IDILIOS
Edición de Javier Sánchez Menéndez
Si
nos preguntáramos cómo definir la poesía de Juan Ramón Jiménez serían muchas
las maneras de hacer, tal vez, tantas como estudios se han realizado sobre
ella. Juan Ramón Jiménez escribió con la angustia creciente del tiempo, y por
ello, vida entera fue la poesía. Quiere
decir esto que es imposible entender a Juan Ramón Jiménez si no miramos a sus
ojos con verdaderos ojos de poeta, del rumor trascendido de la palabra poética.
Consecuencia de la obra ingente del onubense universal es este nuevo
descubrimiento de poemas inéditos que contienen esta edición al cuidado de
Javier Sánchez Menéndez (Ed. La Isla de Siltolá), Idilios.
Con prólogo del también
poeta Antonio Colinas y estudio de la profesora Rocío Fernández Berrocal,
Idilios, poemario que Juan Ramón Jiménez dejó preparado en Puerto Rico, con las consiguientes
indicaciones, para su publicación, ve
ahora la luz a partir de manuscritos hallados en los fondos familiares, Archivo
Histórico Nacional, Fundación Juan Ramón Jiménez y la Sala Zenobia-Juan Ramón
Jiménez de la Universidad de Puerto Rico.
De los 97 poemas que componen
Idilios, 38 son inéditos. Sin duda, un nuevo hallazgo que nos acerca a
comprender mejor la poética de Juan Ramón Jiménez, toda vez que Idilios revela un cambio en su
poesía, en la que el propio Nobel indica que los rasgos definidores de Idilios
son «brevedad, gracia y espiritualidad». Nos dice Antonio Colinas en su prólogo
que «el poeta deja fluir en esa etapa (y en este libro en concreto) su voz con
naturalidad», y así es, porque Juan Ramón Jiménez es EL POETA por y para siempre, su vida es
la poesía, y viceversa.
«Metamorfoseador
sucesivo y destinado», así se autodefinió JRJ. El Nobel estaba llamado a la
conquista de la perfección, y a esa labor estuvo dedicado en vida. JRJ escribía
y reescribía su obra constantemente y su única preocupación: no verla publicada
en vida. Así era el poeta de Moguer. Dice la profesora Rocío Fernández que «Los
poemas de Idilios encaminan la obra
de JRJ hacia la poesía desnuda…» es decir, que en ellos confluyen dos
inquietudes amorosas que fueron motivo de desasosiego para el poeta: el amor
carnal y el amor puro. En este sentido –añade la profesora Fernández Berrocal-,
«La desnudez no es ya la de la carne femenina, sino la de la creación bella, la
poesía pura, la rosa que se encuentra en Idilios».
Viene a marcar Idilios el camino al centro de la poesía, y en ese camino no puede
faltar la inseparable presencia de Zenobia. En esta obra el campo está muy
presente, es la vuelta a Moguer, al paisaje paradisíaco de sus raíces terrenas
y profundamente amorosas. En esta obra –nos dice Fernández Berrocal- existen
«rasgos platónicos en esa idea de llegar a la belleza absoluta a través de lo
sensible, lo corporal. Lo bello es lo luminoso».
El
poemario en sí se estructura en dos partes: «Idilios clásicos» e «Idilios
románticos». Su extensión es variable, algunos muy breves. Existen poemas
dedicados, pero solo a dos personas: Zenobia y Berta. Idilios clásicos viene a ser la celebración del amor, de ese amor
desnudo y puro citado con anterioridad (…Deja / que tu sangre, amor, vuele / no
tus alas), la búsqueda de la belleza en la armoniosa naturaleza (En el sol del
otoño… / arderá nuestro idilio). En «Idilios románticos» -comenta Fernández Berrocal-
se pasa de la vaguedad a la realidad, del ensueño lunar a la plenitud del sol,
del día que deslumbra y llena al poeta que anhela «vivir su presente». También
en estos poemas existe una fusión con los elementos naturales, y en su
trasfondo siempre el amor trascendido, que se eleva hasta las más altas cimas y
se abisma luego en un único abrazo y corazón (¡Quiero cruzar el mundo / con tu
cuerpo luciente, / derramarlo, un instante, más allá / de la vida y la muerte).
Zenobia es para el poeta el presente y el futuro, la luz que alumbra los
silencios de la noche, los cálidos haces del sol que atraviesan las ventanas y
balcones, el universo todo y absoluto, en cuerpo y alma. Y por eso no puede
sino mostrar su amor a Zenobia a cada instante, en cada sílaba en vuelo a las
alturas del amor. La poesía entendida como la llama o la brasa que incendia las
palabras y las transforma hasta convertirlas en sangre de amapolas o
luciérnagas de mares. Y ahí está el poeta JRJ, eternizándose en la palabra, que
no es sino un deslumbramiento del ser, esencia y maravilla.
Acertada edición de
La Isla de Siltolá y estudio
preliminar de la profesora Fernández Berrocal de estos Idilios de Juan Ramón Jiménez, por cuanto supone de descubrimiento
de los treinta y ocho inéditos y por la conjunción de los publicados, formando
así un corpus único que los lectores, con toda seguridad, tendrán oportunidad
de disfrutar. Un libro muy recomendable, no solo para los estudiosos de la obra
de Juan Ramón Jiménez, sino para los buenos lectores de poesía. A ninguno de
ellos defraudará, pues nos hallamos ante el «poeta incendiado», como así lo
calificó Zenobia, y, porque como dice Antonio Colinas «…el lector se queda
callado y tembloroso tras haber sentido ese escalofrío de la palabra revelada
en los límites. La palabra en los límites del ser y de ser. No otra cosa es la
mejor poesía».
Título: Idilios Autor: Juan Ramón Jiménez Prólogo: Antonio Colinas Edición: Rocío Fernández Berrocal Editorial: La Isla de Siltolá 14 €