Buscar este blog

EN NOMBRE DE LA PAZ. JOSÉ ANTONIO SANTANO

EN NOMBRE DE LA PAZ

¿No habría que escribir precisamente
después de Auschwitz o después
de Hiroshima, si ya fuésemos, dioses
de un tiempo roto, en el después
para que al fin se torne
en nunca y nadie pueda
hacer morir aún más los muertos?

José Ángel Valente


Escribo hoy desde la serena paz de mi estancia, con urgencia, para desarmar al poderoso con un simple canto, un himno de amor que recorra el universo entero e inunde los corazones de los hombres de buena voluntad. Escribo después de Auschwitz, de Hiroshima, Vietnam, Sarajevo, las Torres Gemelas, Afganistán, Iraq, después de tanto dolor, de tanta barbarie, de tanta muerte innecesaria e injusta. Escribo desde el Sur, allá donde el intenso azul del Mediterráneo baña de sueños el sueño de sus moradores y la luz de sus auroras resplandece en los hogares.


Escribo para alcanzar el cielo esta noche y en esta mala hora de este siglo. El cielo más fulgente y limpio, su infinito espacio colmado de trémulas estrellas y planetas misteriosos.


Escribo y es urgente que lo haga. Preciso y justo. Escribo para desterrar de una vez y para siempre el inmenso dolor de una lágrima humana, el espanto de un cuerpo calcinado, el negror del odio en las pupilas, el bárbaro silencio del verdugo, la desolada soledad de las ciudades después de la batalla, el hórrido ulular de las sirenas, el miedo y la tortura, la pobreza y el hambre, la muerte de todos los muertos del mundo.


Escribo con el ímpetu del amante que busca en el amor la consumación del amor, la entrega sin límites, la vida, al fin.


Escribo en nombre de la paz, y en ella me refugio, y por ella grito y me desangro en esta mala hora de este siglo.


Escribo en nombre de la paz, y por su nombre, por el eco de su voz ardiente me desvivo, y muero.


Aguadulce (Almería), 26 de Enero de 2003

EN NOMBRE DE LA PAZ. JOSÉ ANTONIO SANTANO

EN NOMBRE DE LA PAZ

¿No habría que escribir precisamente
después de Auschwitz o después
de Hiroshima, si ya fuésemos, dioses
de un tiempo roto, en el después
para que al fin se torne
en nunca y nadie pueda
hacer morir aún más los muertos?

José Ángel Valente


Escribo hoy desde la serena paz de mi estancia, con urgencia, para desarmar al poderoso con un simple canto, un himno de amor que recorra el universo entero e inunde los corazones de los hombres de buena voluntad. Escribo después de Auschwitz, de Hiroshima, Vietnam, Sarajevo, las Torres Gemelas, Afganistán, Iraq, después de tanto dolor, de tanta barbarie, de tanta muerte innecesaria e injusta. Escribo desde el Sur, allá donde el intenso azul del Mediterráneo baña de sueños el sueño de sus moradores y la luz de sus auroras resplandece en los hogares.


Escribo para alcanzar el cielo esta noche y en esta mala hora de este siglo. El cielo más fulgente y limpio, su infinito espacio colmado de trémulas estrellas y planetas misteriosos.


Escribo y es urgente que lo haga. Preciso y justo. Escribo para desterrar de una vez y para siempre el inmenso dolor de una lágrima humana, el espanto de un cuerpo calcinado, el negror del odio en las pupilas, el bárbaro silencio del verdugo, la desolada soledad de las ciudades después de la batalla, el hórrido ulular de las sirenas, el miedo y la tortura, la pobreza y el hambre, la muerte de todos los muertos del mundo.


Escribo con el ímpetu del amante que busca en el amor la consumación del amor, la entrega sin límites, la vida, al fin.


Escribo en nombre de la paz, y en ella me refugio, y por ella grito y me desangro en esta mala hora de este siglo.


Escribo en nombre de la paz, y por su nombre, por el eco de su voz ardiente me desvivo, y muero.


Aguadulce (Almería), 26 de Enero de 2003

ÉCIJA

ÉCIJA



El tiempo me negó la luz barroca
de tus atardeceres, sus silencios
de piedra y fuego en las más altas cimas
de la memoria y el sueño, soledades
en vuelo mágico de mariposas.

El tiempo que me abrasa los sentidos
cuando paso a tu lado y sigo el camino
como si no me importaras, condena es,
castigo, profunda herida, perpetuo
abismo, amarga sinfonía del bronce.

Olvido es hoy ese tiempo, pues te hallé
en la ardentía del beso y su latido,
en los sempiternos campos de olivos,
en las tórridas tardes de verano
y en el solar océano del cielo.

Entre las altas torres, siempre viva.

ÉCIJA

ÉCIJA



El tiempo me negó la luz barroca
de tus atardeceres, sus silencios
de piedra y fuego en las más altas cimas
de la memoria y el sueño, soledades
en vuelo mágico de mariposas.

El tiempo que me abrasa los sentidos
cuando paso a tu lado y sigo el camino
como si no me importaras, condena es,
castigo, profunda herida, perpetuo
abismo, amarga sinfonía del bronce.

Olvido es hoy ese tiempo, pues te hallé
en la ardentía del beso y su latido,
en los sempiternos campos de olivos,
en las tórridas tardes de verano
y en el solar océano del cielo.

Entre las altas torres, siempre viva.

EL ÁRBOL DE LA VIDA. JOSÉ ANTONIO SANTANO



Me vuelven las palabras, sus sonidos de agua y luz. Vuelven a hospedarse en la memoria. Su aleteo constante va y viene, de un lado para otro, abrasándome en sus labios. Una palabra se repite, es un eco que sobrevuela las montañas, los mares y desiertos. Acudo a su encuentro con vehemencia. ¡He esperado tanto tiempo su visita! Y ahora, que la luz del día incendia los campos donde ella habita, es mi deseo caminar el tiempo de esta vida asido a sus manos de hojas y silencios.


El aire me devuelve a sus dominios. Ella me espera. Yo la busco. Ambos sentimos el temblor que sienten los amantes cuando se buscan. Ambos sabemos del dolor de la espera, pero también del goce de la entrega. Ese momento mágico y misterioso en que los labios se rozan y la piel se eriza y los cuerpos tiemblan abrasados. Entonces, la palabra se transforma en un árbol milenario, en el árbol de la vida. Y el árbol, enhiesto, majestuoso, vuelve a ser palabra, y luz, y bálsamo. Y la palabra vuelve a ser árbol, y el árbol la palabra. Por siempre y para siempre la palabra.



Hubo un tiempo de silencios y sombras
arañando la tierra y sus fronteras,
las arrugas del aire en los inviernos,
el fuego de los dedos en la tarde.

Hubo un tiempo de luces y amapolas
preñando los orígenes del beso,
unos senderos de amarillo otoño,
domingos que escaparon de las manos
y unas letras escritas en el tronco
de aquel viejo y solitario árbol.


Hoy, en la triste soledad de esta casa,
aún noto su enhiesto cuerpo leñoso,
su piel mestiza y horadada de siglos,
sus largos brazos de auroras en brasas,
sus claros ojos huyendo a la fuente
donde el fruto destella como el oro.

Aún hoy, cuando una lágrima se abisma
en la tierra del fuego y de la lluvia,
desciendo lentamente hasta los sueños
de una noche cualquiera en sus cenizas
y escribo nuevamente en su corteza,
en la árida comarca de sus venas,
los nombres y signos que siempre quise.

Aún hoy, tú, magnánimo y humano dios.


Aún me queda la palabra, las palabras corales que me abrasan a la vida. Me queda el viejo árbol donde escribo los nombres y signos que siempre quise. Me queda la luz de los silencios en un campo de olivos milenarios. La voz y la palabra, por y para siempre.

EL ÁRBOL DE LA VIDA. JOSÉ ANTONIO SANTANO



Me vuelven las palabras, sus sonidos de agua y luz. Vuelven a hospedarse en la memoria. Su aleteo constante va y viene, de un lado para otro, abrasándome en sus labios. Una palabra se repite, es un eco que sobrevuela las montañas, los mares y desiertos. Acudo a su encuentro con vehemencia. ¡He esperado tanto tiempo su visita! Y ahora, que la luz del día incendia los campos donde ella habita, es mi deseo caminar el tiempo de esta vida asido a sus manos de hojas y silencios.


El aire me devuelve a sus dominios. Ella me espera. Yo la busco. Ambos sentimos el temblor que sienten los amantes cuando se buscan. Ambos sabemos del dolor de la espera, pero también del goce de la entrega. Ese momento mágico y misterioso en que los labios se rozan y la piel se eriza y los cuerpos tiemblan abrasados. Entonces, la palabra se transforma en un árbol milenario, en el árbol de la vida. Y el árbol, enhiesto, majestuoso, vuelve a ser palabra, y luz, y bálsamo. Y la palabra vuelve a ser árbol, y el árbol la palabra. Por siempre y para siempre la palabra.



Hubo un tiempo de silencios y sombras
arañando la tierra y sus fronteras,
las arrugas del aire en los inviernos,
el fuego de los dedos en la tarde.

Hubo un tiempo de luces y amapolas
preñando los orígenes del beso,
unos senderos de amarillo otoño,
domingos que escaparon de las manos
y unas letras escritas en el tronco
de aquel viejo y solitario árbol.


Hoy, en la triste soledad de esta casa,
aún noto su enhiesto cuerpo leñoso,
su piel mestiza y horadada de siglos,
sus largos brazos de auroras en brasas,
sus claros ojos huyendo a la fuente
donde el fruto destella como el oro.

Aún hoy, cuando una lágrima se abisma
en la tierra del fuego y de la lluvia,
desciendo lentamente hasta los sueños
de una noche cualquiera en sus cenizas
y escribo nuevamente en su corteza,
en la árida comarca de sus venas,
los nombres y signos que siempre quise.

Aún hoy, tú, magnánimo y humano dios.


Aún me queda la palabra, las palabras corales que me abrasan a la vida. Me queda el viejo árbol donde escribo los nombres y signos que siempre quise. Me queda la luz de los silencios en un campo de olivos milenarios. La voz y la palabra, por y para siempre.

NOS QUEDA LA PALABRA. José Antonio Santano.

NOS QUEDA LA PALABRA
(Almería, 18 de marzo de 2006-Acto contra guerra Irak)
Cualquier guerra es la regresión a un mundo
sin vocabulario.
Salvador Compán



La mar, límpida y serena, fuego de azules y blancos, me recordó otro mar de tierra y olivares. En los orígenes del tiempo el tiempo dibujó un gran planeta. Quiso que la luz se derramara por todos sus rincones, que su cálido tacto aliviara del dolor y la muerte. Creó el día y la noche, el sol y la luna. También el tiempo quiso pintar la tierra de colores: verde para los árboles, azul para los mares y océanos, negro para la noche y sus silencios, blanco para la nieve y la espuma, rojos y amarillos y lilas y rosas para las flores, grises y ocres para las montañas y los desiertos, y así hasta el infinito. A los hombres el tiempo quiso regalarle el pensamiento y la palabra. Pero el hombre nada quiso. Despreció la cálida presencia de la luz, los colores del día y la calma silenciosa de la noche. Inventó el miedo y la tortura, los fusiles y las bombas y se alió con la muerte para inundar con sangre de inocentes cada rincón de este planeta:


Qué fue de aquella tierra,
de su aroma prendido
en la piel de los ríos
y las acequias, sino
osarios y ceniza.

Qué fue de aquellos mares,
del latir de sus olas
en los pechos del día
y los silencios, sino
abismo y desierto.



Qué fue de los colores,
de su luz primigenia
en los labios del tiempo
y los amantes, sino
eterna oscuridad.

Qué fue del pensamiento,
de la siempre encendida
palabra que lo abriga
e ilumina, sino
silencio y cataclismo.



La mar, ahora, sigue en calma. En su azul intenso el sueño sobrevive al hombre… Nos queda la palabra. Siempre la palabra con su arrullo de sílabas fulgentes calándonos los huesos, la memoria de ser, la única arma capaz de conquistar el sueño de los hombres. Siempre la palabra, aún nos queda la palabra, su latido, su inconmensurable belleza, la vida que la alienta y alimenta. Un mar de palabras, de dulcísimas palabras dichas al oído. Un río de lava de palabras anegando los hogares. Cientos, miles, millones de palabras escritas en el albor de una página, de cientos, miles, millones de páginas. La palabra en la luz de cada día, en las alas del viento, en los dedos de la lluvia, en la piel de las fronteras, siempre la palabra. La palabra meciéndose en el aire, dichosa y viva, abrasadora.


Aún nos queda la palabra. La palabra que nace del corazón generoso, y nómada recorre los confines del mundo. La voz de la palabra anegando las ciudades con su música. La palabra, siempre la palabra.

NOS QUEDA LA PALABRA. José Antonio Santano.

NOS QUEDA LA PALABRA
(Almería, 18 de marzo de 2006-Acto contra guerra Irak)
Cualquier guerra es la regresión a un mundo
sin vocabulario.
Salvador Compán



La mar, límpida y serena, fuego de azules y blancos, me recordó otro mar de tierra y olivares. En los orígenes del tiempo el tiempo dibujó un gran planeta. Quiso que la luz se derramara por todos sus rincones, que su cálido tacto aliviara del dolor y la muerte. Creó el día y la noche, el sol y la luna. También el tiempo quiso pintar la tierra de colores: verde para los árboles, azul para los mares y océanos, negro para la noche y sus silencios, blanco para la nieve y la espuma, rojos y amarillos y lilas y rosas para las flores, grises y ocres para las montañas y los desiertos, y así hasta el infinito. A los hombres el tiempo quiso regalarle el pensamiento y la palabra. Pero el hombre nada quiso. Despreció la cálida presencia de la luz, los colores del día y la calma silenciosa de la noche. Inventó el miedo y la tortura, los fusiles y las bombas y se alió con la muerte para inundar con sangre de inocentes cada rincón de este planeta:


Qué fue de aquella tierra,
de su aroma prendido
en la piel de los ríos
y las acequias, sino
osarios y ceniza.

Qué fue de aquellos mares,
del latir de sus olas
en los pechos del día
y los silencios, sino
abismo y desierto.



Qué fue de los colores,
de su luz primigenia
en los labios del tiempo
y los amantes, sino
eterna oscuridad.

Qué fue del pensamiento,
de la siempre encendida
palabra que lo abriga
e ilumina, sino
silencio y cataclismo.



La mar, ahora, sigue en calma. En su azul intenso el sueño sobrevive al hombre… Nos queda la palabra. Siempre la palabra con su arrullo de sílabas fulgentes calándonos los huesos, la memoria de ser, la única arma capaz de conquistar el sueño de los hombres. Siempre la palabra, aún nos queda la palabra, su latido, su inconmensurable belleza, la vida que la alienta y alimenta. Un mar de palabras, de dulcísimas palabras dichas al oído. Un río de lava de palabras anegando los hogares. Cientos, miles, millones de palabras escritas en el albor de una página, de cientos, miles, millones de páginas. La palabra en la luz de cada día, en las alas del viento, en los dedos de la lluvia, en la piel de las fronteras, siempre la palabra. La palabra meciéndose en el aire, dichosa y viva, abrasadora.


Aún nos queda la palabra. La palabra que nace del corazón generoso, y nómada recorre los confines del mundo. La voz de la palabra anegando las ciudades con su música. La palabra, siempre la palabra.

LOS DE SIEMPRE



Vosotros, los de siempre,
los de los labios de acero,
los de las palabras huecas,
los de la peste en el alma,
los del sitio de la traición.

 Manuel Ruiz Amezcua



Se ocultan tras las sombras de la noche,
ensucian la palabra con el vómito
de su palabra, y así silencian la voz
de quienes sueñan alcanzar su sueño.

Ellos, los de siempre, los que se ganan
la vida agitando enseñas de muerte,
los que se arrodillan ante el poder
y bendicen sus hazañas con versos
vanos, ungidos de miseria e infamia.

Se mecen en las ramas de la injuria,
cultivan la calumnia, se sumergen
en las aguas procelosas del odio,
se adornan con la sangre del vencido
y de progres de izquierda se coronan.


Se sientan a la mesa del invicto
y degluten sonrientes sus miserias;
saborean el sufrimiento ajeno,
y acusan con dedo firme siempre.


Se miran al espejo cada día,
frecuentan fiestas de moda y saraos,
despachos de roja y limpia moqueta,
modernos locales, serias reuniones,
y murmuran y hablan de los otros
con verbo de avariciosa mentira.

Son ellos, los de siempre, los de siempre,
los que secuestran ideas y sueños,
los que humillan, los que cautivan la voz
y la palabra, los que mortifican.

Son ellos, los de siempre, los de siempre.

LOS DE SIEMPRE



Vosotros, los de siempre,
los de los labios de acero,
los de las palabras huecas,
los de la peste en el alma,
los del sitio de la traición.

 Manuel Ruiz Amezcua



Se ocultan tras las sombras de la noche,
ensucian la palabra con el vómito
de su palabra, y así silencian la voz
de quienes sueñan alcanzar su sueño.

Ellos, los de siempre, los que se ganan
la vida agitando enseñas de muerte,
los que se arrodillan ante el poder
y bendicen sus hazañas con versos
vanos, ungidos de miseria e infamia.

Se mecen en las ramas de la injuria,
cultivan la calumnia, se sumergen
en las aguas procelosas del odio,
se adornan con la sangre del vencido
y de progres de izquierda se coronan.


Se sientan a la mesa del invicto
y degluten sonrientes sus miserias;
saborean el sufrimiento ajeno,
y acusan con dedo firme siempre.


Se miran al espejo cada día,
frecuentan fiestas de moda y saraos,
despachos de roja y limpia moqueta,
modernos locales, serias reuniones,
y murmuran y hablan de los otros
con verbo de avariciosa mentira.

Son ellos, los de siempre, los de siempre,
los que secuestran ideas y sueños,
los que humillan, los que cautivan la voz
y la palabra, los que mortifican.

Son ellos, los de siempre, los de siempre.

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986