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SALÓN DE LECTURA ______ José Antonio Santano |
No creo que me equivoque si
afirmo que es muy difícil encontrar en el panorama literario actual
una voz que se distinga, elegante y personal, con variedad de
registros que la hagan diferente, innovadora, perspicaz e irónica al
mismo tiempo, esencial en su concepción misma, divertida incluso,
cosmopolita, heredera de la mejor tradición narrativa española, y
moderna en el sentido de original, de una frescura tan sublime como
inaudita. Pocas veces halla uno una novela tan sólida en su
estructura como sugerente por sus variados recursos lingüísticos,
sintácticos y semánticos.
Lo dicho y algo más que añadiremos más
adelante constituye el ensamblaje, la arquitectura de un texto
extraordinario, de una novela que derrocha imaginación e ingenio a
lo largo de sus algo más de 200 páginas: “El último gin-tonic”,
de Rafael Soler, que regresa así al género narrativo, a tomar las
riendas de una prosa vivaz y diamantina. De la idea inicial de un
correo electrónico, que sitúa la acción narrativa y el motivo
central de lo que será luego un derroche de historias tan distintas
como distintos son los personajes protagonistas de las mismas, hasta
la conclusión de la narración, Soler viene a demostrar su talento
para crear situaciones tan reales y sugestivas, desde una perspectiva
lingüística y sintáctica que revela al escritor de raza que ha
sido capaz de construir esta novela apasionante.
Y lo es por muchos
motivos: el manejo del lenguaje, una mirada que parte de la anécdota
hasta transformarse en elemento trascendental de la narración, la
descripción como pilar consustancial del discurso (poético-lírico
en muchas ocasiones), el laberinto como modelo resolutivo de los
conflictos y las relaciones, la presentación de los personajes
enfrentados a sí mismos, el culto a lo novedoso tanto en su
concepción como en su ejecución, influencia de modelos
audiovisuales (cine, televisión, teatro, etc.) en la acción y
narración de cada una de las historias, así como la frescura
constructiva de los diálogos, son aspectos que hacen difícil
definir o conceptuar exactamente la tipología narrativa de la
novela. Todo sucede de lunes a jueves, en cuatro capítulos
respectivamente: “Tres más uno”, “Los abrazos”, “Aquí
nadie tiene a nadie” y “Póker de ases”. Tiempo suficiente,
cuatro días, para contarnos lo mucho que sucede a la familia Casares
(Moisés Casares Cendoya, el abuelo; Alberto y Lucas, sus hijos, y
Juan, Marcos y Mateo –como los evangelistas- los hijos de Lucas,
además de otros personajes que complementan la narración como María
–la amante- o Diego –el esposo cornudo y autor de los correos
electrónicos- hasta crear una narración de auténtica filigrana).
La disección de cada uno de los personajes mencionados es de una
precisión matemática y todos juntos o por separado constituyen el
elemento vertebrador de la narración, a veces laberíntica por su
propia estructura discursiva pero nunca incomprensible o aburrida.
Soler construye una historia tan sólida como ingeniosa y actual, que
afronta los problemas propios del tiempo que nos ha tocado vivir,
pero que él trata con ese regusto por la palabra y un lenguaje
siempre acorde con la realidad que describe, en muchas ocasiones
irónico, en otras con un humor tan negro como elegante, que nos
devuelve a la mejor tradición novelística española, a la
cervantina concepción de la novela. Realidad y ficción se
complementan para vivir en las páginas de “El último gin-tonic”
situaciones que van del hecho mismo de la muerte hasta el amor,
pasando por la soledad, miedos, violencia, traiciones, dolor, sexo,
juego; es decir, el deseo de revelar la porción que en cada ser
existe de felicidad o desdicha, desde la concepción personal que
cada uno de los personajes posee de la vida, que a fin de cuentas es
la literatura. Un viaje al territorio de lo desconocido, no solo al
de los pingüinos de Puerto Madryn en la Península Valdés
(Argentina), sino al mundo interior de cada uno de los protagonistas
de esta historia escrita con el rigor y el ingenio que caracteriza a
su autor, Rafael Soler.
De fuera hacia adentro, y viceversa, Soler ha
sabido plasmar lo que parece una simple anécdota, en una obra que
contiene innumerables matices expresivos, desde los propios del
lenguaje audiovisual, hasta los de encadenamiento narrativo de los
diálogos en los tiempos y el espacio que el narrador ha considerado
novedosos para imprimir a la historia ecos de auténtica literatura.
Una ciudad, una familia y la soledad, el vacío que la vida nos
impone en determinados momentos y la alegría de otros, los menos,
porque el dolor y la muerte siempre están acechantes. Un recorrido
por la vida misma en sus aspectos más cotidianos, que hacen de esta
novela una lectura necesaria para comprender mejor el mundo en que
vivimos, que a fin de cuentas de eso se trata, de desvelar y
descubrir los misterios con la mejor herramienta que dispone el
verdadero escritor: la palabra. Una novela original, que no dejará
indiferentes a sus lectores, para los que deseo no sea este “El
último gin-tonic”, sino el penúltimo, en compañía de su autor,
Rafael Soler, y sus futuras narraciones.
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Título:
El último gin-tonic
Autor:
Rafael Soler
Editorial:
Contrabando (Valencia,
2018)