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Reseña de José Antonio Santano sobre CONCIERTO DE CONTRARIOS


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión. A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

Reseña de José Antonio Santano sobre CONCIERTO DE CONTRARIOS


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión. A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

CONCIERTO DE CONTRARIOS. Reseña por José Antonio Santano


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión.

 A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones:Entornográfico (Granada, 2017)

CONCIERTO DE CONTRARIOS. Reseña por José Antonio Santano


Son muchas las voces en el panorama actual de la poesía española. Tal vez esa natural circunstancia se engrandece por la particularidad de cada una de esas individualidades. Lo que nos plantea siempre el hecho concreto de la cantidad frente a la calidad. Son muchas las publicaciones de poesía que llegan a las librerías a lo largo de todo un año, pero no tantas las que consiguen atraer al verdadero lector de poesía, y menos aún, a la crítica. Sabemos que no es fácil este viaje y que sólo algunos lo concluyen con éxito en su sentido más amplio. El poemario que hoy analizamos en esta sección mantiene el pulso poético desde la primera a la última página, y la voz del poeta, por tanto, está presente como una luz guiadora. “Concierto de contrarios”, del poeta alicantino Juan Ramón Torregrosa (Guardamar del Segura, 1955) es el libro elegido para esta ocasión.

 A este hay que sumar otros como “Sol de siesta”, “Sombras del olvido”, “La soledad siguiendo” y Cancela insomne”. En honor a la verdad hay que decir que “Concierto de contrarios” es un libro de madurez, en el cual el poeta presenta, a través de distintos pórticos, experiencia y conocimiento, reflexión continuada sobre la vida, que no es sino el juego de los opuestos, de las contradicciones, de los contrarios: vida y muerte, tristezas y alegrías, amor y odio, desde una mirada puramente humana, y por ende, poética, que trasciende la propia realidad. En ese “Concierto de contrarios” Torregrosa mide con milimétrica exactitud su mirada, que no es sino la razón de ser del hombre frente al mundo. El poeta sabe bien que el único instrumento que conoce para revelar y rebelarse es el lenguaje, la palabra como razón última del conocimiento al servicio de la emoción, de esa capacidad para cambiar y transformar la vida misma. Y en estas nos encontramos con un poeta de mirada limpia, abarcadora, que se aplica en los detalles para conformar un universo donde el hombre sea el centro. Detiene el tiempo el poeta, se abstrae después de contemplar la vida en derredor suyo hasta alcanzar una voz plena y distinta, original. El poeta no puede desasirse del hombre que lo habita y en ese contexto vuelve a los orígenes, a su entorno natural y constatar, desde la experiencia de la contemplación que va más allá de la simple mirada, esos mundos secretos que la propia Naturaleza nos descubre. De esto trata precisamente la primera parte del libro, de la Naturaleza, y que titula “Sucesión de los días”. 

Sean una prueba fehaciente de lo dicho estos versos del poema “Después de la tormenta: «Ocurrió todo de repente / y, repentinamente, cesó todo. // Ahora recuerdo / suena lejano y solo un aire / más cristalino y un aroma / que impregna de matices la mirada / te dice que no fue sueño y pasó. // Tal es la magia, el imprevisto encanto, / de la calma después de la tormenta». El juego de los opuestos, la serena mirada del poeta que ahonda en lo insondable, la fuerza de la plenitud léxica, de la profunda reflexión: «La partícula más imperceptible / forma parte de un todo, / y ese todo / nunca sería el mismo, / nos consuela pensar, / sin la nada que somos». En la segunda parte del libro, “La piedra y la palabra”, el poeta, contraponiendo el silencio de la piedra al sonido de la palabra, nos dice en su poema “Templo en ruinas”: «De todo cuanto vida fue y belleza / qué poco permanece. // Solo la voz, / la palabra intangible, fugitiva, / infunde vida y forma / a lo que en su nombras de nuevo existe». No cesa Torregrosa en infundir solidez al verso a través de la imágenes y la fuerza del lenguaje. En “Voces y gestos” resume su propuesta poética sobre los opuestos, siempre desde la armonía de la palabra escrita, como así lo dice en “Contienda”: «Todo cuanto hay y existe / fue concebido a modo de contienda; / los animales / unos a otros se temen y persiguen, / los vientos se hacen guerra sin cuartel, / la tierra tiembla, el mar nunca se está quieto, / la llama arde y los cuatro de continuo / contra nosotros luchan». 

Al poeta le asiste esa incertidumbre de lo humano, una cierta desesperanza ante la realidad vivida y así lo muestra una vez y otra en “Concierto de contrarios”. En el cuarto bloque poético, “La luz desde la sombra”, el tema tratado es el tiempo en ese concepto referido a la fugacidad de la vida frente a lo permanente, el pasado y el futuro, lo que fue y lo que será: «Huyó también / la hora precisa, la inocencia, / el abrazo ofrecido, el abandono. // Solo queda el vacío, el desvarío, / la sangre que a escondidas / busca su origen: la belleza / sumisa, silenciosa, los espejos / de agua, las algas ciegas». El poeta nos ofrece un último poema “Dos vidas”, como resumen y conclusión de todo lo dicho anteriormente, y que viene a confirmar la grandeza de su poesía: «Amas la vida retirada, vida / que se nutre de paz y no malgasta / las horas en labores infecundas. (…) Amas también la vida activa, vida / digna de elogio, distinción y fama / si plena de invenciones y virtudes. (…) Ambas buscas y en lucha permanente / las dos en ti conviven y combaten: / la vida activa que a la acción de empuja, / la vida ociosa que la paz te ofrece». Como dice su prologuista, Fernando Parra, la poesía de Torregrosa es «Un acto de amor. A la poesía y a la vida. Y, como tal, un “Concierto de contrarios”. Afortunadamente».


Título: Concierto de contrarios
Autor: Juan Ramón Torregrosa
Ediciones: Entornográfico (Granada, 2017)

Yo soy todos los besos que nunca pude darte




Salón de lectura ___________________________________ José Antonio Santano
Yo soy todos los besos que nunca pude darte

Por circunstancias que no vienen al caso no pude en su día traer a este “Salón de Lectura” mi opinión sobre un libro de relatos tan interesante como extraordinario. Un género, el relato, tal vez olvidado en demasía. Sin embargo, cuando la palabra precisa se encadena a otra hasta formar un corpus sólido y coherente en su estructura, concibiendo forma y fondo como un mismo ente, un ser en toda su magnitud, lo que siente, mejor decir lo que vive el lector es una explosión interior, de manera que conocimiento y emoción se amalgaman hasta convertir ese momento (la lectura) en único e irrepetible. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando el libro que se tiene entre las manos es “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, de Francisco López Barrios y al cuidado editorial de Dauro. Un libro que el año pasado fue merecedor, con toda justicia, del XXII Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato. Y dos relatos son los que contiene, a saber: “El Cubanito” y “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, que da título al libro. López Barrios sabe muy bien cómo mover los hilos del lenguaje, adentrarse de lleno en el corazón de las palabras y dibujar, sugerir lo aprehendido hasta colmar de luz toda oscuridad. La prosa de Francisco López Barrios es hermosísima y brillante a la vez, genuina porque bebe de la más grande y culta tradición literaria española, esa que a veces nos recuerda las mejores páginas escritas en lengua castellana. No se trata, pues, de contar una historia determinada, sin más rigor que enlazar una palabra tras otra, sino de cómo se cuenta esa historia, añadiendo así el verdadero valor literario a la escritura. López Barrios, además de poseer sobradamente capacidad de expresión, adereza sus relatos con ingenio, cierta ironía (frecuentemente olvidada en el panorama actual de la literatura española), grandes dotes de imaginación y sabiduría. En la primera propuesta narrativa, el relato titulado “El Cubanito”, se aprecia lo indicado en líneas anteriores. Con un tema que podría parecernos a priori tópico, el magisterio de López Barrios hace que no lo sea. No es sólo el argumento que sustenta la narración con la salida de Cuba de un padre y el hijo, sino el fondo de esa huida hacia adelante, en la búsqueda de un futuro, de una oportunidad para vivir dignamente, salir de la pobreza física y espiritual («Con la pobreza ocurre que te acostumbras a ella y sólo reconoces la mezquindad de sus carencias, la brutalidad de sus limitaciones, cuando te asomas por cualquier circunstancia a otras formas de vida») a la que está sometido todo el pueblo cubano, dejar muy atrás el pasado, en lo que había terminado la Revolución: «Convirtiendo a Cuba en una casa de putas mal amueblada, m’hijo, y lo peor es que su dueño, ciego y sordo, no escucha ya ni las voces del corazón». Una huida que padre e hijo vivirán intensamente, y en la que el amor filial aflora deslumbrador: «Llegué a querer a mi padre como probablemente nunca le había querido. Entendí que detrás de su inquietud se agazapaba un impulso fantástico que, alejándolo de la vulgaridad de su destino, lo transportaba hasta la soledad de los iluminados para hacerlo más grande, más digno de su condición humana: porque siempre conservó la pasión imprescindible, desde los lejanos días de la guerrilla en Sierra Maestra hasta sus recientes peripecias malagueñas, como para inventar el mundo, mirarlo con ojos limpios y sacudir de su existencia las argollas, físicas o psicológicas, que otros disponen para quienes, como él, nacen extramuros del poder, la riqueza o la gloria». López Barrios desarrolla un discurso narrativo apasionante, incluso cuando se trata de retratar la muerte: la del padre («También mi padre huyó primero de ser negro, y de Cuba después. Huyó del miedo, de la pobreza, de sí mismo y de los demás, y encontró a D. Rafael y a los españoles que tanto quería, y aquí quedó para siempre porque adivinó el rostro de la muerte y pareció gustarle» y la del torero Calerito, D. Rafael, el empresario de clubes malagueños. Es la última huida, hacia la muerte como símil del cara a cara entre toro y torero, la principal clave de esta narración sobrecogedora. De otro lado tenemos el segundo relato, que da título al libro, “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”. Si en el primero López Barrios nos seduce con una narración hilarante y dramática a un tiempo, el segundo relato aporta una visión y concepción del mundo que, a pesar de la temática: el incesto, al ser tratada de forma tan sutil, nos parece entrañable. En el fondo (en la forma alude a la fórmula teatral: escenario y personajes) la soledad y el amor, también la muerte se amalgama en esta extraordinaria historia del asesinato de dos mujeres en la ciudad de Málaga. El paisaje de tres escenarios Granada, Málaga y Mojácar, tan cercanos al autor, la presentación psicológica de los personajes y la riqueza del lenguaje expresado en sus páginas conforman un texto inolvidable. Las secuelas de una infancia triste y solitaria del principal personaje (El Acusado) vivida junto al abuelo, militar del régimen franquista, es la clave para entender, la deriva de los afectos, salvada sólo por el extremado amor a la madre: «Mientras, el niño, que ha reanudado su marcha en silencio, observa una acuosa veladura en los ojos de Arquía, acaricia con cuidado preguntas que nadie querrá responderle, espera sin confianza respuestas que llegarán muchos años más tarde y aprende que la violencia y la locura se esconden a menudo entre quienes se reclaman responsables de su definitiva abolición… ». Con estas mimbres ha construido López Barrios un relato tan valiente como elegante, que nos muestra esa parte de la condición humana oculta, capaz de conmocionar hasta límites insospechados. Un libro de relatos que ningún lector que se precie como tal puede dejar de leer y un autor, Francisco López Barios, imprescindible en el panorama actual de las letras españolas.


Título: Yo soy todos los besos que nunca pude darte
Autor: Francisco López Barrios

Editorial: Dauro (Granada, 2015)   

Yo soy todos los besos que nunca pude darte




Salón de lectura ___________________________________ José Antonio Santano
Yo soy todos los besos que nunca pude darte

Por circunstancias que no vienen al caso no pude en su día traer a este “Salón de Lectura” mi opinión sobre un libro de relatos tan interesante como extraordinario. Un género, el relato, tal vez olvidado en demasía. Sin embargo, cuando la palabra precisa se encadena a otra hasta formar un corpus sólido y coherente en su estructura, concibiendo forma y fondo como un mismo ente, un ser en toda su magnitud, lo que siente, mejor decir lo que vive el lector es una explosión interior, de manera que conocimiento y emoción se amalgaman hasta convertir ese momento (la lectura) en único e irrepetible. Y eso es exactamente lo que ocurre cuando el libro que se tiene entre las manos es “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, de Francisco López Barrios y al cuidado editorial de Dauro. Un libro que el año pasado fue merecedor, con toda justicia, del XXII Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato. Y dos relatos son los que contiene, a saber: “El Cubanito” y “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, que da título al libro. López Barrios sabe muy bien cómo mover los hilos del lenguaje, adentrarse de lleno en el corazón de las palabras y dibujar, sugerir lo aprehendido hasta colmar de luz toda oscuridad. La prosa de Francisco López Barrios es hermosísima y brillante a la vez, genuina porque bebe de la más grande y culta tradición literaria española, esa que a veces nos recuerda las mejores páginas escritas en lengua castellana. No se trata, pues, de contar una historia determinada, sin más rigor que enlazar una palabra tras otra, sino de cómo se cuenta esa historia, añadiendo así el verdadero valor literario a la escritura. López Barrios, además de poseer sobradamente capacidad de expresión, adereza sus relatos con ingenio, cierta ironía (frecuentemente olvidada en el panorama actual de la literatura española), grandes dotes de imaginación y sabiduría. En la primera propuesta narrativa, el relato titulado “El Cubanito”, se aprecia lo indicado en líneas anteriores. Con un tema que podría parecernos a priori tópico, el magisterio de López Barrios hace que no lo sea. No es sólo el argumento que sustenta la narración con la salida de Cuba de un padre y el hijo, sino el fondo de esa huida hacia adelante, en la búsqueda de un futuro, de una oportunidad para vivir dignamente, salir de la pobreza física y espiritual («Con la pobreza ocurre que te acostumbras a ella y sólo reconoces la mezquindad de sus carencias, la brutalidad de sus limitaciones, cuando te asomas por cualquier circunstancia a otras formas de vida») a la que está sometido todo el pueblo cubano, dejar muy atrás el pasado, en lo que había terminado la Revolución: «Convirtiendo a Cuba en una casa de putas mal amueblada, m’hijo, y lo peor es que su dueño, ciego y sordo, no escucha ya ni las voces del corazón». Una huida que padre e hijo vivirán intensamente, y en la que el amor filial aflora deslumbrador: «Llegué a querer a mi padre como probablemente nunca le había querido. Entendí que detrás de su inquietud se agazapaba un impulso fantástico que, alejándolo de la vulgaridad de su destino, lo transportaba hasta la soledad de los iluminados para hacerlo más grande, más digno de su condición humana: porque siempre conservó la pasión imprescindible, desde los lejanos días de la guerrilla en Sierra Maestra hasta sus recientes peripecias malagueñas, como para inventar el mundo, mirarlo con ojos limpios y sacudir de su existencia las argollas, físicas o psicológicas, que otros disponen para quienes, como él, nacen extramuros del poder, la riqueza o la gloria». López Barrios desarrolla un discurso narrativo apasionante, incluso cuando se trata de retratar la muerte: la del padre («También mi padre huyó primero de ser negro, y de Cuba después. Huyó del miedo, de la pobreza, de sí mismo y de los demás, y encontró a D. Rafael y a los españoles que tanto quería, y aquí quedó para siempre porque adivinó el rostro de la muerte y pareció gustarle» y la del torero Calerito, D. Rafael, el empresario de clubes malagueños. Es la última huida, hacia la muerte como símil del cara a cara entre toro y torero, la principal clave de esta narración sobrecogedora. De otro lado tenemos el segundo relato, que da título al libro, “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”. Si en el primero López Barrios nos seduce con una narración hilarante y dramática a un tiempo, el segundo relato aporta una visión y concepción del mundo que, a pesar de la temática: el incesto, al ser tratada de forma tan sutil, nos parece entrañable. En el fondo (en la forma alude a la fórmula teatral: escenario y personajes) la soledad y el amor, también la muerte se amalgama en esta extraordinaria historia del asesinato de dos mujeres en la ciudad de Málaga. El paisaje de tres escenarios Granada, Málaga y Mojácar, tan cercanos al autor, la presentación psicológica de los personajes y la riqueza del lenguaje expresado en sus páginas conforman un texto inolvidable. Las secuelas de una infancia triste y solitaria del principal personaje (El Acusado) vivida junto al abuelo, militar del régimen franquista, es la clave para entender, la deriva de los afectos, salvada sólo por el extremado amor a la madre: «Mientras, el niño, que ha reanudado su marcha en silencio, observa una acuosa veladura en los ojos de Arquía, acaricia con cuidado preguntas que nadie querrá responderle, espera sin confianza respuestas que llegarán muchos años más tarde y aprende que la violencia y la locura se esconden a menudo entre quienes se reclaman responsables de su definitiva abolición… ». Con estas mimbres ha construido López Barrios un relato tan valiente como elegante, que nos muestra esa parte de la condición humana oculta, capaz de conmocionar hasta límites insospechados. Un libro de relatos que ningún lector que se precie como tal puede dejar de leer y un autor, Francisco López Barios, imprescindible en el panorama actual de las letras españolas.


Título: Yo soy todos los besos que nunca pude darte
Autor: Francisco López Barrios

Editorial: Dauro (Granada, 2015)   

BOABDIL. EL PRÍNCIPE DEL DÍA Y DE LA NOCHE



      SALÓN DE LECTURA ____________________Por José Antonio Santano


Boabdil
El Príncipe del Día y de la Noche

Cuántas veces, podríamos preguntarnos, en el decurso de la historia literaria en lengua castellana encontramos, desde las primeras líneas de una obra, el verdadero latir, la esencia misma de la literatura, la luz destellante del lenguaje literario, la fuerza de su desnudez y sucumbimos ante ella por sabernos asombrados y más vivos que nunca, como si una tremenda descarga, una explosión de los sentidos se apoderara de nosotros y en gozosa rendición nos dejáramos persuadir hasta la extenuación. Muy pocas, ¿tal vez cinco, una docena de veces? Pero es tan grande la punzada, su enorme placidez que, cuando así sucede, todo cambia de adentro hacia fuera, o viceversa. Es un momento mágico y único, presagio de lo que acontecerá en páginas sucesivas. Quién no recuerda algunos de esos comienzos gloriosos en los que casi aturdidos por la eclosión de la palabra escrita se presiente toda la eternidad en plenitud, como en la obra cumbre de la literatura española y universal, “Don Quijote de la Mancha”, cuando Cervantes escribe: «En un un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»; de igual manera en otra obra imprescindible como La Regenta, Clarín escribe: «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.», o en esta otra del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente”: «...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!». Algo parecido ocurre con una novela, pura literatura del siglo XXI, merecidamente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica 2017, del escritor Antonio Enrique (Granada, 1953), que nos devuelve la esperanza y la luz deslumbradora de la obra maestra, como lo es, sin duda, “Boabdil. El Príncipe del Día y de la Noche”, que se incia de la siguiente guisa: «ZAS, ZAS, EL AZADÓN. Hiende la tierra húmeda. Un hombre es quien lo blande y otro quien le mira. Las acometidas van siendo más leves, porque acaban de dar en duro. Era medianoche cuando comenzaron. Éste es el último cadáver por desenterrar hoy». Así comienza esta novela que narra las vicisitudes de los últimos días de la vida de Boabdil como rey de Granada. Una narración sólida en su estructura, para la cual su autor ha tenido que realizar un gran trabajo de documentación, pero sobre todo de creatividad. Con la publicación de “Rey Tiniebla” Antonio Enrique demostró su ilimitada capacidad de creador, de narrador de raza, y así viene a confirmarlo ahora con esta su última novela “Boabdil. El príncipe del día y de la noche”. Si en la primera parte la voz narrativa corresponde al propio Boabdil, que recorre la historia de sus muertos, que no es otra que la historia de la dinastía nazarí, de los veinticuatro sultanes de la Alhambra, contada así por quien lo tuvo todo. 



La exhumación de los reyes se convierte en el hilo conductor de la narración y Boabdil será la voz que nos acerque a su conocimiento. Es el azadón en la tierra húmeda que se hiende para desenterrar el pasado, también su destino: «¿Y qué hacer con tantos muertos; me pregunta alguien; no sé, no los distingo con esta oscuridad. Habría que arrimar el farol a sus caras, y aun así no distinguiría a tantos muertos…Ponen las momias unas sobre otras haciendo pared, una hilera de varios hacia un lado, la siguiente atrevesada. Es un muro compacto; si los dejáramos ahí fermentarían sus huesos y fraguarían en cemento. Me llevo sólo los más ilustres. Los cristianos los profanarían, luego de saquearlos. Los demás mandaré los dispersen por cárcavas del monte, en las cercanías del palacia al-Hijar, Alijares. Estos muertos son míos. Y de Granada». La voz narrativa de la segunda será la del anciano Ibrahim Eleazar al-Sabbagh, quien nada tuvo: «Ni cristiano ni moro soy, como ni hombre ni mujer. Todo me lo quitaron, nada me han dejado. Por esto, sé. Y por saber, soy. Todo me lo quitaron menos el sello que cerraba mis labios. Este sello a mi boca me lo arrebato yo. Yo soy quien se lo quita ahora». Dos enfoques narrativos para una mismo hecho, una misma historia, que hacen de esta novela una obra singular, por cuanto amalgama erudición y emoción, la fuerza indiscutible del lenguaje y una asombrosa capacidad para crear belleza. Una obra magistral que conmoverá sin duda alguna al lector que se acerque a sus páginas. Antonio Enrique ha escrito tal vez la novela de sus sueños, la que habitó siempre en su corazón y en el de la Alhambra, donde un día ya lejano alcanzó la felicidad toda.



Título: Boabdil. El Príncipe del día y de la noche
Autor:Antonio Enrique
Edita:Dauro (Granada, 2016)

BOABDIL. EL PRÍNCIPE DEL DÍA Y DE LA NOCHE



      SALÓN DE LECTURA ____________________Por José Antonio Santano


Boabdil
El Príncipe del Día y de la Noche

Cuántas veces, podríamos preguntarnos, en el decurso de la historia literaria en lengua castellana encontramos, desde las primeras líneas de una obra, el verdadero latir, la esencia misma de la literatura, la luz destellante del lenguaje literario, la fuerza de su desnudez y sucumbimos ante ella por sabernos asombrados y más vivos que nunca, como si una tremenda descarga, una explosión de los sentidos se apoderara de nosotros y en gozosa rendición nos dejáramos persuadir hasta la extenuación. Muy pocas, ¿tal vez cinco, una docena de veces? Pero es tan grande la punzada, su enorme placidez que, cuando así sucede, todo cambia de adentro hacia fuera, o viceversa. Es un momento mágico y único, presagio de lo que acontecerá en páginas sucesivas. Quién no recuerda algunos de esos comienzos gloriosos en los que casi aturdidos por la eclosión de la palabra escrita se presiente toda la eternidad en plenitud, como en la obra cumbre de la literatura española y universal, “Don Quijote de la Mancha”, cuando Cervantes escribe: «En un un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»; de igual manera en otra obra imprescindible como La Regenta, Clarín escribe: «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.», o en esta otra del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente”: «...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!». Algo parecido ocurre con una novela, pura literatura del siglo XXI, merecidamente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica 2017, del escritor Antonio Enrique (Granada, 1953), que nos devuelve la esperanza y la luz deslumbradora de la obra maestra, como lo es, sin duda, “Boabdil. El Príncipe del Día y de la Noche”, que se incia de la siguiente guisa: «ZAS, ZAS, EL AZADÓN. Hiende la tierra húmeda. Un hombre es quien lo blande y otro quien le mira. Las acometidas van siendo más leves, porque acaban de dar en duro. Era medianoche cuando comenzaron. Éste es el último cadáver por desenterrar hoy». Así comienza esta novela que narra las vicisitudes de los últimos días de la vida de Boabdil como rey de Granada. Una narración sólida en su estructura, para la cual su autor ha tenido que realizar un gran trabajo de documentación, pero sobre todo de creatividad. Con la publicación de “Rey Tiniebla” Antonio Enrique demostró su ilimitada capacidad de creador, de narrador de raza, y así viene a confirmarlo ahora con esta su última novela “Boabdil. El príncipe del día y de la noche”. Si en la primera parte la voz narrativa corresponde al propio Boabdil, que recorre la historia de sus muertos, que no es otra que la historia de la dinastía nazarí, de los veinticuatro sultanes de la Alhambra, contada así por quien lo tuvo todo. 



La exhumación de los reyes se convierte en el hilo conductor de la narración y Boabdil será la voz que nos acerque a su conocimiento. Es el azadón en la tierra húmeda que se hiende para desenterrar el pasado, también su destino: «¿Y qué hacer con tantos muertos; me pregunta alguien; no sé, no los distingo con esta oscuridad. Habría que arrimar el farol a sus caras, y aun así no distinguiría a tantos muertos…Ponen las momias unas sobre otras haciendo pared, una hilera de varios hacia un lado, la siguiente atrevesada. Es un muro compacto; si los dejáramos ahí fermentarían sus huesos y fraguarían en cemento. Me llevo sólo los más ilustres. Los cristianos los profanarían, luego de saquearlos. Los demás mandaré los dispersen por cárcavas del monte, en las cercanías del palacia al-Hijar, Alijares. Estos muertos son míos. Y de Granada». La voz narrativa de la segunda será la del anciano Ibrahim Eleazar al-Sabbagh, quien nada tuvo: «Ni cristiano ni moro soy, como ni hombre ni mujer. Todo me lo quitaron, nada me han dejado. Por esto, sé. Y por saber, soy. Todo me lo quitaron menos el sello que cerraba mis labios. Este sello a mi boca me lo arrebato yo. Yo soy quien se lo quita ahora». Dos enfoques narrativos para una mismo hecho, una misma historia, que hacen de esta novela una obra singular, por cuanto amalgama erudición y emoción, la fuerza indiscutible del lenguaje y una asombrosa capacidad para crear belleza. Una obra magistral que conmoverá sin duda alguna al lector que se acerque a sus páginas. Antonio Enrique ha escrito tal vez la novela de sus sueños, la que habitó siempre en su corazón y en el de la Alhambra, donde un día ya lejano alcanzó la felicidad toda.



Título: Boabdil. El Príncipe del día y de la noche
Autor: Antonio Enrique
Edita: Dauro (Granada, 2016)

INGRID VELENCIA. OSCÚRAME

SALÓN DE LECTURA _________________________________ José Antonio Santano


OSCÚRAME

Cada año el reencuentro con la poesía iberoamericana está asegurado en la ciudad dorada, en la bella, sabia y lumínica Salamanca. En esta incomparable ciudad, poesía en sí misma, los versos nacen de cada piedra, se elevan hasta alcanzar las nubes, huele a lluvia en sus calles y los silencios fluyen por doquier hasta ensordecer al visitante. Dos libros de poemas nacieron consecuencia del fallo del III Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”: “La metáfora del corazón”, del jiennense afincado en Ávila José Pulido (reseñado en esta misma sección hace unos meses) y “Oscúrame”, de Ingrid Valencia (Ciudad de México, 1983), de tal manera que, madurez y juventud, quedaban ensambladas, unidas en la auténtica y eterna voz de la poesía. Ingrid Velencia sabe bien que a la luz se llega desde la oscuridad, que los silencios no son sino latidos del corazón y que la palabra es la única verdad capaz de transformar el mundo. “Oscúrame” es, por su frescura y modernidad, un libro que sitúa a la poesía latinoamericana actual en un lugar de excelencia. Su variada temática y registros son garantía suficiente para adentrarse en sus páginas y dejarse llevar por la corriente de sus sonidos, con su lenguaje preciso. La poeta bebe de la más culta tradición poética mejicana, pero también de una realidad que se le muestra en toda su pureza, y no caben medias tintas, tan dura como frágil, a la que tiene que enfrentarse cada día desde la soledad que la palabra abriga. Escribe certeramente la profesora de la Universidad de Salamanca y prologuista de este libro Carmen Ruiz Barrionuevo: «La palabra, por tanto, es el instrumento indispensable en la poesía de Ingrid Valencia, útil y sólida herramienta arraiga en la responsabilidad frente a la escritura constituyéndola como poeta de la palabra». Y así es, la palabra en su desnudez y su caleidoscópica forma, armonizadora, clara y precisa, rompedora y magnánima, intensa y lumínica, toda alma nacida de la oscuridad y los silencios. Ingrid Valencia nos habla desde la verdad –su verdad poemática- que resplandece en cada verso, allá en los orígenes: «Comienzo, sí, a mirarme, / a recordar la danza, el aleteo, / el frágil desequilibrio / de abrirse paso / por dentro de la piel, / incluso en la multitud / de aves que mueren / cada noche mientras respiro». La vida es el aliento que alimenta y fluye como agua cristalina de un manantial inagotable, que se adentra a lo más hondo del pensamiento y reclama su luz, toda la luz del mundo, como así Ingrid Valencia lo muestra en estos versos pertenecientes al poema Iztaccíhuatl: «Esta es la vida, una tarde / que se pliega y recorre / el temor, / la súplica / de volver, un día más, / a los callejones del asombro». Esa capacidad de sorprendernos aún por las más bellas y pequeñas cosas es intrínseca al universo poético de Valencia, la fuerza que mana de su palabra toma el vuelo hacia el espacio celeste y permanece en él la certeza de haber construido e interiorizado un don especial que devuelve la esperanza en la poesía, en este caso, que nos llega de la hermana latinoamericana como un fulgor inagotable. La poesía mexicana que nos ocupa en esta ocasión bien merece, de la mano de Ingrid Valencia, una parada, una reflexión profunda sobre forma y fondo, de tal manera que en su reflejo podamos atisbar otros mundos desconocidos, otras vidas que esperan desde antaño que volvamos a los orígenes para conocer mejor nuestro futuro destino: «Los ecos se mezclan / con las voces, con la piedra / derrumbada. // Ya en el polvo, / las luces se abren / y me abandono al origen». Sin duda alguna “Oscúrame” es un libro distinto y singular, que se aparta de las modas y los estereotipos actuales de la poesía española, y por esa misma razón, y habiendo sido escrito desde una mirada joven pero serena es necesario su lectura, sin prisas, con lento deleite, abismándose en la palabra que ilumina cada verso, donde el yo poético crece y crece al unísono con los paisajes naturales, la soledad y todos los silencios que inundan la oscuridad lumínica del ser humano, en ese devenir de un presente cada vez más incierto y alarmante. La poeta no puede abstraerse de la realidad –su realidad- y parecer ajena al mundo que la rodea. De ahí que su voz suene a verbos que fluyen como el agua de los ríos, que los regresos sean el camino sondeado y que todo lo vivido, lo humanamente vivido, sea la razón y la esencia de los asombros que comienzan desde adentro, desde la oscuridad y los silencios que iluminan cada día la existencia. Ingrid Valencia lo sabe y por eso escribe desde el “yo” para el “otro”, compartiendo su experiencias a través de la única forma que conoce: la palabra. Poeta intimista y rebelde, de mirada escrutadora nos deja en “Oscúrame” la grandeza de su palabra poética: «Soy yo en la maleza, / en el rostro humano / que se ciega y rompe / las ciudades, las orillas, / el atardecer de los ojos / cuando estallan». “Oscúrame”: poesía en estado puro.


Título:Oscúrame
Autor: Ingrid Velencia
Edita:Diputación de Salamanca (2016)


INGRID VELENCIA. OSCÚRAME

SALÓN DE LECTURA _________________________________ José Antonio Santano


OSCÚRAME

Cada año el reencuentro con la poesía iberoamericana está asegurado en la ciudad dorada, en la bella, sabia y lumínica Salamanca. En esta incomparable ciudad, poesía en sí misma, los versos nacen de cada piedra, se elevan hasta alcanzar las nubes, huele a lluvia en sus calles y los silencios fluyen por doquier hasta ensordecer al visitante. Dos libros de poemas nacieron consecuencia del fallo del III Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”: “La metáfora del corazón”, del jiennense afincado en Ávila José Pulido (reseñado en esta misma sección hace unos meses) y “Oscúrame”, de Ingrid Valencia (Ciudad de México, 1983), de tal manera que, madurez y juventud, quedaban ensambladas, unidas en la auténtica y eterna voz de la poesía. Ingrid Velencia sabe bien que a la luz se llega desde la oscuridad, que los silencios no son sino latidos del corazón y que la palabra es la única verdad capaz de transformar el mundo. “Oscúrame” es, por su frescura y modernidad, un libro que sitúa a la poesía latinoamericana actual en un lugar de excelencia. Su variada temática y registros son garantía suficiente para adentrarse en sus páginas y dejarse llevar por la corriente de sus sonidos, con su lenguaje preciso. La poeta bebe de la más culta tradición poética mejicana, pero también de una realidad que se le muestra en toda su pureza, y no caben medias tintas, tan dura como frágil, a la que tiene que enfrentarse cada día desde la soledad que la palabra abriga. Escribe certeramente la profesora de la Universidad de Salamanca y prologuista de este libro Carmen Ruiz Barrionuevo: «La palabra, por tanto, es el instrumento indispensable en la poesía de Ingrid Valencia, útil y sólida herramienta arraiga en la responsabilidad frente a la escritura constituyéndola como poeta de la palabra». Y así es, la palabra en su desnudez y su caleidoscópica forma, armonizadora, clara y precisa, rompedora y magnánima, intensa y lumínica, toda alma nacida de la oscuridad y los silencios. Ingrid Valencia nos habla desde la verdad –su verdad poemática- que resplandece en cada verso, allá en los orígenes: «Comienzo, sí, a mirarme, / a recordar la danza, el aleteo, / el frágil desequilibrio / de abrirse paso / por dentro de la piel, / incluso en la multitud / de aves que mueren / cada noche mientras respiro». La vida es el aliento que alimenta y fluye como agua cristalina de un manantial inagotable, que se adentra a lo más hondo del pensamiento y reclama su luz, toda la luz del mundo, como así Ingrid Valencia lo muestra en estos versos pertenecientes al poema Iztaccíhuatl: «Esta es la vida, una tarde / que se pliega y recorre / el temor, / la súplica / de volver, un día más, / a los callejones del asombro». Esa capacidad de sorprendernos aún por las más bellas y pequeñas cosas es intrínseca al universo poético de Valencia, la fuerza que mana de su palabra toma el vuelo hacia el espacio celeste y permanece en él la certeza de haber construido e interiorizado un don especial que devuelve la esperanza en la poesía, en este caso, que nos llega de la hermana latinoamericana como un fulgor inagotable. La poesía mexicana que nos ocupa en esta ocasión bien merece, de la mano de Ingrid Valencia, una parada, una reflexión profunda sobre forma y fondo, de tal manera que en su reflejo podamos atisbar otros mundos desconocidos, otras vidas que esperan desde antaño que volvamos a los orígenes para conocer mejor nuestro futuro destino: «Los ecos se mezclan / con las voces, con la piedra / derrumbada. // Ya en el polvo, / las luces se abren / y me abandono al origen». Sin duda alguna “Oscúrame” es un libro distinto y singular, que se aparta de las modas y los estereotipos actuales de la poesía española, y por esa misma razón, y habiendo sido escrito desde una mirada joven pero serena es necesario su lectura, sin prisas, con lento deleite, abismándose en la palabra que ilumina cada verso, donde el yo poético crece y crece al unísono con los paisajes naturales, la soledad y todos los silencios que inundan la oscuridad lumínica del ser humano, en ese devenir de un presente cada vez más incierto y alarmante. La poeta no puede abstraerse de la realidad –su realidad- y parecer ajena al mundo que la rodea. De ahí que su voz suene a verbos que fluyen como el agua de los ríos, que los regresos sean el camino sondeado y que todo lo vivido, lo humanamente vivido, sea la razón y la esencia de los asombros que comienzan desde adentro, desde la oscuridad y los silencios que iluminan cada día la existencia. Ingrid Valencia lo sabe y por eso escribe desde el “yo” para el “otro”, compartiendo su experiencias a través de la única forma que conoce: la palabra. Poeta intimista y rebelde, de mirada escrutadora nos deja en “Oscúrame” la grandeza de su palabra poética: «Soy yo en la maleza, / en el rostro humano / que se ciega y rompe / las ciudades, las orillas, / el atardecer de los ojos / cuando estallan». “Oscúrame”: poesía en estado puro.


Título: Oscúrame
Autor: Ingrid Velencia
Edita: Diputación de Salamanca (2016)


MARCELO GATICA BRAVO

Selección de Poemas ( Marcelo Gatica Bravo)


PETRAE

Aspirar piedras es masticar la tierra,
país de paisaje y de imagen.
Tendí un cuaderno al sol y floreció,
en gotas telúricas
La contaminación ha mudado el parque.

Los cipreses se oxidan como mondadientes en un cine.
Juventud instan – tánea, en látidos endeclinables.

Salta cordi, cordia, corazón.

Aún los remolinos se enjuagan en viento,
Y la rueda de moler se recicla en arena de piedras.

Alguien entra y deshoja las alas de un libro.




ARTE POÉTICA

Y la arena cesó de tronar.

Helarte por el arte
El arte por helarte

Es dividir el lenguaje por cero
Es multiplicar soles de agua
Es esculpir en cáscaras de papel

Nos elevamos por sobre cuadriláteras esferas.

Y el arte gélido
No hay palabra ni carne sólo piel.
Artista ventrículo de hologramas

Y el arte de enredarte
porque los laberintos están de moda
como una sin –fonía atómica.
Pararte frente a una pintura
es decir,
frente a un pájaro en un túnel sin ojos
el porqué de enredarte
de mirarte
de embrionarte
de volarte
de intoxicarte
de arrastrarte
como un sol en capullo
como una mariposa de arena
como un verso de polvo
mariarte como si el arte
fuera un péndulo de agua
y pretendo succionar el viento
y el tiempo
introducir un pétalo
solar como si la palabra
se derritiera
Sol solo sombras
AÚN CERO
Aun creo, que la poesía
se ha convertido en el espejismo de un grupo de ciegos

PRELUDIO

Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol;
y he aquí , todo ello es vanidad y aflicción d espíritu

Eclesiastés 1:14



Si el lenguaje reflejara
lo que realmente pienso,
todo estallaría.

Creo que la fuerza de la gravedad
es una ilusión matemática.

Entonces propongo:
Un estallido de imagen,
Elevarme
por sobre águilas metálicas,
sumergirme en nubes boreales
y arrancar los ojos del cielo.

Sólo si la palabra reflejara
lo que realmente pienso.

NOTAS A PIE DE ÉFESO
(Fragmentos)





Fragmento IX


El hombre sigue siendo el ser más parecido al agua.
Fluye por la realidad de un extremo a otro
y cuando cree haber construido una obra se evapora.
Sin embargo por algo misterioso la vida sigue fluyendo en él.






Fragmento: Capítulo IV: I: VI

Cuando vivimos la polifonía de voces.
Las coordenadas tienden multiplicarse y como ondas,
cada vez se hacen más impalpables.

Desde una jaula un preso nos sacude;
nos lanza hacia lo disperso, nos lanza hacia las repeticiones,
nos lanza hacia fuera, hacia lo múltiple,
hacia el fragmento, hacia el retazo de mapa olvidado.

No confundirse, el amor se lanza en un verso, en un cuerpo,
en un espíritu, en una coordenada que soporta
lanzarse hacia la realidad de un día fracturado.











Fragmento Capítulo V: XIV - XV


Hay tanta distancia entre caminar sin espacios
y caminar cancelando el tiempo.

La condición para dejarnos perplejos
es que ya no hay límites para dar el siguiente paso.

Ya todos lo sabíamos.
Hemos aprendido muy bien la lección de Historia.
Cerrar los ojos
y abrirlos en el momento exacto de una foto




Fragmento XVI - XXI

A pesar del mareo cotidiano de los periódicos,
las imágenes estallan en el vacío omnipresente de un segundo
y el vértigo que produce el tambaleo incesante
de la red en palabras que apenas nacen mueren.

Busco la frecuencia de naufragio
sin la silueta de la sirena muda.

Busco la frecuencia, respiro profundo
y escucho como aletea mi corazón
con la sintonía de un inadvertido pájaro en vuelo.























Fragmento Capítulo VI: XIV


Creo que el opio más certero es la ausencia de verdad.
Maquillamos con un lenguaje de sirena muda,
evadiendo; secuestrando
el espejo que devela nuestra trayectoria.

Quizás la táctica sea precisamente perderse en la máscara
en la vitrina, en la actuación;
confundirse en la masa, en la imagen.

Quizás eso sea lo más verdadero.
Solo restaría romper el espejo y nacer de los fragmentos


Fragmento XVI

La fe posee una misteriosa naturaleza líquida
que en ocasiones evaporamos
pero que emerge con tanta fuerza
que con sólo una gota apaga cualquier intento de infierno.

Los ojos tienen la manía de embriagarse al contacto de l
imagen; se distancian del oído, del corazón
que ya no late con ciertas palabras vitales.



Fragmento de la última palabra

Hay palabras
que con sólo pronunciarlas trastocan la materia,
completan la escena;
de algún modo
el sonido que producen
devuelve a la realidad parte de su origen.




ICTUS I



Hay peces que deambulan en un mar infinto y se pierden
entre las corrientes marinas del tiempo.

Hay otros que se elevan por sobre las columnas del viento
y surcan el cielo como pájaros de aire.

Muchos perdieron la memoria,
todos en un pasado fueron hombres.
EL DESIERTO DE LAS CÁMARAS

PRIMERA MIRADA1( a Asur)


Cámara en mano
se busca el fragmento preciso,
un trozo de carne de exhibición.

Desde países de telediario
la imagen se multiplica en las redes
en los gráficos que poco o nada
tienen que ver con lápices y columpios.

Mientras,
un niño soldado lanza una botella vacía
pensando recuperar
las montañas o alguna camiseta de Mesi.


OCTAVA MIRADA


Un anciano me dijo que todas las escuelas
tenían que construirse a la orilla del mar.

Hay que aprender a palpar con los
ojos la dimensión oceánica de las horas.
Hay tan poca distancia
entre una prisión, y un libro
como entre la mano y el látigo.

Hay escuelas
especialistas en decapitar
sueños oceánicos,
mareas que trastocan
todo tiempo y todo espacio.

Un ejército para una fábrica,
una fábrica para un ejército.
Las reglas son claras,
hay que tener comprensión lectora.



El anciano insiste
Si las escuelas no habitan a la orilla del mar
Busca el cielo que es lo más parecido.
Rompe el techo y cambia los muros por ventanas
Ventanas a la izquierda, ventanas a la derecha
Y que en el techo quepa todo el cielo del mundo.
III.-

A Aidé Órtiz



La profesora se declara muda,
sufre de secuestro voluntario.
Se cansó de la máscara de payaso en el colegio
y de ver a la deriva
los molinos del Quijote
en los ojos de sus alumnos.
Se cansó
de vivir con un Sancho
que lo único que hace es hablar de fútbol.
VI.-

¿Cuántas almas ha envenenado o
ha dejado confusas o empequeñecidas
para siempre una maestra durante su vida?
Gabriela Mistral






El orientador me devaluó
mi café crepúsculo.

Me dejó muy clara
la instrucción

Las pruebas con alternativas
son la mejor manera
de fugarse
de los horrores escriturales
denuestros cavernícolas.
RESERVA DE HUMUS

II-

El árbol se conoce por los frutos.
Es cierto que además se le puede
conocer por las hojas.
Pero el fruto es desde luego,
la señal esencial.

Søren Kierkegaard


Pablo Pávez lee con las manos, en el metro, en la escuela; cuando ve un partido de fútbol piensa cómo enseñar Descartes y Foucault a sus alumnos. Las estrategias entre el fútbol y la filosofía debieran ser investigadas dice. Escribe o intenta reescribir como poemas los jeroglíficos del tiempo de Heidegger y las vueltas de carnero de la palabra que aparecen en Derrida. Sospecha de todo los discursos, pero por sobre todo le tiene manía a la letra chica, aquel lenguaje que adorna los tarros de comida. El exceso de azúcar y conservantes, los nombres ilegibles, los diminutos porcentajes estampados en los lácteos. Los químicos son como los economistas, pululan por un mundo imaginario devastando el real - dice. Pablo cree a pie junto en la filosofía para niños, e insiste con la manía salomónica que debajo del sol no hay ninguna novedad, que el hombre es hecho de segundos, y al mismo tiempo, cree en que el tiempo va al revés, como un círculo, nunca en línea recta. Pretende llevar a todos sus alumnos un día a una gran caverna, quitar todos los cables luminosos, quitarse los ojos y tornar al tacto de las manos, y luego después de una la pausa gris, tornar y ver en cámara lenta el milagro cotidiano del primer suspiro de la tierra al despertar.
III.-




René López está consciente que todo fluctúa; todos los tiempos en un tiempo dice. Afuera hay mucho viento, adentro hay remolinos paralíticos. Cuando los héroes permanecen estampados como mercancías cuando los dioses cayeron y nos arrojaron al borde del mar sin mar. RenéLópez se echa en un roble luminoso, sumergido en las raíces de un evangelio sin contornos de tiempo. Luego de hacer clases de música. En el regreso a casa escucha silentes arpegios: voces, luciérnagas, manos invisibles, un murmullo oceánico que traduce - sigue habiendo espacio aunque no haya tiempo. René López, se lanza al camino, al laberinto misterioso de las horas, del tiempo, de lo que no puedo contener, del movimiento terráqueo de la calle, del auto, la bicicleta, la vereda cruzada por un par de niños. Resucita el oído en la lluvia, en la gota, detecta una voz de piano salomónica en una muralla anónima. Se lanza a caminar sin reflejos frente al pájaro, la sombra del gato, el gesto. Se lanza a los minutos y abre la tarde; hojas crepusculares donde todo huele a génesis. Rene López insiste en caminar con los ojos cerrados, con el corazón tatuado en el brillo de la oscuridad.

LA ERA DEL NO TODAVÍA

Ilusoriamente todo se fabrica bajo el cielo de los ciegos.
Usan una lengua cuánticamente jurídica
que está extrayendo
toda la reserva de palabras de los océanos;
y como ballenas azules somos capturadas
en algún menú de ciencias exactas.

Y cuando pareciera
que iremos a la plaza a levantar guillotinas
se han tragado toda el agua
de nuestros ojos
que confundidos miran hipnotizados
como espejos
los precios
entre los maniquís de una vitrina.
CRUCE III
En dos segundos
volverá a respirar
el Ojo,
quise decir, nuestras entrañas
Sólo a un metro para despertar.






α) Los minotauros son animales aparentemente extintos. La calle se ha vuelto un laberinto peligrosamente extenso. El vértigo se palpa en ciertas ciudades de cemento. Abrir la puerta es lanzarse en paracaídas en un túnel sin ojos, pero el roce del aire nos recuerdaque aún laten nuestros sentidos.



Ω) Una especie de espejismo verde, nos trastoca la retina. Sácate los ojos sino seguirás viendo lo mismo. La distancia que hay ante lo próximo, es como del hueso a la mano. Es decir, aquella sombra estadística del otro.






α )( Ω Mientras escucho el diminuto reclamo del eco de un minotauro en miniatura.
CRUCE XIII.-


Existe un cruce intacto
entre la causalidad y la casualidad.





Hay distancias insospechadas
entre la mano y el Ojo.

La mano respira frente
a ciertas señales.

La piel desdobla las fronteras del cuerpo
y en un momento se ve claramente
la puerta del viento.
Es decir,
la condición necesaria
para nacer de nuevo2.

Referencias Bibliográficas de los poemas

1.- “Petrae” ( Taller Literario,Santiago de Chile, Ediciones UMCE, 2001)
2.- “ Arte poética” ( Atrio-poético, Santiago de Chile, Ediciones UMCE, 2003)
3- “ Preludio” ( La Hora Sagrada, XII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca, Fundación Salamanca,2010)
4.- Notas a pie de Éfeso: “Fragmento IX”(Ibíd)
5.- “Fragmento Capítulo IV: I: VI” ( Ibíd)
6.- “Fragmento Capítulo V: XIV - XV”( Ibíd)
7.- “Fragmento XVI - XXI”( Ibíd)
8.-Fragmento Capítulo VI: XIV”( Ibíd)
9.-Fragmento XVI”( Ibíd)
10.-Fragmento de la última palabra” ( Ibíd)
11.- “Ictus I”( Antología, Poesía para un existir,Badajoz, España, 2010)
12.- El desierto de las cámaras: Primera mirada” (Poemas identificados en el libro de pintura Los Nadies de Antonio Soto, Córdoba, España, 2013)
13.- Octava mirada”( Ibíd)
14.- Diario de Campo III” ( Portafolio, poemas a pie de página, Santiago de Chile, Centro de Extensión UMCE, 2014)( Ibíd)
15.- Diario de Campo VI”( Ibíd)
16.- Reserva de humus II”( Ibíd)
17.- Reserva de humus III( Ibíd)
18.- La era del no todavía”( Ibíd)
19.- Cruce III” ( Crucial, Santiago de Chile, Editorial Ortiga, 2015)
20.-Cruce XIII”-( Ibíd)
1 Poema a pie de página. EL DESIERTO DE LAS CÁMARAS. En la esquina del mundo, hay un desierto, un horizonte espeso, un espejismo de Marte. Donde las piedras alimentan la fauna de un océano de hombres olvidados. En el margen de la nada, el desierto se extiende a ciertas piedras a ciertas criaturas, a ciertas siluetas que se lanzan en el vientre de un agujero negro. En la esquina de la nada la tierra se desliza en silencio, sólo unas pisadas, sólo unas palabras subterráneas. Aunque un mañana yace intacta el látido silente en la esquina alterna de GOOGLE.



2(Se corre el riesgo que el último verso sea literal. Esto es el llanto primero frente al contacto de la luz)


Reseña bio-bibliográfica

Marcelo Ismael Gatica Bravonació en el año 1976 en el pequeño pueblo de Cauquenes, Chile. Estudió Licenciatura y Pedagogía en Castellano, en la Universidad de Ciencias de la Educación UMCE, de Santiago de Chile (1997-2001). Fue uno de los encargados de la obra El Rompecabezas (Teatro Infantil de GBUCh, 2000-2006). Uno de los coordinadores del proyecto educacional Esperanza Viva que tuvo por objetivo dar ayuda educacional a estudiantes en riesgo social para su ingreso en la universidad (2006). En Chile ha publicado en el poemario colectivo Taller Literario (2001), el libro de poesía a tres manos A-Trio Poético (2003) y poemas varios en Calíope, revista de poesía (2000-2003). Obtuvo el Premio “Música, color y palabra” de la UMCE (Santiago, 2003). También ha participado en el área cultural del GBUCh en diversas instalaciones artísticas como El Panel de la muerte (2004) y Crucial (2005). Actualmente vive entre Estonia y Luxemburgo y está realizando el Doctorado Vanguardia y Postvanguardia en España e Hispanoamérica (Universidad de Salamanca). Sus poemas aparecen en las antologías Poesía para un existir (Badajoz, España, 2010), El Paisaje Prometido (Salamanca, España, 2010) y en La Hora Sagrada, XII Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, España, 2010), Arca de Afectos (Salamanca, España, 2013), O Divino, Sílabas Do Oeste (Castelo Branco, Portugal, 2011), Poemas identificados en el libro de pintura Los Nadies de Antonio Soto (Córdoba, España, 2013), y Poemas para desaprender aparecidos en Portafolio: Poemas a pie de página, poemario escrito a dos manos con el poeta Camilo Cantillana (Santiago de Chile, 2014). En España ha recibido el accésit del Premio Internacional de Poesía “Luis López Anglada” (Burgohondo, Ávila, 2008) y el primer accésit del Premio Gonzáles-Warris (Barcelona, 2012).



SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986