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DIARIO DE ALMERÍA. MÁS ALLÁ DE LA BRUMA. por JOSÉ ANTONIO SANTANO |
De una u otra manera todos
somos víctimas de la rutina, de esa cotidianidad que nos aleja del mundo de los
sueños, de la fantasía. El tiempo, así vivido, nos pesa como una enorme losa. Ocurre
esto en cualquier ámbito de la vida, en la literatura también. Por eso, se
agradece y mucho que, de vez en cuando, un determinado libro nos alumbre el
camino y ese día se convierta en especial. Existe actualmente una tendencia
ascendente hacia la escritura plana, sobre todo en poesía. Me explico. La
poesía, mayoritariamente hoy en día y en España, obedece a un mismo patrón en
su forma y en su fondo. Difícilmente hallaremos un poeta, una voz que destaque
del resto de sus coetáneos. Se ha impuesto el pensamiento único, y así,
numerosos poetas se han adherido en esta tendencia escritural de la ambigüedad,
de lo fútil, de tal manera que leyendo a uno has leído a todos. Esto no ocurre cuando se trata de poesía
latinoamericana actual. Las influencias poéticas son otras y el lenguaje el
principal vehículo unificador de la esencialidad del poema. Así lo comprobamos
en el texto objeto de comentario para esta ocasión “Más allá de la bruma”, de Álvaro
Mata Guillé (Costa Rica, 1965).
Quienes se acerquen a este libro no quedarán
decepcionados, porque en él hallarán un universo poético abarcador y una voz
que refulge en cada verso. Es la poesía de Álvaro Mata abrasadora y lumínica,
que nos devuelve la esperanza y el ánimo para seguir avanzando en el sentido
correcto del conocimiento y la emoción humanas. Nada escapa al hombre que
habita al poeta, y así, desde el principio, dialoga con ese personaje “Mathías”, de la novela “Claus y
Lucas”, de Agota Kristof, desvelándonos la cruel realidad en la que vive –que
hace suya el poeta-, y de la cual bien podrían ser representativos los
siguientes versos:
«escapando sin escapar de aquel lugar sin nombre,
del
lugar sin lugar asomado en el valle,
más allá de la bruma,
de mi extrañeza».
En la parte segunda Mata Guillé se plantea la necesidad de dialogar con el
poeta ruso Ósip Mandelshtám, sometido, acallada su voz y desterrado a los
Urales, de manera que de esa comunicación o diálogo el poeta hace suya la
experiencia y escribe:
«explicar el miedo,
el acecho, la tortura,
el
desaliento,
atrapándolos en un papel derruido,
en las paredes,
en un
ladrillo,
en el barro empozado en las asperezas del cemento
en el suelo. El
paso
de una nube,
un pájaro,
el esto, el aquello,
llenaba por momentos
la oquedad de sus ojos,
la lluvia corroyendo la sangre,
la boca,
los
huesos
en las bancas,
de la mano de Nadezhda
abrazados,
olvidaban el
ahogo,
el negror de las cuencas,
las ojeras,
las suturas,…».
El poeta
toma la palabra para descubrir el mundo y descubrirse, ahonda en sus silencios
para sentirse vivo, siempre llama en la voz de viento, en las olas de un mar
embravecido y único. Serán Mathías y Ósip, también se adentrará en la de Jorge
Arturo Venegas, para resucitarle y amarlo hasta después de muerto, o la de la
gran poeta Eunice Odio regresando a la esencia, al vacío y la desnudez plena de
la palabra, que ahora comparte y vive en su más pura estela. En todos se mira,
en ellos espejea la melódica sinfonía de la palabra secreta y mágica, de su
oscuridad trasciende una luz arrebatadora que seduce al poeta hasta convertirlo
en aire o ave que planea el firmamento: «Mathías, / partió hace algún tiempo, /
como Eunice lo hizo en los adentros del Neva / y Jorge desvaneciéndose en el fuego
del polvo / en el aire, Carlos, / se fue en una tarde, / en una noche, / en el
sótano, en el frío, / en el aliento. / Eunice / se desdibujó en el ahogo, / en
el polvo de Jorge entre los gatos, Mathías / balanceándose en el columpio, /
arriba de la cornisa; Carlos / volaba con su paraguas de alas naranja, / tomaba
un té, / brincaba por los tejados // Lo escrito / quedó en algunos libros, / en
notas dispersas, / en los nombres que deletreaban las voces / el silencio, las
brujas, / el pasillo, / enclaustrados como fantasmas en los cuartos, / en el
viento, / en la bruma». Es la voz del poeta Álvaro Mata en el origen de todo,
en la nada que nos abisma al pensamiento y recala luego en esa especie de
misterio que es la palabra en sí misma, el silencio diamantino que la sustenta.
“Más allá de la bruma”, de la niebla o la oscuridad, donde reside la soledad
que acompaña al poeta; allá donde el color de las auroras abriga la esperanza
en la poesía, que es como decir la vida.
Así, Álvaro Mata, con su singular voz
ha sabido conquistar el espacio secreto de las palabras hasta redimirnos en su
vasto territorio, con un discurso poético tan sincero como envolvente, alma
toda, como podemos comprobar en estos otros versos del poema “La nada disgrega
la nada” (Fragmentos): «la noche es
afuera / adentro / habita la pupila, / la vida aquieta la vida, / la nada / disgrega
la nada».
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ÁLVARO MATA GUILLÉ. MÁS ALLÁ DE LA BRUMA. |
Título: Más allá de la bruma
Autor: Álvaro Mata Guillé
Editorial: Abismos (México, 2016)