El campo de centeno era humo acre en la memoria
por donde el duende flavo de la hipóstasis
se encaramó a mis desengaños
paseando las dos manos entre las espigas
y acariciando el mundo.
Duele comprobar cuán lerdos podemos ser
adecentando las estatuas de los aleros
o exaltando la imagen sacrílega de la ciencia
Debiera el hombre no renunciar al misterio,
a desentrañar todo conocimiento.
Pero olvidar
que los ocultos y secretos enigmas
preservan toda vida,
necedad petulante sería
y holocausto indeleble para la especie y la misma existencia.
Chernóbil viene a mi memoria
- llaga invisible casi eterna en nuestro planeta -
para indicarnos púrpura señal de advertencia.
Duele ver a la madre Gea
sollozar y espantada ante sus hijos
jugueteando, malquistos, con los odres de la harina en flor,
ya hombres provectos y ya doctos,
que olvidan reforzar los estayes del esquife
y ofrecer toros negros a los dioses.
No solo la fusión de los átomos nos acecha;
otras son las celadas que amenazan
la sagrada existencia del planeta,
el perfecto equilibrio de lo bello.
Conviene no olvidar
el dolor de los daños colaterales;
que las abejas van desapareciendo;
que el cambio climático provoca cataclismos.
Prudencia equivaldrá a inteligencia,
a sueños de manzanas sacrosantas,
a aguas puras y aires trasparentes.
¿Qué mundo nos espera?
¿Alguien podrá respuesta dar a esta pregunta
si no oramos renunciando a ser dioses?
¡Ve la naturaleza de la hoja!
¡Encuentra en ella lo que en ella hay
de momentáneo: un preciso color, una tersura!
Es lo que nunca ha sido.
Y tu también. No hay más.
Ahí está todo el secreto.
tal se te muestra!
y todo se entristece,
callaos y escuchad:
algo en el agua pierde
su secreto y misterio,
nada sustancial tiene
de humano ni eterno
este pulso latente
que huye lento llorando
y en nada se detiene
miradlo; crece hirsuto y desplegado
arañando el mismo aire.
si florece, restalla en amarillo,
pálida brillantez de todo lo oscuro,
sueño vivo de todo pétreo corazón
donde lo inerte alcanza el cénit
de cuanta luz surgió de toda sombra
para enterrarse, efímera y solaz,
a los mismo espacios de la tarde.
garra de piedra al cielo,
expresión del celeste del desierto,
en que, telúrica y carnal,
se muestra el alma expuesta
de las indálicas deidades del arcoíris.
la desgarrada soledad
del último silencio.
(Día lluvioso)
pareciera querer cerrar
las invisibles vidas de la tierra,
acallar de ti cuanto de ti ya conoce;
y tu lo miras,
acaso con sorpresa,
en las flores del níspero,
en los nardos ocultos de la acequia;
y ya no entiendes,
no entiendes
porqué Enero se aleja
por los caminos invernales,
tratando de borrar en todo
la huella que de ti queda
en cuanto a sus orillas preexiste.
en cada árbol tus venas son expuestas,
y quedó tu mirada
sobre las hojas que suspiran,
sobre el viento que oculta su expresión
en los balcones más altos de los neveros,
sobre el agua del río sollozante.
somos presentes cuando en todo,
despiertos, cada gota cae
ansiando la pequeña vasija o el cuenco
que haya de retenerla para siempre,
cuando todas las motas de polvo fluctúan
en el palpitar leve del aliento.
el inaudito transcurrir de las edades,
y aunque el tiempo se lleve la memoria
de cuanto fuiste,
algo tuyo se queda
en cada signo, en cada símbolo secreto
de la existencia.
.
Pájaro. Sin nombre.
Vuelo, vértigo sobre luces primeras.
Árboles. Poliédrico mirar de verdes.
Respiración. Pensamiento libre.
Brillos. Del agua, de la hoja,
de la fruta, del insecto diminuto.
Mundo que amanece. Sol.
Primeras horas. Sueño despierto.
Sinfonía elemental.
.
con el afable destello
del ojo que busca amor.
El silencio del parque se calla
y sus árboles acogen
deseos de aromas solitarios.
guaréceme en tu ascensión
hacia el nocturno luminoso y ardiente
del alto farol!
la penuria de este vuelo.
al aire que transita
entre las hojas hacia todos los espacios,
logra felicidad
el espíritu ansioso de dulce descanso.
Sólo el estar presente:
mirada atenta, olfato presto…
la mismísima vida,
por fin, un día.
acuden a los nísperos,
y picotean, ávidos,
la dulzura que el sueño
ha escrutado en la luz nocturna.
al que duerme intranquilo en la no muerte.
lo único diáfano y salvable,
la sangre amarillenta del silencio,
el vínculo sagrado con la tierra,
pues esos frutos son vacío y soledad
que, inconsolables, han ardido
tras lucha permanente con la nada.
Qué se es sin el otro,
sino un ciego sin luz.
la luz que saja las tinieblas.
que urde la neurona lumínica
del pensamiento,
el ser en el que habitas.
tomados uno a uno,
sin otredad,
somos el cero,
la nada.
y todo se entristece,
callaos y escuchad:
algo en el agua pierde
su secreto y misterio,
nada sustancial tiene
de humano ni eterno
este pulso latente
que huye lento llorando
y en nada se detiene