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(2017) SALÓN DE LECTURA. DIARIO DE ALMERÍA

CONCIERTO DE CONTRARIOS. Reseña por José Antonio Santano
Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión.
 A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 
Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 
Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)






Salón de lectura ___________________________________ José Antonio Santano
Yo soy todos los besos que nunca pude darte

Por circunstancias que no vienen al caso no pude en su día traer a este “Salón de Lectura” mi opinión sobre un libro de relatos tan interesante como extraordinario. Un género, el relato, tal vez olvidado en demasía. Sin embargo, cuando la palabra precisa se encadena a otra hasta formar un corpus sólido y coherente en su estructura, concibiendo forma y fondo como un mismo ente, un ser en toda su magnitud, lo que siente, mejor decir lo que vive el lector es una explosión interior, de manera que conocimiento y emoción se amalgaman hasta convertir ese momento (la lectura) en único e irrepetible. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando el libro que se tiene entre las manos es “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, de Francisco López Barrios y al cuidado editorial de Dauro. Un libro que el año pasado fue merecedor, con toda justicia, del XXII Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato. Y dos relatos son los que contiene, a saber: “El Cubanito” y “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, que da título al libro. López Barrios sabe muy bien cómo mover los hilos del lenguaje, adentrarse de lleno en el corazón de las palabras y dibujar, sugerir lo aprehendido hasta colmar de luz toda oscuridad. La prosa de Francisco López Barrios es hermosísima y brillante a la vez, genuina porque bebe de la más grande y culta tradición literaria española, esa que a veces nos recuerda las mejores páginas escritas en lengua castellana. No se trata, pues, de contar una historia determinada, sin más rigor que enlazar una palabra tras otra, sino de cómo se cuenta esa historia, añadiendo así el verdadero valor literario a la escritura. López Barrios, además de poseer sobradamente capacidad de expresión, adereza sus relatos con ingenio, cierta ironía (frecuentemente olvidada en el panorama actual de la literatura española), grandes dotes de imaginación y sabiduría. En la primera propuesta narrativa, el relato titulado “El Cubanito”, se aprecia lo indicado en líneas anteriores. Con un tema que podría parecernos a priori tópico, el magisterio de López Barrios hace que no lo sea. No es sólo el argumento que sustenta la narración con la salida de Cuba de un padre y el hijo, sino el fondo de esa huida hacia adelante, en la búsqueda de un futuro, de una oportunidad para vivir dignamente, salir de la pobreza física y espiritual («Con la pobreza ocurre que te acostumbras a ella y sólo reconoces la mezquindad de sus carencias, la brutalidad de sus limitaciones, cuando te asomas por cualquier circunstancia a otras formas de vida») a la que está sometido todo el pueblo cubano, dejar muy atrás el pasado, en lo que había terminado la Revolución: «Convirtiendo a Cuba en una casa de putas mal amueblada, m’hijo, y lo peor es que su dueño, ciego y sordo, no escucha ya ni las voces del corazón». Una huida que padre e hijo vivirán intensamente, y en la que el amor filial aflora deslumbrador: «Llegué a querer a mi padre como probablemente nunca le había querido. Entendí que detrás de su inquietud se agazapaba un impulso fantástico que, alejándolo de la vulgaridad de su destino, lo transportaba hasta la soledad de los iluminados para hacerlo más grande, más digno de su condición humana: porque siempre conservó la pasión imprescindible, desde los lejanos días de la guerrilla en Sierra Maestra hasta sus recientes peripecias malagueñas, como para inventar el mundo, mirarlo con ojos limpios y sacudir de su existencia las argollas, físicas o psicológicas, que otros disponen para quienes, como él, nacen extramuros del poder, la riqueza o la gloria». López Barrios desarrolla un discurso narrativo apasionante, incluso cuando se trata de retratar la muerte: la del padre («También mi padre huyó primero de ser negro, y de Cuba después. Huyó del miedo, de la pobreza, de sí mismo y de los demás, y encontró a D. Rafael y a los españoles que tanto quería, y aquí quedó para siempre porque adivinó el rostro de la muerte y pareció gustarle» y la del torero Calerito, D. Rafael, el empresario de clubes malagueños. Es la última huida, hacia la muerte como símil del cara a cara entre toro y torero, la principal clave de esta narración sobrecogedora. De otro lado tenemos el segundo relato, que da título al libro, “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”. Si en el primero López Barrios nos seduce con una narración hilarante y dramática a un tiempo, el segundo relato aporta una visión y concepción del mundo que, a pesar de la temática: el incesto, al ser tratada de forma tan sutil, nos parece entrañable. En el fondo (en la forma alude a la fórmula teatral: escenario y personajes) la soledad y el amor, también la muerte se amalgama en esta extraordinaria historia del asesinato de dos mujeres en la ciudad de Málaga. El paisaje de tres escenarios Granada, Málaga y Mojácar, tan cercanos al autor, la presentación psicológica de los personajes y la riqueza del lenguaje expresado en sus páginas conforman un texto inolvidable. Las secuelas de una infancia triste y solitaria del principal personaje (El Acusado) vivida junto al abuelo, militar del régimen franquista, es la clave para entender, la deriva de los afectos, salvada sólo por el extremado amor a la madre: «Mientras, el niño, que ha reanudado su marcha en silencio, observa una acuosa veladura en los ojos de Arquía, acaricia con cuidado preguntas que nadie querrá responderle, espera sin confianza respuestas que llegarán muchos años más tarde y aprende que la violencia y la locura se esconden a menudo entre quienes se reclaman responsables de su definitiva abolición… ». Con estas mimbres ha construido López Barrios un relato tan valiente como elegante, que nos muestra esa parte de la condición humana oculta, capaz de conmocionar hasta límites insospechados. Un libro de relatos que ningún lector que se precie como tal puede dejar de leer y un autor, Francisco López Barios, imprescindible en el panorama actual de las letras españolas.

Título: Yo soy todos los besos que nunca pude darte
Autor: Francisco López Barrios
Editorial: Dauro (Granada, 2015)   





      SALÓN DE LECTURA ____________________Por José Antonio Santano

Boabdil
El Príncipe del Día y de la Noche
Cuántas veces, podríamos preguntarnos, en el decurso de la historia literaria en lengua castellana encontramos, desde las primeras líneas de una obra, el verdadero latir, la esencia misma de la literatura, la luz destellante del lenguaje literario, la fuerza de su desnudez y sucumbimos ante ella por sabernos asombrados y más vivos que nunca, como si una tremenda descarga, una explosión de los sentidos se apoderara de nosotros y en gozosa rendición nos dejáramos persuadir hasta la extenuación. Muy pocas, ¿tal vez cinco, una docena de veces? Pero es tan grande la punzada, su enorme placidez que, cuando así sucede, todo cambia de adentro hacia fuera, o viceversa. Es un momento mágico y único, presagio de lo que acontecerá en páginas sucesivas. Quién no recuerda algunos de esos comienzos gloriosos en los que casi aturdidos por la eclosión de la palabra escrita se presiente toda la eternidad en plenitud, como en la obra cumbre de la literatura española y universal, “Don Quijote de la Mancha”, cuando Cervantes escribe: «En un un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»; de igual manera en otra obra imprescindible como La Regenta, Clarín escribe: «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.», o en esta otra del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente”: «...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!». Algo parecido ocurre con una novela, pura literatura del siglo XXI, merecidamente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica 2017, del escritor Antonio Enrique (Granada, 1953), que nos devuelve la esperanza y la luz deslumbradora de la obra maestra, como lo es, sin duda, “Boabdil. El Príncipe del Día y de la Noche”, que se incia de la siguiente guisa: «ZAS, ZAS, EL AZADÓN. Hiende la tierra húmeda. Un hombre es quien lo blande y otro quien le mira. Las acometidas van siendo más leves, porque acaban de dar en duro. Era medianoche cuando comenzaron. Éste es el último cadáver por desenterrar hoy». Así comienza esta novela que narra las vicisitudes de los últimos días de la vida de Boabdil como rey de Granada. Una narración sólida en su estructura, para la cual su autor ha tenido que realizar un gran trabajo de documentación, pero sobre todo de creatividad. Con la publicación de “Rey Tiniebla” Antonio Enrique demostró su ilimitada capacidad de creador, de narrador de raza, y así viene a confirmarlo ahora con esta su última novela “Boabdil. El príncipe del día y de la noche”. Si en la primera parte la voz narrativa corresponde al propio Boabdil, que recorre la historia de sus muertos, que no es otra que la historia de la dinastía nazarí, de los veinticuatro sultanes de la Alhambra, contada así por quien lo tuvo todo. 




La exhumación de los reyes se convierte en el hilo conductor de la narración y Boabdil será la voz que nos acerque a su conocimiento. Es el azadón en la tierra húmeda que se hiende para desenterrar el pasado, también su destino: «¿Y qué hacer con tantos muertos; me pregunta alguien; no sé, no los distingo con esta oscuridad. Habría que arrimar el farol a sus caras, y aun así no distinguiría a tantos muertos…Ponen las momias unas sobre otras haciendo pared, una hilera de varios hacia un lado, la siguiente atrevesada. Es un muro compacto; si los dejáramos ahí fermentarían sus huesos y fraguarían en cemento. Me llevo sólo los más ilustres. Los cristianos los profanarían, luego de saquearlos. Los demás mandaré los dispersen por cárcavas del monte, en las cercanías del palacia al-Hijar, Alijares. Estos muertos son míos. Y de Granada». La voz narrativa de la segunda será la del anciano Ibrahim Eleazar al-Sabbagh, quien nada tuvo: «Ni cristiano ni moro soy, como ni hombre ni mujer. Todo me lo quitaron, nada me han dejado. Por esto, sé. Y por saber, soy. Todo me lo quitaron menos el sello que cerraba mis labios. Este sello a mi boca me lo arrebato yo. Yo soy quien se lo quita ahora». Dos enfoques narrativos para una mismo hecho, una misma historia, que hacen de esta novela una obra singular, por cuanto amalgama erudición y emoción, la fuerza indiscutible del lenguaje y una asombrosa capacidad para crear belleza. Una obra magistral que conmoverá sin duda alguna al lector que se acerque a sus páginas. Antonio Enrique ha escrito tal vez la novela de sus sueños, la que habitó siempre en su corazón y en el de la Alhambra, donde un día ya lejano alcanzó la felicidad toda.



Título: Boabdil. El Príncipe del día y de la noche
Autor: Antonio Enrique

Edita: Dauro (Granada, 2016)







Hay ocasiones en que todo lo que rodea al ser humano se vuelve desasosiego, lo que me recuerda al gran Pessoa; que la vida es un oscuro túnel sin salida, que nunca tiene fin y la desesperanza nos habita y el miedo nos envuelve dejando nuestro cuerpo y nuestra alma gravitando en el vacío del averno. Cuando esto sucede –nos sucede-, la experiencia dicta –mi experiencia-, detener el tiempo con un libro en las manos, zambullirse en el agua fresca y clara de sus páginas y dejarte llevar hasta concluir el viaje, escuchar el sonido de las palabras que revolotean de un lado a otro, incansables, sugiriéndonos universos desconocidos y mágicos, modos de vida, conocimiento, emoción, poesía con mayúsculas. 




Como la que nos ofrece el poemario antológico “Y soñábamos con pájaros volando”, de la poeta Marta López Luaces (A Coruña, 1964), un libro que nos acerca a una voz singular, innovadora, reflexiva y erudita, pero que no deja de bucear en la raíz misma de la lengua para conformar un mundo pleno de imágenes y sensaciones, de vida, con saudade de la más grande tradición de la poesía gallega, pero también con una mirada siempre atenta y fija a la fría realidad de la gran ciudad de New York, a los continuos cambios que traduce y trasciende en su particular manera de escribir el verso. Recuerdo cuando leí por vez primera la poesía de López Luaces; se trataba de su libro “Después de la oscuridad” y tengo que decir que fue todo un descubrimiento. Su poesía se alejaba de las modas imperantes, de la frialdad de una escritura amorfa, que no dice nada, repetitiva, sin forma ni fondo.

 En aquella ocasión dije: «Ciencia y arte, poesía y matemática, se complementan en esta proposición, que no es sino un recorrido por las edades del pensamiento humano, desde sus orígenes hasta nuestros días. Marta López se adentra en la oscuridad más absoluta del principio del todo en su afán por hallar la luz de la materia-palabra: «De la oscuridad procedimos / de la razón y el sentimiento/ hacia la palabra». Ahora no puedo sino compartir con los lectores esta antología que recoge lo más selecto de la poesía de Marta López Luaces, prologada por la también poeta cordobesa Juana Castro, para quien su poesía es:«…un palimpsesto, un festival, una tragedia, un viaje, una alianza, el hambre y la sed, un ángel terribe, el pan-nuestro-de-cada-día, la noche oscura…Porque, aunque a veces duela, toda –verdader- poesía es fiesta de la luz». Y no le falta razón, porque adentrarse en las páginas de este libro es como volver a nacer a la luz, sentirse luz que avanza por lo desconocido y abre nuevos caminos para el entendimiento mediante el instrumento del lenguaje, de las lenguas. 

Constituido el libro por cuatro partes: “Después de la oscuridad”, “Los arquitectos de lo imaginario”, “Las lenguas del viajero” y “Distancias y destierros”, nos centraremos fundamentalmente en las tres últimas, por ser las que de alguna manera aportan a su discurso poético aspectos más novedosos y originales. Del libro “Los arquitectos de lo imaginario” destacaría el primer poema en prosa de título idéntico al libro, en el cual López Luaces, en un ejercicio metaliterario sobre la tradición poética universal, destaca versos y autores que son sólo la excusa, el leit motiv, para crear desde la esencialidad de la palabra como instrumento del saber, el conocimiento y la emoción, su propia voz: «por la palabra que se regenera con la pasión / desear la palabra como / desear la voz como / desear la respiración como / desearte como se desea / la respiración de un verso», para concluir preguntándose: «¿Cómo la poesía ante el terror?». 

Añade a este libro López Luaces otra de sus preocupaciones en cuanto al lenguaje, a la traslación de una lengua a otro (“Poema como translenguaje”), es decir, la traducción como elemento capaz de crear nuevos y distintos versos a los de la lengua original. De ahí que la tercera parte o tercer libro “Las lenguas del viajero” incida una vez más en la importancia de la palabra poética en toda creación que se precie. Construir desde los exilios interiores, reconocerse en los orígenes para ser otredad a través del lenguaje: 

«Renunciar a un yo
  para que en su traducción 
 la multiplicidad se torne 
 un camino de regreso.
 Reconciliar tu lengua con la mía 
 para descubrir en mi entorno 
 el signo exacto que me diga  
en un idioma olvidado. 
Recobrar en ti el yo 
que rechazaron mis ancestros». 

López Luaces sabe bien cómo quiere que sea su escritura y cómo expresar la emoción de cada descubrimiento, también cada recuerdo o melancolía 

Escuchar 
 una palabra de la infancia 
 y detenerse 
 en su regocijo

La extranjería, el nomadismo, el idioma y la experiencia vital forman parte indisoluble del yo poético que asciende y asciende, libre y puro como si fuera “ un sueño de pájaros volando”. 

En la última parte “Distancias y destierros” López Luaces se abisma en su propio yo y respira lenta y segura la gran ciudad americana, hasta hallar el tú y el yo en una misma calle de una noche cualquiera, ser “leyenda de agua”, porque lo que importa al fin y al cabo es la palabra, la poesía: 

« Poesía emigrante de mí 
 nace en mi destierro 
 sin nombre /
 Los hijos que no engendraré me piden agua».

 Un libro, “Y soñábamos con pájaros volando” y una poeta, Marta López Luaces, difícil de olvidar.




Título: Y soñábamos con pájaros volando
Autor: Marta López Luaces
Editorial: Tigres de Papel (Madrid, 2017)



UNA SOLA CARNE. ALFREDO PÉREZ ALENCART por JOSÉ ANTONIO SANTANO 25/06/2017

 (Antología Amorosa 1996-2016)




Una Sola Carne
(Antología Amorosa 1996-2016)

Inicio este comentario aludiendo a uno de los poetas más preclaros de la lírica española del siglo XX y tan injustamente olvidado. Lo hago ahora que se cumplen cuarenta años de la concesión del premio Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre, con casi toda seguridad el más grande poeta del amor (en sentido absoluto), como así lo puso de manifiesto en su discurso (“Vida de poeta: El amor y la poesía”) de entrada a la Real Academia de la Lengua allá por el año 1950, con un recorrido apasionado a lo largo de toda la tradición poética española acerca del hecho amoroso. Amor y poesía desde la humana mirada del poeta cuando dice: «Por eso sentimos tantas veces, y tenemos que sentir, como que tentamos, y estamos tentando, a través de la poesía del poeta algo de la carne mortal del hombre. Y espiamos, aun sin quererlo, aun sin pensar en ello, el latido humano que la ha hecho posible…». O, ¿cómo olvidar su libro “La destrucción o el amor”, donde carne y alma se funden en una sola música, un único temblor o una diamantina luz que nos ciega y nos conmina al abismo amoroso, como el que nos muestra Aleixandre en estos versos: «Yo sé quién ama y vive, quien muere y gira y vuela. / Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran. / Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden». También en la obra “Una sola carne” (Antología amorosa 1996-2016) del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, 1962) hallamos el amor como un único canto, una única luz deslumbradora, un solo cuerpo que tiembla en todos los encuentros, una sola alma. La selección de los poemas y las notas son autoría de la profesora de la Universidad de Bucarest, Carmen Bulzan, quien advierte que la mitad de los poemas contenidos en este libro son inéditos.




Las ilustraciones, como ya viene siendo habitual en las publicaciones salmantinas, son de Miguel Elías. Pero centrándonos en lo que nos interesa este libro conforma un corpus extraordinario, amalgama de la mejor tradición poética amorosa. Alencart bebe, hasta la saciedad, de los textos bíblicos, con mayor énfasis del Cantar de los Cantares, pero también de los Proverbios, del Génesis o Eclesiastés. Estructuralmente está dividido en cuatro partes: Amoris causa, Justamente así, Mujer de la mañana y Esquirlas, pero en su conjunto no sólo hallamos la mirada del poeta atravesada por el dardo del amor sin límite, ese que le ofrenda, también sin límite, su amada, esposa y musa Jacqueline, sino que influenciado por los místicos españoles, sobre todo San Juan de la Cruz (Amada con Amado, Esposa, etc), y me atrevería a decir que, también por la poesía preislámica (Mu’allataqāt), la casida y la temática -nasīb o elegía amorosa-, cuando el poeta recuerda los momentos felices vividos junto a la amada). Mas aún siendo tan claras las influencias de la literatura universal que ha hecho suyas el poeta Alfredo P. Alencart, este libro va más allá, porque es la voz que se hace singular y única, explosiva como un grito que no cesa, como una tormenta de versos nacidos de la misma esencia humana, trascendida de la carne, lo material, a lo inmaterial, el alma, con tal efectividad que, difícil es hallar en nuestros días un discurso poético, un verbo tan cálido y de tan esplendente emoción amorosa, poesía tan pura. Podrían ser muchos los ejemplos a mostrar de la poesía amorosa de Pérez Alencart en este breve comentario, pero conformémonos solo con algunos. De la primera parte “Amoris causa”, señalamos los siguientes: «Oh amor que nació contigo, dice el Amado. / Oh amor por Dios bendecido, dice la Amada» (poema Cántico de los cuerpos); o estos otros: «No hay más patria / que tu entrega / ni hay más mundo / que este amor. // En la esposa del amor / está la patria» (poema Patria). De la segunda parte “Justamente así”, extraemos los versos que siguen, más breves en su composición: «Sediento, muerdo / el fruto jugoso / de tu ser» (del poema Fruto). En la tercera parte “Mujer de la mañana”, el discurso poético cambia de nuevo y los versos se adensan, son como una corriente de agua imparable: «Tú amas a un hombre imperfecto / que aprende lecciones al sol de tus orillas. / Tú has marcado mi vida. / Tú eres mi vocación, / mi brújula, / mi áureo universo de una sola estrella». “Esquirlas”, última parte del libro, son composiciones muy breves, casi aforísticas que concentran y resumen el pensamiento en clave amorosa del poeta, por citar alguna: «Las caricias son pasajeras: lo perdurable es el amor». Como escribiera nuestro Nobel Aleixandre: « Sí: un intento de comunión con lo absoluto: esto será ciegamente el amor en el hombre», o en palabras de otro poeta del amor, Pedro Salinas: «He tenido siempre un deseo de amor tan vivo, que por eso he sido poeta». Y poeta grande es Alfredo Pérez Alencart, una voz que crece y crece cada día, cada minuto, dejándonos la huella de su magisterio poético, también de su inmensa humanidad.

Título: Una sola carne
Autor: Alfredo Pérez Alencart
EditorialDiputación de Salamanca, 2017



SALÓN DE LECTURA. DIARIO DE ALMERÍA.  por JOSÉ ANTONIO SANTANO DEL AUTOR: SALVADOR COMPÁN
Esta novela, que toma el título de un verso de Machado: “El hoy es malo, pero el mañana es mío”, es la séptima entrega de Salvador Compán (Úbeda, 1949), que a estas alturas, y en este momento del estado de la literatura española, nadie puede negarle una trayectoria ascendente y sólida, sustentada en el compromiso permanente con la palabra, único instrumento capaz de trascender la realidad para convertirla en fantasía o en sueño que bebe del manantial de la memoria y la experiencia, de la madurez adquirida con el paso del tiempo, de la vida al fin y al cabo. Compán no es un novelista al uso, y así llamo a quien construye un mundo narrativo acertado y correcto desde el punto de vista técnico, donde los recursos literarios empleados se adecuan a la narración, pero incapaz de transmitir la fuerza y la pulsión narrativa necesaria para mantener la atención del lector desde el principio al fin a través de una escritura rigurosa y firme, virtud que sí posee Salvador Compán y así lo viene demostrando con su diferenciada estilística, que no sólo ha mantenido a lo largo de estos años, sino que ha ido creciendo hasta hoy, tal y como se aprecia en esta última novela. Compán se distingue de otros narradores por su cuidado y preciso lenguaje, tan envolvente y cálido al mismo tiempo, de una extraordinaria calidad expresiva, que ahonda en la raíces y la más clara tradición novelística española. En este sentido, Salvador Compán ha construido una narración ágil y sugerente, y jugado con historias distintas dentro de la misma historia hasta conseguir un hilo conductor común a todas. La novela consta de un prólogo, que sitúa al lector en la narración que se desarrollará después, y cinco partes, ubicadas en un tiempo pasado (Guerra Civil, postguerra y década de los 60) y en lugares concretos, también simbólicos como Almería (el mar), Baena (el primer amor) y Daza (acrónimo de Úbeda y Baeza), ciudad donde se desarrolla la mayor parte de la acción narrativa. Un narrador omnisciente (Pablo Suances) conducirá nuestros pasos. Podría pensarse que esta es una novela más sobre la guerra civil española, o de aprendizaje por los actores adolescentes que irán despertando a la realidad de su tiempo. Sin embargo, diría que esta es una novela del desarraigo fundamentalmente, de la pérdida de la identidad como ser humano. Una novela que describe magistralmente, y a través de sus muchos personajes, de la polifonía de las voces actoras, una época de ostracismo, oscura, violenta y pacata, donde el odio y la venganza es la bandera izada. En estas circunstancias Compán ha sabido atemperar con un discurso narrativo elocuente y directo una realidad en la que la supervivencia, la humillación, el miedo, los roles sociales, las injusticia, la tortura física y psicológica, el sexo, la homosexualidad, el remordimiento o la hipocresía prevalecen por encima de todo y de todos. 
En esta arquitectura narrativa, Compán, todos los personajes están perfectamente ensamblados, hasta el punto de constituir entre todos el hilo conductor de la narración sin temor a perderse en laberinto alguno. Y ocurre esto porque su autor llega a interiorizar a cada uno de los personajes, que se deja llevar por sus pensamientos, por su forma de ser y parecer, por su manera de entender el mundo. Sin duda alguna, esta es la historia de una búsqueda, la búsqueda de la dignidad perdida. En ella, Vidal Lamarca es el protagonista principal, quien a los 15 años es testigo de una guerra, que es encarcelado, a punto de ser fusilado, pero sobre todo, es un ser sobre el que se ceba la ignominia hasta el extremo de vaciarlo y reducirlo a la nada, tras perder su identidad después de una determinante delación, convirtiéndose así en un ser desposeído de toda condición humana, un vencido. Por el contrario, Sebastián Lanza representa el poder, quien le salvó la vida a Vidal, su protector, su amante, su amo, el vencedor. Y en este muestrario de personajes dos mujeres, dos amores (Clara Hervás y Rosa Teba) serán quienes propicien su salvación, su reconversión a la esencia humana secuestrada durante tantos años vividos junto al falangista Lanza. Sólo Rosa Teba, su amor de adulto, conseguirá su resurrección, la libertad deseada, pero sobre todo favorecerá la recuperación de la dignidad perdida. Pero además, Salvador Compán ha fortalecido la narración introduciendo un elemento aglutinador, que no es otro que, la novela gráfica creada por Vidal Lamarca y contenida en la propia novela. Se dice en la página 19 de la novela que: «Crear es parecido a arar: hay que levantar la realidad y removerla hasta que nos enseñe sus raíces», y eso es lo que ha hecho precisamente Salvador Compán en “El hoy es malo, pero el mañana es mío”, remover la realidad hasta encontrar las raíces y recobrar al fin la dignidad. Estamos, pues, ante una extraordinaria narración que no dejará indiferente al lector y un autor que se supera con cada novela. Una voz imprescindible en el panorama literario español, la de Salvador Compán.






Título: El hoy es malo, pero el mañana es mío
Autor: Salvador Compán
Editorial: Espasa (Barcelona, 2017)









EL ZAGUÁN



Resulta que a veces te sorprende la música de un verso en la cálida voz de un ser humano, de un joven que nos descubre los silencios y la soledad, la vida misma con una sinfonía única, que nos deleita y nos hace reflexionar también hasta límites insospechados. Es la música de los días, de la cotidianidad que surge con el temblor de los acordes y la agridulce melodía de las palabras escritas sobre el papel y que el vuelo de las manos, como un regalo, depositan en nuestras pupilas y en nuestra alma. Es la voz armónica de un poeta músico que nos desvela la magia de la vida cuando todo es oscuridad y sombras, el desvalimiento, pero que resiste heroico ante la cruda realidad que rodea al ser humano. Sorprende, como digo, que un músico sea también o poeta, o viceversa, o tal vez sea lo uno y lo otro al mismo tiempo. Aunque “El zaguán” no es un libro propiamente dicho, sino un disco y su autor el almeriense César Maldonado (Almería, 1979), la lectura de los poemas-canciones se hace necesaria por su calidad y hondura poética. Son sus canciones (poemas) algo más que un lugar donde cobijarse del frío de la indiferencia o la soledad, el dolor o las guerras, son gritos que se alzan hasta la bóveda celeste, un temblor que nos invade y conmociona.




 Como la vida misma, pero versificada y cantada, la voz toda hecha alma y corazón. Poemas que nos hablan de momentos y cosas sencillas, del amor, de la soledad, de los silencios refugio del poeta, sus dudas y meditaciones en un mundo cada vez más alejado de la razón y el humanismo. Humanismo que el poeta-cantautor nos muestra en sus poemas, devolviéndonos así la dignidad perdida o sustraída, arrebatada en muchos casos. De esta manera el poeta está cercano, vive cada instante como si fuese el último, y ama, ama hasta quedar exhausto: «Regálame cualquier velada, / una tímida mañana, / el baila de tus labios / y el abrigo de tu cuerpo / para no tiritar / cuando intente rescatar / de tu blusa un poema (…) Miles de flores deshojadas a tu espalda, / miles de historias dormidas en tus brazos / y un cofre lleno de fantasías / donde guardo las notas que me escribías». Pero el poeta también se rebela contra la sinrazón y la estulticia del ser humano que arremete contra su igual hasta la destrucción, y es cuando determinante dice “No”, título de este poema de tanta actualidad aún y contra los “señores de la guerra y el poder”, : «No creeré en mi gobierno / si salvaguarda al fusil. / No creeré en mi bandera / si dispara a matar. / La libertad no es duradera / si la guía un batallón / de soldados y de aviones / que financiamos y nos matan / como a piezas de ajedrez». Aflora libertad, humanismo y solidaridad en los versos, en las canciones de este poeta y cantautor almeriense, cuya mirada esplendente va más allá de lo superficial y efímero, de lo mediático. Se agradece, sinceramente, en este tiempo de tanta mediocridad, que la palabra escrita, el verso sencillo y directo sea el más convincente de los argumentos para transformar la más deprimente realidad. La palabra como instrumento ineludible para cambiar, para soñar con un mundo más justo y equitativo. Aún a pesar de todo, el amor abrasa a la palabra hasta convertirla en el mejor aliado posible, en la mirada que va más allá del horizonte y se interna en la espesura del bosque para mirar de frente a la luz imperecedera, a la vida en su esencia: «Suéñame en tu vida, dame mil mañanas, / mírame de frente que sólo hay libertad / donde miras tú». Cuando la poesía y la música se funden en una misma voz, la del poeta César Maldonado, una luz deslumbradora incendia la tarde, todo se vuelve más claro y transparente, de forma que el tiempo espejea en lluvia de amorosa entrega. Poesía y música en el centro del universo, en la quietud de los anocheceres, cuando el salón es música toda y poesía en la voz de César Maldonado, que nos regala «aquellos versos / que esperaron en un libro / igual que espera el aire / a que un cuerpo lo respire: / sin hacerse de rogar, / sin buscarle utilidad / al mundo que habita».
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El acto de crear es algo enigmático, difícil de explicar por cuanto en él inciden aspectos de muy variada índole y que podríamos resumir en dos ámbitos fundamentales: uno subjetivo y otro objetivo. Sin embargo y, ateniéndonos a esta clasificación básica no podemos obviar ese otro carácter que trasciende lo subjetivo para adentrarse en un universo tan desconocido para el autor como mágico, hasta el punto de transgredir, incluso, la norma en sí misma. Es un momento único y grande, incluso a veces ininteligible, y aún así, fulgurante, en el cual la palabra se convierte en el hecho ontológico por naturaleza. Frente a frente creador y abismo (página en blanco) inician el ritual de la escritura, ese proceso de entrega y sumisión a la palabra que marca el espacio y el tiempo, la inmensa infinitud del vacío, traspasando todas las fronteras para alumbrar la más grande creación jamás concebida: la poesía. También con relación al hecho de la creación el profesor José Cenizo ha incidido y ahondado, y escrito lo siguiente: «Todo acto creador, y el poético aún más, es una excitante y nebulosa espera. La espera de la palabra exacta, como quería Juan Ramón Jiménez, para ahondar en la realidad. La palabra del poeta, siempre, ha de ser creadora, o recreadora; ha de nombrar por vez primera lo que, sólo aparentemente, ya ha sido nombrado mil veces en el discurso cotidiano e incluso literario. Diversos críticos han llamado a este proceso sustitución, desvío, desautomatización, etc. Quizá habría que llamarlo, sencillamente, milagro. Especie de revelación mágica de la verdadera palabra poética». En esa innegable condición de creador, amigos lectores, tenemos que situar al profesor y poeta Mohamed Doggui (Túnez, 1956) que, además, tiene como máxima de su expresión literaria la lengua española. Ya en su anterior entrega poética, La sonrisa silábica, pudimos comprobar este extremo, como así lo dejó patente quién ejerció de prologuista en aquella ocasión, el también poeta Manuel Gahete, al afirmar: «Mohamed Doggui conoce bien la naturaleza humana y establece con el lenguaje un pacto solidario, tintando su palabra de sutil ironía, iluminando el sendero en sombra con un cristal de luz que nos allega, que nos unge de afectos, que nos inclina a ver el mundo con rozagante perplejidad, como si cada día fuera nuevo y redescubierto por el asombro del amor». Si la publicación de La sonrisa silábica contenía una «clara influencia de la tradición poética árabe y española, de forma que la brevedad del verso, de metro octosílabo, la observación reflexiva de la realidad que se presenta ante sus ojos, donde la ironía ocupa un lugar predominante, y el mestizaje idiomática, hacen de Dogui un poeta singular», (Diario de Almería, 7.8.2016), habría que añadir de expresión en lengua española (extraordinaria influencia del Romancero) es la marca más significativa; en esta nueva entrega, bajo el título Derroche de azabache, nuestro poeta repite la experiencia con una variedad temática notoria y algún añadido como es el caso del verso endecasílabo, aunque en menor proporción que el octosílabo. Derroche de azabache representa esa otra realidad que trasciende a la luz y que se halla en la oscuridad y el silencio, porque Doggui también ahonda e interioriza el mundo que le rodea; regresa a los orígenes, a la raíz ontológica para mostrarnos a partir de los elementos naturales, en este caso del azabache, en su doble significado: de una parte, por ser un mineral frágil pero de un bello y luminoso negror; de otra, por su carácter protector, de piedra mágica usada como talismán. Realidad y magia en perfecta comunión, unidas por el lazo de la fraternidad humana, representada en la brevedad estrófica y en los versos octosílabos que el poeta compone y engarza como si se tratara de una piedra preciosa. La frescura, el gracejo de la lírica popular y la sutil ironía contenidos en los algo más de setenta poemas de Derroche de azabache constituyen el universo poético de Doggui. Del puro negror del azabache nace la luz que fulge en la mirada del poeta, la voz plena de ferviente humanidad, que regresa del abismo, del desierto y sus silencios para convertirse en agua marina, en luna que ilumina la infinitud mediterránea del amor proclamado en la soledad de las noches. Derroche de azabache es un libro para leer despacio, de manera que intimes con su creador, que sustancies la palabra poética sin hostigarla, sin apremiarla en su conclusión, todo lo contrario, has de paladear sus sílabas como se paladea un buen vino, seguro de alcanzar así la más placentera de las sensaciones. Ahondar en la condición mestiza del lenguaje y comprobar la riqueza que aporta esa armoniosa alquimia, alejándose así de la imposición de molde alguno: «Siempre que conforme bien / mi íntimo y hondo sentir; / poco me importa que el molde / proceda de mi Arabia / o provenga de tu Iberia». Con estos versos de Mohamed Doggui les animo a la lectura de este libro que seguro les proporcionará momentos tan reflexivos como gratificantes.









Título: Derroche de azabache
Autor: Mohamed Doggui
Editorial: Carena (Barcelona, 2016)












Son Aymara

De la nada nace, del fulgor del blanco de la hoja, abisal la palabra se despeña en los orígenes hasta dibujar sobre la hoja los signos del aire o los sonidos de la piedra, quieta en su quietud de siglos. En el albo papel, en su candor la letra va inundando la hoja hasta subvertirla: «Subversiva es la hoja donde la palabra cree asentarse; subversiva es la palabra donde la hoja se abre a su blancura» (E.Jabès). Estas son algunas de la señas de identidad, los mimbres de esta poética tan alejada de modas y mercados, original y mistérica al mismo tiempo, poesía luminosa, que bebe de la más grande tradición lírica española para transformarse, trascendida ya, en voz única y polifónica, honda, astral, hasta crear un verdadero, mágico y particular universo poético. En este libro hallamos al poeta en esencia, alma luz que alumbra la palabra en un vuelo hacia la infinitud de lo finito y que conquista el espacio y el tiempo con su voz abarcadora y precisa, abrasadoramente humana. El poemario conforma un corpus en sí mismo, una manera de pensar el mundo, de vivirlo y sentirlo en toda su plenitud. No hay fingimiento alguno, sólo verdad, esa que el poeta modela con la arcilla del tiempo entre sus manos, en la soledad de los días y un continuo abismarse en un mar pleno de silencios, de vida. Dijo el novelista, poeta y crítico literario ya desaparecido Juan Manuel González: «El verdadero poeta escribe al dictado de su ser interior, siguiendo la voz de una dimensión que intuye siempre, y que en muy pocos instantes conoce a través del misterio acunado fuera de la lógica y la razón poética». Y así es. Alfonso Berlanga interioriza, ahonda en la oscuridad de la luz, escarba la tierra hasta encontrar la raíz del ser de las cosas, de lo humanamente misterioso o desconocido; viaja al espacio sideral y esculpe el lenguaje con tanto esmero y natural afán que el lector verá fluir un discurso poético tan extraordinariamente rico como deslumbrador. Es la “oquedad paceña” la que ilumina los actos del poeta, la ciudad de La Paz convertida así en sujeto poético, de tal manera que, consciente o no, Berlanga inicia su andadura, camina hacia un lugar recóndito y lejano, inexplorado aún pero sentido, imaginado, motivo por el que toma suyas las palabras del poeta Cavafis cuando dice: «Iré a otra tierra, hacia otro mar, y una ciudad mejor con certeza hallaré…». En su maleta lleva a buen recaudo el legado de la más grande tradición poética española y la certeza de que la riqueza lingüística de una lengua o habla común hará posible todo lo demás. De un sur bañado por el Mediterráneo al lejano sur del Altiplano americano, de las cordilleras y las llanuras amazónicas. Hasta la altura de lo inaccesible la palabra asciende lumínica para descender luego a la realidad imaginada de lo material y cercano, capaz de hacer aflorar en el poeta la voz de todos los silencios vividos. Alfonso Berlanga nos muestra una ciudad de La Paz única y diversa a la vez, detenida en el tiempo de su propia existencia, de su vital cotidianidad, en la cual sus gentes y paisaje se entremezclan en una suerte de alquimia tan original como extravagante. 


La fuerza de este libro se halla no sólo en los variados recursos literarios empleados, sino en la esencialidad misma del estilo, en el uso de un lenguaje tan rico como variado, pues los referentes de carácter cultural, como también del léxico propio del habla boliviana aportan singularidad y una extraordinaria riqueza a la lengua de Cervantes y al texto poético en sí mismo. Viviremos La Paz como la ha vivido el poeta, pues en ella está su alma entera, la luz de la palabra, solidaria y humanamente plena. Seremos también parte de la familia boliviana en su conjunto, de los lugares y de las tradiciones y costumbres ancestrales que el pueblo no ha querido dejar en el olvido. Todo ello con la brillantez propia de un poeta cuya experiencia vital siempre estuvo impregnada por la literatura, por la palabra poética. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos los poemas incluidos en este libro, incluso de todos los versos que conforman cada poema, uno solo resume el conjunto, o si se prefiere, uno solo es la clave de este libro, y que como una letanía inacabable se repite una y otra vez hasta ser como la sangre que corre por las venas o como las aguas cristalinas de un río que cae en torrencial cascada y sólo el aire escucha su nombre: «son aymara…, son aymará». El resto está en descubrir los secretos, aprehender de lo escrito, interiorizarlo y repetir incansablemente el eco de esa voz como un temblor capaz de estallarnos en los ojos y oídos como única verdad, la verdad poética de Alfonso Berlanga. Son aymara, pues, nos invita a recorrer el camino de esa esencialidad poética, sin máscara ni disfraz alguno, encarando la realidad para transformarla trascendida ya en la palabra justa y necesaria, hasta alcanzar la más alta cima del sueño en el silencio ensordecedor de Tiahuanaku, un lugar tan sagrado como fieramente humano. Con este poemario sentirán sin duda la abarcadora “oquedad paceña” y en cada verso una sacudida electrizante, el fulgor de la palabra poética, nacida a borbotones, nutricia y polifónica de su autor, Alfonso Berlanga.


Título: Son aymara
Autor: Alfonso Berlanga
Edita: Alhulia (Salobreña, Granada, 2017)










SALÓN DE LECTURA ______________ José Antonio Santano



Travesía del Relámpago

Tal vez el verdadero sentido de la poesía se halle en el deslumbramiento o el asombro que nos produce mirar al infinito del horizonte, al anciano que habita un banco solitario de un parque cualquiera o a un laberíntico espacio que el tiempo desnuda cada día en un ritual inagotable. Pero si la poesía es, en palabras del poeta Francisco Brines, «aquella que se ejerce con afán de conocimiento», o, “la que revive en mí la pasión por la vida”, para el poeta Theodoro Elssaca (Santiago de Chile, 1958), es fulgor de la palabra, eclosión de armónicos sonidos, alumbramiento continuo de la Naturaleza en comunión con el hombre, fuego abrasador, turbadora razón, abarcadora visión del universo. En su “Arts poética”, que precede a los versos contenidos en este libro antológico “Travesía del relámpago”, el poeta se confiesa, y escribe: “Antes de ser parido, ya era poesía…Yo, antes de nacer, ya era poesía”, y efectivamente, así es. Cuando uno se adentra en esta inmensa selva habitada por la magia y el misterio de la palabra, se siente que, verdaderamente, Elssaca ya era poesía antes de ser parido, que todas las fuerzas de la Naturaleza ya estaban en él, en el poeta, dictándole al oído las palabras precisas, esas a las que el poeta canta en el poema que cierra esta antología, “Árbol de las Palabras”, cuando así escribe: «Hay palabras rápidas como el rayo / grandes igual a mamuts / transparentes más que el viento, / palabras acorazadas o desnudas, / lentas como terrestres quelonios / antiguas, risueñas o vanguardistas (…) Palabras que los lingüistas coleccionan en insectarios, / y las clasifican como a escarabajos, saltamontes o escorpiones. / Primeras palabras del que aprende a pronunciar, / últimas palabras de quien se despide y no regresa». Los versos de Theodoro Elssaca son frescos y transparentes, devastadores en ocasiones y luminosos otras, porque para él la poesía es, en esencia, la vida misma, y en su experiencia acumula toda suerte de vivencias, algunas tan dolorosas como la sentida tras la muerte de su hijo Américo, plasmada en el poema “Viaje al fin de la Noche”, del que reproducimos el siguiente fragmento: «La noche no condujo al día. / Viajo en sombras al fin de la tristeza. / En la oscuridad he creído escuchar tus palabras, / las voces no se borran de la mente. / En Madrid me dijiste hace un tiempo: / cada vez que respiremos estaremos juntos. ¿Hace un siglo que te has ido, o fue recién anoche?» Es el luto de la noche como un cuchillo que sesga vértebras y vísceras, que se adentra muy adentro y duele hasta después de la eternidad, y el poeta lo sabe por ser suyo en la absoluta soledad de los días. Pero Elssaca no se detiene, reanuda el camino porque en el camino se hallan las respuestas y la luz de la palabra, la que tanto ama y reivindica como la esencia misma de esta vida. En él la tierra americana, los nombres primigenios, los ríos y las cordilleras en un único canto, porque “si se calla el cantor calla la vida”, y el poeta Elssaca es ese canto de “El espejo humeante-Amazonas”, tan americano como perturbador, nacido de la tierra y en ella vivo, penetrante hasta dejarnos mudos y ciegos de tanta sonoridad selvática y tanta luz y colorido evanescente, pues nace del corazón del poeta y se adentra en el silencio majestuoso del Amazonas hasta encontrar en ese espacio su propia voz, la voz tribal de sus habitantes, que nos devuelve la esperanza en el ser humano y en la Naturaleza, como así podemos confirmarlo en este extenso y bellísimo poema que dedica a las tribus Sharanahua, Amaracairy, Machiguenga, Campas, Wayapi, Adaré, Asurini, Yanomami y Aguaruna y del que extraemos los siguientes fragmentos: «El primer día es la Tierra / regresando a mi materia original / útero planetario de todas las semillas / penetro en ella / enlodándome / desde la caverna de iniciación / hasta el barro más grueso (…) Bosques Amazónicos / ¡Catedrales de nuestra América! (…) Yo / Theodoro / en el corazón del Amazonas / concebido de la tempestad / encuentro al que habita dentro de mí / alma que a horcajadas tantea el bosque de los huesos». 


Pero además, Theodoro Elssaca es un poeta visual y en esta antología podemos comprobarlo en los siete caligramas contenidos en figuraciones espirales, de labios, pirámides o árboles. Poesía esencial la de Elssaca, también humanista, pues el hombre camina siempre junto al poeta, como muestran estos versos: «Un día cualquiera, / la tierra dejará de girar. / Cansada de tanto tumulto, / tantos momentos que no fueron, / dejará de girar (…) De tanta sangre, de tanto llanto derramado / ¡Tantos cuchillos que asesinan inocentes! un día cualquiera / la tierra / dejará / de girar». Poesía a borbotones en la voz inconfundible del poeta Theodoro Elssaca, esencia de la tradición poética chilena, hermanada en lo sustancial a la más grande poesía en lengua castellana.
Título: Travesía del relámpago
Autor: Theodoro Elssaca
Edita: Vitruvio (Madrid, 2013)









LA METÁFORA DEL CORAZÓN


Cada
 vez que tomo un libro entre mis manos, lo observo detenidamente, lo acaricio con lentitud novicia y me adentro luego en sus páginas, siento como una honda descarga eléctrica, un íntimo temblor que se escapa a la razón y merodea el ámbito de lo abstracto e incomprensible. Es una llamarada de fuego, abrasadora, capaz de acelerar el corazón hasta límites insospechados. Es la palabra en esencia la única que me transporta a mundos desconocidos, imaginarios o me transforma en un ser diferente, casi astral. Luego, la palabra comienza su periplo y va de un lado a otro, reconociéndose en los asombros, asciende y desciende, aroma los momentos y la vida ya es otra, tan distinta como apasionante. Sólo hay que adentrarse en ellas, las palabras, en cada una, en su rumor de ola, en sus silencios, en su alma toda hasta sentir su fulgor, casi ciegos ya. Pudiera parecer exagerado, pero no. La palabra poética es todo eso y mucho más. Y algo de esto ocurre cuando el libro que tengo en mis manos es “La metáfora del corazón, del poeta natural de Jaén (1958) y  abulense de adopción  José Pulido, que muy merecidamente obtuvo, junto a la poeta mexicana Ingrid Valencia con su libro “Oscúrame” (del que nos ocuparemos en otra ocasión), el III Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” que cada año se convoca en la ciudad de Salamanca.  “La metáfora del corazón” es un libro vitalista, hondo, pleno de imágenes y metáforas (la del corazón centra el discurso), donde el Tiempo es el tema principal, el objeto poético que nos invita a conocer el universo lírico de Pulido. El libro consta de tres partes: “El rostro del tiempo, “Calendario lunar” e “Íntimo calendario, a las que precede un notable comentario a modo de prólogo del también poeta y director del diario “El Norte de Castilla, Carlos Aganzo, con el título “Hombre, latido del tiempo. Queda en la retina del poeta, en la memoria, el tiempo que fue, aquel que nunca más volverá y que sólo el recuerdo trasciende en versos diamantinos, en pura lírica, como así lo atestiguan los poemas incluidos en “El rostro del tiempo, y en estos versos pertenecientes al poema “Una vieja ciencia: «Me arrullan las brasas del hogar, / el tiempo se guarda en tarros de alacena, / en la blanca memoria del pan / y la dulce promesa del membrillo, / en la voz de una madre que nos llama a la mesa»; el paso del tiempo que no acaba en el olvido y se muestra en cada celebración, tal el poema “Efemérides”, del que reproducimos este fragmento: «Tenemos la exigencia de ser hombres. / Cumplimos un imperioso mandato / por el que recordar es vivir. / Palabra del tiempo es la memoria / y sólo a su luz podemos entender la vida. / Desbocada montura o río sereno, / sólo en ella se deja acariciar, / largamente contemplarla…»; el tiempo y su continuo latido, el que nos hiere: «Es tan extenso un latido que nadie / volvió más allá de sus límites / para contarlo. / Imposible contener la herida de su fuga».


 En la segunda parte, “Calendario lunar”,  el poeta es pura expresión del mundo que le rodea, también de los sentidos que toman en la luna su reflejo, y así serán muchas las lunas y la emoción que envuelve a lo vivido: «Sueñas como un lago bajo la lluvia, / me entregas a los paisajes del tacto, / a la caricia que se encela en tu carne / y madura con los frutos del ascua»; es en el poeta la presencia más humana, la mirada y la compasión por los desheredados: «La música de los desheredados / y su cabra amaestrada que baila / una danza feroz en medio de la calle, / dan fe de nuestra rendición sin condiciones, / vendida por unas pocas monedas en el plato…». Ya en la tercera parte, “Íntimo calendario”, el poeta es sujeto de amor y en él se muestra desnudo y libre, convencido de concluir así el ciclo lírico de ese tiempo más personal e íntimo: «El amor es un camino en el parque / al que gusta volver por sus pasos, / que regrese la lluvia y despierte / en la dulce intimidad del paraguas / esa oscura presencia de fuego / que levanta su trono en la sangre / y en las manos que se tocan libera / el sublime temblor de una caricia»; pero todo, alguna vez concluye, es el final y en él también el poeta deja huella, como cuando escribe: «Acudo a ocupar mi asiento a la mesa, / a compartir también tu muerte (…) Volvemos a casa con la furiosa tarea del silencio / y la desolada condición de la memoria». Como cierre de esta eclosión lírica de José Pulido, estos conmovedores versos que refuerzan su voz más honda y poética, extraídos del poema que da título a este libro “La metáfora del corazón”: «Instantes que son vida, que hieren cuando pasan / y dejan en el corazón su huella, su música, / su olvido». 

Título: La metáfora del corazón              
Autor:  José Pulido
Edita: Diputación de Salamanca (2016)   




Cavafis


Poesía Completa



Conviene no afligirse, caer en el pesimismo más absoluto o abandonarse como un barco a la deriva. A veces no es fácil, sobre todo si miramos a nuestro alrededor y vemos que, efectivamente, existen más señales de hundimiento o las suficientes como para creer que de un momento a otro el barco que somos todos encallará sin remedio. Si esta referencia social la trasladamos al ámbito de la literatura no es más halagüeña la situación. En poesía, por mucho que algunos quieran presentarnos una imagen colorista, de vanguardia, tremendamente innovadora, la verdad es bien distinta. Ya no hay esa querencia por la literatura, la poesía en sí misma, en esencia, que no es otra que el lenguaje, la palabra como centro y motor de todo. Se tiende a la fragmentación y la brevedad con demasiada frecuencia, como si nos estorbaran las palabras, esas que son la razón misma de la literatura, hasta comprobar que esa tendencia se convierte en una moda y la moda, por su propia definición, en algo superficial y vacuo. La palabra poética es resplandor, conmoción, éxtasis o trance si se quiere, sima y cielo, y nada puede sustituir esa emoción que nos depara acariciar su piel y escuchar su música. Sí, porque la poesía es música en su más amplio sentido y significado, y el poeta que la ha sentido lo sabe bien, porque adentro, en su interior, la luz es la palabra, que todo lo trasciende.


 La palabra que nace a borbotones y a borbotones habita el alma del poeta. Sólo así podemos entender el acto de la creación poética. De ahí que cuando llega a nuestras manos un libro como el que hoy mostramos en esta sección de lectura, como es “Cavafis. Poesía completa”, edición, traducción, introducción y notas de Pedro Bádenas de la Peña, y publicado por la editorial cordobesa Almuzara, uno sienta una cierta liberación, y ese afligirse o abandonarse del que hablábamos al principio, se convierta en esperanza, en luz ante tanta oscuridad. Este libro, que ronda las 800 páginas, contiene toda la producción poética de Cavafis (Alejandría 1863-1933), desde sus Poemas Canónicos, Poemas Inéditos, Poemas Ingleses (traducidos por el también poeta Luis Alberto de Cuenca), Poemas Proscritos, Traducciones, Traducciones Inéditas, Poemas Inconclusos, con inclusión también de Borradores sueltos, hasta sus Poemas en prosa. Por todo ello, y ante la mediocridad existente, releer a Cavafis se convierte en un placer indescriptible. Este volumen nos devuelve la esperanza en la palabra poética. Con Cavafis entramos en un universo extraordinariamente luminoso, donde el mestizaje cultural es otra de las razones fundamentales para entender su poética, la razón de ser y estar de un poeta que, con el tiempo ha ganado presencia en el ámbito de la poesía del siglo XX y, por ende, de la literatura universal.

 Escribe Bádenas en la introducción del libro:« El conjunto de su obra (poesía y prosa) muestra que su imaginación bebe de lo que descubre, además de sus propias concepciones. Lo que verdaderamente impulsa su escritura es una combinación de lo que encuentra en sus variadas y múltiples lecturas, lo cual va constituyendo una inmensa cantera de la que toma elementos que acopla a aquellos temas que le interesa expresar. Esta manera de proceder es lo que caracteriza la creatividad de Cavafis». Nada mejor, cuando nos encontramos a un paso del precipicio de la desilusión o el pesimismo, del tedio o la desesperanza que acercarse a la poesía de un clásico ya como es Cavafis, y en esta ocasión a través de las traducciones del griego al castellano realizadas por Pedro Bádenas de la Peña (Madrid1947), filólogo y traductor español, que ya en ya en 1994 recibiera el Premio Nacional de Traducción. 

Extensa y variada es la obra que nos legó Cavafis, y por ello difícil se nos hace seleccionar unos versos de entre tantos. No obstante, y resumimos aquí su espíritu, su alma, con un fragmento del poema 

“Melancolía de Jasón, Hijo de Cleandro, poeta de Comagena (595 d.c.): 

«El envejecer de mi cuerpo y de mi rostro /
 es la herida de un espantoso cuchillo. /
 No tengo la menor resignación. /
 A ti acudo, Arte de la Poesía, /
 que algo sabes de remedios; / 
intentos para aturdir el dolor con la Fantasía y la Palabra».

 Un libro imprescindible para adentrarse en el universo poético de Cavafis.


Título: Cavafis. Poesía completa
Traductor:Pedro Bádenas de la Peña  
Edita: Almuzara (Córdoba, 2017)







ASEDIOS A LO INDECIBLE
San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante

Vivimos un tiempo extraño, necesitado de luz y alma. Es tanta la mediocridad que nos rodea que cuando uno se encuentra o halla en el camino a personas de la talla de Luce López-Baralt (Puerto Rico, 1950) no se puede por menos que expresar eterno agradecimiento por el conjunto de su obra, de la que destacamos, entre otros, los siguientes libros: “San Juan de la Cruz y el Islam”, “Huellas del Islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo”, “A zaga de tu huella”. La enseñanza de las lenguas semíticas en Salamanca en tiempos de san Juan de la Cruz, “Moradas de los corazones de Abu-l-Hasan al-Nuri de Bagdad” o “Poemas de la vía mística de Seyyed Hoseein Nasr”. Esa luz y alma de la que hablaba al principio nos la reportan los textos de la catedrática de Literatura española y comparada en la Universidad de Puerto Rico, Luce López-Baralt. Sus estudios sobre literatura mística son un referente en cualquier trabajo que se pretenda afrontar. Sus trabajos anteriores y este que traemos a nuestro particular “Salón de lectura” titulado “Asedios a lo indecible. San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante”, son de tal altura que uno se adentra en ellos seguro de descubrir un mundo tan desconocido como apasionante, donde el misterio se revela en la palabra como una deslumbradora luz, alma toda de una forma de entender la vida que nos traspasa y perturba, agotándonos en la esencialidad y pureza de ese sentir la espiritualidad que denominaremos mística. Precisamente esta dedicación a la investigación y estudio crítico de la literatura le ha valido reciente y muy merecidamente el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña 2016 que concede la Academia Mexicana de la Lengua y dirigido a escritores en castellano que hayan destacado en el género del ensayo, como también fue reconocida con el Premio Nacional de Investigación y Crítica de Puerto Rico por su libro “El cántico místico de Ernesto Cardenal, publicado por la editorial Trotta en el año 2012. En 2016 se llevaba a cabo la 2ª edición del libro que hoy comentamos: “Asedios a lo indecible”, un texto fundamental que analiza profundamente la poesía de san Juan de la Cruz, el más grande místico de la historia de la literatura. Análisis que López-Baralt concreta en tres partes esencialmente: la primera, “El «Cántico espiritual» del Simurg que descubre que era lo mismo que cantaba”, que abre con una clarificadora cita de Alfred Lord Tennyson: «La lección (de la experiencia mística) implica una seguridad esencial: el Reino está dentro de uno mismo». Para Luce «San Juan es, en efecto, un maestro del “des-decirse”: se trata de una de sus más eficaces técnicas literarias para abordar lo Innombrable». En “Cántico espiritual” hallamos la culminación de la poesía mística de San Juan de la Cruz, y así lo escribe la autora de este libro: «Una vez más, los versos, de una hondura abismal, nos entregarán secretos portentosos de la vivencia infinita de su autor, tan difícil de explicitar porque se encuentra completamente al margen de la lengua y de la razón humana. Para encaminarnos de alguna manera a la tesitura sobrenatural de esta experiencia, lo primero que hace el agudísimo poeta con este conjunto de liras desconcertantes es poner sordina a nuestras capacidades racionales». 


La segunda parte, “A oscuras y en celada: la fusión nocturna en el Amor Indecible, nos adentra otra de las obras fundamentales del carmelita Juan de la Cruz, “La noche oscura”. En el análisis de esta obra López-Baralt nos dice que «las coincidencias entre san Juan y los místicos de Oriente resultan muy estrechas […] Los sufíes del Irán elaboraron pormenorizadamente el símbolo de la noche oscura del alma a lo largo de la Edad Media, y lo hicieron tanto en lengua persa como en lengua árabe». Resumen el estudio de Luce López-Baralt estas palabras: «La alusión velada pero indiscutible que hace a su vez en la “Noche oscura” al eterno dilema del eros y el tánatos –vivir el amor es morir a uno mismo para vivir en el amado- hunde el poema en un mundo de significaciones mucho más complejas de las que tendría un simple poema de amor erótico que se limitase al estricto plano carnal», y añade, para concluir:«La “Noche oscura” constituye un verdadero prodigio literario». La tercera y última del estudio la titula “Ya por aquí no hay camino: la combustión transformante final de la “Llama de amor viva”. Escribe López-Baralt: «En el poema de la “Llama de amor viva”, en que celebra los límites de su unión transformante, el príncipe de los místicos españoles acude al antiguo símbolo de la llama abrasadora para explicitar de alguna manera estos grados últimos de su combustión espiritual». Concluyo, “Asedios a lo indecible” es un libro imprescindible para poetas e investigadores y su autora, Luce López-Baralt, garante y luz que alumbra la literatura mística de todos los tiempos.

Título: Asedios a la indecible. San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante
Autor: Luce López-Baralt
Edita: Trotta (2ª ed. Madrid, 2016)











SALÓN DE LECTURA _________________________________ José Antonio Santano



NO ERES NADIE HASTA QUE TE DISPARAN


Hay libros que dejan una huella imborrable. Los hay conmovedores, entrañables, de una inmensa belleza, ingeniosos, extravagantes, sublimes, etc., etc. Creo no equivocarme si afirmo que confluyen en “Mortal y rosa”, de Francisco Umbral todos esos calificativos y más, tal vez, su mejor libro desde mi punto de vista. Umbral dejó escrito en ese libro: «Si no hay transparencia no hay escritura […] El escritor tiene que dejar pasar la luz del mundo sobre la cuartilla, el sol de la escritura. […] La prosa es prosa porque tiene sombra, la sombra del tío que está encima. Si no tiene sombras es poesía». Hoy, dicho libro me sirve de pórtico y modelo para hablar de otro bien distinto, sin sombras, y, consecuentemente, de poesía: “No eres nadie hasta que te disparan”, del poeta Rafael Soler (Valencia, 1947). Este es el cuarto que el sello editorial Vitruvio publica, anteriores fueron “Maneras de volver”, “Las cartas que debía” y “Ácido almíbar”, que ya tuve ocasión de comentar en este misma sección hace unos meses. Si en aquella ocasión escribía: «Soler interioriza todo lo que le rodea, ya sean objetos o pensamientos, de tal manera que una vez dentro nos revela lo hallado, es decir, lo trascendido. En esa interiorización de la verdad –su verdad- el poeta se abstrae hasta el límite, creando un universo propio donde la palabra se hace luz y vida» -transparencia-, ahora no puedo sino destacar su singularísima voz, tan distinta y distinguible a la vez, que nos envuelve hasta levitar en el espacio y sus silencios. La voz de un poeta que no se achica ante nada, para el cual el reto mismo de la vida produce en sus versos esa tensión necesaria para expresar, plenamente, la originalidad, los detalles, aunando narrativa y lírica, fondo y forma en un estilo único que hace de él uno de los poetas españoles más destacados. Rafael Soler nos conduce en esta obra a los “asombros”, en esa pretensión de abismarse en el misterio de las cosas, de su sencillez hasta trascenderla, para casi desaparecer, que vendrá a explicar en sí mismo el título de este arriesgado y original texto, “No eres nadie hasta que te disparan”, que estructurado en seis partes independientes u autóctonas (Cuaderno de Elvira, Cuadernos de Martín, Cuaderno de Abel, De cuanto pudo acontecer y no sucede, El cine, en el cine y Epílogo, y no), conforman un solo objeto poético, una voz armónica y luminosa, que no se deja influenciar por ninguna moda y que busca en la infinita soledad todos los silencios existentes, la vida misma. Esta es la razón de ser del poeta, la savia recogida durante este tiempo de madurez que lo agita hasta alcanzar la plenitud toda del lenguaje, de la palabra que vuela como un pájaro por los confines celestes de la poesía verdadera, esa que suena muy adentro de la nada para convertirse en alma luz de un tiempo tan extraño como deshumanizado. 


El poeta, harto de tanta mediocridad, y bastándose de la palabra no ha dudado un momento para crear un espacio y un tiempo nuevo, una forma distinta de temblor, de luz que alumbre el camino habitado por tan devastadoras sombras. Como ejemplo de lo dicho hasta ahora cabría seleccionar cualquier poema de los contenidos en “No eres nadie hasta que te disparan”, cualquiera, pero uno solo sería suficiente para ilustrarlo, porque verdaderamente Elvira, Martín y Abel, son personajes corrientes de un guión, de una acción, nombres escritos sobre el papel y un argumento sólido y suficiente; diría más, unos versos solo resumirían la verdad que persigue el poeta, que devuelve la poesía a su estado puro, a la raíz del ser, a la olvidada locura cervantina como única verdad capaz de transformar el mundo.
 Sabe Rafael Soler de ese empeño y así lo escribe en el poema 

“La falsa pulcritud de los escombros: 

«De espalda a la pared
 / los locos crónicos son de natural pacífico 
/ y muy conservadores […] //
 un loco crónico alza sus brazos para llamar al sol 
/ y aunque viva perseguido de invisibles amenazas /
 enquistado tenaz en su rutina /
 puede sorprenderte con un don inesperado / 
multiplicar digamos mil quinientos doce / 
por tu matrícula de coche / 
y salir indemne del empeño / 
aunque lleve en el bolsillo una pinza de colgar…».

 Una vez más la personalísima voz de Soler, esa forma tan suya de construir metáforas, los variados matices sintácticos y semánticos no hacen sino constatar la existencia de una poesía viva, capaz de alterarnos, por encontrar en ella una fuerza especial, una verdadera eclosión poética que no puede dejar pasar ningún lector que se precie. Sin duda alguna, “No eres nadie hasta que te disparan” sitúa a Soler en un lugar preeminente dentro del actual panorama poético español.

Título: No eres nadie hasta que te disparan
Autor: Rafael Soler
Edita: Vitruvio (Madrid, 2016)



Libros de poesía

  • “Pie de página” 2012 , nº 150 de Els Plecs del Magnânim, V-2080-2012
  • “La vida en un puño” 2012 Editorial Servilibro y la Asociación Pistilli Miranda (Asunción,Paraguay) Depósito nº 1328 / 98
  • “Los sitios interiores (sonata urgente”), 1980. Colección Adonais. Ed. Rialp ISBN: 84-321-2058-8

Libros de narrativa

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986