a José Saramago
Nos viene de antiguo el amor
al olivo, ese árbol que crece
lento y sobrio sobre la tierra
y es fuego en las noches de invierno,
bálsamo, alimento, albor y luz…
Qué fue de aquella tierra,
su aroma prendido
en la piel de los ríos
y las acequias, sino
osarios y ceniza.
Nos viene de antiguo el amor
a la mar, inmensa llanura
de límpidas aguas, refugio
de náufragos y soñadores,
orilla de arenas y espuma...
Qué fue de aquellos mares,
del latir de sus olas
en los pechos del día
y los silencios, sino
abismo y desierto.
Qué fue de los colores,
de su luz primigenia
en los labios del tiempo
y los amantes, sino
eterna oscuridad.
Qué fue del pensamiento,
de la siempre encendida
palabra que lo abriga
y lo ilumina, sino
silencio y cataclismo.
Amor de mar y olivo, amor.
José Antonio Santano