Una Sola Carne (Antología Amorosa 1996-2016)
Las ilustraciones, como ya viene siendo habitual en las publicaciones salmantinas, son de Miguel Elías. Pero centrándonos en lo que nos interesa este libro conforma un corpus extraordinario, amalgama de la mejor tradición poética amorosa. Alencart bebe, hasta la saciedad, de los textos bíblicos, con mayor énfasis del Cantar de los Cantares, pero también de los Proverbios, del Génesis o Eclesiastés. Estructuralmente está dividido en cuatro partes: Amoris causa, Justamente así, Mujer de la mañana y Esquirlas, pero en su conjunto no sólo hallamos la mirada del poeta atravesada por el dardo del amor sin límite, ese que le ofrenda, también sin límite, su amada, esposa y musa Jacqueline, sino que influenciado por los místicos españoles, sobre todo San Juan de la Cruz (Amada con Amado, Esposa, etc), y me atrevería a decir que, también por la poesía preislámica (Mu’allataqāt), la casida y la temática -nasīb o elegía amorosa-, cuando el poeta recuerda los momentos felices vividos junto a la amada). Mas aún siendo tan claras las influencias de la literatura universal que ha hecho suyas el poeta Alfredo P. Alencart, este libro va más allá, porque es la voz que se hace singular y única, explosiva como un grito que no cesa, como una tormenta de versos nacidos de la misma esencia humana, trascendida de la carne, lo material, a lo inmaterial, el alma, con tal efectividad que, difícil es hallar en nuestros días un discurso poético, un verbo tan cálido y de tan esplendente emoción amorosa, poesía tan pura. Podrían ser muchos los ejemplos a mostrar de la poesía amorosa de Pérez Alencart en este breve comentario, pero conformémonos solo con algunos. De la primera parte “Amoris causa”, señalamos los siguientes: «Oh amor que nació contigo, dice el Amado. / Oh amor por Dios bendecido, dice la Amada» (poema Cántico de los cuerpos); o estos otros: «No hay más patria / que tu entrega / ni hay más mundo / que este amor. // En la esposa del amor / está la patria» (poema Patria). De la segunda parte “Justamente así”, extraemos los versos que siguen, más breves en su composición: «Sediento, muerdo / el fruto jugoso / de tu ser» (del poema Fruto). En la tercera parte “Mujer de la mañana”, el discurso poético cambia de nuevo y los versos se adensan, son como una corriente de agua imparable: «Tú amas a un hombre imperfecto / que aprende lecciones al sol de tus orillas. / Tú has marcado mi vida. / Tú eres mi vocación, / mi brújula, / mi áureo universo de una sola estrella». “Esquirlas”, última parte del libro, son composiciones muy breves, casi aforísticas que concentran y resumen el pensamiento en clave amorosa del poeta, por citar alguna: «Las caricias son pasajeras: lo perdurable es el amor». Como escribiera nuestro Nobel Aleixandre: « Sí: un intento de comunión con lo absoluto: esto será ciegamente el amor en el hombre», o en palabras de otro poeta del amor, Pedro Salinas: «He tenido siempre un deseo de amor tan vivo, que por eso he sido poeta». Y poeta grande es Alfredo Pérez Alencart, una voz que crece y crece cada día, cada minuto, dejándonos la huella de su magisterio poético, también de su inmensa humanidad.