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Poemas de CAMILA CHARRY NORIEGA



CAMILA CHARRY NORIEGA





Poemas del libro El sol y la carne, Ediciones Torremozas, Madrid, España


Calvario
La res se tiende sobre la hierba y espera la herida
la luz del cuchillo;
ese segundo de olvido que conduce a lo otro.
Para evitar el hambre
la madre sumerge el rostro de su hijo
en las entrañas tibias de la res;
ese universo de carne y vísceras.
En los ojos abiertos de la res muerta
el niño se contempla un instante
y comprende sus propios ojos,
su voz sorda
deformada por su aliento
y por el aliento último de todo lo que existe.


Anatema
Flotaban en el río
los cadáveres de varias vacas jóvenes.
Tras unos arbustos
y estremecido por el agua
que en medio de la muerte se movía
un becerro apareció.
Gemía y corría tras la corriente
para alcanzar el fango
que ya vencía los cuerpos.
Desesperado
sin entender los caprichos de Dios
y el tajo de desdicha
que le había tocado
a la tarde bramaba
y a su paso
un hilo brillante de sangre iba dejando.
Corría entre las ramas
herido y triste.


Lejos, en la sabana,
aun el galope de los caballos
fustigados por el grito de los asesinos
rondaba las montañas;
eco de batalla que se sostuvo toda la noche
aunque ya no hubiese
hombres ni vacas
con quienes festejar esta matanza.




Magdalena
De una vieja ceiba
tres soldados cuelgana un perro de manchas cafés.
Como repitiendo los gestos de un espíritu cruel
intentan desprender la cabeza del animal
intentan separarla de su cuerpo.
Por turnos estiran la cadena
que une al perro con el árbol
fuman,
ríen
toman aguardiente
en improvisadas copas hechas de totumo.


Matan el tiempo entre la selva,
se divierten cuando el perro aúlla
y su llanto animal se extiende tremendo
hasta que al fin la cabeza
del cuerpo se separa.
Entonces toman sus fusiles en silencio
y vuelven por la espesa selva
tranquilos
a sus rondas nocturnas.


La luz se agota de perpetuo brillo
mientras cae en el vértigo del aire,
el aire es un objeto que tiembla sobre el júbilo de
[lo que será.
Todo es lo que no existe
mientras se excava con palabras
y se construye la imagen de las cosas:
una piedra, una mujer, un ahogado.
Las palabras regresan siempre a su inútil menester.
No hay nada,
las palabras borran el mundo
que construyen cada instante.
La araña solo existe cuando camina ciega
hacia la mosca y su hambre calma.
Una lámpara en medio de un trigal
que cae y cae cada tarde.
Lejos las estrellas, polvo sobre polvo que brilla
como las palabras en la hoja,
polvo
que se hace tiempo y forma.


Entre la red el pez aguarda,
estaca la red que impide su huir.
Agua y pez socavan el hueco del tejido
en un bello intento de fuga.
Perpetuidad su vuelo entre la nube de mar que lo
[consume.
El pez reconoce pronto en la entraña del agua
el espejo que lo reclama;
bebe su instante de verdad
sin alegría.
Vuelve del otro lado de la red cocido.
Igual los hombres acá,
regresan del otro de la calle
cocidos, su hambre intacta.


Bojayá
Les trozaron las manos
y en el pellejo de otros muertos, los labios les
[hundieron.
Para comer
después de tres días
les llevaron las tripas de sus perros.
Detrás de los árboles
unos cerdos esperaba las sobras
las falanges
los tendones quemados
que aún temblaban
pues las balas
dentro de estos pedazos de cuerpo,
de mundo,
seguían calientes y sacudían la piel partida
por el plomo final.


El Aro
Rodaban por la montaña
eran un solo río
que atrás dejaba
la carne flagelada de sus padres.
Como un río eran una sola herida
que vagaría por las ciudades
hasta la época de la ceniza.
Un río que florecía como un largo puñal eran.
Traían en las manos
amados
afilados huesos
armas o amuletos
tallados con el brillo de los dientes
por si la sombra los volvía a encontrar
ahora huérfanos,
curtidos.


No hay fruto en la palabra flor,
solo adentro
en el tremendo
temblor que es el poema
que destila la muerte o el amor
lo simple se hace ser.
La lengua es una oruga que bordea el urgente tiempo;
la página posible de realidad.
La palabra temperamental que concibe la palabra flor
como si la belleza fuera el objeto y no su deseo,
su consumación.
Adentro crece la imagen de lo permito
y en un doble acto de renuncia, lo permitido perece;
gana su unidad y estalla mientras la vislumbra.
Solo adentro el fruto es comestible;
los demás,
veneno.


Poema retórico sobre Spinoza
Desterrado de la sinagoga
Spinoza avanza por la calle
de gabardina rasgada por el puñal del asesino.
Ya sabía que acá la muerte
es flecha de luz
y apacible destino.
Sabía que decir persona es como decir rincón de nada,
y sabía que solo hay colisiones, choques,
que definir cualquier cosa es definir sus relaciones;
decir que un pez es pez, es entrar en una relación,
no hay pez puro,
su sustancia es artificio de otra cosa sin realidad ni
[tiempo.
Pulir lentes como renuncia definitiva,
se necesita de este oficio para hallar la hondura;
la renuncia también es una potencia
no el fracaso.
Así que sobre el mundo, Dios,
en relación a sí mismo
es el rostro de la descomposición
oposición a la vida en su más cierto quehacer
la vida, ese caer de moscas
sobre el sueño de la tierra,
ofuscación de dientes que sostienen su flujo,
Bacon que desgarra los objetos.
Solo se gana el cielo si se ha sido un buen esclavo;
en el reino animal
morir es un privilegio
los animales siguen su relación con la muerte
sin holocausto, sin esclavitud,
no hay obrero que viva sobre el abismo
sin la muerte en las entrañas,
animal extraviado de la manada
reconoce su estado y calla.
Auto reguladora, la naturaleza se crea y se destruye;
el castor hace presas y el hombre caos.


Del libro Otros ojos, El ángel editor, Ecuador


6.
Olas sobre el ojo abierto de la gaviota abatida
en la arena de la playa.
Difícil saber cuál murió primero.
La ola en la costa que revienta y se divide perdiendo la unidad;
la gaviota muerta en cuyos ojos de agua
se fragmenta el mar.


11.
Una mosca zumba en la claraboya
impertinente se lanza a su cacería ciega.
Desprecio su tonto divagar entre la mesa
la ventana y la tarde;
su vida
tan similar a la mía.




12.
Respira hondo el toro herido
y su hocico dilatado es como la noche.
Todo es sed en él
su bramido
su pesado paso entre fantasmas
sus brillantes ojos
calcinados por el aire que sale de su boca.
Como la noche
su hocico sangra sobre la verde hierba.


14.
Sin órganos calientes
la araña
come sobre hilos brillantes
la carcasa de la mariposa.
Sin embargo todo sigue siendo la vida
bajo la lengua fría del hambre.


20.
Se abre la tarde; un río.
En su hondura vacilan mis ojos
que temen la entraña de la tierra
su lengua que lamerá mi vientre
y me vaciará de memoria.


38.
Todavía el hueso sostiene la mejilla caliente del animal,
la crispación de la carne sostiene
la desgarradura y el tajo abierto que libera otra extraña desnudez.
Arden junto al fuego el cuchillo, la lámpara que inició el calor
y algunas de las sílabas que la noche luego del rito devora.
Sobre la mesa los libros derraman hojas secas
que el viento arranca y lleva y eleva
como un carnaval de fantasmas enardecidos.
El hueso arde y se cuartea
la carne, los tendones silban y todo huele a pan.
Tras el cristal de la ventana danzan libres
sobre la cuerda tendida en algún remoto patio
una falda húmeda, un pantalón y unos calzones
que luchan contra la ingravidez;
presencias de lo humano, de la carne que se persigue y se olvida.
Con una cuchara se revuelven las cenizas
y se disponen como frescas legumbres en los platos junto al pan,
el espejo refleja un reloj de pared
que avisa como siempre que la mesa está servida
no hay mantel
en su lugar una sábana cubre la madera y un cuchillo
corta la lengua para que haya silencio
y brille solo entre el fuego
el animal desterrado
que cubre todos nuestros huesos.


36.
Murió, la semana pasada, mi perro.
Lo simple reconoce en el espíritu su morada.
Pasan los días y sus noches, le oigo aullar desde su paz.
Desde mis manos, la ausencia de su hocico
cubre el sitio donde durmió.
Bajo la lluvia todo parece menos cierto
y a veces un temblor en mi puerta
me obliga a creer que me sigue
que olfatea mi tristeza y busca mi mano
para lamerla otra vez.
Eso quiero creer
porque la bondad del mundo no puede ser tan poca
porque reconozco su vida, la que fue
como una señal cierta y firme
de una voluntad que acerca, definitivamente,
lo poco del mundo que de verdad nos premia.


46.
Antes era buena
y me desvestía húmeda y feliz.
Pero aparecieron el tiempo
las mordazas y el veloz segundo
en que el espacio que quedaba
entre mi cuerpo y yo
sólo fue el hastío del deseo,
ya no el pavor de tus labios
que brillaban sobre mi abismo
como una lágrima.






Del libro El día de hoy


Somos los desterrados
los que se miran
desde la desdicha que habita
todos los finales.
Somos los que rasguñan la entraña de esa fiera
que llaman Dios
para que sangre y llore
porque no podemos retener el tiempo
y su vértigo
en mitad del cuerpo.




La palabra ha muerto,
sin ella
¿Cómo nombrar a Dios?
En el silencio,
en la ausencia de palabra
el mundo flota como una idea
ensombrecida, virtuosa
y también Dios,
su lenguaje hecho de capricho humano
de humana incertidumbre.
Ahora, cuando no hay palabra
cuando el lenguaje abandona
su servidumbre,
su súplica, aún digo:
Dios, sálvame de tu furia, dame luz y sed
protégeme de mí misma,
aunque sea haz que en mí las palabras digan algo
traigan algo
revelen alguna verdad
si es que acaso existes–.




El perro muestra frenético sus dientes
y corre con su presa entre la boca
llanura adentro;
ha sido largo el suspiro exhalado
por el que ahora es un cadáver
banquete que entre mordiscos el hambre y el instinto riñen.
El perro cruza luego la noche,
la tiniebla que para él resulta el mundo humano.
Jadea, lame las magulladuras de sus días
sabe, entiende
qué son la soledad y el destierro,
pero desconoce la función del tiempo,
su impostergable cometido;
envejecerlo todo, acabarlo todo.
Como el perro
mis labios riñen con la vida y tragan luz,
jamás sacian su hambre,
ya adentro la luz es un rayo
y se extiende por las entrañas del cuerpo
que también cruza la noche
magullado, solitario,
consciente de que será cadáver,
banquete del tiempo;
ese otro perro
que llanura adentro, noche adentro, todo lo devora.




Escribo
desde la desgarradura de la tarde
cuando el último pájaro
trina en una rama

mientras lo imagino.

Reseña de José Antonio Santano sobre CONCIERTO DE CONTRARIOS


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión. A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

Reseña de José Antonio Santano sobre CONCIERTO DE CONTRARIOS


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión. A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

CONCIERTO DE CONTRARIOS. Reseña por José Antonio Santano


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión.

 A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones:Entornográfico (Granada, 2017)

CONCIERTO DE CONTRARIOS. Reseña por José Antonio Santano


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión.

 A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

Yo soy todos los besos que nunca pude darte




Salón de lectura ___________________________________ José Antonio Santano
Yo soy todos los besos que nunca pude darte

Por circunstancias que no vienen al caso no pude en su día traer a este “Salón de Lectura” mi opinión sobre un libro de relatos tan interesante como extraordinario. Un género, el relato, tal vez olvidado en demasía. Sin embargo, cuando la palabra precisa se encadena a otra hasta formar un corpus sólido y coherente en su estructura, concibiendo forma y fondo como un mismo ente, un ser en toda su magnitud, lo que siente, mejor decir lo que vive el lector es una explosión interior, de manera que conocimiento y emoción se amalgaman hasta convertir ese momento (la lectura) en único e irrepetible. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando el libro que se tiene entre las manos es “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, de Francisco López Barrios y al cuidado editorial de Dauro. Un libro que el año pasado fue merecedor, con toda justicia, del XXII Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato. Y dos relatos son los que contiene, a saber: “El Cubanito” y “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, que da título al libro. López Barrios sabe muy bien cómo mover los hilos del lenguaje, adentrarse de lleno en el corazón de las palabras y dibujar, sugerir lo aprehendido hasta colmar de luz toda oscuridad. La prosa de Francisco López Barrios es hermosísima y brillante a la vez, genuina porque bebe de la más grande y culta tradición literaria española, esa que a veces nos recuerda las mejores páginas escritas en lengua castellana. No se trata, pues, de contar una historia determinada, sin más rigor que enlazar una palabra tras otra, sino de cómo se cuenta esa historia, añadiendo así el verdadero valor literario a la escritura. López Barrios, además de poseer sobradamente capacidad de expresión, adereza sus relatos con ingenio, cierta ironía (frecuentemente olvidada en el panorama actual de la literatura española), grandes dotes de imaginación y sabiduría. En la primera propuesta narrativa, el relato titulado “El Cubanito”, se aprecia lo indicado en líneas anteriores. Con un tema que podría parecernos a priori tópico, el magisterio de López Barrios hace que no lo sea. No es sólo el argumento que sustenta la narración con la salida de Cuba de un padre y el hijo, sino el fondo de esa huida hacia adelante, en la búsqueda de un futuro, de una oportunidad para vivir dignamente, salir de la pobreza física y espiritual («Con la pobreza ocurre que te acostumbras a ella y sólo reconoces la mezquindad de sus carencias, la brutalidad de sus limitaciones, cuando te asomas por cualquier circunstancia a otras formas de vida») a la que está sometido todo el pueblo cubano, dejar muy atrás el pasado, en lo que había terminado la Revolución: «Convirtiendo a Cuba en una casa de putas mal amueblada, m’hijo, y lo peor es que su dueño, ciego y sordo, no escucha ya ni las voces del corazón». Una huida que padre e hijo vivirán intensamente, y en la que el amor filial aflora deslumbrador: «Llegué a querer a mi padre como probablemente nunca le había querido. Entendí que detrás de su inquietud se agazapaba un impulso fantástico que, alejándolo de la vulgaridad de su destino, lo transportaba hasta la soledad de los iluminados para hacerlo más grande, más digno de su condición humana: porque siempre conservó la pasión imprescindible, desde los lejanos días de la guerrilla en Sierra Maestra hasta sus recientes peripecias malagueñas, como para inventar el mundo, mirarlo con ojos limpios y sacudir de su existencia las argollas, físicas o psicológicas, que otros disponen para quienes, como él, nacen extramuros del poder, la riqueza o la gloria». López Barrios desarrolla un discurso narrativo apasionante, incluso cuando se trata de retratar la muerte: la del padre («También mi padre huyó primero de ser negro, y de Cuba después. Huyó del miedo, de la pobreza, de sí mismo y de los demás, y encontró a D. Rafael y a los españoles que tanto quería, y aquí quedó para siempre porque adivinó el rostro de la muerte y pareció gustarle» y la del torero Calerito, D. Rafael, el empresario de clubes malagueños. Es la última huida, hacia la muerte como símil del cara a cara entre toro y torero, la principal clave de esta narración sobrecogedora. De otro lado tenemos el segundo relato, que da título al libro, “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”. Si en el primero López Barrios nos seduce con una narración hilarante y dramática a un tiempo, el segundo relato aporta una visión y concepción del mundo que, a pesar de la temática: el incesto, al ser tratada de forma tan sutil, nos parece entrañable. En el fondo (en la forma alude a la fórmula teatral: escenario y personajes) la soledad y el amor, también la muerte se amalgama en esta extraordinaria historia del asesinato de dos mujeres en la ciudad de Málaga. El paisaje de tres escenarios Granada, Málaga y Mojácar, tan cercanos al autor, la presentación psicológica de los personajes y la riqueza del lenguaje expresado en sus páginas conforman un texto inolvidable. Las secuelas de una infancia triste y solitaria del principal personaje (El Acusado) vivida junto al abuelo, militar del régimen franquista, es la clave para entender, la deriva de los afectos, salvada sólo por el extremado amor a la madre: «Mientras, el niño, que ha reanudado su marcha en silencio, observa una acuosa veladura en los ojos de Arquía, acaricia con cuidado preguntas que nadie querrá responderle, espera sin confianza respuestas que llegarán muchos años más tarde y aprende que la violencia y la locura se esconden a menudo entre quienes se reclaman responsables de su definitiva abolición… ». Con estas mimbres ha construido López Barrios un relato tan valiente como elegante, que nos muestra esa parte de la condición humana oculta, capaz de conmocionar hasta límites insospechados. Un libro de relatos que ningún lector que se precie como tal puede dejar de leer y un autor, Francisco López Barios, imprescindible en el panorama actual de las letras españolas.


Título: Yo soy todos los besos que nunca pude darte
Autor: Francisco López Barrios

Editorial: Dauro (Granada, 2015)   

Yo soy todos los besos que nunca pude darte




Salón de lectura ___________________________________ José Antonio Santano
Yo soy todos los besos que nunca pude darte

Por circunstancias que no vienen al caso no pude en su día traer a este “Salón de Lectura” mi opinión sobre un libro de relatos tan interesante como extraordinario. Un género, el relato, tal vez olvidado en demasía. Sin embargo, cuando la palabra precisa se encadena a otra hasta formar un corpus sólido y coherente en su estructura, concibiendo forma y fondo como un mismo ente, un ser en toda su magnitud, lo que siente, mejor decir lo que vive el lector es una explosión interior, de manera que conocimiento y emoción se amalgaman hasta convertir ese momento (la lectura) en único e irrepetible. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando el libro que se tiene entre las manos es “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, de Francisco López Barrios y al cuidado editorial de Dauro. Un libro que el año pasado fue merecedor, con toda justicia, del XXII Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato. Y dos relatos son los que contiene, a saber: “El Cubanito” y “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, que da título al libro. López Barrios sabe muy bien cómo mover los hilos del lenguaje, adentrarse de lleno en el corazón de las palabras y dibujar, sugerir lo aprehendido hasta colmar de luz toda oscuridad. La prosa de Francisco López Barrios es hermosísima y brillante a la vez, genuina porque bebe de la más grande y culta tradición literaria española, esa que a veces nos recuerda las mejores páginas escritas en lengua castellana. No se trata, pues, de contar una historia determinada, sin más rigor que enlazar una palabra tras otra, sino de cómo se cuenta esa historia, añadiendo así el verdadero valor literario a la escritura. López Barrios, además de poseer sobradamente capacidad de expresión, adereza sus relatos con ingenio, cierta ironía (frecuentemente olvidada en el panorama actual de la literatura española), grandes dotes de imaginación y sabiduría. En la primera propuesta narrativa, el relato titulado “El Cubanito”, se aprecia lo indicado en líneas anteriores. Con un tema que podría parecernos a priori tópico, el magisterio de López Barrios hace que no lo sea. No es sólo el argumento que sustenta la narración con la salida de Cuba de un padre y el hijo, sino el fondo de esa huida hacia adelante, en la búsqueda de un futuro, de una oportunidad para vivir dignamente, salir de la pobreza física y espiritual («Con la pobreza ocurre que te acostumbras a ella y sólo reconoces la mezquindad de sus carencias, la brutalidad de sus limitaciones, cuando te asomas por cualquier circunstancia a otras formas de vida») a la que está sometido todo el pueblo cubano, dejar muy atrás el pasado, en lo que había terminado la Revolución: «Convirtiendo a Cuba en una casa de putas mal amueblada, m’hijo, y lo peor es que su dueño, ciego y sordo, no escucha ya ni las voces del corazón». Una huida que padre e hijo vivirán intensamente, y en la que el amor filial aflora deslumbrador: «Llegué a querer a mi padre como probablemente nunca le había querido. Entendí que detrás de su inquietud se agazapaba un impulso fantástico que, alejándolo de la vulgaridad de su destino, lo transportaba hasta la soledad de los iluminados para hacerlo más grande, más digno de su condición humana: porque siempre conservó la pasión imprescindible, desde los lejanos días de la guerrilla en Sierra Maestra hasta sus recientes peripecias malagueñas, como para inventar el mundo, mirarlo con ojos limpios y sacudir de su existencia las argollas, físicas o psicológicas, que otros disponen para quienes, como él, nacen extramuros del poder, la riqueza o la gloria». López Barrios desarrolla un discurso narrativo apasionante, incluso cuando se trata de retratar la muerte: la del padre («También mi padre huyó primero de ser negro, y de Cuba después. Huyó del miedo, de la pobreza, de sí mismo y de los demás, y encontró a D. Rafael y a los españoles que tanto quería, y aquí quedó para siempre porque adivinó el rostro de la muerte y pareció gustarle» y la del torero Calerito, D. Rafael, el empresario de clubes malagueños. Es la última huida, hacia la muerte como símil del cara a cara entre toro y torero, la principal clave de esta narración sobrecogedora. De otro lado tenemos el segundo relato, que da título al libro, “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”. Si en el primero López Barrios nos seduce con una narración hilarante y dramática a un tiempo, el segundo relato aporta una visión y concepción del mundo que, a pesar de la temática: el incesto, al ser tratada de forma tan sutil, nos parece entrañable. En el fondo (en la forma alude a la fórmula teatral: escenario y personajes) la soledad y el amor, también la muerte se amalgama en esta extraordinaria historia del asesinato de dos mujeres en la ciudad de Málaga. El paisaje de tres escenarios Granada, Málaga y Mojácar, tan cercanos al autor, la presentación psicológica de los personajes y la riqueza del lenguaje expresado en sus páginas conforman un texto inolvidable. Las secuelas de una infancia triste y solitaria del principal personaje (El Acusado) vivida junto al abuelo, militar del régimen franquista, es la clave para entender, la deriva de los afectos, salvada sólo por el extremado amor a la madre: «Mientras, el niño, que ha reanudado su marcha en silencio, observa una acuosa veladura en los ojos de Arquía, acaricia con cuidado preguntas que nadie querrá responderle, espera sin confianza respuestas que llegarán muchos años más tarde y aprende que la violencia y la locura se esconden a menudo entre quienes se reclaman responsables de su definitiva abolición… ». Con estas mimbres ha construido López Barrios un relato tan valiente como elegante, que nos muestra esa parte de la condición humana oculta, capaz de conmocionar hasta límites insospechados. Un libro de relatos que ningún lector que se precie como tal puede dejar de leer y un autor, Francisco López Barios, imprescindible en el panorama actual de las letras españolas.


Título: Yo soy todos los besos que nunca pude darte
Autor: Francisco López Barrios

Editorial: Dauro (Granada, 2015)   

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986