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Título: Las pequeñas espinas son pequeñas
Autor: Raquel Lanseros
Edita: Hiperión (Madrid, 2014)
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Decía el gran poeta cordobés Manuel Álvarez Ortega,
recientemente fallecido, que «solo el lenguaje puede reflejar el
universo múltiple y contradictorio del existir», que «el poeta
tiende a identificarse en cada una de las múltiples metamorfosis,
con todo lo que vive o ha vivido paralelamente a sus existir».
Lenguaje y vida, experiencia trascendida en la palabra, inspiración
y búsqueda, reflexión, emoción, sentir profundo, paisaje y
paisanaje, el “yo” y la otredad en un mismo ser, en una especie
de suerte de alquimia que ahonda en la concepción del mundo desde el
mundo interior del poeta, en este caso, de la poeta que es Raquel
Lanseros.
Cuanto sé del rocío. Tres partes más componen
Las
pequeñas espinas son pequeñas: Cónclave de mariposas, Croquis de
la utopía y El pasado es prólogo, en todas aflora lo metafísico
y lo místico, como denominador común. De
Cónclave de mariposas
destacaría el poema “la mosca”, por la esencialidad poética de
un acto cotidiano: «Esa mosca soy yo / y mi mano es el tiempo»,
también
Villancico remoto, que tiembla en la nostalgia del
pasado, de la infancia: «Dicen que el musgo duele y acaso eso sea
cierto / pero en la infancia el frío todavía no existe […] Bajo
las noches largas del filo de diciembre / sigo buscando el musgo que
me devuelva a casa». Con la segunda parte,
Croquis de la utopía,
viajamos hacia lugares y universos distintos, en los cuales la poeta
es testigo de su tiempo y su mirada como el cálido fuego del hogar,
sea
en poemas como
La rendición de Breda: «Siempre es
así. La sangre de los desposeídos / viene a saldar la deuda / de la
eterna codicia de unos pocos», o, en
El precio del ventajismo:
«¿Están todos contentos? / Todos no, el corazón / envejece y se
atrofia / de tanto bombear hipocresía. / Quizá después de todo /
exista algún atisbo de justicia». De la cuarta y última parte de
este poemario,
El pasado es prólogo, interesa el aspecto
narrativo de algunos de sus poemas (
El ombligo de la luna), la
emoción en otros (
Faros abandonados,
Diálogo hindú, Cae
o cayó), la realidad en
La aritmética, o, simple y
llanamente la esencialidad poética que, de forma magistral, Raquel
Lanseros resume en el último de los poemas,
Himno a la claridad.
Poema definitivo y definitorio de la mirada serena y reflexiva de
la poeta ante la vida, la suya y la ajena, su continuo diálogo con
la Naturaleza, la pasión de la palabra como principio y fin,
divergencia y esencia, luz primigenia de todos los silencios y
soledades. Todo ello vive en la eternidad de los versos con los que
inicia
Himno a la claridad: «A cambio de mi vida nada
acepto
», y concluye con la rotundidad del endecasílabo: «No
hay verdad más profunda que la vida». En definitiva, un encuentro
inolvidable con la honestidad, sensibilidad y pureza poética de
Raquel Lanseros.
Desde el primer poema contenido en «Las pequeñas espinas
son pequeñas», hallamos el latir de la vida, la frescura del verso
y el temblor de la palabra, en sí mismo, una declaración de
principios de Lanseros: «Porque no vive el alma entre las cosas /
sino en la acción audaz de descifrarlas, / yo amo la luz hermana que
alienta mis sentidos», para añadir seguidamente: «La verdad no
está en nadie, y aún más lejos / yace del rey que de cualquier
mendigo», pero es la palabra, ese don, alma y cielo del poeta, la
que alumbra y alimenta los silencios, y así su reclamo: «Poned en
mi sepulcro las palabras», y concluir, en esa búsqueda continua:
«La verdad no está en nadie, pero acaso / las palabras pudieran
engendrarla», aludiendo a una única palabra: contigo («cuando la
eternidad se pronuncia contigo»). Llama la atención de este
poemario la voz personalísima, el estilo, el lenguaje, y asombra, la
atinada mirada, el oficio en la resolución de cada uno de los
poemas, ese remate lúcido de las palabras precisas, del éxtasis
poético por decirlo de alguna manera. Y algo tiene que ver su
discurso metafísico y místico a lo largo del poemario. Raquel
Lanseros es una voz joven pero al mismo tiempo reflexiva y madura,
aprehendida de los libros, de la más culta tradición poética
española.

De ahí que la temática sea variada: el amor («De toda
humana falta, yo me acuso. […] Que más preciada empresa no concibo
/ que deshojar mi vida mereciéndote»), el paso del tiempo, la
Historia, el dolor («Duele el dolor, decías, pero si uno es
valiente / las pequeñas espinas son pequeñas») la muerte
(«Maldición o venganza, la muerte nunca olvida / ni distingue
estamentos, procedencias o credos», la vida misma («La vida / es
hermosa como una novia al alba»), aludidos en la primera parte del
poemario: