SUCESIÓN DE LUNAS
Cada
vez que se inicia la lectura de un nuevo libro de poesía uno tiene
la sensación de bordear un precipicio, de caer al vacío (de sus
páginas) sin saber cuál será el resultado final, si de emoción,
temblor, indiferencia, extrañamiento o asombro. Nunca se sabe, a
priori, el final de la apasionante aventura que es leer, en su más
amplio sentido. La verdad puede ser más de una, tantas como lectores
y esta es, justamente, la esencia, la importancia de la literatura
(de la poesía) como acto vital. En esta ocasión nos acercamos, por
vez primera, a la obra del poeta Jesús Cárdenas (Alcalá de
Guadaíra, Sevilla, 1973) y a su último poemario Sucesión
de lunas, quinto
libro en su trayectoria, siendo anteriores a este los siguientes
títulos Algunos
arraigos me vienen (2005),
La luz de entre los cipreses (2012),
Mudanzas de lo azul (2013)
y Después de la música (2014).
Con
prólogo de Manuel Rico, el poemario se divide en dos bloques: Un
prodigio en la palabra
y
Promesas de espejo.
Viene a decir el prologuista de Sucesión
de lunas:
«Se trata de un libro de poesía amorosa en el que Cárdenas
demuestra la variedad de registros en que su voz se mueve…En el
fondo estamos ante una suerte de libro-poema dividido en dos grandes
apartados de distinta factura». Y así es. En el primero de los
apartados citados el poeta indaga en el universo mágico de la
palabra («Deja que ahora te brote la palabra, / acata su dictado, /
su cadena de sílabas secretas / antes de blandirla en el libro
impreso. / Déjala que te tiente, que te, / que te ronde
obsesivamente, / mucho antes de que el aire la trasiegue.»), unas
veces en verso y otras en prosa, se adentra en sus misterios para
mostrarnos una voz entregada al amor, su evocación: «Presiento que
la luz va a detenerse / justo ahora en el talle desnudo / pare viva /
de este prodigio que es tu cuerpo entero. […] En tu cintura casi
incorpórea / el aire / esculpiendo presencias en suave balanceo, /
reflejo de las mismas formas que te moldean». En el segundo de los
apartados Cárdenas el hilo conductor, la construcción poética se
cimenta en la “lluvia”, que aparece continuamente tanto en los
poemas en verso como en prosa (en mayor proporción que los del
primer bloque). La lluvia, como experiencia vital, sirve de guía en
la construcción del discurso poético en el cual se abisma el poeta.
La lluvia como savia, esencia misma de la vivencia amorosa, de la
emoción surgida del amor. El poeta se hace lluvia, explosión de
lluvia junto a la amada, en los recuerdos que retornan en vuelo de
nubes y silencios: «Sobre tu pelo vi gotas de lluvia, cansadas, pero
tú no te movías; la lluvia en ti encontraba su refugio (también
llegaba a descifrar tus miedos). Abatida caía en forma de caricias
hasta cercarte sin calor alguno. […] Entonces, el eco de la lluvia,
solo el eco de la lluvia; hoy, la escarcha en mis pupilas.» El verso
en prosa, como ya hemos indicado anteriormente, predomina en esta
segunda parte, tal vez con la intención de reflejar la presencia
continua de la lluvia, de su latir incesante en el paisaje («Nadie
permanece indiferente a los latidos de la lluvia», como el amor que
vive en el poeta: «Tú bajo el aguacero de estos versos, / como
víctima de lo que atesoro, / entre tanto silencio por deshacer lo
intacto. / No me dejes aquí / sin el tacto de tu paraguas /
fecundando los pastos». Esta es una breve muestra del contenido de
este interesante poemario Sucesión
de lunas,
y de una voz singular, la del poeta sevillano Jesús Cárdenas.
Título:
Sucesión de lunas
Autora: Jesús
Cárdenas
Editorial:
Anantes