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OSCURA TRANSPARENCIA. ENRIQUE MORÓN

OSCURA TRANSPARENCIA por JOSÉ ANTONIO SANTANO

  Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial.


Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión

 («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando /
 aquellas aventuras al borde del abismo. /
 Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo /
 los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»),

 alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía.

El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice:


«Pues el tiempo no pasa inútilmente; /
 siempre te deja huellas si no heridas /
que desbordan los surcos de la frente.
 / Y del rosal sus flores encendidas /
cuando llega el otoño, doloridas, /
de un soplo se desmayan en la fuente». 

 Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.

Título: Oscura transparencia
Autor: Enrique Morón
Editorial: Port-Royal (Granada, 2015)

OSCURA TRANSPARENCIA. ENRIQUE MORÓN

OSCURA TRANSPARENCIA por JOSÉ ANTONIO SANTANO

  Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial.


Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión

 («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando /
 aquellas aventuras al borde del abismo. /
 Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo /
 los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»),

 alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía.

El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice:


«Pues el tiempo no pasa inútilmente; /
 siempre te deja huellas si no heridas /
que desbordan los surcos de la frente.
 / Y del rosal sus flores encendidas /
cuando llega el otoño, doloridas, /
de un soplo se desmayan en la fuente». 

 Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.

Título: Oscura transparencia
Autor: Enrique Morón
Editorial: Port-Royal (Granada, 2015)

Oscura transparencia. Enrique Morón por José Antonio Santano

OSCURA TRANSPARENCIA

 Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial. Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando / aquellas aventuras al borde del abismo. / Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo / los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»), alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía. El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice: «Pues el tiempo no pasa inútilmente; / siempre te deja huellas si no heridas / que desbordan los surcos de la frente. / Y del rosal sus flores encendidas / cuando llega el otoño, doloridas, / de un soplo se desmayan en la fuente». Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.



Título:Oscura transparencia
Autor:Enrique Morón
Editorial:Port-Royal (Granada, 2015)

Oscura transparencia. Enrique Morón por José Antonio Santano

OSCURA TRANSPARENCIA

 Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial. Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando / aquellas aventuras al borde del abismo. / Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo / los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»), alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía. El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice: «Pues el tiempo no pasa inútilmente; / siempre te deja huellas si no heridas / que desbordan los surcos de la frente. / Y del rosal sus flores encendidas / cuando llega el otoño, doloridas, / de un soplo se desmayan en la fuente». Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.



Título:Oscura transparencia
Autor:Enrique Morón
Editorial:Port-Royal (Granada, 2015)

Bajo las raíces (40 años de Sepulcro en Tarquinia) Homenaje a Antonio Colinas


Más de cincuenta poetas rinden homenaje a Antonio Colinas en
"Sepulcro en Tarquinia",
              ¿Es el tiempo esa barrera infranqueable, invisible, que nos consume, o, acaso la luz que alumbra el camino, la senda por donde la vida es y discurre sin que apenas nos demos cuenta, casi en un soplo? Alimenta el tiempo a la poesía, a los poetas para ensamblar o crear un mundo nuevo, interiorizado hasta alcanzar la más perfecta de las idealizaciones. Sobre aguas procelosas unas veces y otras calmas la poesía navega, como un velero, perpetuándose. Algo de todo esto ocurre con “Bajo las raíces (40 años de Sepulcro en Tarquinia)”, edición de Ben Clark. Este libro viene a ser un homenaje, un tributo a uno de los poemas más hermosos que ha dado la literatura española contemporánea, que dio título al poemario del mismo nombre, con el que obtuvo su autor, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1943) el Premio de la Crítica en 1975. Ahora, cuarenta años después, la editorial “La Isla de Siltolá” nos presenta esta obra que tiene como principal objeto la recreación de “Sepulcro en Tarquinia”. Para ello se ha contado con la voz de 54 poetas. Varias generaciones de poetas participan en este libro que, como hemos indicado anteriormente focaliza las creaciones poéticas en el poema-libro “Sepulcro de Tarquimia”. El poeta Jorge Guillén dijo allá por el año 1976, refiriéndose a “Sepulcro en Tarquinia”, que «es el libro actual con más Italia que conozco», aspecto que también se alude ahora en algunos de los poemas contenidos en “Bajo las raíces”, caso de Pablo García Baena: « No estuve en Tarquinia / en aquel viaje por la campiña romana, / pero sí en Viterbo, / otra ciudad de la región del Lazio / donde aspiré, con lluvia, el milagro / de las rosas. / Lejos quedaron tarquinos y lucrecias / y la ciudad etrusca descubrí / diez años después, palpitantes / sus mármoles, en los versos / de Antonio Colinas». Cincuenta y cuatro voces y miradas diferentes sobre un mismo paisaje, un mismo poema o libro, un mismo sentir si se quiere ver de esta forma, pero con el valor añadido de la singularidad expresada por cada uno de estos 54 prestigiosos poetas participantes en este homenaje a la poesía de uno de los más grandes poetas de ahora, un clásico ya de la poesía española, Antonio Colinas. 


ANTONIO COLINAS
En el prólogo de este libro los versos de Francisco Brines nos acercan al “Sepulcro en Tarquinia” y al poeta que lo creó: «Un joven poeta de la España interior / halló en Italia sus raíces: / una cultura y una manera / de sentir la belleza». Por citar algunos versos de los poetas participantes, a todos es imposible dada la limitación de espacio de este particular “Salón de lectura”, elegimos los de Antonio Gamoneda, que se abisma en lo desconocido: «Aliviando, /apenas aliviando, / la infección de mis llagas, de mis llagas aquéllas / que, al parecer, hervían / en el ayer extinguido, me pregunto, / apenas me pregunto, / por lo desconocido», y a este universo se suma otro, el del también leonés Julio Llamazares:«De Petavonium a Roma el poeta ha buscado su / patria y hasta que por fin la encuentra vaga por muchas / ciudades. / Es en Tarquinia donde la intuye, pero en Tarquinia / se siente fuera de la eternidad». 




Otros dos poetas muy cercanos a Colinas le acompañan igualmente en esta aventura: José María Muñoz Quirós, en mística de luz: «El desierto del mar arde en palabras: / nada me incendia más, nada me esconde / horizontes tan bellos. Nadie alcanza / sutiles olas en intensas aguas / que desembocan en la sed del frío, / que mueren en sus brazos cuando callan» y Alfredo Pérez Alencart, en silencio de piedra: «El tiempo se mide / en piedra, en silencios / que llueven / grandezas rotas,…». Otro aspecto relevante es la presencia de todo lo mediterráneo, de la mediterraneidad como esencia, patente en estos versos de Enrique Villagrasa: «Todo en la tarde es, viene, regresa / como un diálogo mediterráneo.  / El recuerdo de ese su paisaje / que se convierte en metáfora: / beber del Sepulcro en Tarquinia». Luis Antonio de Villena ahonda en la memoria, en la magia del sueño: «Recemos: donde no hay dios, hay ángeles. Escucha sus / tiorbas perfectas. Los poetas vivimos donde no vivimos. Pero jamás mentimos a la poesía». Cierra el libro un poema de Antonio Colinas, titulado “¿Qué fue de aquellas músicas?, en un intento de restablecer, restituir el tiempo vivido, de volver a los orígenes después de renacer en la palabra de humanísimo latido: «…que el hombre y su Arte / pueden ser en la vida algo más que ceniza / para la muerte.[…] Me extraviaron, me hicieron perder / la razón. […] Desde entonces, / creí en algo más que en la ceniza / y mi razón no es ya / razón para la muerte». No cabe duda alguna, pues, que la poesía española actual goza de una excelente salud, como así se confirma con esta cuidada publicación.   
Título: Bajo las raíces (40 años de Sepulcro en Tarquinia)
Autores varios: Edición de Ben Clark.

Editorial: La Isla de Siltolá Sevilla, 2015)

La ceniza del granado. Khalid Kaki









      La pérdida en su sentido más amplio es en ocasiones la razón para el poeta, la fuerza que le lleva a crear su universo, el motivo capaz de transformarlo todo. La mirada es entonces traspasa lo corpóreo, la materia en sí misma y es el latido de la libertad el que sustenta toda búsqueda. Nada más preciado que la libertad, su aleteo interno derramado en grácil palabra, en lenguaje de rosas y aromas, en desierto de lunas para sentirse vivo. La pérdida se convierte así en canto que no cesa, y el poeta es solo el aire que lo lleva de un lado para otro, incansable. Pero también la poesía es búsqueda de una verdad, la del poeta y su verso trascendido, en este caso de Khalid Kaki (Kirkuk, Iraq, 1971) y en un poemario, “La ceniza del granado”, que, si bien vio la luz en el año 2011 en el sello editorial Alfalfa, mantiene aún su más pura esencia. Kaki pertenece a ese grupo de poetas árabes residentes en España que han hecho del exilio su razón de ser, voz denuncia contra las guerras, la injusticia, la soledad y toda clase de violencia del hombre contra el hombre. En Khalid Kaki, además, concurre su condición de traductor, músico y pintor, que complementan o agregan un valor añadido a su modo de entender el mundo y la poesía. Kaki bebe la mejor tradición de la literatura árabe en general y de la poesía árabe en particular, alejado del ornato y el artificio, sino que se abisma en la propia vida, en la experiencia vivida y sentida, del “ser” y “estar”. De ahí que el destierro, el exilio que vive el poeta desde hace años sea un lugar habitado por los recuerdos, por las pérdidas, por la muerte, las injusticias y la tiranía. Su voz es la voz de los otros, y en ella vive dolorido y solo. La soledad es su reino y desde ella un rumor de versos se eleva sobre la luz de las auroras y quieres ser aquel “Jardín” primero del ciprés y el granado:

«En otro tiempo lejano /
 había / en el jardín de mi casa
/ una morera frondosa,
/ un ciprés,
/ y un granado pequeño prometedor.

[…] En un tiempo cercano,
/ en un lugar de este mundo,
/ construiré
/ una casa con jardín.
/ Plantaré
/ una morera,
/ un ciprés /
 y un granado».

 En la memoria convive la luz y la oscuridad, las visiones del poeta son el escape a la cotidianidad del destierro, en esa búsqueda por la libertad. El poeta a solas consigo mismo va creando otro mundo posible, y son sus versos como faros salvadores de naufragios, y por ello sus “Pequeños deseos”: «Un último deseo; / es poder fundir / en el molde / de una canción de amor / los tanques de todo este mundo»; el amor como receta a tanta desmesura y desvarío, una persecución inagotable hacia el éxtasis y la comunión de los amantes: «El placer de un amante / está en ver cómo / se elabora un beso mental, / mientras los labios / escriben en cursiva». Mas el poeta es hombre también, y siente en su ser, muy adentro, el dolor ajeno, y así lo expresa, en alusión a las madres de las víctimas de las guerras de Yugoslavia: «Ocultad a vuestros hijos. / El buldócer de la muerte asoma, / allanando los puentes con la carne fresca / y llenando los tinteros con la sangre». Kaki conoce bien las sombras del exilio, ese veneno inoculado en la sangre por los verdugos del mundo, sabe de la pesada carga de “Las maletas del exiliado”:

«¡Qué pesadas las maletas del exiliado!
/ Llevan el martillo de la historia,
 / y el yunque del amargo presente.
 / Llevan guerras y derrotas,
/ golpes de estado,
/ solsticios de verano e invierno,
/ remolcadoras de arena y piedra
/ y una mano /
 ojeando y revolviendo
/ todo aquello que se pueda golpear,
/ cambiar, /
 o remolcar».



 Los versos de Kaki recorren la tierra entera, se abisman en la más oscura noche y escudriñan en el fondo del pozo de la verdad, en el recuerdo de otras muertes, la de García Lorca en el poema que da título a este libro:






«Las olas lavan la arena,
 / sin borrar tus rimas tiernas
 / aunque te hayan cortado,
/ pezón de Granada, la morena».


 El grito nace de las entrañas de la tierra, de los desiertos, de los ríos que cruzan el paisaje iraquí de sus recuerdos y estalla en versos desnudos, libres, en palabras ardientes para rescatar al hombre, siempre, como única esperanza en el poema “Toma y dame”:

«Borra de las llanuras
 / de mi patria
/ las huellas de las herraduras
 / de los caballos de guerra,
 / y rescata a mi barro
 / de las orugas y los tanques.
/ Llévate la sangre y los muertos
 / de mi telediario, /
y dame los soles /
 de la previsión del tiempo.
/ Cámbiame / toda la pólvora que haya
/ por rímel / para los ojos / de todas las mujeres.
/ Llévate / el silbido de las balas
/ y dame el silencio del beso
/ en que se funde
/ Tígris con Éufrates».

 Es el rumor de la mejor poesía árabe actual en la voz personalísima y humana de Khalid Kaki.


Título: La ceniza del granado
Autor: Khalid Kaki
Editorial: Alfalfa  (Madrid, 2011)

La ceniza del granado. Khalid Kaki









      La pérdida en su sentido más amplio es en ocasiones la razón para el poeta, la fuerza que le lleva a crear su universo, el motivo capaz de transformarlo todo. La mirada es entonces traspasa lo corpóreo, la materia en sí misma y es el latido de la libertad el que sustenta toda búsqueda. Nada más preciado que la libertad, su aleteo interno derramado en grácil palabra, en lenguaje de rosas y aromas, en desierto de lunas para sentirse vivo. La pérdida se convierte así en canto que no cesa, y el poeta es solo el aire que lo lleva de un lado para otro, incansable. Pero también la poesía es búsqueda de una verdad, la del poeta y su verso trascendido, en este caso de Khalid Kaki (Kirkuk, Iraq, 1971) y en un poemario, “La ceniza del granado”, que, si bien vio la luz en el año 2011 en el sello editorial Alfalfa, mantiene aún su más pura esencia. Kaki pertenece a ese grupo de poetas árabes residentes en España que han hecho del exilio su razón de ser, voz denuncia contra las guerras, la injusticia, la soledad y toda clase de violencia del hombre contra el hombre. En Khalid Kaki, además, concurre su condición de traductor, músico y pintor, que complementan o agregan un valor añadido a su modo de entender el mundo y la poesía. Kaki bebe la mejor tradición de la literatura árabe en general y de la poesía árabe en particular, alejado del ornato y el artificio, sino que se abisma en la propia vida, en la experiencia vivida y sentida, del “ser” y “estar”. De ahí que el destierro, el exilio que vive el poeta desde hace años sea un lugar habitado por los recuerdos, por las pérdidas, por la muerte, las injusticias y la tiranía. Su voz es la voz de los otros, y en ella vive dolorido y solo. La soledad es su reino y desde ella un rumor de versos se eleva sobre la luz de las auroras y quieres ser aquel “Jardín” primero del ciprés y el granado:

«En otro tiempo lejano /
 había / en el jardín de mi casa
/ una morera frondosa,
/ un ciprés,
/ y un granado pequeño prometedor.

[…] En un tiempo cercano,
/ en un lugar de este mundo,
/ construiré
/ una casa con jardín.
/ Plantaré
/ una morera,
/ un ciprés /
 y un granado».

 En la memoria convive la luz y la oscuridad, las visiones del poeta son el escape a la cotidianidad del destierro, en esa búsqueda por la libertad. El poeta a solas consigo mismo va creando otro mundo posible, y son sus versos como faros salvadores de naufragios, y por ello sus “Pequeños deseos”: «Un último deseo; / es poder fundir / en el molde / de una canción de amor / los tanques de todo este mundo»; el amor como receta a tanta desmesura y desvarío, una persecución inagotable hacia el éxtasis y la comunión de los amantes: «El placer de un amante / está en ver cómo / se elabora un beso mental, / mientras los labios / escriben en cursiva». Mas el poeta es hombre también, y siente en su ser, muy adentro, el dolor ajeno, y así lo expresa, en alusión a las madres de las víctimas de las guerras de Yugoslavia: «Ocultad a vuestros hijos. / El buldócer de la muerte asoma, / allanando los puentes con la carne fresca / y llenando los tinteros con la sangre». Kaki conoce bien las sombras del exilio, ese veneno inoculado en la sangre por los verdugos del mundo, sabe de la pesada carga de “Las maletas del exiliado”:

«¡Qué pesadas las maletas del exiliado!
/ Llevan el martillo de la historia,
 / y el yunque del amargo presente.
 / Llevan guerras y derrotas,
/ golpes de estado,
/ solsticios de verano e invierno,
/ remolcadoras de arena y piedra
/ y una mano /
 ojeando y revolviendo
/ todo aquello que se pueda golpear,
/ cambiar, /
 o remolcar».



 Los versos de Kaki recorren la tierra entera, se abisman en la más oscura noche y escudriñan en el fondo del pozo de la verdad, en el recuerdo de otras muertes, la de García Lorca en el poema que da título a este libro:






«Las olas lavan la arena,
 / sin borrar tus rimas tiernas
 / aunque te hayan cortado,
/ pezón de Granada, la morena».


 El grito nace de las entrañas de la tierra, de los desiertos, de los ríos que cruzan el paisaje iraquí de sus recuerdos y estalla en versos desnudos, libres, en palabras ardientes para rescatar al hombre, siempre, como única esperanza en el poema “Toma y dame”:

«Borra de las llanuras
 / de mi patria
/ las huellas de las herraduras
 / de los caballos de guerra,
 / y rescata a mi barro
 / de las orugas y los tanques.
/ Llévate la sangre y los muertos
 / de mi telediario, /
y dame los soles /
 de la previsión del tiempo.
/ Cámbiame / toda la pólvora que haya
/ por rímel / para los ojos / de todas las mujeres.
/ Llévate / el silbido de las balas
/ y dame el silencio del beso
/ en que se funde
/ Tígris con Éufrates».

 Es el rumor de la mejor poesía árabe actual en la voz personalísima y humana de Khalid Kaki.


Título: La ceniza del granado
Autor: Khalid Kaki
Editorial: Alfalfa  (Madrid, 2011)

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986