
Febrero hunde una vez más su
cuchillo de muerte en el alma del poeta. Las tristes notas del
violonchelo anegan la estancia y un aire de espanto vuela de Jerez a
Almería. Anochece en las pupilas del poeta, en la desnuda palabra
que se abisma en la mar que lo nombra una vez y otra, incansable.
Maldigo este febrero que a muerte sabe y que viste de luto cada
esquina y cada casa de Andalucía. Ha muerto un poeta, y con él el
hombre generoso y solidario, amigo siempre. Ahora su silencio se hace
insoportable. Nunca más oteará el poeta los campos de olivares y
vides, la mar entera, ni su voz se hará eco o viento o nube en este
sur que sangra por la eterna herida de olvido y soledad. Solo el
verso clavará su dardo de esperanza y luz en los ojos y en la carne
de otros poetas, de otros hombres y mujeres. Todo tú bonhomía,
serena alma en cada nombre escrito, en cada palabra que es ala y
surca el universo del silencio para hablarnos de la vida, de las
cosas sencillas de la vida, plácidamente, columpiado por el silbo de
los pájaros o abrasado en el fuego del amor, fiel siempre a la
verdad de los árboles y el agua de los ríos. Tú, mi amigo y poeta,
aún estás aquí, brama tu nombre en el silencio de la noche y las
estrellas brillan al saberte vivo en la palabra impresa, y los
ángeles te alzan por los brazos hasta el azul del verso y en su
color pervives y anuncias y proclamas la llama de la vida aún
después de muerto. En ti se agitan las ramas del olivo y verdea la
aceituna que de la tierra nace y a la tierra vuelve, igual que tú
ahora. Febrero es muerte y vida a un tiempo. La mar me
trae la belleza encendida de tus versos, la paz de los amaneceres en
los acantilados, el verbo amar en los labios del aire que es caricia
y terciopelo.
A la tierra vuelves, amigo y poeta Domingo Faílde, a
los orígenes del todo y la nada, al principio del fin, al sueño
eterno, desnuda palabra, humano verso:
«Sueñas, joven amigo, con
las dádivas
que te ofrece la vida.
Mas la vida
-recuérdalo-
es tan sólo
esa fiebre instantánea que señala
tu presencia en
el mundo,
la misma irrealidad de tu sueño.
La vida, que no el
tiempo,
porque el tiempo sea acaso
todo cuanto posees,
es
decir, la ilusión de estar vivo
y disponer de todo.
El ángel,
sin embargo,
te señala el camino.
Tú no lo sabes, pero ya estás
muerto».
Febrero vuelve con las manos manchadas de muerte
y a muerte sabe el aire que hoy respiro. Mas siempre vivirán en mí
los versos de excelso poeta andaluz Domingo Faílde.
ESTACIÓN
SUR______________________________José Antonio Santano