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Tiempo gris de cosmos. Fernando de Villena.

Literatura y Ensayo. Wadi-as Información

por Fernando de Villena


Sacudido por una gran emoción, he finalizado ahora mismo la lectura del libro “Tiempo gris de cosmos”, de José Antonio Santano. Yo conocía toda su obra anterior y había escrito sobre algunos de sus títulos.

“La piedra escrita” me pareció un libro estremecedor presidido por el tema de la muerte; “Suerte de alquimia” fue un buen poemario de amor y pasión... Por aquellos días ya señalé que en la poesía de José Antonio Santano venían a confluir la mediterraneidad del litoral almeriense donde vive desde hace bastantes años con el telurismo y la estirpe senequista de los autores cordobeses, desde Cántico hasta Vicente Núñez. Y también afirmé que José Antonio era un poeta vitalista y que su mismo tono elegíaco empleado a veces nacía de ese fuertísimo amor a la vida y a sus dones.
“Tiempo gris de cosmos”, su poemario recién publicado en la granadina editorial “Nazarí”, es un libro marcado por el dolor, un gran lamento, pero, de igual modo que sus anteriores títulos, nacido del gran amor a la vida que siente el poeta y de su rabia y angustia ante este tiempo gris en el que la existencia de los seres humanos no merece ningún respeto y es mancillada cada día de muchas maneras.

Tras el ombliguismo y la frivolidad de gran parte de la poesía española de las últimas décadas (sobre todo de la poesía de la Experiencia), al presente se percibe una rehumanización, una vuelta del yo al nosotros. Y así, en “Tiempo gris de cosmos” leemos versos referidos a los mendigos y los desfavorecidos tan significativos como éstos: “Con ellos comparto hoy mi vida sino suya y entera para siempre” O como estos otros: “... nada me queda sino acopiar todo el llanto humano y hacerlo mío, sólo mío.” Encontramos, pues, aquí a José Antonio Santano tan dueño de ese ritmo, de esa musicalidad del verso, de esas grandes y continuas metáforas, como en sus entregas anteriores, pero su poesía ha ganado en hondura, en tensión emocional, en lo que él y otros autores nombran “humanismo solidario”. En la primera parte del libro existe ya como una premonición dolorosa y cierto tono existencial hasta el punto de llevarnos a preguntarnos qué lugar queda para la esperanza. Y entonces nos llega la segunda parte del poemario formada por un solo poema dividido en diez secuencias, un poema que constituye un monólogo del escritor que contesta a la pregunta que se nos hace al entrar en facebook: “¿Qué estás pensando?” Ese extenso poema donde el autor toma partido por los desfavorecidos, los enfermos, los miserables, los mendigos, los niños hambrientos..., representa un feroz alegato contra este tiempo de impostura e injusticia, un alegato escrito con una fuerza withmaniana. Aunque al final, José Antonio Santano nos viene a decir que sólo el Hombre que oficia de Hombre alcanza su sentido en este naufragio. Debo añadir que el libro incluye también un brillante estudio sobre la poética de Santano firmado por el también poeta José Cabrera Martos.

Tiempo gris de cosmos. Fernando de Villena.

Literatura y Ensayo. Wadi-as Información

por Fernando de Villena


Sacudido por una gran emoción, he finalizado ahora mismo la lectura del libro “Tiempo gris de cosmos”, de José Antonio Santano. Yo conocía toda su obra anterior y había escrito sobre algunos de sus títulos.

“La piedra escrita” me pareció un libro estremecedor presidido por el tema de la muerte; “Suerte de alquimia” fue un buen poemario de amor y pasión... Por aquellos días ya señalé que en la poesía de José Antonio Santano venían a confluir la mediterraneidad del litoral almeriense donde vive desde hace bastantes años con el telurismo y la estirpe senequista de los autores cordobeses, desde Cántico hasta Vicente Núñez. Y también afirmé que José Antonio era un poeta vitalista y que su mismo tono elegíaco empleado a veces nacía de ese fuertísimo amor a la vida y a sus dones.
“Tiempo gris de cosmos”, su poemario recién publicado en la granadina editorial “Nazarí”, es un libro marcado por el dolor, un gran lamento, pero, de igual modo que sus anteriores títulos, nacido del gran amor a la vida que siente el poeta y de su rabia y angustia ante este tiempo gris en el que la existencia de los seres humanos no merece ningún respeto y es mancillada cada día de muchas maneras.

Tras el ombliguismo y la frivolidad de gran parte de la poesía española de las últimas décadas (sobre todo de la poesía de la Experiencia), al presente se percibe una rehumanización, una vuelta del yo al nosotros. Y así, en “Tiempo gris de cosmos” leemos versos referidos a los mendigos y los desfavorecidos tan significativos como éstos: “Con ellos comparto hoy mi vida sino suya y entera para siempre” O como estos otros: “... nada me queda sino acopiar todo el llanto humano y hacerlo mío, sólo mío.” Encontramos, pues, aquí a José Antonio Santano tan dueño de ese ritmo, de esa musicalidad del verso, de esas grandes y continuas metáforas, como en sus entregas anteriores, pero su poesía ha ganado en hondura, en tensión emocional, en lo que él y otros autores nombran “humanismo solidario”. En la primera parte del libro existe ya como una premonición dolorosa y cierto tono existencial hasta el punto de llevarnos a preguntarnos qué lugar queda para la esperanza. Y entonces nos llega la segunda parte del poemario formada por un solo poema dividido en diez secuencias, un poema que constituye un monólogo del escritor que contesta a la pregunta que se nos hace al entrar en facebook: “¿Qué estás pensando?” Ese extenso poema donde el autor toma partido por los desfavorecidos, los enfermos, los miserables, los mendigos, los niños hambrientos..., representa un feroz alegato contra este tiempo de impostura e injusticia, un alegato escrito con una fuerza withmaniana. Aunque al final, José Antonio Santano nos viene a decir que sólo el Hombre que oficia de Hombre alcanza su sentido en este naufragio. Debo añadir que el libro incluye también un brillante estudio sobre la poética de Santano firmado por el también poeta José Cabrera Martos.

El Gremio de Libreros de Almería

El Gremio de Libreros de Almería eligen las mejores obras de...


El Gremio de Libreros de Almería, como cada año, quiere premiar la labor de escritores y editores almerienses y reconocer su esfuerzo, en un panorama desolador para un sector del libro que, de manera agudizada por la crisis económica, sufre el asedio de los grandes grupos editoriales y libreros, que se mueven con facilidad en el mundo de los mercados globales y las grandes cifras. 

A pesar de ello un nutrido y, se diría que aguerrido grupo de escritores almerienses, apoyado por las editoriales han hecho de 2014 un buen año para la cultura en la provincia. 

El Jurado del Gremio de Libreros de Almería, compuesto por Antonio Duarte (Nobel-Almería), Manuel García (Sintagma-El Ejido), Isidoro Salvador (Metáfora-Roquetas), Ana Amezcua (Picasso-Almería) y Rodolfo Criado (Espacio Lector Nobel-Vera) ha considerado las mejores publicaciones almerienses de 2014 en cuatro grupos genéricos. El premio Mejor Libro Almeriense 2014 en Narrativa ha sido para Mar de Irlanda de Carlos Maleno y el segundo premio también por su éxito de ventas es para Fresas amargas para siempre, de Fernando Martínez. En ensayo, historia y tradiciones almerienses el primer premio es para Almería, secretos y misterios de Alberto Cerezuela y el segundo Premio compartido por Enrique F. Bolea con Minas y Mineros, y Antonio Gil Albarracín con Almería, Plaza de Armas. 

En poesía, el primer premio es para Tiempo gris de Cosmos de José Antonio Santano y el segundo Premio para PequeñosDesnudos de Aníbal García Rodríguez. En infantil, el primer premio es para Hugo y el dragón de la noche de Gema Sirvent, con ilustraciones de Vicente Cruz Antón. El segundo premio para La mujer más alta del mundo, de Pablo Albo e lustrado por Iratxe López de Munían. 

El Gremio de Libreros destaca la publicación de la monumental Esencial, con la vida y obra de Carlos P. Siquier, editado por el IEA y el Museo Casa Ibáñez, con textos de Juan Manuel Martín Robles. También merecen mención en este 2014, el trabajo de las editoriales Arráez, Circulo Rojo, el Centro de Estudios Velezanos así como de la Editorial Libre Albedrío y de la Editorial Confluencias. Todas ellas han dado a luz espléndidos trabajos sobre la Historia y Tradiciones Almerienses, y publicaciones muy interesantes.

El Gremio de Libreros de Almería

El Gremio de Libreros de Almería eligen las mejores obras de...


El Gremio de Libreros de Almería, como cada año, quiere premiar la labor de escritores y editores almerienses y reconocer su esfuerzo, en un panorama desolador para un sector del libro que, de manera agudizada por la crisis económica, sufre el asedio de los grandes grupos editoriales y libreros, que se mueven con facilidad en el mundo de los mercados globales y las grandes cifras. 

A pesar de ello un nutrido y, se diría que aguerrido grupo de escritores almerienses, apoyado por las editoriales han hecho de 2014 un buen año para la cultura en la provincia. 

El Jurado del Gremio de Libreros de Almería, compuesto por Antonio Duarte (Nobel-Almería), Manuel García (Sintagma-El Ejido), Isidoro Salvador (Metáfora-Roquetas), Ana Amezcua (Picasso-Almería) y Rodolfo Criado (Espacio Lector Nobel-Vera) ha considerado las mejores publicaciones almerienses de 2014 en cuatro grupos genéricos. El premio Mejor Libro Almeriense 2014 en Narrativa ha sido para Mar de Irlanda de Carlos Maleno y el segundo premio también por su éxito de ventas es para Fresas amargas para siempre, de Fernando Martínez. En ensayo, historia y tradiciones almerienses el primer premio es para Almería, secretos y misterios de Alberto Cerezuela y el segundo Premio compartido por Enrique F. Bolea con Minas y Mineros, y Antonio Gil Albarracín con Almería, Plaza de Armas. 

En poesía, el primer premio es para Tiempo gris de Cosmos de José Antonio Santano y el segundo Premio para PequeñosDesnudos de Aníbal García Rodríguez. En infantil, el primer premio es para Hugo y el dragón de la noche de Gema Sirvent, con ilustraciones de Vicente Cruz Antón. El segundo premio para La mujer más alta del mundo, de Pablo Albo e lustrado por Iratxe López de Munían. 

El Gremio de Libreros destaca la publicación de la monumental Esencial, con la vida y obra de Carlos P. Siquier, editado por el IEA y el Museo Casa Ibáñez, con textos de Juan Manuel Martín Robles. También merecen mención en este 2014, el trabajo de las editoriales Arráez, Circulo Rojo, el Centro de Estudios Velezanos así como de la Editorial Libre Albedrío y de la Editorial Confluencias. Todas ellas han dado a luz espléndidos trabajos sobre la Historia y Tradiciones Almerienses, y publicaciones muy interesantes.

Ahora que amaneces. José Antonio Santano




SALÓN DE LECTURA_
Por José Antonio Santano


AHORA QUE AMANECES

Busca el hombre, el poeta, ese espacio colmado de ensoñaciones, donde la realidad y la ficción se mezclan y alteran en un baile de percepciones enfrentadas unas veces y armoniosas otras. En esa búsqueda por lo desconocido y el misterio, la palabra es lucerna que ilumina el universo, voz primigenia que habita la tierra y los mares, los ríos y las montañas en perfecta simbiosis. Desde sus inicios hasta este último poemario “Ahora que amaneces”, el poeta jienense, con residencia en Castelldefels, Felipe Sérvulo, propone una viaje hacia el verdadero cosmos de la poesía, esa que se incrusta en la piel primero para luego adentrarse en la sangre –embeleso de forma y fondo- hasta hallar el preciado amanecer del amor. De amor, sin más, trata este poemario, y desde su título nos lo anuncia ( Ahora que amaneces). Sí, el amor, pero entendido en su más excelso significado, ese que renuncia al “yo” para convertirse en “tú”. De amanecida el poeta renueva su deseo de conocer, de descubrir el amor en lo oculto, cuando despierta el día y está a solas con el aún somnoliento rostro de la amada: «Lo sé, no te gusta que escudriñe tu rostro / mientras duermes. Puedo explicarlo: / no es sensato perder la ocasión / de amarte un poco más, mirar calladamente, sí, / y ver la pequeña cicatriz que ocultas con maquillaje». Felipe Sérvulo conoce bien el sabor de la nostalgia, ese hálito de melancolía que fluye en sus versos como necesaria luz: «Hoy el vuelto a mi barrio. / No lo recuerdo con tanto silencio. / ¿Dónde están las rayuelas, / los balcones tallados de perfume? / Los terrados que eran horizonte, / las palabras de amor de Lucía, / o las risas de Juanito, / (se nos fue con casi nueve)». Y a pesar de todo, de lo vivido, del tiempo transcurrido el poeta sigue escribiendo cartas de amor, : «Porque, después de todo, me gusta escribirte / sólo cartas de amor». El amor como principio y fin, motor de vida, pues Sérvulo sabe bien de su existencia; su romanticismo bebe de la más profunda tradición literaria, esa que nace de un hondo sentimiento de idealización de la realidad misma, de cuanto rodea al poeta, pero sin renunciar a lo vivido, a la melancólica mirada de amante. Y por ello proclamará una vez y otra al otro, al “yo” trascendido en el “tú”, para escribir: «Amar, si duda. / Y mi lengua sin discurso. / Pero sé tus labios, / melodías que llegan lejanas […] Cuántos enigmas tiene tu cuerpo. / Cuántos solsticios, savia, pasión / y caribes alojas…/ Ocurre que esparces el día / y deslumbras. […] Cuando te nombro, / parece que está todo escrito.[…] Cuando no estás, / falta el sutil lenguaje de las flores, / los días sin horas, / la avidez indómita de la carne / que sólo sacias tú». Mas el poeta nos muestra la más cruda realidad, mira a su derredor y como un notario da fe de cuanto ve, y así nos dice: «Te hablo de trabajos basura, / de cuestiones perentorias, / asfixiantes y odiosas / que nos impone / el Banco Central Europeo». Es el día a día, la esencia de lo cotidiano, el pálpito de la ciudad y sus barrios, de las estaciones de metro, las calles, pero siempre consecuencia del reclamo amoroso: «Luego, me sumerjo / en Las Ramblas, los turistas / inventan letras para nombrarte / y casi siempre hace buen tiempo. […] Iré donde estés: / Horta, La Pau, San Adrià, Palau Reial o Gavarra; qué sería un metro sin tus hellas. […] Se adormece Barcelona / y la plaza ya es invierno, / hay un paisaje para un poema, / brisa que pasa y ya no vuelve. […] Pero buscaremos habitación / para pasar el destierro, / sincronizar latidos / y al amanecer, / cuando escampe la lluvia, / abriremos las calles / para volver a oír t’estimo / en las esquinas del Raval». La importancia del lenguaje poético en los nombres, simbolizados en Antonio y Ana, Federico, Salinas…: «Esta mañana, antes de la vuelta, / dejé flores y poemas con tu nombre, / en la tumba de Antonio y Ana. […] Qué consuelo sería, al menos, / escuchar la voz de Federico, que dicen está perdida. […] Y en la provincia más remota, volvería a llamarte Ángeles o Silvia o Llüisa. / Tal vez, Carmen, Elena, Montse…, / que es como llamarte y nombrar / a todas las mujeres del mundo»; también de los verbos: retorno, escudriño, descubro, laten en ese amoroso juego de la poesía de Sérvulo, que en el transcurrir de un día nos acerca al hecho amatorio con fruición. El amor al fin, como única verdad: «Cuando apagues la luz de la mesilla, / sabrás que no soy yo quien te vela, / sino la ciudad que guarda / tantos secretos. […] Cerré la puerta y olí tu madrugada».
Título: Ahora que amaneces
Autor: Felipe Sérvulo
Edita: La Playa de Ákaba (Madrid, 2013)

Ahora que amaneces. José Antonio Santano




SALÓN DE LECTURA_
Por José Antonio Santano


AHORA QUE AMANECES

Busca el hombre, el poeta, ese espacio colmado de ensoñaciones, donde la realidad y la ficción se mezclan y alteran en un baile de percepciones enfrentadas unas veces y armoniosas otras. En esa búsqueda por lo desconocido y el misterio, la palabra es lucerna que ilumina el universo, voz primigenia que habita la tierra y los mares, los ríos y las montañas en perfecta simbiosis. Desde sus inicios hasta este último poemario “Ahora que amaneces”, el poeta jienense, con residencia en Castelldefels, Felipe Sérvulo, propone una viaje hacia el verdadero cosmos de la poesía, esa que se incrusta en la piel primero para luego adentrarse en la sangre –embeleso de forma y fondo- hasta hallar el preciado amanecer del amor. De amor, sin más, trata este poemario, y desde su título nos lo anuncia ( Ahora que amaneces). Sí, el amor, pero entendido en su más excelso significado, ese que renuncia al “yo” para convertirse en “tú”. De amanecida el poeta renueva su deseo de conocer, de descubrir el amor en lo oculto, cuando despierta el día y está a solas con el aún somnoliento rostro de la amada: «Lo sé, no te gusta que escudriñe tu rostro / mientras duermes. Puedo explicarlo: / no es sensato perder la ocasión / de amarte un poco más, mirar calladamente, sí, / y ver la pequeña cicatriz que ocultas con maquillaje». Felipe Sérvulo conoce bien el sabor de la nostalgia, ese hálito de melancolía que fluye en sus versos como necesaria luz: «Hoy el vuelto a mi barrio. / No lo recuerdo con tanto silencio. / ¿Dónde están las rayuelas, / los balcones tallados de perfume? / Los terrados que eran horizonte, / las palabras de amor de Lucía, / o las risas de Juanito, / (se nos fue con casi nueve)». Y a pesar de todo, de lo vivido, del tiempo transcurrido el poeta sigue escribiendo cartas de amor, : «Porque, después de todo, me gusta escribirte / sólo cartas de amor». El amor como principio y fin, motor de vida, pues Sérvulo sabe bien de su existencia; su romanticismo bebe de la más profunda tradición literaria, esa que nace de un hondo sentimiento de idealización de la realidad misma, de cuanto rodea al poeta, pero sin renunciar a lo vivido, a la melancólica mirada de amante. Y por ello proclamará una vez y otra al otro, al “yo” trascendido en el “tú”, para escribir: «Amar, si duda. / Y mi lengua sin discurso. / Pero sé tus labios, / melodías que llegan lejanas […] Cuántos enigmas tiene tu cuerpo. / Cuántos solsticios, savia, pasión / y caribes alojas…/ Ocurre que esparces el día / y deslumbras. […] Cuando te nombro, / parece que está todo escrito.[…] Cuando no estás, / falta el sutil lenguaje de las flores, / los días sin horas, / la avidez indómita de la carne / que sólo sacias tú». Mas el poeta nos muestra la más cruda realidad, mira a su derredor y como un notario da fe de cuanto ve, y así nos dice: «Te hablo de trabajos basura, / de cuestiones perentorias, / asfixiantes y odiosas / que nos impone / el Banco Central Europeo». Es el día a día, la esencia de lo cotidiano, el pálpito de la ciudad y sus barrios, de las estaciones de metro, las calles, pero siempre consecuencia del reclamo amoroso: «Luego, me sumerjo / en Las Ramblas, los turistas / inventan letras para nombrarte / y casi siempre hace buen tiempo. […] Iré donde estés: / Horta, La Pau, San Adrià, Palau Reial o Gavarra; qué sería un metro sin tus hellas. […] Se adormece Barcelona / y la plaza ya es invierno, / hay un paisaje para un poema, / brisa que pasa y ya no vuelve. […] Pero buscaremos habitación / para pasar el destierro, / sincronizar latidos / y al amanecer, / cuando escampe la lluvia, / abriremos las calles / para volver a oír t’estimo / en las esquinas del Raval». La importancia del lenguaje poético en los nombres, simbolizados en Antonio y Ana, Federico, Salinas…: «Esta mañana, antes de la vuelta, / dejé flores y poemas con tu nombre, / en la tumba de Antonio y Ana. […] Qué consuelo sería, al menos, / escuchar la voz de Federico, que dicen está perdida. […] Y en la provincia más remota, volvería a llamarte Ángeles o Silvia o Llüisa. / Tal vez, Carmen, Elena, Montse…, / que es como llamarte y nombrar / a todas las mujeres del mundo»; también de los verbos: retorno, escudriño, descubro, laten en ese amoroso juego de la poesía de Sérvulo, que en el transcurrir de un día nos acerca al hecho amatorio con fruición. El amor al fin, como única verdad: «Cuando apagues la luz de la mesilla, / sabrás que no soy yo quien te vela, / sino la ciudad que guarda / tantos secretos. […] Cerré la puerta y olí tu madrugada».
Título: Ahora que amaneces
Autor: Felipe Sérvulo
Edita: La Playa de Ákaba (Madrid, 2013)

Ahora que amaneces. Felipe Sérvulo




SALÓN DE LECTURA_
Por José Antonio Santano


AHORA QUE AMANECES

Busca el hombre, el poeta, ese espacio colmado de ensoñaciones, donde la realidad y la ficción se mezclan y alteran en un baile de percepciones enfrentadas unas veces y armoniosas otras. En esa búsqueda por lo desconocido y el misterio, la palabra es lucerna que ilumina el universo, voz primigenia que habita la tierra y los mares, los ríos y las montañas en perfecta simbiosis. Desde sus inicios hasta este último poemario “Ahora que amaneces”, el poeta jienense, con residencia en Castelldefels, Felipe Sérvulo, propone una viaje hacia el verdadero cosmos de la poesía, esa que se incrusta en la piel primero para luego adentrarse en la sangre –embeleso de forma y fondo- hasta hallar el preciado amanecer del amor. De amor, sin más, trata este poemario, y desde su título nos lo anuncia ( Ahora que amaneces). Sí, el amor, pero entendido en su más excelso significado, ese que renuncia al “yo” para convertirse en “tú”. De amanecida el poeta renueva su deseo de conocer, de descubrir el amor en lo oculto, cuando despierta el día y está a solas con el aún somnoliento rostro de la amada: «Lo sé, no te gusta que escudriñe tu rostro / mientras duermes. Puedo explicarlo: / no es sensato perder la ocasión / de amarte un poco más, mirar calladamente, sí, / y ver la pequeña cicatriz que ocultas con maquillaje». Felipe Sérvulo conoce bien el sabor de la nostalgia, ese hálito de melancolía que fluye en sus versos como necesaria luz: «Hoy el vuelto a mi barrio. / No lo recuerdo con tanto silencio. / ¿Dónde están las rayuelas, / los balcones tallados de perfume? / Los terrados que eran horizonte, / las palabras de amor de Lucía, / o las risas de Juanito, / (se nos fue con casi nueve)». Y a pesar de todo, de lo vivido, del tiempo transcurrido el poeta sigue escribiendo cartas de amor, : «Porque, después de todo, me gusta escribirte / sólo cartas de amor». El amor como principio y fin, motor de vida, pues Sérvulo sabe bien de su existencia; su romanticismo bebe de la más profunda tradición literaria, esa que nace de un hondo sentimiento de idealización de la realidad misma, de cuanto rodea al poeta, pero sin renunciar a lo vivido, a la melancólica mirada de amante. Y por ello proclamará una vez y otra al otro, al “yo” trascendido en el “tú”, para escribir: «Amar, si duda. / Y mi lengua sin discurso. / Pero sé tus labios, / melodías que llegan lejanas […] Cuántos enigmas tiene tu cuerpo. / Cuántos solsticios, savia, pasión / y caribes alojas…/ Ocurre que esparces el día / y deslumbras. […] Cuando te nombro, / parece que está todo escrito.[…] Cuando no estás, / falta el sutil lenguaje de las flores, / los días sin horas, / la avidez indómita de la carne / que sólo sacias tú». Mas el poeta nos muestra la más cruda realidad, mira a su derredor y como un notario da fe de cuanto ve, y así nos dice: «Te hablo de trabajos basura, / de cuestiones perentorias, / asfixiantes y odiosas / que nos impone / el Banco Central Europeo». Es el día a día, la esencia de lo cotidiano, el pálpito de la ciudad y sus barrios, de las estaciones de metro, las calles, pero siempre consecuencia del reclamo amoroso: «Luego, me sumerjo / en Las Ramblas, los turistas / inventan letras para nombrarte / y casi siempre hace buen tiempo. […] Iré donde estés: / Horta, La Pau, San Adrià, Palau Reial o Gavarra; qué sería un metro sin tus hellas. […] Se adormece Barcelona / y la plaza ya es invierno, / hay un paisaje para un poema, / brisa que pasa y ya no vuelve. […] Pero buscaremos habitación / para pasar el destierro, / sincronizar latidos / y al amanecer, / cuando escampe la lluvia, / abriremos las calles / para volver a oír t’estimo / en las esquinas del Raval». La importancia del lenguaje poético en los nombres, simbolizados en Antonio y Ana, Federico, Salinas…: «Esta mañana, antes de la vuelta, / dejé flores y poemas con tu nombre, / en la tumba de Antonio y Ana. […] Qué consuelo sería, al menos, / escuchar la voz de Federico, que dicen está perdida. […] Y en la provincia más remota, volvería a llamarte Ángeles o Silvia o Llüisa. / Tal vez, Carmen, Elena, Montse…, / que es como llamarte y nombrar / a todas las mujeres del mundo»; también de los verbos: retorno, escudriño, descubro, laten en ese amoroso juego de la poesía de Sérvulo, que en el transcurrir de un día nos acerca al hecho amatorio con fruición. El amor al fin, como única verdad: «Cuando apagues la luz de la mesilla, / sabrás que no soy yo quien te vela, / sino la ciudad que guarda / tantos secretos. […] Cerré la puerta y olí tu madrugada».
Título: Ahora que amaneces
Autor: Felipe Sérvulo
Edita: La Playa de Ákaba (Madrid, 2013)

Ahora que amaneces. Felipe Sérvulo




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Por José Antonio Santano


AHORA QUE AMANECES

Busca el hombre, el poeta, ese espacio colmado de ensoñaciones, donde la realidad y la ficción se mezclan y alteran en un baile de percepciones enfrentadas unas veces y armoniosas otras. En esa búsqueda por lo desconocido y el misterio, la palabra es lucerna que ilumina el universo, voz primigenia que habita la tierra y los mares, los ríos y las montañas en perfecta simbiosis. Desde sus inicios hasta este último poemario “Ahora que amaneces”, el poeta jienense, con residencia en Castelldefels, Felipe Sérvulo, propone una viaje hacia el verdadero cosmos de la poesía, esa que se incrusta en la piel primero para luego adentrarse en la sangre –embeleso de forma y fondo- hasta hallar el preciado amanecer del amor. De amor, sin más, trata este poemario, y desde su título nos lo anuncia ( Ahora que amaneces). Sí, el amor, pero entendido en su más excelso significado, ese que renuncia al “yo” para convertirse en “tú”. De amanecida el poeta renueva su deseo de conocer, de descubrir el amor en lo oculto, cuando despierta el día y está a solas con el aún somnoliento rostro de la amada: «Lo sé, no te gusta que escudriñe tu rostro / mientras duermes. Puedo explicarlo: / no es sensato perder la ocasión / de amarte un poco más, mirar calladamente, sí, / y ver la pequeña cicatriz que ocultas con maquillaje». Felipe Sérvulo conoce bien el sabor de la nostalgia, ese hálito de melancolía que fluye en sus versos como necesaria luz: «Hoy el vuelto a mi barrio. / No lo recuerdo con tanto silencio. / ¿Dónde están las rayuelas, / los balcones tallados de perfume? / Los terrados que eran horizonte, / las palabras de amor de Lucía, / o las risas de Juanito, / (se nos fue con casi nueve)». Y a pesar de todo, de lo vivido, del tiempo transcurrido el poeta sigue escribiendo cartas de amor, : «Porque, después de todo, me gusta escribirte / sólo cartas de amor». El amor como principio y fin, motor de vida, pues Sérvulo sabe bien de su existencia; su romanticismo bebe de la más profunda tradición literaria, esa que nace de un hondo sentimiento de idealización de la realidad misma, de cuanto rodea al poeta, pero sin renunciar a lo vivido, a la melancólica mirada de amante. Y por ello proclamará una vez y otra al otro, al “yo” trascendido en el “tú”, para escribir: «Amar, si duda. / Y mi lengua sin discurso. / Pero sé tus labios, / melodías que llegan lejanas […] Cuántos enigmas tiene tu cuerpo. / Cuántos solsticios, savia, pasión / y caribes alojas…/ Ocurre que esparces el día / y deslumbras. […] Cuando te nombro, / parece que está todo escrito.[…] Cuando no estás, / falta el sutil lenguaje de las flores, / los días sin horas, / la avidez indómita de la carne / que sólo sacias tú». Mas el poeta nos muestra la más cruda realidad, mira a su derredor y como un notario da fe de cuanto ve, y así nos dice: «Te hablo de trabajos basura, / de cuestiones perentorias, / asfixiantes y odiosas / que nos impone / el Banco Central Europeo». Es el día a día, la esencia de lo cotidiano, el pálpito de la ciudad y sus barrios, de las estaciones de metro, las calles, pero siempre consecuencia del reclamo amoroso: «Luego, me sumerjo / en Las Ramblas, los turistas / inventan letras para nombrarte / y casi siempre hace buen tiempo. […] Iré donde estés: / Horta, La Pau, San Adrià, Palau Reial o Gavarra; qué sería un metro sin tus hellas. […] Se adormece Barcelona / y la plaza ya es invierno, / hay un paisaje para un poema, / brisa que pasa y ya no vuelve. […] Pero buscaremos habitación / para pasar el destierro, / sincronizar latidos / y al amanecer, / cuando escampe la lluvia, / abriremos las calles / para volver a oír t’estimo / en las esquinas del Raval». La importancia del lenguaje poético en los nombres, simbolizados en Antonio y Ana, Federico, Salinas…: «Esta mañana, antes de la vuelta, / dejé flores y poemas con tu nombre, / en la tumba de Antonio y Ana. […] Qué consuelo sería, al menos, / escuchar la voz de Federico, que dicen está perdida. […] Y en la provincia más remota, volvería a llamarte Ángeles o Silvia o Llüisa. / Tal vez, Carmen, Elena, Montse…, / que es como llamarte y nombrar / a todas las mujeres del mundo»; también de los verbos: retorno, escudriño, descubro, laten en ese amoroso juego de la poesía de Sérvulo, que en el transcurrir de un día nos acerca al hecho amatorio con fruición. El amor al fin, como única verdad: «Cuando apagues la luz de la mesilla, / sabrás que no soy yo quien te vela, / sino la ciudad que guarda / tantos secretos. […] Cerré la puerta y olí tu madrugada».
Título: Ahora que amaneces
Autor: Felipe Sérvulo
Edita: La Playa de Ákaba (Madrid, 2013)

Arcadia desolada. José Antonio Santano

Título: Arcadia desolada
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Edita: La Lucerna (Palma de Mallorca, 2013)

Me acerco por vez primera a la obra del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila y he de decir que quedo gratamente sorprendido. No es frecuente hallar una concepción poética como la suya, tanto desde el punto de vista estético como ético. Gomila es un poeta que bebe de la más pura tradición cultural greco-latina, y por ello, en su poesía está muy presente la mitología, la épica y el simbolismo, además de la experiencia que viene a ser el eje central, el ser mismo como ente primigenio, lo vivido trascendido en emoción siempre, arrebato, asombro continuo. 

El poeta es un buscador de palabras, un loco rebelde que se enfrenta al sistema, porque el sistema oprime y humilla, reduciendo al hombre a mercancía. El poeta nos hablará entonces de sus miedos, certezas y dudas, será su voz un grito contra una sociedad hipócrita y falaz. Mas Gomila se opone a todo tipo de privación, y busca su paraíso, el edén, la soñada Arcadia, tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras. Arcadia desolada”, del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila es todo eso y más. Dedica este poemario «A todos los que, tentados por la voz del miedo, no sucumben» -¿ha sido el poeta una víctima más de ese miedo que se adentra en las entrañas?-; preceden a los poemas tres citas esclarecedoras y premonitorias de lo que será el contenido, de autores tales como Javier Sologuren, Alberto Escobar y Rimbaud, y que nos hablan del dolor, el amor y el sexo. La palabra fluye y el poeta bucea en sus orígenes y siente al niño que respira sueños en «algunos cromos de parejas célebres / de la Historia Antigua y la Literatura; / masculino, femenino, azul y rosa, / dinosaurios de cartón o bien muñecas, / el patrón original para los niños, / desde aquel Adán primero y su Costilla», los libros como continuada referencia de lo vivido y amado en la fantasía de Julio Verne o el descubrimiento de una sexualidad distinta y oculta:«la beligerancia creciente y alarmante / de mis tensas relaciones escolares / está a punto de prender la de Verdún: / ¿tal vez porque intuyen mi placer oculto, / o acaso perciben de algún modo extraño / cómo el grano de mostaza va creciendo, / penetrando en la ternura de mi corazón, / aunque nunca me han llamado maricón / todavía como burla en plena cara?». El poeta se desnuda ante sí mismo y el mundo en el amor, la única verdad –su verdad-, y así escribe: «Ábreme las puertas, Amor, y no consientas / que usurpe esa calima la cálida morada, / potencia que se place en encarnarse / según la apariencia que invoca el deseo». 

Llama la atención de este poemario su estructura, en la que el tiempo irrumpe a manera de interludio, en un juego de espejos que propician el recuerdo mostrado en las horas del día, dolorosas en el insulto y las vejaciones: «mediodía, la costumbre fija la hora / del paseo por el patio de la cárcel; / se acerca el momento de lapidaciones / con balones de cemento y el milagro / cotidiano, tanto que pierde su misterio, / de los salivazos en mi bocadillo / de jamón, tortilla, mas bien untado / con la miel amarga de las vejaciones».

 Luego, el poeta vuelve al hilo de su discurso poético, a su particular Arcadia, y siente el dolor de nuevo en las risas de sus verdugos, y el miedo vuelve como vuelven los fantasmas en la idea del suicidio: «ni las dagas afiladas contra el César, / ni tampoco la bañera de Petronio; / si no tienes las agallas, o las alas, / de quien salta con desprecio a los vacíos, / no mereces más castigo que el severo / cumplimiento de la dura penitencia / del seguir con esta vida…»; Gomila recupera la dolorosa experiencia de la milicia en los años tempranos: «¡Cien flexiones ininterrumpidas / por cargar, bulto sin nombre, / sobre el hombro equivocado tu fusil! […] ¿De qué te lamentas, pedazo de animal? / ¿Tal vez porque no encuentras en los patios / del Todo por la Patria, placenta de varones, / algún bardaje hambriento que comparta / contigo íntimamente la manta y el jergón?», ese nefasto lugar, casa de locos habitada por la crueldad humana: «me travisto con la piel de los civiles, / y cruzo las puertas de los bedlamitas». Mas el poeta, en su solitario camino, halla siempre esa luz resplandeciente aun a pesar de la desolación, la libertad al fin, la verdad de la existencia –su existencia-, la razón del ser. Sin duda, Pedro Juan Gomila, nos convoca en la verdadera poesía, la que nace del silencio y fluye viva por sus venas.


Arcadia desolada. José Antonio Santano

Título: Arcadia desolada
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Edita: La Lucerna (Palma de Mallorca, 2013)

Me acerco por vez primera a la obra del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila y he de decir que quedo gratamente sorprendido. No es frecuente hallar una concepción poética como la suya, tanto desde el punto de vista estético como ético. Gomila es un poeta que bebe de la más pura tradición cultural greco-latina, y por ello, en su poesía está muy presente la mitología, la épica y el simbolismo, además de la experiencia que viene a ser el eje central, el ser mismo como ente primigenio, lo vivido trascendido en emoción siempre, arrebato, asombro continuo. 

El poeta es un buscador de palabras, un loco rebelde que se enfrenta al sistema, porque el sistema oprime y humilla, reduciendo al hombre a mercancía. El poeta nos hablará entonces de sus miedos, certezas y dudas, será su voz un grito contra una sociedad hipócrita y falaz. Mas Gomila se opone a todo tipo de privación, y busca su paraíso, el edén, la soñada Arcadia, tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras. Arcadia desolada”, del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila es todo eso y más. Dedica este poemario «A todos los que, tentados por la voz del miedo, no sucumben» -¿ha sido el poeta una víctima más de ese miedo que se adentra en las entrañas?-; preceden a los poemas tres citas esclarecedoras y premonitorias de lo que será el contenido, de autores tales como Javier Sologuren, Alberto Escobar y Rimbaud, y que nos hablan del dolor, el amor y el sexo. La palabra fluye y el poeta bucea en sus orígenes y siente al niño que respira sueños en «algunos cromos de parejas célebres / de la Historia Antigua y la Literatura; / masculino, femenino, azul y rosa, / dinosaurios de cartón o bien muñecas, / el patrón original para los niños, / desde aquel Adán primero y su Costilla», los libros como continuada referencia de lo vivido y amado en la fantasía de Julio Verne o el descubrimiento de una sexualidad distinta y oculta:«la beligerancia creciente y alarmante / de mis tensas relaciones escolares / está a punto de prender la de Verdún: / ¿tal vez porque intuyen mi placer oculto, / o acaso perciben de algún modo extraño / cómo el grano de mostaza va creciendo, / penetrando en la ternura de mi corazón, / aunque nunca me han llamado maricón / todavía como burla en plena cara?». El poeta se desnuda ante sí mismo y el mundo en el amor, la única verdad –su verdad-, y así escribe: «Ábreme las puertas, Amor, y no consientas / que usurpe esa calima la cálida morada, / potencia que se place en encarnarse / según la apariencia que invoca el deseo». 

Llama la atención de este poemario su estructura, en la que el tiempo irrumpe a manera de interludio, en un juego de espejos que propician el recuerdo mostrado en las horas del día, dolorosas en el insulto y las vejaciones: «mediodía, la costumbre fija la hora / del paseo por el patio de la cárcel; / se acerca el momento de lapidaciones / con balones de cemento y el milagro / cotidiano, tanto que pierde su misterio, / de los salivazos en mi bocadillo / de jamón, tortilla, mas bien untado / con la miel amarga de las vejaciones».

 Luego, el poeta vuelve al hilo de su discurso poético, a su particular Arcadia, y siente el dolor de nuevo en las risas de sus verdugos, y el miedo vuelve como vuelven los fantasmas en la idea del suicidio: «ni las dagas afiladas contra el César, / ni tampoco la bañera de Petronio; / si no tienes las agallas, o las alas, / de quien salta con desprecio a los vacíos, / no mereces más castigo que el severo / cumplimiento de la dura penitencia / del seguir con esta vida…»; Gomila recupera la dolorosa experiencia de la milicia en los años tempranos: «¡Cien flexiones ininterrumpidas / por cargar, bulto sin nombre, / sobre el hombro equivocado tu fusil! […] ¿De qué te lamentas, pedazo de animal? / ¿Tal vez porque no encuentras en los patios / del Todo por la Patria, placenta de varones, / algún bardaje hambriento que comparta / contigo íntimamente la manta y el jergón?», ese nefasto lugar, casa de locos habitada por la crueldad humana: «me travisto con la piel de los civiles, / y cruzo las puertas de los bedlamitas». Mas el poeta, en su solitario camino, halla siempre esa luz resplandeciente aun a pesar de la desolación, la libertad al fin, la verdad de la existencia –su existencia-, la razón del ser. Sin duda, Pedro Juan Gomila, nos convoca en la verdadera poesía, la que nace del silencio y fluye viva por sus venas.


Arcadia desolada. Pedro Juan Gomila Martorell

Título: Arcadia desolada
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Edita: La Lucerna (Palma de Mallorca, 2013)

Me acerco por vez primera a la obra del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila y he de decir que quedo gratamente sorprendido. No es frecuente hallar una concepción poética como la suya, tanto desde el punto de vista estético como ético. Gomila es un poeta que bebe de la más pura tradición cultural greco-latina, y por ello, en su poesía está muy presente la mitología, la épica y el simbolismo, además de la experiencia que viene a ser el eje central, el ser mismo como ente primigenio, lo vivido trascendido en emoción siempre, arrebato, asombro continuo. 

El poeta es un buscador de palabras, un loco rebelde que se enfrenta al sistema, porque el sistema oprime y humilla, reduciendo al hombre a mercancía. El poeta nos hablará entonces de sus miedos, certezas y dudas, será su voz un grito contra una sociedad hipócrita y falaz. Mas Gomila se opone a todo tipo de privación, y busca su paraíso, el edén, la soñada Arcadia, tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras. Arcadia desolada”, del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila es todo eso y más. Dedica este poemario «A todos los que, tentados por la voz del miedo, no sucumben» -¿ha sido el poeta una víctima más de ese miedo que se adentra en las entrañas?-; preceden a los poemas tres citas esclarecedoras y premonitorias de lo que será el contenido, de autores tales como Javier Sologuren, Alberto Escobar y Rimbaud, y que nos hablan del dolor, el amor y el sexo. La palabra fluye y el poeta bucea en sus orígenes y siente al niño que respira sueños en «algunos cromos de parejas célebres / de la Historia Antigua y la Literatura; / masculino, femenino, azul y rosa, / dinosaurios de cartón o bien muñecas, / el patrón original para los niños, / desde aquel Adán primero y su Costilla», los libros como continuada referencia de lo vivido y amado en la fantasía de Julio Verne o el descubrimiento de una sexualidad distinta y oculta:«la beligerancia creciente y alarmante / de mis tensas relaciones escolares / está a punto de prender la de Verdún: / ¿tal vez porque intuyen mi placer oculto, / o acaso perciben de algún modo extraño / cómo el grano de mostaza va creciendo, / penetrando en la ternura de mi corazón, / aunque nunca me han llamado maricón / todavía como burla en plena cara?». El poeta se desnuda ante sí mismo y el mundo en el amor, la única verdad –su verdad-, y así escribe: «Ábreme las puertas, Amor, y no consientas / que usurpe esa calima la cálida morada, / potencia que se place en encarnarse / según la apariencia que invoca el deseo». 

Llama la atención de este poemario su estructura, en la que el tiempo irrumpe a manera de interludio, en un juego de espejos que propician el recuerdo mostrado en las horas del día, dolorosas en el insulto y las vejaciones: «mediodía, la costumbre fija la hora / del paseo por el patio de la cárcel; / se acerca el momento de lapidaciones / con balones de cemento y el milagro / cotidiano, tanto que pierde su misterio, / de los salivazos en mi bocadillo / de jamón, tortilla, mas bien untado / con la miel amarga de las vejaciones».

 Luego, el poeta vuelve al hilo de su discurso poético, a su particular Arcadia, y siente el dolor de nuevo en las risas de sus verdugos, y el miedo vuelve como vuelven los fantasmas en la idea del suicidio: «ni las dagas afiladas contra el César, / ni tampoco la bañera de Petronio; / si no tienes las agallas, o las alas, / de quien salta con desprecio a los vacíos, / no mereces más castigo que el severo / cumplimiento de la dura penitencia / del seguir con esta vida…»; Gomila recupera la dolorosa experiencia de la milicia en los años tempranos: «¡Cien flexiones ininterrumpidas / por cargar, bulto sin nombre, / sobre el hombro equivocado tu fusil! […] ¿De qué te lamentas, pedazo de animal? / ¿Tal vez porque no encuentras en los patios / del Todo por la Patria, placenta de varones, / algún bardaje hambriento que comparta / contigo íntimamente la manta y el jergón?», ese nefasto lugar, casa de locos habitada por la crueldad humana: «me travisto con la piel de los civiles, / y cruzo las puertas de los bedlamitas». Mas el poeta, en su solitario camino, halla siempre esa luz resplandeciente aun a pesar de la desolación, la libertad al fin, la verdad de la existencia –su existencia-, la razón del ser. Sin duda, Pedro Juan Gomila, nos convoca en la verdadera poesía, la que nace del silencio y fluye viva por sus venas.

Arcadia desolada. Pedro Juan Gomila Martorell

Título: Arcadia desolada
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Edita: La Lucerna (Palma de Mallorca, 2013)

Me acerco por vez primera a la obra del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila y he de decir que quedo gratamente sorprendido. No es frecuente hallar una concepción poética como la suya, tanto desde el punto de vista estético como ético. Gomila es un poeta que bebe de la más pura tradición cultural greco-latina, y por ello, en su poesía está muy presente la mitología, la épica y el simbolismo, además de la experiencia que viene a ser el eje central, el ser mismo como ente primigenio, lo vivido trascendido en emoción siempre, arrebato, asombro continuo. 

El poeta es un buscador de palabras, un loco rebelde que se enfrenta al sistema, porque el sistema oprime y humilla, reduciendo al hombre a mercancía. El poeta nos hablará entonces de sus miedos, certezas y dudas, será su voz un grito contra una sociedad hipócrita y falaz. Mas Gomila se opone a todo tipo de privación, y busca su paraíso, el edén, la soñada Arcadia, tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras. Arcadia desolada”, del poeta mallorquín Pedro Juan Gomila es todo eso y más. Dedica este poemario «A todos los que, tentados por la voz del miedo, no sucumben» -¿ha sido el poeta una víctima más de ese miedo que se adentra en las entrañas?-; preceden a los poemas tres citas esclarecedoras y premonitorias de lo que será el contenido, de autores tales como Javier Sologuren, Alberto Escobar y Rimbaud, y que nos hablan del dolor, el amor y el sexo. La palabra fluye y el poeta bucea en sus orígenes y siente al niño que respira sueños en «algunos cromos de parejas célebres / de la Historia Antigua y la Literatura; / masculino, femenino, azul y rosa, / dinosaurios de cartón o bien muñecas, / el patrón original para los niños, / desde aquel Adán primero y su Costilla», los libros como continuada referencia de lo vivido y amado en la fantasía de Julio Verne o el descubrimiento de una sexualidad distinta y oculta:«la beligerancia creciente y alarmante / de mis tensas relaciones escolares / está a punto de prender la de Verdún: / ¿tal vez porque intuyen mi placer oculto, / o acaso perciben de algún modo extraño / cómo el grano de mostaza va creciendo, / penetrando en la ternura de mi corazón, / aunque nunca me han llamado maricón / todavía como burla en plena cara?». El poeta se desnuda ante sí mismo y el mundo en el amor, la única verdad –su verdad-, y así escribe: «Ábreme las puertas, Amor, y no consientas / que usurpe esa calima la cálida morada, / potencia que se place en encarnarse / según la apariencia que invoca el deseo». 

Llama la atención de este poemario su estructura, en la que el tiempo irrumpe a manera de interludio, en un juego de espejos que propician el recuerdo mostrado en las horas del día, dolorosas en el insulto y las vejaciones: «mediodía, la costumbre fija la hora / del paseo por el patio de la cárcel; / se acerca el momento de lapidaciones / con balones de cemento y el milagro / cotidiano, tanto que pierde su misterio, / de los salivazos en mi bocadillo / de jamón, tortilla, mas bien untado / con la miel amarga de las vejaciones».

 Luego, el poeta vuelve al hilo de su discurso poético, a su particular Arcadia, y siente el dolor de nuevo en las risas de sus verdugos, y el miedo vuelve como vuelven los fantasmas en la idea del suicidio: «ni las dagas afiladas contra el César, / ni tampoco la bañera de Petronio; / si no tienes las agallas, o las alas, / de quien salta con desprecio a los vacíos, / no mereces más castigo que el severo / cumplimiento de la dura penitencia / del seguir con esta vida…»; Gomila recupera la dolorosa experiencia de la milicia en los años tempranos: «¡Cien flexiones ininterrumpidas / por cargar, bulto sin nombre, / sobre el hombro equivocado tu fusil! […] ¿De qué te lamentas, pedazo de animal? / ¿Tal vez porque no encuentras en los patios / del Todo por la Patria, placenta de varones, / algún bardaje hambriento que comparta / contigo íntimamente la manta y el jergón?», ese nefasto lugar, casa de locos habitada por la crueldad humana: «me travisto con la piel de los civiles, / y cruzo las puertas de los bedlamitas». Mas el poeta, en su solitario camino, halla siempre esa luz resplandeciente aun a pesar de la desolación, la libertad al fin, la verdad de la existencia –su existencia-, la razón del ser. Sin duda, Pedro Juan Gomila, nos convoca en la verdadera poesía, la que nace del silencio y fluye viva por sus venas.

Rafael de Cózar por José Antonio Santano





EL FUEGO EN LA PALABRA 
DE RAFAEL DE CÓZAR


Cuando disponía este espacio para el comentario y la reflexión de una singular obra poética de un poeta mallorquín, me llega la triste y desoladora noticia de la inesperada muerte del amigo, profesor de literatura, pintor, escritor y poeta andaluz Rafael de Cózar, propicia, como no podía ser de otra manera que, “Salón de lectura”, venga a ser el lugar esencial para recordar su extensa obra.

 Rafael de Cózar (Tetuán, 1951), era doctor en Filología Hispánica y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla. Fue Presidente de la Sección Andaluza  de  la   Asociación Colegial de Escritores y Predidente de Honor de ACE-Andalucía. Traducido al francés, portugués, inglés, polaco, ruso, alemán e italiano. Fue miembro asesor del Centro Andaluz de las letras (Junta de Andalucía), y lo fue de la Comisión de Ayudas a la Edición de la Consejería de Cultura desde su creación, y colaborador semanal del programa El Público de Canal Sur radio. Ha sido Premio Vargas Llosa de Novela en 1996 con “El Corazón de los trapos”. Entre otras obras destacan: “El Motín de la Residencia”,   (novela, l978), Bocetos de los sueños. (Relatos, en 2001) y los poemarios: “Entre Chinatown y River Side”:  (New York (1987), “Ojos de uva” (1988),  “Con-cierto visual sentido” (Antología, 2006), “Piel Iluminada” (2008), “Los huecos de la memoria” (2011) y “Cronopoética” (2013).

No se me ocurre otra forma más emotiva y certera para recordar al hombre y al poeta comprometido siempre con el tiempo que le tocó vivir que acercarnos a su obra, al fuego –un incendio ha acabado con su vida- de la palabra, la que surge de los orígenes y va creciendo en el alma del poeta, la que ahonda en los silencios y pregona su luz por los confines del mundo, la que recorre las venas y es sangre en la voz del aire, la que cubre de amapolas los campos del mundo, esa que clama al Hombre que oficia de Hombre, nunca jamás acallada porque existirá por siempre impresa en el papel, en la memoria, en el tiempo, eternizada en las calles de todas las ciudades del planeta Tierra: «Entre Chinatown y River Side / los ángeles guardianes del subway / colectarán mis sueños esta noche / hasta el borde de la calle 42, / Theater district, / prostitutas iluminadas de neón / o el carro blindado de los turistas / en las húmedas sendas de Harlem, / salamandras de cartón ateridas / en la hoguera eléctrica de la ciudad sin fin, / aquel pequeño bar de Chinatown, / los vientres abiertos de las tiendas chinas / derramando las aceras,  Little Italy, / blancas corbatas de las familias / embutidas en extensas limousines, / un vino blanco vendido en español / con impuesto de inmigrante y la tristeza colgando de los labios...»; en los mares y ríos, los bosques y las montañas. El sueño es siempre un viaje hacia la Nada de la propia existencia y en él el poeta se aferra para seguir siendo: «Ya no espero esta noche que la nada / se reencuentre de nuevo con su dueño. / Si la vida, como dicen, es sueño, / tengo entonces perdida otra jornada. / En mi agenda me apunto las heridas / de las noches que llevo y que me quedan / aguardando las sombras del demonio. / Ya sabes que es inútil que lo pidas / pues los sueños que sueñas que te esperan / son los sueños de amor: este es tu insomnio».

La palabra siempre sobrevolando el sol, la luna, la soledad de la noche, los nombres y las cosas que sus labios pronunciaron con la emoción de su ser entero. Hace unos meses me llegaba su palabra de seda y agua en un texto que expresamente elaborara para una antología sobre el yacimiento arqueológico de Torreparedones, inédito, del que ahora y para esta ocasión luctuosa, en su recuerdo, reproduzco unos fragmentos: «Los montes grises abotonados de olivos,  el  cielo entreverado de nubes en aquel día lluvioso en que fuimos camino de la historia:  La torre de la vírgenes Nunilo y Alodia en la Pompeya andaluza. […]Estaba yo ensimismado en estas reflexiones cuando un aguacero vino a sacarme de golpe al mundo real: Nuestro guía, arqueólogo y responsable del recinto, nos confirma que no podremos realizar la visita del yacimiento por la lluvia, y que intentaría explicarnos con fotos, planos  y videos lo que fue antiguamente Torreparedones. Al volver a Baena, en el autobús, pensé en el maestro autor del “Cancionero” la primera de nuestras grandes antología poéticas. Me curé la decepción de Torreparedones a base de cancionero, un gran vino de la zona». Quizá sean estas palabras de las últimas que escribiera, tal vez no, lo cierto es que todas ellas en su voz pervivirán en la memoria y la historia de la literatura española para siempre.

SEPULTA PLENITUD 2023

SEPULTA PLENITUD 2023
José Antonio Santano

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)

SILENCIO [Poesía 1994-2021] (2021)
José Antonio Santano

ALTA LUCIÉRNAGA. 2021

ALTA LUCIÉRNAGA.  2021
JOSÉ ANTONIO SANTANO

Madre lluvia. 2021

Dos orillas.2020

Dos orillas.2020

Marparaíso.2019

Marparaíso.2019

Tierra madre.2019

Cielo y Chanca.2019

Antología de poesía.2018

Antología de poesía.2018
Iberoamericana actual. 2018

Lunas de oriente.2018

La voz ausente. 2017

Humanismo Solidario.2015

Los silencios de La Cava. 2015

Tiempo gris de Cosmos.2014

TIEMPO GRIS DE COSMOS 2014


JOSÉ ANTONIO SANTANO

ISBN: 13: 978-84-942992-3-0

Clasificación: Poesía.

Tamaño: 14x21 cm

Idioma de publicación: Castellano

Edición: 1ª Ed.1ª Impr.

Fecha de impresión: Noviembre 2014

Encuadernación: Rústica con solapa

Páginas: 104

PVP: 12€

Colección: Daraxa












José Antonio Santano, en Tiempo gris de cosmos, articula un canto para “todos los habitantes del planeta”, una poetización de la realidad actual, de “abisales conductas, de feroces decretos / y sentencias, de gritos que enmudecen / en las paredes de las casas / […] / Pienso en la estricta ley del poderoso / clavándose en la carne como lanza, / en sus manos manchadas de sangre, / en sus actos inmorales, / en su oratoria de muerte”.

Por eso se adentra en la libertad de los fondos marinos de los sueños, de la fraternidad, de los bosques, para hospedarse junto al hombre marginado y ser el otro, el padre de los desheredados en un lorquiano romance sonámbulo donde, intertextualizando al granadino, afirma, superando el egocentrismo y derramándose en la otredad, “y yo que no soy yo”, ni su casa, la Tierra, es ya su casa.

José Cabrera Martos

Memorial de silencios. 2014

Memorial de silencios. 2014
He vuelto, como cada día he vuelto para enterrar los chopos bajo el rostro de los sueños, la estela del pasado, el vuelo de las manos en otoño. He vuelto para hundierme en el sonido desgarrado y monótono de teclas que en el blanco papel se precipitan, o en las horas perdidas, en despachos misteriosos de pálidos sillones. He vuelto como siempre, como siempre, para contar silencios de ultratumba -como siempre- que manchan la memoria de sangre y soledades, como siempre. He vuelto como siempre, como siempre, exhausto, con el drama en las pupilas, borracho de naufragios y derrotas.

Estación Sur. 2012

Caleidoscopio.2010

Razón de Ser.2008

El oro líquido.2008

El oro líquido.2008
El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. 2008 VVAA. El oro líquido. El aceite de oliva en la cultura. Edición de José Antonio Santano. Epílogo de Miguel Naveros. Diputación de Jaén. 2008.

Il volo degli Anni.2007

Trasmar.2005

Las edades de arcilla.2005

Quella strana quiete.2004

La cortaera.2004

Suerte de alquimia. 2004

Árbol de bendición.2001

La piedra escrita.2000

Exilio en Caridemo.1998

Íntima Heredad.1998

Grafías de pasión.1998

Profecía de otoño.1994

Canción popular.1986