Buscar este blog

El oro fundido. Francisco Gálvez



EL ORO FUNDIDO

 Después de un paréntesis de nueve años, el poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) nos presenta su nueva obra “El oro fundido”, al cuidado de la prestigiosa editorial valenciana “Pre-Textos”. En esta ocasión el poeta se abisma en el expresionismo, en esa búsqueda de la oralidad que cimenta el texto de principio a fin, y dividido en nueve partes o secciones. La primera de ellas, “Argumento”, recoge el poema que da título al libro y que nos confirma el buen oficio de su autor, la calidez de la palabra y sus variadas formas expresivas, la madurez con la que el transcurso del tiempo ha dotado al poeta: “Has aprendido que el vitriolo / puede blanquear los metales / del óxido del fuego / y las cosas fundidas / heredan mayor importancia”. El argumento no podía ser otro, la observancia de lo cotidiano en la más alta cima, en su exacto valor de atesorada heredad, esa que la vida proclama cada día. Distintos y variados son los registros poéticos de Francisco Gálvez, como distinta y variada la temática contenida en este libro. Determinante y núcleo de ese expresionismo indicado con anterioridad es el poema en versículos del “Prólogo”, titulado “Tomando el sol después de comer” y en el cual memoria y palabra se amalgaman y sustentan el discurso poético: “Patio de una casa de vecinos de antes, con habitaciones / alrededor, cocina y servicios comunes (…) Con el tiempo todos se marchan a los barrios modernos / y demasiadas habitaciones para taller (…) Hoy muchas cosas han oscurecido, sobre todo gente y ruido, pero hay un / poeta invisible que lee sus primeros versos bajo los arcos”.
La descripción de lo vivido se hace luz y verbo en “Contenedores”, cuando la mirada vuelve a los orígenes y todo se sucede en el ciclo de la vida: “LA MIRADA, como la punta de un diamante rasga el pasado / y en la ventana del tiempo se mueven las imágenes”, porque ella –la mirada- busca en el paisaje (el río y sus orillas, la calle de los juegos  infantiles, el taller de los orfebres, la iglesia, la plaza del mercado, las noches de verano a las puertas de las casas…) la palabra en su esencia, como ocurre en poemas tales como “Economía” o “Dinero”, o incide en el paso del tiempo, en la cohabitación de filosofía y poesía, hasta concluir en esas otras “Palabras mudas”, en ese juego de preguntas sin respuesta, de un mundo que se abisma al vacío, a la nada. Gálvez es un poeta con oficio y su poesía vital y luminosa:“Cuando / la poesía que quieres escribir está escrita en tu poema / preferido, sólo tienes que seguirla, vivir su música, su gloria de / todos, en voz baja o alta se sienta a tu lado y permanece; tras / ese rastro sereno, desde tu camino sigue el camino”.  


El oro fundido. Francisco Gálvez



EL ORO FUNDIDO

 Después de un paréntesis de nueve años, el poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) nos presenta su nueva obra “El oro fundido”, al cuidado de la prestigiosa editorial valenciana “Pre-Textos”. En esta ocasión el poeta se abisma en el expresionismo, en esa búsqueda de la oralidad que cimenta el texto de principio a fin, y dividido en nueve partes o secciones. La primera de ellas, “Argumento”, recoge el poema que da título al libro y que nos confirma el buen oficio de su autor, la calidez de la palabra y sus variadas formas expresivas, la madurez con la que el transcurso del tiempo ha dotado al poeta: “Has aprendido que el vitriolo / puede blanquear los metales / del óxido del fuego / y las cosas fundidas / heredan mayor importancia”. El argumento no podía ser otro, la observancia de lo cotidiano en la más alta cima, en su exacto valor de atesorada heredad, esa que la vida proclama cada día. Distintos y variados son los registros poéticos de Francisco Gálvez, como distinta y variada la temática contenida en este libro. Determinante y núcleo de ese expresionismo indicado con anterioridad es el poema en versículos del “Prólogo”, titulado “Tomando el sol después de comer” y en el cual memoria y palabra se amalgaman y sustentan el discurso poético: “Patio de una casa de vecinos de antes, con habitaciones / alrededor, cocina y servicios comunes (…) Con el tiempo todos se marchan a los barrios modernos / y demasiadas habitaciones para taller (…) Hoy muchas cosas han oscurecido, sobre todo gente y ruido, pero hay un / poeta invisible que lee sus primeros versos bajo los arcos”.
La descripción de lo vivido se hace luz y verbo en “Contenedores”, cuando la mirada vuelve a los orígenes y todo se sucede en el ciclo de la vida: “LA MIRADA, como la punta de un diamante rasga el pasado / y en la ventana del tiempo se mueven las imágenes”, porque ella –la mirada- busca en el paisaje (el río y sus orillas, la calle de los juegos  infantiles, el taller de los orfebres, la iglesia, la plaza del mercado, las noches de verano a las puertas de las casas…) la palabra en su esencia, como ocurre en poemas tales como “Economía” o “Dinero”, o incide en el paso del tiempo, en la cohabitación de filosofía y poesía, hasta concluir en esas otras “Palabras mudas”, en ese juego de preguntas sin respuesta, de un mundo que se abisma al vacío, a la nada. Gálvez es un poeta con oficio y su poesía vital y luminosa:“Cuando / la poesía que quieres escribir está escrita en tu poema / preferido, sólo tienes que seguirla, vivir su música, su gloria de / todos, en voz baja o alta se sienta a tu lado y permanece; tras / ese rastro sereno, desde tu camino sigue el camino”.  


El oro fundido de Francisco Gálvez analizado por José Antonio Santano




EL ORO FUNDIDO

 Después de un paréntesis de nueve años, el poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945)nos presenta su nueva obra “El oro fundido”, al cuidado de la prestigiosa editorial valenciana “Pre-Textos”. En esta ocasión el poeta se abisma en el expresionismo, en esa búsqueda de la oralidad que cimenta el texto de principio a fin, y dividido en nueve partes o secciones. La primera de ellas, “Argumento”, recoge el poema que da título al libro y que nos confirma el buen oficio de su autor, la calidez de la palabra y sus variadas formas expresivas, la madurez con la que el transcurso del tiempo ha dotado al poeta: “Has aprendido que el vitriolo / puede blanquear los metales / del óxido del fuego / y las cosas fundidas / heredan mayor importancia”. El argumento no podía ser otro, la observancia de lo cotidiano en la más alta cima, en su exacto valor de atesorada heredad, esa que la vida proclama cada día. Distintos y variados son los registros poéticos de Francisco Gálvez, como distinta y variada la temática contenida en este libro. Determinante y núcleo de ese expresionismo indicado con anterioridad es el poema en versículos del “Prólogo”, titulado “Tomando el sol después de comer” y en el cual memoria y palabra se amalgaman y sustentan el discurso poético: “Patio de una casa de vecinos de antes, con habitaciones / alrededor, cocina y servicios comunes (…) Con el tiempo todos se marchan a los barrios modernos / y demasiadas habitaciones para taller (…) Hoy muchas cosas han oscurecido, sobre todo gente y ruido, pero hay un / poeta invisible que lee sus primeros versos bajo los arcos”.


Editorial Pre-Textos
La descripción de lo vivido se hace luz y verbo en “Contenedores”, cuando la mirada vuelve a los orígenes y todo se sucede en el ciclo de la vida: “LA MIRADA, como la punta de un diamante rasga el pasado / y en la ventana del tiempo se mueven las imágenes”, porque ella –la mirada- busca en el paisaje (el río y sus orillas, la calle de los juegos  infantiles, el taller de los orfebres, la iglesia, la plaza del mercado, las noches de verano a las puertas de las casas…) la palabra en su esencia, como ocurre en poemas tales como “Economía” o “Dinero”, o incide en el paso del tiempo, en la cohabitación de filosofía y poesía, hasta concluir en esas otras “Palabras mudas”, en ese juego de preguntas sin respuesta, de un mundo que se abisma al vacío, a la nada. Gálvez es un poeta con oficio y su poesía vital y luminosa:“Cuando / la poesía que quieres escribir está escrita en tu poema / preferido, sólo tienes que seguirla, vivir su música, su gloria de / todos, en voz baja o alta se sienta a tu lado y permanece; tras / ese rastro sereno, desde tu camino sigue el camino”.  



El oro fundido de Francisco Gálvez analizado por José Antonio Santano




EL ORO FUNDIDO

 Después de un paréntesis de nueve años, el poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) nos presenta su nueva obra “El oro fundido”, al cuidado de la prestigiosa editorial valenciana “Pre-Textos”. En esta ocasión el poeta se abisma en el expresionismo, en esa búsqueda de la oralidad que cimenta el texto de principio a fin, y dividido en nueve partes o secciones. La primera de ellas, “Argumento”, recoge el poema que da título al libro y que nos confirma el buen oficio de su autor, la calidez de la palabra y sus variadas formas expresivas, la madurez con la que el transcurso del tiempo ha dotado al poeta: “Has aprendido que el vitriolo / puede blanquear los metales / del óxido del fuego / y las cosas fundidas / heredan mayor importancia”. El argumento no podía ser otro, la observancia de lo cotidiano en la más alta cima, en su exacto valor de atesorada heredad, esa que la vida proclama cada día. Distintos y variados son los registros poéticos de Francisco Gálvez, como distinta y variada la temática contenida en este libro. Determinante y núcleo de ese expresionismo indicado con anterioridad es el poema en versículos del “Prólogo”, titulado “Tomando el sol después de comer” y en el cual memoria y palabra se amalgaman y sustentan el discurso poético: “Patio de una casa de vecinos de antes, con habitaciones / alrededor, cocina y servicios comunes (…) Con el tiempo todos se marchan a los barrios modernos / y demasiadas habitaciones para taller (…) Hoy muchas cosas han oscurecido, sobre todo gente y ruido, pero hay un / poeta invisible que lee sus primeros versos bajo los arcos”.


Editorial Pre-Textos
La descripción de lo vivido se hace luz y verbo en “Contenedores”, cuando la mirada vuelve a los orígenes y todo se sucede en el ciclo de la vida: “LA MIRADA, como la punta de un diamante rasga el pasado / y en la ventana del tiempo se mueven las imágenes”, porque ella –la mirada- busca en el paisaje (el río y sus orillas, la calle de los juegos  infantiles, el taller de los orfebres, la iglesia, la plaza del mercado, las noches de verano a las puertas de las casas…) la palabra en su esencia, como ocurre en poemas tales como “Economía” o “Dinero”, o incide en el paso del tiempo, en la cohabitación de filosofía y poesía, hasta concluir en esas otras “Palabras mudas”, en ese juego de preguntas sin respuesta, de un mundo que se abisma al vacío, a la nada. Gálvez es un poeta con oficio y su poesía vital y luminosa:“Cuando / la poesía que quieres escribir está escrita en tu poema / preferido, sólo tienes que seguirla, vivir su música, su gloria de / todos, en voz baja o alta se sienta a tu lado y permanece; tras / ese rastro sereno, desde tu camino sigue el camino”.  



La escalera o la poética del cómic. Isidoro Salvador





LA ESCALERA O LA POÉTICA DEL CÓMIC


             En esta ocasión dirigimos nuestra atención a un nuevo género, el cómic. “Cuadernos Metáfora”, publicación avalada por Isidoro Salvador, propietario de la librería del mismo nombre y narrador, comenzó su andadura a finales del año 2013. “La escalera” es el número 3 de “Cuadernos Metáfora”, y su autor el archiconocido ilustrador, músico e historietista Mauro Entrialgo (Vitoria-Gazteiz, 1965).  “La escalera” no es, aunque contiene todos los ingredientes del cómic, un cómic en sí mismo, sino toda una poética singular que nos acerca,  mediante un discurso narrativo ágil, coherente y luminoso, y unas viñetas de excelente fábrica, a un universo colmado de laberintos, de crudas realidades o de voraces sueños. Los personajes, de todo tipo, que habitan las páginas de este cuaderno no son sino el vivo reflejo de un mundo en el que “la escalera” –sus peldaños- representa la vida misma, tanto si se fracasa al bajarlos o se vence al subirlos, incluso, si se precipitan los cuerpos desde su altura y caen por el hueco de aquella, en señal de desaliento o desamparo. La vida se refleja, con sus luces y sombras, en cada uno de esos personajes, en sus acciones extremas u cotidianas, como si en ese juego de percepciones e ideas siempre amenazara la incertidumbre o el miedo a salvar la frontera, las murallas que el mismo ser humano construye cada día.


Llama la atención, por su sencillez y elegancia, su magistral manufactura en el trazo de las ilustraciones, donde el blanco y el negro se alternan de tal manera y proporcionalidad que la mirada del lector no llega a cansarse nunca. “La escalera” es una mirada al mundo interior del poeta-ilustrador, también al que fluye fuera, en otra realidad diferente y lejana, pero que vive y se reconoce en los personajes e historias de esta particular “escalera”, lugar para los sueños y fracasos, para mirar al frente o dejarse llevar por la nostalgia o la melancolía del tiempo que fue. Entrialgo maneja con brillantez la poética del cómic, y lo hace desde el conocimiento y la sinceridad, de ahí sus historietas cargadas de narcisismo o individualidad, de trampas y misterio, de magia, de intriga, de juegos de fantasía, de miedo, dudas, fracasos, dolor, amor, de crítica social u otros muchos elementos en cuestión. Mauro Entrialgo es un malabarista del dibujo o la ilustración, que desarrolla en el ámbito de las leyendas urbanas (la ciudad principio y fin en sí misma), y en su epicentro, tal vez sea el fracaso, la soledad  de los seres humanos en las grandes ciudades, semilla de marginalidad, o algo más que todo eso, quizá el abismo hacia la creación, la fantasía sin límites. 

La escalera o la poética del cómic. Isidoro Salvador





LA ESCALERA O LA POÉTICA DEL CÓMIC


             En esta ocasión dirigimos nuestra atención a un nuevo género, el cómic. “Cuadernos Metáfora”, publicación avalada por Isidoro Salvador, propietario de la librería del mismo nombre y narrador, comenzó su andadura a finales del año 2013. “La escalera” es el número 3 de “Cuadernos Metáfora”, y su autor el archiconocido ilustrador, músico e historietista Mauro Entrialgo (Vitoria-Gazteiz, 1965).  “La escalera” no es, aunque contiene todos los ingredientes del cómic, un cómic en sí mismo, sino toda una poética singular que nos acerca,  mediante un discurso narrativo ágil, coherente y luminoso, y unas viñetas de excelente fábrica, a un universo colmado de laberintos, de crudas realidades o de voraces sueños. Los personajes, de todo tipo, que habitan las páginas de este cuaderno no son sino el vivo reflejo de un mundo en el que “la escalera” –sus peldaños- representa la vida misma, tanto si se fracasa al bajarlos o se vence al subirlos, incluso, si se precipitan los cuerpos desde su altura y caen por el hueco de aquella, en señal de desaliento o desamparo. La vida se refleja, con sus luces y sombras, en cada uno de esos personajes, en sus acciones extremas u cotidianas, como si en ese juego de percepciones e ideas siempre amenazara la incertidumbre o el miedo a salvar la frontera, las murallas que el mismo ser humano construye cada día.


Llama la atención, por su sencillez y elegancia, su magistral manufactura en el trazo de las ilustraciones, donde el blanco y el negro se alternan de tal manera y proporcionalidad que la mirada del lector no llega a cansarse nunca. “La escalera” es una mirada al mundo interior del poeta-ilustrador, también al que fluye fuera, en otra realidad diferente y lejana, pero que vive y se reconoce en los personajes e historias de esta particular “escalera”, lugar para los sueños y fracasos, para mirar al frente o dejarse llevar por la nostalgia o la melancolía del tiempo que fue. Entrialgo maneja con brillantez la poética del cómic, y lo hace desde el conocimiento y la sinceridad, de ahí sus historietas cargadas de narcisismo o individualidad, de trampas y misterio, de magia, de intriga, de juegos de fantasía, de miedo, dudas, fracasos, dolor, amor, de crítica social u otros muchos elementos en cuestión. Mauro Entrialgo es un malabarista del dibujo o la ilustración, que desarrolla en el ámbito de las leyendas urbanas (la ciudad principio y fin en sí misma), y en su epicentro, tal vez sea el fracaso, la soledad  de los seres humanos en las grandes ciudades, semilla de marginalidad, o algo más que todo eso, quizá el abismo hacia la creación, la fantasía sin límites. 

La escalera o la poética del cómic




LA ESCALERA O LA POÉTICA DEL CÓMIC



             En esta ocasión dirigimos nuestra atención a un nuevo género, el cómic. “Cuadernos Metáfora”, publicación avalada por Isidoro Salvador, propietario de la librería del mismo nombre y narrador, comenzó su andadura a finales del año 2013. “La escalera” es el número 3 de “Cuadernos Metáfora”, y su autor el archiconocido ilustrador, músico e historietista Mauro Entrialgo (Vitoria-Gazteiz, 1965).  “La escalera” no es, aunque contiene todos los ingredientes del cómic, un cómic en sí mismo, sino toda una poética singular que nos acerca,  mediante un discurso narrativo ágil, coherente y luminoso, y unas viñetas de excelente fábrica, a un universo colmado de laberintos, de crudas realidades o de voraces sueños. Los personajes, de todo tipo, que habitan las páginas de este cuaderno no son sino el vivo reflejo de un mundo en el que “la escalera” –sus peldaños- representa la vida misma, tanto si se fracasa al bajarlos o se vence al subirlos, incluso, si se precipitan los cuerpos desde su altura y caen por el hueco de aquella, en señal de desaliento o desamparo. La vida se refleja, con sus luces y sombras, en cada uno de esos personajes, en sus acciones extremas u cotidianas, como si en ese juego de percepciones e ideas siempre amenazara la incertidumbre o el miedo a salvar la frontera, las murallas que el mismo ser humano construye cada día.

Llama la atención, por su sencillez y elegancia, su magistral manufactura en el trazo de las ilustraciones, donde el blanco y el negro se alternan de tal manera y proporcionalidad que la mirada del lector no llega a cansarse nunca. “La escalera” es una mirada al mundo interior del poeta-ilustrador, también al que fluye fuera, en otra realidad diferente y lejana, pero que vive y se reconoce en los personajes e historias de esta particular “escalera”, lugar para los sueños y fracasos, para mirar al frente o dejarse llevar por la nostalgia o la melancolía del tiempo que fue. Entrialgo maneja con brillantez la poética del cómic, y lo hace desde el conocimiento y la sinceridad, de ahí sus historietas cargadas de narcisismo o individualidad, de trampas y misterio, de magia, de intriga, de juegos de fantasía, de miedo, dudas, fracasos, dolor, amor, de crítica social u otros muchos elementos en cuestión. Mauro Entrialgo es un malabarista del dibujo o la ilustración, que desarrolla en el ámbito de las leyendas urbanas (la ciudad principio y fin en sí misma), y en su epicentro, tal vez sea el fracaso, la soledad  de los seres humanos en las grandes ciudades, semilla de marginalidad, o algo más que todo eso, quizá el abismo hacia la creación, la fantasía sin límites. 

La escalera o la poética del cómic




LA ESCALERA O LA POÉTICA DEL CÓMIC



             En esta ocasión dirigimos nuestra atención a un nuevo género, el cómic. “Cuadernos Metáfora”, publicación avalada por Isidoro Salvador, propietario de la librería del mismo nombre y narrador, comenzó su andadura a finales del año 2013. “La escalera” es el número 3 de “Cuadernos Metáfora”, y su autor el archiconocido ilustrador, músico e historietista Mauro Entrialgo (Vitoria-Gazteiz, 1965).  “La escalera” no es, aunque contiene todos los ingredientes del cómic, un cómic en sí mismo, sino toda una poética singular que nos acerca,  mediante un discurso narrativo ágil, coherente y luminoso, y unas viñetas de excelente fábrica, a un universo colmado de laberintos, de crudas realidades o de voraces sueños. Los personajes, de todo tipo, que habitan las páginas de este cuaderno no son sino el vivo reflejo de un mundo en el que “la escalera” –sus peldaños- representa la vida misma, tanto si se fracasa al bajarlos o se vence al subirlos, incluso, si se precipitan los cuerpos desde su altura y caen por el hueco de aquella, en señal de desaliento o desamparo. La vida se refleja, con sus luces y sombras, en cada uno de esos personajes, en sus acciones extremas u cotidianas, como si en ese juego de percepciones e ideas siempre amenazara la incertidumbre o el miedo a salvar la frontera, las murallas que el mismo ser humano construye cada día.

Llama la atención, por su sencillez y elegancia, su magistral manufactura en el trazo de las ilustraciones, donde el blanco y el negro se alternan de tal manera y proporcionalidad que la mirada del lector no llega a cansarse nunca. “La escalera” es una mirada al mundo interior del poeta-ilustrador, también al que fluye fuera, en otra realidad diferente y lejana, pero que vive y se reconoce en los personajes e historias de esta particular “escalera”, lugar para los sueños y fracasos, para mirar al frente o dejarse llevar por la nostalgia o la melancolía del tiempo que fue. Entrialgo maneja con brillantez la poética del cómic, y lo hace desde el conocimiento y la sinceridad, de ahí sus historietas cargadas de narcisismo o individualidad, de trampas y misterio, de magia, de intriga, de juegos de fantasía, de miedo, dudas, fracasos, dolor, amor, de crítica social u otros muchos elementos en cuestión. Mauro Entrialgo es un malabarista del dibujo o la ilustración, que desarrolla en el ámbito de las leyendas urbanas (la ciudad principio y fin en sí misma), y en su epicentro, tal vez sea el fracaso, la soledad  de los seres humanos en las grandes ciudades, semilla de marginalidad, o algo más que todo eso, quizá el abismo hacia la creación, la fantasía sin límites. 

Sulayr, dame cobijo. Ángel Fábregas.




SULAYR, DAME COBIJO


 “Sulayr es el nombre que dieron los árabes a Sierra Nevada. A su vez es la arabización de Mons Solarius, la montaña del sol de los romanos”, nos aclara Ángel Fábregas en las páginas preliminares de su novela “Sulayr, dame cobijo”, una historia de resistencia y libertad, de supervivencia y heroicidad ante uno de los hechos de la posguerra española más dramáticos también, si se tienen en cuenta las circunstancias que rodearon la insumisión que dio lugar al maquis español. La consecuencia de un golpe de estado, la ascensión al poder de su autor, el dictador Francisco Franco, y la defensa a ultranza de las libertades con la propia vida dio lugar a la sublevación, a la resistencia y lucha armada ante la opresión y la ofensa continua, la humillación a que fueron sometidos los pueblos los habitantes de los pueblos de España, con más inquina los serranos, por la existencia de la guerrilla antifascista. Uno de esos pueblos fue Ugijar, en la alpujarra granadina y limítrofe de la provincia de Almería: “El tiempo en esta aparente Arcadia transcurría despacio al ritmo de las faenas del camo, con el soniquete rítmico y monónoto de los cascos de las bestias de carga repicando sobre las calles empedradas o los gritos de la chiquillería al salir de la escuela jugando al escondite y a la rayuela” (pág. 11). Pero ese ambiente tranquilo y rutinario de este pueblo alpujarreño contrasta con otro bien distinto, el que anida en sus habitantes, nos referimos a ese que se siente y entristece las miradas: “El miedo al vecino, al hambre que acecha en las tormentas de octubre, que a menudo destrozan los cultivos, o a la enfermedad que seguía al hambre, con sus rostro de tisis, d tracoma o de pulmonía, se reflejaba en gestos huidizos, en miradas desconfiadas. Un temor cerval que llevaba a la mayoría del trabajo de sol a sol a sus moradas, sin pasar siquiera un rato por la taberna para echar un vaso de vino y que mantenía a todos cuando conversaban en un tono de permanente voz baja ” (pág. 12). En esta situación vivía Fernando Almazán, el médico del pueblo y protagonista de esta novela primera de Ángel Fábregas.
 El médico luchó en el bando de los vencedores, pero no odia, incluso puede que sienta una cierta empatía con los vencidos e insumisos. Su secuestro por un grupo de maquis cambiará su vida. El discurso narrativo se inicia “ab ovo”, con presencia puntual de diálogos, y de un narrador omnisciente. Una ópera prima donde el lector pasará del intento de fuga del médico secuestrado al reencuentro con el amor, que cambiará su concepción del mundo y hará de él un hombre nuevo. Una novela que rescata dignamente “la memoria histórica”. Una lectura recomendable. 

Sulayr, dame cobijo. Ángel Fábregas.




SULAYR, DAME COBIJO


 “Sulayr es el nombre que dieron los árabes a Sierra Nevada. A su vez es la arabización de Mons Solarius, la montaña del sol de los romanos”, nos aclara Ángel Fábregas en las páginas preliminares de su novela “Sulayr, dame cobijo”, una historia de resistencia y libertad, de supervivencia y heroicidad ante uno de los hechos de la posguerra española más dramáticos también, si se tienen en cuenta las circunstancias que rodearon la insumisión que dio lugar al maquis español. La consecuencia de un golpe de estado, la ascensión al poder de su autor, el dictador Francisco Franco, y la defensa a ultranza de las libertades con la propia vida dio lugar a la sublevación, a la resistencia y lucha armada ante la opresión y la ofensa continua, la humillación a que fueron sometidos los pueblos los habitantes de los pueblos de España, con más inquina los serranos, por la existencia de la guerrilla antifascista. Uno de esos pueblos fue Ugijar, en la alpujarra granadina y limítrofe de la provincia de Almería: “El tiempo en esta aparente Arcadia transcurría despacio al ritmo de las faenas del camo, con el soniquete rítmico y monónoto de los cascos de las bestias de carga repicando sobre las calles empedradas o los gritos de la chiquillería al salir de la escuela jugando al escondite y a la rayuela” (pág. 11). Pero ese ambiente tranquilo y rutinario de este pueblo alpujarreño contrasta con otro bien distinto, el que anida en sus habitantes, nos referimos a ese que se siente y entristece las miradas: “El miedo al vecino, al hambre que acecha en las tormentas de octubre, que a menudo destrozan los cultivos, o a la enfermedad que seguía al hambre, con sus rostro de tisis, d tracoma o de pulmonía, se reflejaba en gestos huidizos, en miradas desconfiadas. Un temor cerval que llevaba a la mayoría del trabajo de sol a sol a sus moradas, sin pasar siquiera un rato por la taberna para echar un vaso de vino y que mantenía a todos cuando conversaban en un tono de permanente voz baja ” (pág. 12). En esta situación vivía Fernando Almazán, el médico del pueblo y protagonista de esta novela primera de Ángel Fábregas.
 El médico luchó en el bando de los vencedores, pero no odia, incluso puede que sienta una cierta empatía con los vencidos e insumisos. Su secuestro por un grupo de maquis cambiará su vida. El discurso narrativo se inicia “ab ovo”, con presencia puntual de diálogos, y de un narrador omnisciente. Una ópera prima donde el lector pasará del intento de fuga del médico secuestrado al reencuentro con el amor, que cambiará su concepción del mundo y hará de él un hombre nuevo. Una novela que rescata dignamente “la memoria histórica”. Una lectura recomendable. 

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986