estalla en las azules manos del mar,
mas nada se oye ni nada se siente
en el camino que asciende al corazón
de la tierra y sus edades de arcilla.
El hombre se acompaña de nostalgias,
de voces dormidas en la memoria,
de silencios cayendo en el estuario
de una noche cualquiera, abisal,
génesis y destierro, fuego y luna.
La luz dorada del atardecer
prende en mis pupilas hasta incendiarlas.