Días atrás recibía, deferencia del amigo y
poeta Antonio Pérez Roldán, un excelente poemario póstumo de uno de los grandes
poetas del siglo XX y principios del XXI, por desgracia desconocido para muchos,
roquetero de nacimiento, afincado durante toda su etapa laboral en la ciudad de
Terrassa (Barcelona) y que regresa a su ciudad natal donde fallece en agosto del
año pasado: Francisco Lucio (Roquetas de Mar 1933-2021). El poemario en
cuestión lleva por título A la música y según el propio Pérez Roldán,
conocedor de su obra publicada y no (más de dos mil páginas inéditas de poesía
y otros cientos de prosa), formaría parte de su obra magna Hojas secas. Acercarse
A la música, texto imbuido por la más clara y luminosa tradición poética
española, es como respirar el aire fresco de un bosque inmenso de hayas o
pinares, contemplar la paz del mar Mediterráneo que le vio nacer y morir o adentrarse
en los múltiples silencios de una armoniosa música, de una cadencia y ritmo
abarcadores del infinito cielo, sería como alcanzar la nada y lo absoluto al
mismo tiempo: «Y mientras os saciáis de música, de paz, / de amor y de ternura,
no temáis que se agote: / la fuente, con la noche, ha de seguir manando, /
derramando sus aguas en medio del silencio». Francisco Lucio recoge en este
poemario las piezas musicales que en vida escuchaba apasionadamente, autoría de
los más destacados compositores de todos los tiempos Johann Sebastián Bach,
Mozart, Chopin, Schubert, Ravel, Beethoven, Schumann, Haydn, Mendelssohn,
Purcell, Händel, Vivaldi, Rimski-Kórsakov, Mijail I. Glinka o Johannes Brahms.
El eje central de esta grandiosa obra pivota entre la música y la noche, ese
momento mágico en el cual el poeta se rinde al hecho poético que la música y la
noche le brindan y en el que siente vibrar el corazón humano. En vida,
desafortunadamente, Francisco Lucio no publicó muchos libros, siete tan solo nos
dice Antonio Pérez en su prólogo, para añadir al respecto que: «Los lectores
habituales de poesía sabemos que hay poetas que tienen más nombre que obra,
poetas que por circunstancias ajenas a la poesía gozan —o son víctimas, según
se mire— de una fama desmesurada. (…) Francisco Lucio es un caso claro de poeta
con más obra que nombre, o renombre, teniendo en cuenta tanto la calidad como
la cantidad de su obra». Y no le falta razón. Hay, desgraciadamente, quienes
viven del nombre más que de su obra, en su mayor parte mediocre. Pero en el
caso que nos ocupa podemos afirmar sincera y taxativamente, que nos hallamos
ante un poeta extraordinario, que supo aprender de la tradición clásica los más
valiosos recursos lingüísticos y retóricos, la esencialidad del discurso poético
para trasladarlo en su más pura excelencia y belleza al lector: «…Surgen y
crecen, / por la margen, violetas y alhelíes, / flores sencillas del prodigio.
Siente / el corazón el beso de la música, / el río que sereno va a la muerte, /
y al fin, como criatura humana, / se apaga en ella blanda, dulcemente…». Poesía
y música, o viceversa, se funden en un mismo cosmos, como también el poeta,
nacido de humilde cuna atiende siempre a la llamada de los más desfavorecidos y
ahonda en la vida, y le duele el dolor de la pobreza para con ella surgir hacia
la cima de un cielo azul esperanza, infinito en el sueño: «Allí, en el aire
indemne, / escucha el buen oráculo: / ha de llegar el día / en que, saciados ya
del pan más tierno, / de los frutos terrestres, / los pobres de la tierra /
restauren su dolido corazón / —como el más puro don, como gracia suprema—, /
con la fuerza auroral que fluye de esta música. / Y la alegría encenderá sus
pechos / con un rayo divino de luz resplandeciente». Porque el poeta Francisco
Lucio creía, inspirado en el místico Canto espiritual de San Juan de la
Cruz que, «Todo bien es posible, todo fulge / con la música pura, aunque es de
noche». Y así la música y la noche, la poesía en su más honda raíz renace y se
revela como el más grande de los tesoros en la palabra, hasta trascender en una
especie de éxtasis espiritual a ser música de nuevo: «Mas ella está, con el
gemido, bajo / la delicada niebla. Ella, presente, / aunque no la veamos. Y
así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la
ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra». Quizá nuestro mayor homenaje
fuera, en honor a su ingente y extraordinaria obra literaria tanto en poesía como
en prosa), que una institución pública (me atrevo a proponer al Ayuntamiento de
Roquetas de Mar, lugar donde nace y muere) publicara todos los textos del excelso
poeta Francisco Lucio, por ser una de las voces más destacadas de la reciente Historia
de la Literatura Española: «Como la noche, vístete de música. Y la noche / te
dará compañía lo mismo que una madre». Esencialidad
y compromiso, saber y corazón iluminan e iluminarán siempre su poesía.