con un primer poema manuscrito, Lucero, abre este extraordinario pórtico poético al que nos tiene acostumbrados su autor. Consta esta bella publicación de catorce poemas, excluido en ya citado. En ellos deslumbra por su cuidado y sencillo lenguaje, que nos recuerda a la mística tradicional española “Y nada me aturde…Todo me falta, / sin ti” de Teresa de Jesús, pero que en Antonio Enrique toma forma y cuerpo, materia que se rebela hasta crear un estado espiritual que resplandece en su palabra y arde y se eleva al infinito de la nada absoluta de lo indecible. Es el amado y la amada en plenitud, en la entrega total, la luz de un éxtasis continuo: “Esto de amar / se parece a un relámpago. / Entra por los oídos, / sala por la boca. / Vuelve a entrar / y no sale del cuerpo. / Entonces lo calcina”.
Uno de esos libros que te hacen sentir bien, donde una paz se apodera de todo cuanto te rodea una vez que inicias su lectura es Recado original, de la poeta sevillana María Sanz (1956), publicado por una de las editoriales de ámbito nacional de referencia, Lastura. Mucho es el trabajo realizado hasta ahora por María Sanz y muchos los premios importantes recibidos en su larga trayectoria poética. Sanz es una poeta de honda mirada, meditativa y generosa por cuanto su humanismo está presente y en estrecho contacto con la Naturaleza. Su lírica se ha construido siempre desde el rigor y la honestidad, y es por ello que, apartada de modas y bagatelas, ejerce de auténtica poeta. El amor, el tiempo, la libertad, los silencios o la soledad se hacen luz, verso limpio en Sanz, que escribe: “La soledad no hiere, desfigura / los cuerpos arrumbados con su lento cilicio”.
OBITUARIO: FRANCISCO LUCIO: EL POETA DE ROQUETAS
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Ahora, y desde el 7 de agosto de 2021, después de superar el crítico año 2020, como lo ha sido para todos los españoles, su ausencia, de ello estoy plenamente convencido, nos deja en una profunda orfandad; su discreción, ese silencio cómplice de la sabiduría, ese estar y ser en todo su integridad, esencia de toda condición humana, y un largo etcétera de razones que se podrían resumir en su relevante y egregia figura, del humanista que fue y lo seguirá siendo cada vez que nos acerquemos a su magna obra literaria y crítica, no será fácil olvidar.
Con todo y en honor a la verdad, Francisco Lucio no puede considerarse que fuera "profeta en su tierra". Todo lo contrario, y lo digo desde el más absoluto respeto, pero también desde la pena por no habérsele reconocido en vida su magnífica aportación al conjunto de las letras hispanas, desde el ejercicio de la crítica literaria que practicó y desde, cómo no, la pura creación poética. Su ciudad natal, y lo digo sin acritud, tiene una gran deuda con uno de sus hijos, en este caso, ilustre, merecedor de la distinción que el trabajo literario significó en la sociedad española, y más concretamente, quizá, en la catalana, pero también porque supo llevar el nombre de Andalucía en su Almería y Roquetas de Mar con orgullo y honor, con la más grande dignidad que un hombre puede llevar a gala. Roquetas de Mar ha perdido a uno de sus preclaros hijos, y es de justicia reparar el olvido al que durante los años que vivió a su regreso en esta orilla del Mare Nostrum, del antiguo puerto de Al-Bayyanis o la oculta villa romana de Turaniana, testigo junto a la luna reflejada en la playa de La Romanilla o las aguas orilladas del Castillo de Santa Ana, fue sometido, aunque lo fuera de forma inconsciente. A veces ocurre, y todos contamos con claros ejemplos de ello, que el ritmo de esta vida, tan tremendamente acelerado e incomprensible, nos aboca a ignorar lo cercano, que nos pertenece por derecho propio, aquello que tanto amamos, sin más. Estoy convencido que sabremos rectificar y que haremos todo lo posible para rendir el homenaje póstumo del que es merecedor, el hombre y el poeta de Roquetas de Mar, Francisco Lucio,
Hace no mucho escribí sobre la figura poética de Francisco Lucio. Así, lo que sigue: Con algunos de sus versos incluidos en "Tiempo Romance", concretamente de su poema de tono elegíaco "No digo tu nombre en vano" (romance-glosa), en el que nos recuerda a los más grandes poetas de todos los tiempos que cantaron a España: Fernán González, Juan Ruiz, Juan del Encina, Alonso de Ercilla, Miguel de Cervantes, Gabriel Bocángel, José Cadalso, José de Espronceda, Joan Maragall, Jacinto Verdaguer, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Luis Cernuda, Federico García Lorca, León Felipe, Nicolás Guillén, Jorge Guillén, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero o Max Aub, y con el que quiero restituir del olvido a Francisco Lucio:
Hoy, en este día luctuoso por la gran pérdida del poeta Francisco Lucio, aún no puedo olvidar aquel día que lo viera caminando lentamente, asido al brazo de su esposa María Dolores, saliendo de la librería Metáfora, alejándose un tanto encorvado. Ya no volverá al santuario de los libros otro sábado, pero allí estaré yo, esperándolo sereno entre el bosque de libros, seguro de que su presencia seguirá habitando en las páginas de un libro, en el corazón de un hombre. Allí, siempre, Lucio resucitado en su voz de ángel, resplandeciente en las grafías de un libro. ¡Hasta siempre, Lucio, que la tierra te sea leve, amigo!
José Antonio Santano. Obituario publicado en el periódico DIARIO DE ALMERÍA
Salón
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Leer como
adicción
(Narrativa)
El verano siempre ha sido y es un tiempo propicio para leer.
En esta estación del año se hace más frecuente encontrar a los turistas de
playa o montaña, asidos a un libro, elegido según los gustos de cada uno. Ese
contacto esencial con las páginas de un libro debería atraernos siempre, aunque
así no sea, porque los libros contienen algo que a todos nos incumbe: la vida.
Con ellos aprendemos, nos divertimos, sufrimos, sonreímos o sollozamos; en cada
personaje o en cada pensamiento la vida está presente; podemos vivir lo mismo
la Edad Media que la Era espacial, o, adentrarnos en la tragedia de un cáncer o
una pandemia. Los libros son, sin lugar a duda alguna, nuestro mejor amigo,
dejemos al perro en un segundo término, entre otras razones porque se establece
un diálogo, una complicidad. Por ello, y en este comentario, la lectura se
convierte en una extraordinaria adicción que deleita y ennoblece, que alarga
nuestra vida en la vida de los otros, en un mestizaje solidario, respetuoso y
festivo. Y dado que esta adicción ya no tiene vuelta a atrás, pretenden ser las
siguientes lecturas que indico un oasis donde descansar del tórrido verano, sea
en una playa o en la montaña, pero siempre asidos a un libro, plenos y felices
de aventurarnos en sus páginas para ser más libres y más humanos.
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Devoraluces
Título: Devoraluces
Autor: Ángel Olgoso
Editorial: Reino de Cordelia (2020)
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El grito de un pájaro
Escribía días atrás el profesor, poeta y crítico Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”. No puedo estar más de acuerdo con su opinión. Corren tiempos extraños para la lírica, sobre todo cuando el objetivo último, la finalidad de la creación poética se convierte en un simple mercadeo, en el cual la poesía pierde su verdadero sentido. Dicho lo cual no puedo sino añadir que, de esta persistente atrofia poética, se salvan algunas obras que sí contienen elementos literarios de peso, con los cuales se activan la reflexión, la retórica más o menos compleja, la profundización en las temáticas y la emoción para dar como resultado un libro que imante el interés de los lectores de poesía. Así, el último poemario de José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), “El grito de un pájaro”, publicado por la editorial Difácil, viene a confirmar lo dicho. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos sus poemarios publicados hasta ahora, este es el más intimista, el que ahonda y analiza con rigor la relación hombre y mundo, quizá el que se desprende de lo banal y superfluo constituyendo un corpus coherente en el que cohabitan por igual conocimiento, experiencia y la emoción de lo vivido. Con “El grito de un pájaro” asistimos a un deslumbramiento que nace de la observación del mundo, de la vuelta a la Naturaleza y de la constatación de que todo tiempo es fugaz, que a duras penas somos un instante solo; y todo contemplado desde la óptica del goce, de la pasión por la vida, de la capacidad para vislumbrar belleza en todo cuanto le rodea, aunque desde la nostalgia:
“Sol de la mañana
acógenos
con toda la plenitud
que aborda el tiempo herido
en este instante nuevo”.
La esencialidad de la luz y la libertad fijan el pensamiento del poeta, como también abismarse en lo verdaderamente importante de la vida, en esas cosas que son imprescindibles, bellas, espirituales, pequeñas:
“Son tan pocas las cosas esenciales,
tan pequeñas
que apenas conocemos
hacia dónde transcurren sus pasos,
dónde nos regalan su ausencia
cuando están lejos”.
Muñoz Quirós sabe bien de los silencios y por ello nos deja una perla mística cuando escribe:
“Estoy callado
frente al ruido del mundo”,
porque el poeta ya no quiere hablar, solo abismarse en el silencio, como así lo hicieran Santa Teresa o San Juan de la Cruz. De todos los poemas que integran el poemario (sesenta y uno), creo que el titulado “Estar aquí” viene a ser clave para comprender “El grito de un pájaro”, porque el poeta asiste a un desprendimiento de lo vano, para concebir un mundo en el cual lo esencial es la búsqueda continua de lo desconocido, del misterio y la magia que nos liga a la vida. En este poema central, escribe el poeta:
“Estar aquí
para ser testigo
de toda plenitud:
mirar desnudo el día,
bautizar la mañana
donde se esconden
sustraídos los sueños
que se han perdido
si despiertan”.
Halla Muñoz Quirós en lo cotidiano la desnudez del mundo y es agradecido por ello:
“Y dar gracias al cielo
por la belleza que te entrega
este vivir así,
este misterio”.
Y continúa en estos versos el deseo de ser, con el recuerdo de otros versos de Santa Teresa:
“nada es inmutable,
nada permanece…”,
para concluir con
“Al fin de todo,
vivir
es lo que nos deja
un indecible abismo
en este abismo”.
No podría concluirse mejor este comentario que con estos versos del poeta:
“No creo en más verdad
que la que alienta
este vivir tan pequeño y tan mío”.
Autor: José María Muñoz Quirós
Editorial: Difácil (Valladolid, 2020)
ISBN: 13: 978-84-942992-3-0
Clasificación: Poesía.
Tamaño: 14x21 cm
Idioma de publicación: Castellano
Edición: 1ª Ed.1ª Impr.
Fecha de impresión: Noviembre 2014
Encuadernación: Rústica con solapa
Páginas: 104
PVP: 12€
Colección: Daraxa
José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.
Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.
José Cabrera Martos