Salón de Lectura _____________________Por José Antonio Santano
El Sol de los ciegos
«…en estos tiempos, cuando avergüenza hablar de lo que atañe al espíritu. Tal vez el Amor independice al hombre de arreos truculentos, nutriéndolo con otra ley fundamental que lo torna depositario del diario milagro de existir».
En estos tiempos, digo, tan críticos, en los que el odio crece sin límite y el dictador de turno aniquila ciudades y seres humanos, todo aquello que encuentra a su paso con delirante actitud, encontrar la palabra Amor es algo tan necesario como benefactor. Como lo es también, adentrarse en la lectura del poemario ``El sol de los ciegos'', de Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962).
A lo largo de su amplia trayectoria poética hemos podido comprobar la catadura ética del vate peruano, su capacidad creadora y la generosidad que lo distingue en todos los ámbitos de la vida. Y es que el poeta no puede separarse de su propia condición como ser humano, no puede alejarse del verdadero camino, del resplandor de la palabra como único instrumento de transformación del mundo. Pérez Alencart ha conseguido, una vez más, asombrarnos con la calidez de sus versos, adentrándose en el silencio de la soledad para proclamar su reino de Amor y de Poesía:
«Digamos
que en el principio era la Poesía
y que ésta nos nutre
y nos alcanza,
así pasen dos lustros
o dos Milenios».
La influencia bíblica está bien presente
(«Vives en la resurrección,
Eunice,
mueres y resucitas
en tus letras impregnadas
del sagrado manantial
y de la corteza astillada
del existir»),
su espiritualidad bebe de ese pozo inagotable y es un elemento imperioso en la concepción de El sol de los ciegos y del compromiso humano que condiciona al poeta. Conforman este volumen cien poemas y en todos ellos, de una forma u otra, el sol como símbolo de la luz que nos guía y acompaña para mostrarnos el camino de la bondad, como así sucede en el poema “Invocación”, tan oportuno en estos tiempos tan dramáticos:
«Hermano,
estés donde estés,
abre los puños
y que no vuelvan
las armas a tus manos,
que la lucha
no insista en acercar
distancias,
que sólo las palabras,
se levanten y convenzan.
Que convenzan tus palabras,
no los golpes ni las balas,
y que en ti se agigante
la benevolencia».
Encontramos en los versos de Pérez Alencart la riqueza de su humanismo militante, pero también está presente, en la mayoría de estos poemas, su ángel Jacqueline, pues aún vive en el hombre y el poeta; no hay distancia para el Amor, no hay frío ni sombras, solo el Amor reconforta el espíritu, lo sacia con su serena voz:
«Lo nuestro es eternidad
e instante, fogosa
soberanía,
compañera que me besas
y acoges.
Recuento tu sacrificio
hecho sólo por amor,
compañera en todo,
gacela…».
Pérez Alencart, desde sus varias atalayas: Salamanca, Portugal o Perú ama cuanto la vida quiso darle; sabe bien que la palabra vino a él para quedarse y acompañar sus días en la certeza de un nuevo reencuentro con la luz que alumbra la existencia de quienes un día perdieron sus ojos para siempre. Pérez Alencart ha sembrado a lo largo de los años extensos campos de poesía, de palabras que ascienden al cielo y las estrellas para acabar luego sobre la tierra madre, la que le dio el ser y la de acogida, para recoger el digno fruto del verso hecho luz y sinfonía, espíritu y materia en comunión perfecta. El sol de los ciegos es un libro plural, inspirado en la experiencia vital, en la Naturaleza y la más grande tradición poética; amparado por el cálido y lumínico destello solar que nos hace mirar hacia el futuro con una cierta esperanza en el ser humano. En él se citan los poetas de siempre y con ellos camina Pérez Alencart, seguro en la palabra que nos alienta y alimenta ahora y para siempre.
Título: El sol de los ciegos
Autor: Alfredo Pérez Alencart
Editorial: Vaso Roto, 2021