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Pilar Quirosa o la celebración de la vida (II) |
Concluía
mi primera aproximación a la mujer y poeta Pilar Quirosa con los
versos finales del poema “Moonligt”, perteneciente a su libro
“Estela sur”, que en su día tuviera a bien dedicarme del literal
siguiente: “A vosotros, José Antonio y María Isabel, mis amigos
en este Sur, a vuestros hijos, Macarena y Javier y, especialmente a
vuestro nieto, Juan, con las ramas abiertas hacia lo mejor del
futuro, lleno de sensibilidad y esperanza. Un abrazo grande. Firma y
fecha: Almería, 14/9/10”. De esto hace ahora once años. Pero la
luz de su palabra sigue guiando a quien esto escribe, desde el amor
por la poesía y la literatura como forma de vida y compromiso con la
otredad, que siempre vivió en Pilar, en carne y alma, porque ella
siempre me acompaña, nos acompaña en humano y solidario sentir.
Cada día y cada noche que su recuerdo fluye por la estancia donde
sigo componiendo versos y sueño, es más dolorosa su ausencia. Saber
que ya no está entre nosotros es un duelo permanente que solo logro
calmar con la lectura de sus libros, con la presencia de su palabra
que ahora reposa sobre mi mesa en forma de tratados de verdadera
amistad y compañerismo, por mucho que en ocasiones hubiera las
discrepancias propias de seres diferentes, pero respetuosos con el
pensamiento individual de cada uno.
Ya en el prólogo de este libro, “Estela sur”, realizado por el gran
poeta y escritor granadino Fernando de Villena, se reivindica la
personalidad poética de Pilar Quirosa, su estética y su
estilística, al escribirse: “Estremece la lectura de estos poemas
tan llenos de dolor y tan sinceros que son como quejas susurradas al
aire o como tímidos alegatos contra el olvido. Para Pilar Quirosa el
amor lo llena todo de sentido y su ausencia le hace andar vacilante
como desterrada de las delicias de este mundo”. Fernando de Villena
dice bien porque mucho es su conocimiento sobre la realidad poética
española, sabe de lo bueno y lo malo, como pueden ser ciertas
conductas reprochables en los saraos poéticos, pero también de la
autenticidad y calidad de la poesía que se escribe no sólo en
Andalucía, sino en toda España. De ahí que escriba, con toda
sinceridad e imparcialidad que en “Estela sur” existe “un
vitalismo, una captación sensorial de la realidad y una profunda
emoción de la naturaleza: del mar y de los campos, pero todo ello
siempre puesto en relación con el amor y la nostalgia”. Es
evidente que conoce bien la poesía de Pilar Quirosa, los elementos
esenciales que la constituyen y que hacen de ella una poeta cabal, de
un humanismo cierto y una manera de entender el universo con tal
clarividencia, que acercarse a sus textos poéticos nos depara una
extraordinaria sensación de plenitud, de goce absoluto. Esta es la
diferencia que marca a unos poetas de otros. La esencialidad estriba
en la comprensión del mundo que te rodea y la expresión de ese
mundo con la herramienta precisa que es el lenguaje, y ambas cosas,
por fortuna, pertenecían al campo creativo de nuestra poeta Pilar
Quirosa.
Hay
quienes piensan y así lo han demostrado que con una simple
compilación de sus poemas la deuda queda zanjada. Pero esto no es
así. Hay que adentrarse en cada uno de sus libros con tal pasión
que todos, sin exclusión, se han de reproducir en los volúmenes que
sean necesarios, y con el estudio crítico o preliminar de todos y
cada uno de ellos y de los géneros literarios tratados, para general
conocimiento no solo de la sociedad almeriense, sino de la andaluza y
española. Es un deber y una responsabilidad ineludible conquistar el
espacio de la esencialidad de su universo literario desde todas las
perspectivas posibles. Esta, lógicamente es una tarea ardua, y quizá
por ese mismo hecho, se haya rechazado haber hecho realidad la
edición de toda su obra literaria, pero solo estaremos parcheando si
no somos capaces de concentrar todo el esfuerzo y trabajo necesario
en pro de este proyecto, a todas luces, abarcador. En parte, este es
mi propósito con estas reseñas puntuales, por entender que toda su
vida Pilar Quirosa se consagró a la difusión de la cultura en
general y de la literatura en particular. No podemos dejar que su
excelente legado quede compensado con unas breves notas
biobibliográficas, ajenas a la reflexión profunda sobre su extensa
y magnífica obra literaria, interrumpida por su temprana muerte.
Pilar Quirosa, como persona y como escritora versátil nos dio mucho
más de lo que posiblemente le dimos, y aún hoy, tras su repentina
muerte todavía nos ofrece el legado de su obra. Entiendo, pues, que
es de justicia propagar y difundir su literatura, que es como decir,
su manera de entender la vida. La cita de Plutarco que abre el
poemario “Estela sur”, podría definir todo su contenido: “Tienes
que vivir y no sólo existir”. Y así lo demostró nuestra poeta a
cuantos tuvimos la suerte de conocerla. Para Pilar Quirosa escribir
lo era todo: “Escribo de nuevo, / a golpe de lluvia / y de
silencios”, de tal manera que en estos versos los símbolos que
representan “la lluvia” y “los silencios” son pura esencia
existencial que nos permiten conocer no solo a la poeta sino al ser
humano que la alienta.
Celebremos,
pues, la vida
al
abrigo de la piel,
con el temblor de una hoja.
son versos que ya desde el
título de estas reseñas por entregas se justifican: “Pilar
Quirosa o la celebración de la vida”. Y es que en nuestra poeta no
había mayor ni mejor celebración que “vivir” (carpe diem) a
tope cada segundo, con la esperanza puesta en el siguiente, y así
sucesivamente hasta el fin de los días.
La
poesía de Pilar Quirosa goza de una mediterraneidad absoluta. Nacida
en Tetuán y residente en Almería hasta su fallecimiento, el mar es
su casa y su refugio, en sus olas se adormece y transporta hasta
alcanzar la cima de la luz y la palabra, y en ella encontramos por
momentos:
La
misma calle,
el
mismo mar,
y, a dos pasos,
nuestra
intensa geografía,
azul
llanto
en
el lenguaje de los sueños.
Los sueños que desde su
Avenida de Madrid alcanza a ver en el firmamento cubierto de
estrellas esplendentes. Así la vida se impone a todo y en esa
realidad su voz se alza y se aposenta en los misterios del cosmos,
porque siempre una luz delata el horizonte al que nunca puede
renunciar quien tanto ama, aún gritando por el dolor que acrece en
su mirada hacia el pasado, sea “Auschwitz”:
Caen
las hojas de un calendario cruel,
sonidos
de besos marchitados, sombras
de
tantas noches de insomnio, tantos
ecos
desatados en la Historia, abrazados
a
la vergüenza humana.
¡Madre!,
aún escucho tu llanto. ¡Madre!
o sea “Guernica”:
Duele
el corazón al acecho
de
las sombras inclementes. Duele
la
ausencia de cordura en la piel
de
los hombres.
Duele
el recuerdo de ese árbol
imposible,
de sabia abierta a la luz.
El
lamento, sí, el grito picassiano
y
el llanto.
Y
la sangre derramada.
Y
el coraje, todavía,
de
sentirse vivo”.
Es el dolor humano después de
haber sentido la desolación y el miedo a la oscuridad, al odio
acrecentado en los corazones, la tiranía y el oprobio como formas
indignas de vivir, y por ello, la poeta se rebela y se duele, porque
el dolor también es una manera de saberse vivo, lo suficientemente
vivo como para censurarlo en un único y aterrador grito, que no es
sino la palabra poética en todo su esplendor.
Claro
que sí, la vida, su celebración sin condiciones. Y de eso sabía
mucho Pilar Quirosa. Y el amor como pilar fundamental de la
existencia. Nada más emocionante y bello que sentir el corazón
abrirse de par en par a la otredad, a la entrega libre y desnuda de
cuanto adentro se ha cultivado para ser compartido. Y sin embargo,
qué poco ha recibido por su creciente y generosa renuncia del “yo”
en pro del “nosotros”, si acaso un librito conformado por las
prisas y el oportunismo incomprensible de una institución, de la
que, para más inri, llegó a ser Jefa de Departamento de Literatura.
Toda una vida dedicada a los demás pagada con unas migajas si nos
atenemos a su amplia obra. Pero tal vez, no convenga detenerse en
cuestión tan baladí, y sí, continuar con lo verdaderamente
importante: su legado poético, objeto de estas líneas.
Podríamos
preguntarnos por qué este aparente comienzo anacrónico, y la verdad
es que no sabría decir su verdadero motivo. Tampoco considero que
sea ilustrativo dilucidar en este momento los por qués de esta
aventura literaria respecto a la obra poética, en principio, de una
de las voces femeninas más interesantes de la poesía contemporánea
española, porque, y de eso estoy convencido, de no haber sido
por muerte tan repentina, Pilar Quirosa-Cheyrouze hubiese ocupado un
lugar destacado en el panorama de la poesía del nuevo siglo.
Su
libro “Estela sur” es un ejemplo de lo dicho. En él confluyen
los elementos esenciales y los recursos estilísticos propios de una
voz que, a medida que crecía y creaba su propio universo, más
brillaba por su lenguaje y su permanente dedicación a expresar
lingüística y semánticamente la autenticidad poética de sus
textos: “Esta noche, de nuevo / se abren las puertas del mar”. El
mar como paraíso existencial, el paisaje por excelencia de su poesía
y la soledad como cómplice de una rutina que no impide, todo lo
contrario, agrandar el acto mismo de la creación:
De su mano, el mar
—¿recuerdas— era sonido
y paz,
lecho de algas y aliento.
El mar y el oleaje,
intenso atisbo de luz
para los ojos del niño
que contaba las estrellas.
(…)
Azul intenso, en el nombre
de la vida, pequeñas manos
agarradas al mayor de los
universos.
Y en la arena, aquellas
huellas,
aquellos primeros pasos,
recorridos junto al vuelo de
su falda,
abriendo ventanas al mundo.
La poesía como esencia misma
de la cotidianidad, el júbilo de la existencia en los detalles más
nimios, en las cosas sencillas, en la descarnada realidad de la
materia y la secreta luminosidad de lo invisible, de lo espiritual o
de la mística de los días que nos conforman, en perfecta comunión
con la naturaleza, con amorosa pasión y ternura, donde de nuevo el
corazón abre sus ventanas de par en par:
Hay horas que parecen las
últimas,
llenas de momentos insomnes,
donde se intuye el azul de
las riberas
y el verde ardiente de los
pinos
que descienden, plácidamente,
hasta la orilla.
Y hay muros insondables,
montes de cristal que
injertan
parcelas de cielo aristadas,
que moldean la mañana
con tempestades de besos,
que peinan la distancia
varando una caricia.
Y, sin descanso, costea mi
frente el mar.
Es
la mar vértigo y temblor de la mirada que observa el horizonte
siempre en la esperanza de alcanzar la otra orilla, sus arenas y sus
gentes, como un continuo eco que se adentra en las entrañas y la
carne, en el alma y el sueño de la poeta, que no deja de bregar con
la palabra y su último sentido y configurar así una verdad —su
verdad—, que siempre cuidó con sabio y denodado esmero. En la luz
mediterránea se conformó toda su poética y a ese mar de azules
infinitos se debe y se entrega sin ningún tipo de condiciones,
desnuda y libre, ligera de equipaje, como diría Machado. Todo en él,
el Mediterráneo, los colores, la luz, los sonidos, los aromas y,
sobre todo, sus silencios marcan la aventura creativa de Pilar
Quirosa, y con ella, una nueva forma de expresión poética, una
manera de ser, en la diferencia y la pluralidad, más poeta si cabe,
más humana:
Conservo el recuerdo de un
mar antiguo
que desciende hasta la orilla
y es clamor de algas y de
arena.
(…)
Desde tiempos ancestrales,
donde caben los días
y se aposentan todos los
instantes
que nos hablan de otras
noches
henchidas de juegos y
plenilunios.
De siluetas y de olor a
salitre
en aquellos muelles que
acompañaban
al fulgor de las estrellas.
(…)
Tras la ventana, hay
constancia,
esta noche se precipitan las
cenizas del tiempo.
El
tiempo fluye por doquier y apresa los instantes para luego recordarlo
en su fiera intensidad, esa que la palabra provoca a la luz de la
estrellada noche o en el silencio que tras el ventanal recorre la
alcoba y el alma de la poeta. Ahí está, siempre atenta a las
señales, a los símbolos y a la historia humana que proclama en sus
versos de arte mayor unas veces y de menor otras, a la gramática o
la sintaxis según considere el tono o el matiz a resaltar en su
escritura, en un juego de espejos metapoéticos que nos acercan al
verdadero valor de su poética:
Cómo escribir un poema
que se deslinde de la
nostalgia,
que desconvoque, para
siempre,
la plasmación de la herida
y se haga fuerte, y raudo y
vital
para la supervivencia.
Cómo gritar a los
imperativos
que se desglose en pretéritos
imperfectos pero humanos,
que no tiemblen ante la mansa
caída
de las hojas del castaño,
que sean lava y, al mismo
tiempo,
compás de espera, página
abierta,
ternura y remanso.
Cómo barajar el efímero
tiempo,
el reloj derrotado por el
paso de las horas,
el dolor que crece y se
retuerce
en meandros, cómo escribir
un poema.
(…)
Cómo escribir un poema
esperando el regreso de la
luz,
la única estancia habitada.
Así
en su estancia, paisaje interior y en los otros donde la vida se
reactiva con cada primavera, Pilar Quirosa supo ser luz y perfume del
día a pesar de tanta oscuridad, de tanto infierno enmascarado y
tanto agravio consentido por la mediocridad reinante. Pero su mayor
virtud fue siempre su amorosa entrega a la vida, que no es sino decir a la literatura, y a su entorno tanto familiar como amical. Nada se
interpuso en ese camino elegido libremente y libremente frecuentado a
lo largo de los años:
No he conocido
más instantes
que el placer de la palabra,
ese puente levadizo
tendido hacia el abrazo.
Es el tiempo y la memoria en
la poesía de Pilar Quirosa inseparable de la realidad. En ella
siempre el aliento de un renacer constante y permanente, capaz de
eternizarse en el rumor del mar que vive tan cercano.
Por razones obvias
hoy renazco al ritmo de las
olas,
donde
se balancean los días,
y
la tarde es un vuelo
de
infinitos signos, reclamados
por
la inercia del mar,
donde
la soledad
es
espejo y es quietud,
y,
también, lo es,
poso
de nostalgia.
La vida es tránsito, soledad
abarcadora de silencios y emociones, espíritu y latido. Por eso la
poeta quería “Hibernar otra noche / para rescatar los sueños”. Y mi deseo no es otro que Pilar Quirosa viva para siempre en la luz de la palabra, nunca en el olvido.